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11.10.20

Crónicas de Paul Morgan #16


"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 10 de 10)

Historia: RH Herrera

 

X: Dhimasho.

 

            … en ese momento, y por un instante, nuestras mentes se conectaron …

            "¿Cuál es la peor forma de morir?", es una pregunta que todos nos hacemos más de alguna vez en la vida, y en cada ocasión, la respuesta es una muerte violenta. Quemado, hervido, congelado, desollado, ahogado, muertes agonizantes, todas terribles, productoras de un dolor que sólo en las pesadillas es imaginable, sin embargo, ninguna de ellas se compara a la peor.

            Hay una forma de muerte que es tan terrible, que alguien que ha nacido en condiciones relativamente cómodas ni siquiera imagina lo horrorosa que es. La agonía extendida en un largo periodo de conciencia al menos es completamente evitable, pero lo malo, es que depende del ser humano, un ser inteligente que, por desgracia, difícilmente ve más allá de su propio confort. La peor muerte, es el hambre.

            Es un asesino lento, te consume desde dentro, va por tus músculos, va por tus órganos, te disuelve lentamente, se toma su tiempo, días, meses, y estás completamente consciente de todo lo que sucede, y sabes que no puedes hacer nada para evitarlo.

            Anwar conoció al monstruo cuando tenía cinco años. Nació en una pequeña cabaña en Puerto Príncipe, su padre era pescador y él lo acompañaba cuando salía a altamar. No eran muchos sus lujos, pero era feliz, hasta que un día, en mitad del océano, fueron atacados.

            Piratas. Nunca se habían acercado tanto a la costa, o ellos nunca se habían adentrado tanto en el mar. Los atacaron, torturaron y masacraron a su padre frente a sus ojos. Lo encadenaron y lo llevaron con ellos. Al llegar a Mogadiscio, lo vendieron como esclavo.

            Fue comprado por un alto mando del ejército de Siad Barre, quien lo usó como desahogo de sus impulsos más violentos, tanto físicos como sexuales. Él apenas era capaz de entender lo que estaba sucediendo a su alrededor. Durante una noche, luego de una golpiza especialmente dura, quedó inconsciente, casi al filo de la muerte. Fue ahí donde lo vio por primera vez.

            … Dhimasho …

            Para su fortuna, o tal vez desgracia, su captor pereció durante la batalla de Mogadiscio. Fue entonces cuando dejó de ser abusado, pero conoció el hambre… Buscó alimento con desesperación y, en un fallo de cálculos terminó adentrándose en el desierto, siguiendo el espejismo de un destino mejor.

            Tras semanas, su cuerpo era tan delgado que no podía ponerse de pie. Pensó que moriría. Las aves de rapiña le observaban desde el cielo. Resignado, queriendo que la tortura terminase, cerró los ojos con la intención de no volver a abrirlos.

            Un caminante errante lo encontró. Pudo dejarlo morir, pero no fue capaz. Era sólo un niño muriendo de hambre. Lo tomó, le curó sus heridas, vertió agua en su garganta y lo alimentó.

            Su extraño salvador, el único hombre que había sido bueno con él desde la muerte de su padre, resultó ser, en un giro irónico de los acontecimientos, miembro de un grupo piratas y contrabandistas. Lo crió, le enseñó el uso de las armas y los rituales mágicos, y también le enseñó el negocio del esclavismo y el tráfico de drogas.

            Era el único camino que conocía y con el tiempo se volvió especialmente bueno en eso, hasta terminar transformándose en el líder del grupo criminal.

            Los años pasaron, su cuerpo envejeció. Añoraba el único lugar que le recordaba que una vez fue feliz e inocente: Haití. Quería volver a su hogar.

            Un día, del desierto llegó un hombre. Balbuceaba cosas de un dios del desierto. El musulmán loco. Sin embargo, el tipo tenía el dinero y los recursos para llevarlo a su tierra, a él y su pequeño ejército privado.

            Usó sus trucos, sus conocimientos de magia para convencerlo de que esa tierra prometida era Haití. Sus subterfugios fueron completamente efectivos.

            Al llegar a Puerto Príncipe, esperando reencontrase con su inocencia, notó que aquel sitio estaba tan podrido como Mogadiscio. Fue entonces cuando lo vio por segunda vez. Comprendía la naturaleza anómala del espíritu. Él nunca fue manipulado, fue su decisión, voluntaria, sin amenazas, completamente racional. Le ofreció devorar su alma si a cambio exterminaba a la humanidad. El demonio, nacido del alma de todos aquellos que han muerto de hambre, Dhimasho, no es una entidad con la que se pueda racionar. Él devora todo lo que está a su paso. Para él era suficiente. Herido, dañado de gravedad, cuando su cuerpo ya no era recuperable, le dejó tomar el control de todo…

            … en ese momento, y por un instante, nuestras mentes se conectaron …

 

            ¿Qué? ¿Quién carajos es? —preguntó Hawkeye, desconcertada.

 

            Ese dios es Dhimasho —le respondí, sintiendo como mi corazón se estremecía.

 

            ¿Dhimasho? ¿Un dios?

 

            Una vieja leyenda somalí. Es la materialización del hambre.

 

            El demonio comenzó a engullir los escombros del edificio, mientras los oficiales de policía se acercaban a la zona. Para nuestra suerte, la entidad no se había percatado de nuestra presencia, pero con Samedi neutralizado no podríamos combatir contra él.

 

            —Lavy, ¿puedes moverte?

 

            —Con dificultad, ¿y tú?

 

            —Mi pierna duele y mi mano derecha está inutilizada.

 

            —Heridas más graves hemos sufrido —dijo en tono jocoso—. Bien, ¿Cómo procederemos?

 

            —Al momento de disolver este escudo quedaremos expuestos. No es un demonio que podamos vencer en combate, debe ser exorcizado.

 

            —¡Carajo! Eso tomaría mucho tiempo.

 

            —Necesitaré que lo distraigas el tiempo suficiente.

 

            —Solo tengo tres balas, y por lo visto esa cosa es invulnerable.

 

            —Podría reducir el tiempo a la mitad con un conjuro de amplificación.

 

            —Bueno, necesitamos una distracción para reagruparnos —los oficiales de policía comenzaron a disparar a la criatura—. Eso podría servir.

 

            La criatura corrió como un chacal hacia los oficiales, despedazando a varios de ellos mientras otros huían despavoridos. Joan Fritz intentó dispararle con su escopeta a quemarropa, pero la criatura sacudió su mano y lo lanzó por los aires hasta los escombros, donde cayó y terminó empalado en un costado con el trozo de una viga de madera.

            A pesar de las heridas, Fritz sacó su arma de servicio y comenzó a disparar. Las pequeñas balas no hicieron más que llamar su atención. La criatura se dirigió a terminar con su vida, mas, antes de alcanzar su objetivo, fue golpeado en el rostro por un grupo de proyectiles rosa, y si bien el impacto no lo dañó, fue lo suficientemente contundente para hacerlo cambiar de enfoque. En la lejanía, Lakshmi Chopra, flotando en medio de la nada, cubierta de un aura rosa, mantenía las cuencas de su rosario flotando a su alrededor. En su espalda y con una claridad inusitada, formadas por luces energéticas, hizo acto de presencia el Om () que rendía como amplificador de su mantra.

 

            —¿Qué hace? —preguntó Lavy, ya incapaz de ver los proyectiles o el aura que rodeaba a Chopra.

 

            —Nos compra tiempo.

 

            Disolví el escudo. Mientras la criatura corría hacia Lakshmi, ella lanzaba las cuencas de su rosario como si estuviera atacando con una ametralladora. Pero estos sólo ralentizaban a la criatura, la cual se movía como si corriera contra un fuerte viento, avanzando de forma lenta, aunque eventualmente alcanzaría a su objetivo.

            Lavy corrió a ayudar al oficial Fritz, al tiempo que intenté incorporarme. Con dificultad me preparé para comenzar el ritual, cuando sentí un apretón en mi talón. Al mirar hacia abajo vi a Samedi, que se había arrastrado hacia mí como pudo:

 

            —No me saques aún de la ecuación —dijo—. Aún me quedan un par de minutos.

 

            —En las condiciones que estás no es mucho lo que puedes hacer —le respondí.

 

            —Parte de mi esencia sigue en ese muñeco. Quema los restos y podré pelear un poco más.

 

            Aún tenía el muñeco en mi bolsillo, así que lo saqué y usando mi encendedor de soplete, lo quemé. En ese instante vi como las cenizas se amplificaban hasta convertirse en polvo, entrando por cada herida de Samedi, curándolo.

 

            ¡Oh yeah, baby! —dijo, mientras se incorporaba a la acción—. He vuelto.

 

            Saltó con fuerza inusitada aterrizando en la cabeza de la criatura, e introdujo sus dedos en la boca del demonio y tiró hacia la mandíbula superior, intentando romperle el cuello. Sus esfuerzos resultaron inútiles para acabar con la criatura, pero si lo desviaron de su dirección, arrojándolo al suelo como si fuera un caballo que se ha tropezado al correr. Entre el forcejeo, le gritó a Chopra:

 

            Lakshmi, Morgan intentará expulsarlo.

 

            La chica comprendió, y sin perder tiempo corrió hacia mí con el fin de servir de amplificador.

            Separé mis piernas para bajar mi centro de gravedad y tener una postura firme:

 

            ¡Vade retro, Dhimasho! —grité, comenzando el ritual—. ¡Numquam suade mihi vana! ¡Sunt mala quae libas! ¡Ipse venena bibas!

 

            Chopra, por su parte, comenzó un mantra de amplificación. Podía sentir su influjo de Energía Cor en mi cuerpo. Todo saldría a la perfección, mientras Samedi mantuviera a la bestia bajo control.

 

            —¡NO! —gritó a lo lejos—. ¡Aún me queda tiempo! ¡Aún me queda tiempo!

 

            Más su cuerpo se volvió polvo y desapareció en el aire…

            La criatura entonces volteó a nosotros y corrió, como una bestia hambrienta, salivando en grandes cantidades. ¡Carajo! No podía perder la concentración, debo terminar el ritual…

            Antes que su brazo nos alcanzara, el sonido de un disparo, que dio justo en la base del cuello de la criatura, seguido de un rayo de luz caído del cielo que lo estampó sobre el suelo. Hawkeye había usado una de las balas sagradas. La criatura se levantó, no sin problemas, como si la gravedad hubiera aumentado. Su cuerpo pesaba, sus movimientos eran torpes. Aún así, lleno de ira, corrió hacia Lavy, con la rabia propia de una bestia salvaje.

            Tras un par de metros, Hawkeye disparó la segunda bala, directo en el ojo derecho de la criatura. Un chillido, como millares de cerdos siendo degollados, y el rayo de luz cayó, hundiendo a la criatura unos pocos centímetros en la tierra. El golpe fue efectivo, pero aun así la criatura volvía a incorporarse. Lavy usó su última bala. Certera como siempre, golpeó a la criatura exactamente en el mismo punto, reventando su globo ocular. Luego dejó caer su arma al suelo, sonrió cálidamente, y cerró los ojos a la espera del zarpazo final de la criatura. Esperaba haber logrado el tiempo suficiente para que el ritual terminara.

            Con los ojos cerrados sintió un violento empujón, y cayó a un par de metros de su lugar. Al abrir los ojos estaba cubierta en sangre, pero no tardó en comprender que aquella no era suya. Levantó a la vista a la bestia, y observó con impotencia el sacrificio de su salvador.

            Joan Fritz, a pesar de sus heridas, se había levantado, y decidió usar sus últimas fuerzas para salvar a la mujer que le había ayudado a levantarse unos segundos atrás. Aún así, no era lo único que había podido hacer: mientras se encontraba tirado en el piso, encontró un objeto que, ahora, mientras era masticado hasta la muerte por la criatura, como último acto, sacó. No sabía cómo utilizar la pluma de un ángel, mas, bastó que el objeto tuviera contacto con la criatura. Fue una reacción violenta, como arrojar un hielo al aceite hirviendo. El cuerpo de Fritz se disolvió en la luz, la onda expansiva arrojó a Lavy varios metros y el piso vibró…

            Pese a eso, la criatura no había sufrido daños… pero el tiempo había sido suficiente, el ritual estaba listo…

 

            ¡Imperium sempiternum! ¡Ego mittovos ad infernum! ¡Daemonium!

 

            Su cuerpo comenzó a despellejarse, la luz inundó todo. En ese momento, y por un instante, nuestras mentes se conectaron… Vi frente a mis ojos la vida de Anwar, el motivo de la existencia del demonio. Sólo fue un segundo, una eternidad dirían algunos…

            El gigantesco cuerpo de Dhimasho se volvió ceniza negra, arremolinándose sobre el cuerpo de Anwar, luego entró por su boca, consumiendo su carne, su grasa, sus órganos, sus huesos y finalmente su piel. No quedó nada, nada de quien en hace unos minutos era una amenaza para la humanidad completa. Ahora había sido reducido a algo menos que la inexistencia, devorado por su propia hambre.

 

           

            —¿Qué harás ahora? —me preguntaba Lavy en el aeropuerto.

 

            —Aún hay un par de cosas que debo hacer acá —respondí—. No puedo dejar a Samedi vagando como ente astral por la eternidad.

 

            —No sería mucho el daño —respondió ella, en tono de broma—. ¿Volverás a Sunset?

 

            —Eventualmente.

 

            —Llama de vez en cuando, pero no a las 4 AM.

 

            —No puedo prometer nada.

 

            —¡Oye! —dijo, mientras golpeaba con suavidad mi hombro.

 

            Nuestras heridas físicas eran notorias, pues estaba claro, doce horas no era suficientes para sanar, pero con los días, cada una se cerrará: el agujero en mi muslo, la punzada en mi mano derecha, el hombro dislocado de Lavy, los moretones y arañazos en nuestra piel. Dejarán cicatrices, pero sanarán.

 

            —¿Qué crees que pasará con esas chicas ahora? —preguntó, apenada.

 

            Las heridas psicológicas tardarán algo más de tiempo, puede que nunca cierren.

 

            —Terapia física y psicológica. En unos meses tendrán una vida normal.

 

            Mentí, y Lavy sabía que era falso. Aún así, eligió sonreír y fingir que creía en una realidad más justa.

 

            —Si, volverán a una vida normal —dijo, mientras agarraba su maleta. Caminó un par de pasos dándome la espalda y luego volteó—. ¿No podrás evitarlo cierto?

 

            —¿Perdón?

 

            —Irás tras ellos, los otros que son como tú. Irás con esa falsa idea de formar una familia ajena a la que ya tienes.

 

            —Lavy, no es…

 

            —¡Cállate! —gritó—. ¡Cállate de una vez por todas! Siempre tienes una justificación para ser miserable, no te das cuenta que siempre has estado rodeado de gente que te aprecia e insistes en ser un tarado.

 

            —Lavy, yo…

 

            —¡Dije que te callaras! —dijo, acercándose a mi—. Ahora… —susurró—, te daré un beso y se separan nuestros caminos.

 

            —Lavy, no tienes que…

 

            —Cállate, y cierra los ojos. No puedo hacerlo con esos ojos mirándome, no si sé que son capaces de ver mi alma.

 

            ¡Carajo! Es una situación ridícula, pero parte de mi quería. Creo que de forma subconsciente siento algo de atracción por ella. Vi su aura, azul índigo, vibraba en puntos cercanos a la resonancia, me tranquilizaba. Entonces comprendí la ventaja que mi sinestesia traía: no necesitaba preguntar para observar los sentimientos de las otras personas. Aún así, me cuesta traducir las señales, la empatía que para Hawkeye resulta tan fácil. Por un momento, quise sentir como ella, pensar como piensa ella y sin dudarlo cerré los  ojos y esperé su beso… beso que nunca llegó. Sólo fueron unos segundos, pero al abrirlos ella se había marchado. Sentí en mi pecho la soledad y decepción.

 

            —Así es como te sentiste…

 

            Entendí mi error al dejarla sola en esa cama de hospital, a pesar de creer que la estaba salvando. En realidad le quité un amigo, alguien en quien podía confiar, y ella ahora me había devuelto el favor.

 

            —Bien jugado Lavy… Bien jugado.

 

Fin…


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4.10.20

Crónicas de Paul Morgan #15


"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 9 de 10)

Historia: RH Herrera


IX: Chopra.


—¡Hijo de perra! —gritó Anwar, observando al Barón Samedi en medio del patio principal—. Eres un Loa, ustedes no pueden interferir en asuntos mortales, son las reglas.


—¿Sabes mi chocolatoso amigo? —reía, mientras acomodaba su sombrero de copa. Tenía en su comisura una serpiente hecha de oro cuyos ojos eran dos esmeraldas—. En condiciones normales tendrías razón, pero hiciste algo aberrante: convertiste el trabajo más sagrado y antiguo de la humanidad, la prostitución, en un acto de esclavismo. Las mujeres sólo pueden ser trabajadoras sexuales por voluntad propia, no por el control de un químico.


—¿Qué carajos?


—Les quitaste a estas chicas el poder de decidir sobre el placer de su carne. Ellas deben ser libres de entregar satisfacción sexual a quien deseen y cobrar por ello.


—Esto —dijo Hawkeye mirándome fijamente—, está mal en muchos sentidos.


—Lo sé —le respondí—. Es un discurso demasiado vulgar.


—No es eso —agregó ella—. Está a un nivel de vulgaridad tan abstracto que no logro discernir si es misógino o feminista.


—Pervertiste el acto —continuaba Sabatte con su vergonzoso discurso—. En otras palabras, me tocaste los huevos sin mi consentimiento y pagarás por ello.


—¿Qué están esperado? —les gritó a sus esbirros—. Matadle.


Todos apuntaron al Barón, disparando ráfaga tras ráfaga de balas, mas estas no parecían dañarlo. 

Ellos perdieron su atención en nosotros. Lavy utilizó su arma para destruir uno de los candados, intentando liberar a algunas de las chicas atrapadas. Yo hice lo propio con la jaula donde se encontraba Lakshmi. Su estado era paupérrimo y la civeta intentaba sin éxito hacerla reaccionar. En ese momento tomé una de las plumas de Legba y la usé para curarla. Ella se recuperaría, pero no sería instantáneo.

Mientras tanto, los oficiales que se encontraban en el exterior fueron alertados al escuchar los disparos.

Samedi ni siquiera se molestaba en esquivar las balas, para él no era muy diferente a ser atacado con balines de goma. Comenzó a moverse entre los soldados golpeándolos con su cetro, pateándolos, neutralizándolos. No pretendía asesinar a ninguno, era un Ángel después de todo.

Mientras golpeaba a los soldados, comenzó a tararear una canción, que a los pocos segundos fue reconocible:


—Ese idiota está cantando "Singing In The Rain" —dije en voz alta, mientras seguía sosteniendo a Lakshmi.


Utilizaba su cetro como paraguas, mientras imitaba los movimientos y la voz de Gene Kelly; bailaba mientras iba golpeando a cada soldado. En un momento dejó de ser Gene Kelly y mutó en una versión de Malcolm McDowell en "A Clockwork Orange". No es común ver a un ángel comportarse de esa manera.

A pesar de no usar fuerza letal, jugaba con ellos como un gato con su presa, burlándose de cada uno mientras quebraba sus huesos y los dejaba inutilizados en el suelo. Cada golpe de bastón resonaba como un hacha cortando madera seca. Debía de ser en extremo doloroso, y Samedi lo disfrutaba con malicia.

Sin embargo, Anwar tenía un as bajo la manga: utilizó una de sus botellas de químicos y lo arrojó justo en la cara de Samedi. El golpe pareció ser más dañino de lo predecible. De su rostro emanaba un vapor verdoso, mientras el Barón lanzaba gritos desgarradores. Cayó al suelo, sosteniéndose la cara y revolcándose como una cucaracha sin cabeza:


—¿Lo ves? —dijo Anwar con petulancia—. Los ángeles pueden caer heridos por magia humana. Una botella de ácido y un conjuro de debilidad fueron suficientes para acabar contigo —caminó lentamente hasta el ángel agonizado, tomó un machete y se dispuso a ensartarlo en su cuello—. Muérete maldito.


Se abalanzó con todo su peso, mas, Samedi sostuvo la hoja con una sola mano, al mismo tiempo que se quitaba la otra de la cara, mientras dejaba ver como el ácido había carcomido su piel y carne, dejando el hueso limpio e intacto como si se tratase de pintura blanca sobre piel negra. Lo miró con los ojos ensangrentados y le gritó:


—¡Boo! —luego rió frenéticamente, mientras Anwar no sabía cómo reaccionar—. ¿De verdad creíste que algo como eso acabaría conmigo? Eres un bastado ingenuo —con su fuerza sobrehumana lo lanzó por los aires, y el ángel se incorporó mientras sacudía el polvo de su chaqueta—. Cariño… —dijo, dirigiéndose a Lavy—. Dame uno de esos puros que te obsequió mi primo.


Hawkeye le arrojó con premura uno de los puros, y Samedi haciendo gala de sus reflejos lo atrapó en el aire. Mordió la punta e hizo aparecer una llama desde su dedo índice. Comenzó a dar gruesas bocanadas de humo, el cual escapaba por los surcos de sus dientes, donde se supone se encontrarían las mejillas. Sostenido el puro con los dientes, sacudió todo el polvo que pudo de su chaqueta violeta, la desabrochó dejando al descubierto su pecho con sus costillas y esternón tatuadas en un blanco verdoso, quebrando la cadera mientras estiraba su espalda hacia atrás:


—¡Ah! —suspiró—. Esto es vida, Morgan —dijo, apuntándome con su dedo aún en llamas—. No le cuentes a Brigitte que lo estoy disfrutando.


Anwar se levantó apenas. Ya era un hombre viejo y el golpe había sido especialmente duro, mas, mantenía su ferviente deseo de luchar. Mientras, la chica hindú comenzaba a reaccionar lentamente.


—¿Qué ha pasado? —preguntó, desconcertada.


—Fuiste drogada y encarcelada, pero veo que ya te has recuperado.


Qué alivio, al menos hemos evitado que el maldito santero trajera a Kali a este plano. Ayudé a la chica a incorporarse y junto a Lavy comenzamos a sacar a las heridas de cada una de las jaulas, aprovechando la distracción creada por Samedi y su gusto por jugar con sus víctimas.

Anwar, en su desesperación, intentó conjurar plagas, lanzando frascos con tábanos en su interior:


—¿En serio anciano? —dijo Sabatte, lastimero—. ¿Insectos? ¿Qué harás luego? ¿Me atacarás con ranas?


El Santero uso cada truco en su conocimiento, ya sea brujería haitiana, somalí, hasta marroquí, pero nada surtía efecto en el Ángel. Éste lo atacó rasgando por completo sus ropas, y en ese momento vio sobre su arrugado pecho lo que parecían ser figuras de santería hechas con cicatrices. En ese momento no comprendí lo ocurrido, pero algo en el ambiente cambió. Samedi, en un tono serio, me gritó:


—¡Saca a todo el mundo de acá! Lo que ocurrirá aquí no será bonito.


Noté como el cuerpo del santero empezó a brillar. Lavy, aún bajo los efectos del puro, pudo notarlo también. Esas cicatrices, cada marca era un foco. Invocó no a uno, sino a decenas de diablejos, los cuales procedieron a atacarnos.


—Mierda —Lavy disparó a uno, destruyendo su cabeza—. ¿Le di?


—Si —respondí—, y de qué forma.


Pero por cada uno que eliminábamos emergía otro y otro de las sombras. Lakshmi se incorporó a nuestro combate. Mishka era capaz de pelear contra los imps, pero estos parecían no tener fin. Tras un momento comprendí que nos sería imposible sobrevivir en ese lugar. Tomamos a las chicas que pudimos y comenzamos a movernos por la casa, intentando encontrar una salida. Mi pierna volvió a doler, de una forma superior a antes, por lo que caí al suelo:


—¡Paul! —gritó Lavy, intentando volver hacia mí.


—¡No! —le grité—. Salva a las chicas, yo saldré de acá solo.


Hawkeye me hizo un gesto de confirmación, y aprovechándose del estado de voluntad reducida, les ordenó a las chicas, hablando en un perfecto creole, correr en la dirección de ellas.

Chopra usaba sus conocimientos en mantras para mantener a los imps a raya, mientras Lavy dirigía a las chicas hacia la salida.

A lo lejos escuchaba los sonidos de la pelea entre los imps y Anwar contra Samedi; por el otro lado, los disparos de Lavy y los agentes de policía. Cada uno hacía su parte, y yo en medio de la nada, botado en uno de los pasillos de la laberíntica casa de Anwar, condenado, como siempre a ser un observador de la acción.

Tomé la segunda pluma de Legba y me iba a disponía a usarla en mí, pero antes de poder hacerlo fui atacado por uno de los imps. Reaccioné a tiempo disparándole, destruyendo su cuerpo material y espantando al demonio de vuelta al infierno. Sin embargo, el ruido atrajo a varios más hacia mi posición.

La pluma voló más allá de mi alcance y los diablejos comenzaron a atravesar las paredes para llegar a mí. Me deshice de varios con las balas de mi pistola, hasta que me quedé sin municiones. Me quedaban sólo las tres balas sagradas de Legba. Sabía que no era el momento de usarlas, pero sólo esperaba no estar cometiendo el mismo error de la pluma y no curarme mientras tuve la posibilidad.

Usé parte de lo que me quedaba de Energía Cor para conjurar una barrera energética. Esto mantendría alejados a los diablejos unos minutos, pero me demoré demasiado y uno de ellos logró romper uno de los costados, y se abalanzó sobre mi intentando golpearme. Debía mantener la concentración para no romper la barrera, pero tampoco debía permitir que el imp en el interior me matara. Sentía que estaba peleando contra un gato con rabia, mientras hacía malabarismo con cierras eléctricas. La saturación mental era demasiada, sabía que no podría mantenerme así por mucho tiempo.

En un momento, el imp intentó atravesar mi cuello con sus afiladas garras. Logré bloquearlo con mi mano derecha, pero sus uñas atravesaron la palma de mi mano y terminaron ensartadas en mi hombro. El dolor era tan grande que perdí la concentración y mi barrera mágica desapareció. Estaba dispuesto a aceptar mi fin. Sólo cerré los ojos y me dejé llevar…

“Huele a azúcar, anís y coco:

—… Paul… Paul… —sentía su voz en el interior de mi cabeza.


Abrí los ojos lentamente y vi frente a mi sus enormes ojos verdes, su cabello largo y sus labios rojo fuego.


Alexa —dije, incrédulo—. No, Zenith —me auto corregí—. ¿Estoy muerto?


—No, sólo estás en trance —dijo, con su voz suave—. El dolor que sientes es tan grande que te has desdoblado y te encuentras en el plano astral. Estás vivo, pero tu cuerpo está muriendo.


—Comprendo. ¿Has venido a buscarme?


—No, sólo a aconsejarte… aunque también existe la posibilidad que tu cerebro agonizante se esté inventando todo esto.


—No es muy alentador…


—Aún siendo ese el caso, el hecho que estés aquí deriva en una nueva oportunidad.


—Eso es un alivio —respondí, en tono sarcástico.


—Dios obra de formas misteriosas.


—Esa frase es un maldito cliché.


—No si la digo yo —sonrió—. Aún hay cosas que debes hacer, esto no ha terminado, no tienes derecho a morir, no de esta forma.


—¿Y qué pretendes que haga?


—¿Ahora?

—Si, Ahora.


—Pues, proteger a tu compañera.


Abrí los ojos y vi frente a mí a Lavy peleando con su cortaplumas contra varios de esos diablillos. Ella apenas podía verlos, aún así y ya sin balas, se las arregló para acabar con varios mientras yo estaba inconsciente.

Rápidamente retorné a mi concentración y conjuré nuevamente la barrera mágica, esta vez, sin que ninguna de esas sabandijas pudiera entrar.

Lavy, cansada y con varias heridas en su cuerpo, cayó a mi lado, agotada. Apenas si podía respirar:


—Volviste —le dije—. ¿Por qué carajos volviste?


—Somos compañeros, ¿recuerdas? No voy a dejarte morir solo.


—Fue irresponsable, yo ya estaba condenado y ahora por tus acciones, estamos condenados los dos.


—Si, no sé si te has dado cuenta, pero te he salvado el pellejo nuevamente esta semana… ¿quizás un "gracias"? Además, si hablas de actos irresponsables, tu ni siquiera usaste la pluma.


—Lo sé —ella intentó arrastrarse hacia mí, y yo intenté incorporarme, pero terminé sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared.


—¿Alguna vez creíste que moriríamos de esta manera? —me preguntó, mientras se acercaba a mi lado.


—Asesinado por un grupo de demonios —dije, mientras levantaba la vista y veía como los diablejos se amontonaban contra la barrera energética—. Estaría mintiendo si te dijera que no.


—Vaya —dejó caer su cabeza sobre mi pecho—, yo pensé que moriría de coma etílico.


—Dios —no pude evitar reírme—, al menos no moriré solo.


—Si y también evitamos la invocación de Kali. Sabatte, ese idiota cumplió, estoy segura que acabará con Anwar.


—Si, lo hará.


En un instante, los diablejos empezaron a disolverse en luz. Lavy ya había perdido el efecto del puro y no podía ver lo que estaba sucediendo, pero cada diablejo se convertía en energía. Sin embargo, no podía sentirme aliviado. Una extraña sensación inundó mi cuerpo:


—Ten —le dije, mientras le pasaba las tres balas de Legba—. Tú tienes mejor puntería que yo.


Como pudo, Lavy cargó su arma con las tres balas, y por acto reflejo aumenté la densidad del escudo, al instante en que se escuchaba un trueno.


—¿Qué mierda fue eso? —me preguntó, asustada.


—Mierda, sujétate.


El suelo comenzó a temblar mientras la casa comenzaba a venirse abajo. Vi la arena atravesar lo que quedaba de la casa convirtiéndola en polvo, mientras el ataque al escudo exigió de toda mi concentración para mantenerlo en pie.

Al pasar la tormenta, pude ver a lo lejos las sirenas de la policía y de entre los escombros se erguía quien parecía ser Anwar, pero su tamaño era antinatural. Había sido poseído y mutado por una entidad maligna. Aún así, siendo su carne material, era visible hasta para Lavy:


—¡Mierda! —exclamó—. ¿Fallamos? 


La criatura era idéntica a mi visión: piel negra como la noche, brazos y piernas alargados hasta la deformidad, terminados en lo que parecían ser ramas de árboles, dos enormes ojos bañados en sangre y un tercero que brotaba de su frente, los huesos de sus vértebras sobresalían de su espalda, y con una de sus manos arrojó hacia nosotros el cuerpo de Samedi.


—Un demonio extranjero —dije en voz alta.


—¿Ese… ese es Kali? —preguntó Hawkeye, aterrada.


—No… me equivoqué. Nunca trató de invocar a Kali, no tenía sentido, por qué invocaría a un dios hindú, no. Traería a uno de su tierra.


—¿Qué? ¿Quién carajos es?


—Ese dios, es Dhimasho.


Continúa…


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27.9.20

Crónicas de Paul Morgan #14



"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 8 de 10)

Historia: RH Herrera


VIII: Redada.


Luz de día. Al menos haremos esto durante la luz del día, pensé como consuelo, mientras observaba el muñeco que tenía en mis manos. Tenía un cuerpo hecho de paja envuelto en tela arpillera y su cabeza era de tela de lino negra. Asemejaba la forma de un ser humano, aunque tenía una pata más larga que la otra y había hecho los ojos con botones de distinto color. Tomé uno de los clavos que tenía ensartados, me sentí tentado a sacarlo, pero no lo hice. Veía en el muñeco el brillo del aura y sentía su energía. Guardé nuevamente el muñeco entre mis bolsillos.

Nos encontrábamos en mitad del bosque. Veía a mi compañera usar sus binoculares para observar entre la densa hierba de la casa de Anwar:


—Lavy —dije, mirando mi compañera—, en estos momentos nos serviría el equipamiento de The Wall.


—Paul —me respondió, sin dejar de mirar por los binoculares la base enemiga—, pasar un calibre 44 por el aeropuerto es relativamente fácil, un chaleco antibalas quizás, pero un exoesqueleto de combate son palabras mayores.


Respiró para bajar sus ansias del combate. Entre la hierba alta se acercó el oficial Fritz:


The tracking team has detected at least 14 armed guards, and drones have sighted people caged in the central courtyard. I must admit that their detail of the sand, although ridiculous, was real (El equipo de rastreo ha detectado al menos 14 guardias armados, y los drones han avistado personas enjauladas en el patio central. Debo reconocer que su detalle de la arena, aunque ridículo, era real).


—Espera un minuto —dijo mi compañera, sorprendida—. You have observation drones and had not told us? (¿Tienen drones de observación y no nos lo habían dicho?).


Most police forces have that kind of equipment, why should ours be the exception? (La mayoría de las fuerzas policiales tienen esa clase de equipamiento, ¿por qué la nuestra debería ser la excepción?).


You don't even have computers, at least I didn't see any (Ni siquiera tienen computadores, al menos no vi ninguno).


Not where you guys know. And if you're done prejudging my people, can we focus on the mission? (No donde  ustedes conocen. Y si has terminado de prejuzgar a mi gente, ¿podemos enfocarnos en la misión?).


Lavy volteó a ver, sorprendida. Su cara demostraba lo atónita que se encontraba.


—En los días que llevó acá —respondí—, aprendí a no creerme todo lo que sabía de este país.


Hawkeye introdujo su mano en el bolsillo interno de su chaqueta, y sacó de ella la caja de puros, ofreciéndole uno al oficial.


Think of it as my way of apologizing (Considérelo como mi forma de pedir disculpas).


El oficial lo tomó con premura, lo acercó su nariz y lo olfateó. Su rostro mostró una marcada expresión de placer al olerlo.


Miss, I'm surprised by your exotic taste in cigars (Señorita, me sorprende su exótico gusto en cuanto a puros).


What do you mean? (¿A qué se refiere?)


This type of tobacco used to be used by the shamans of the original tribes of this country, helped them to communicate with the Loa and other spirits. They are quite difficult to obtain, not to mention how expensive they are (Este tipo de tabaco solía ser utilizado por los chamanes de las tribus originarias de este país, les ayudaba a comunicarse con los Loa y otros espíritus. Son bastante difíciles de conseguir, por no mencionar lo caros que son).


Well (Bueno) —respondió ella, fingiendo saber todo el trasfondo—, I'm a sybarite (Soy una sibarita).


Joan Fritz había demostrado ser un hombre confiable, posiblemente el primer oficial al cual le hubiese confiado apoyarnos en este momento, cuando discutimos cómo operar nuevamente.

Fritz y su escuadrón harían el ataque frontal, utilizando su armamento y la orden judicial como justificación. Anwar obviamente intentaría huir. Mientras, Lavy y yo intentaríamos infiltrarnos por los costados, liberando a los rehenes y capturando a la mente criminal detrás de todo.

Parecía simple, pero nunca es tan simple. El oficial se retiró a su posición de combate, mientras Lavy siguió observando.


—¿Estás seguro de esto? De ser verdad, solo tendremos veinticinco minutos.


—Si, debemos hacerlo juntos.


—Ellos, parece ser buenos oficiales, estoy completamente segura que están dispuestos a dar su vida por entregarle seguridad a sus compatriotas.


—Sí, algo que no cualquier escuadrón de policía haría.


—Aún así, ¿crees que fue correcto haberlos involucrado?

—No creo que sea lo correcto, pero es lo necesario. No hay garantía de que nosotros tengamos éxito en esta misión. Necesitamos un respaldo, alguien que sea capaz de detener a Anwar antes que traiga a Kali a este plano. De no ser así, estaremos condenados.


—Espero que resulte… ¿Confías en Samedi?


—No, pero no tenemos muchas opciones.


Anoche, mientras Lavy se abalanzaba sobre el Barón Samedi, yo me concentré en un hechizo de restricción, sellando la entidad dentro de él mismo. Sabatte ya no podría usar magia, u moverse con libertad mientras estuviera bajo mi control.

Junto a mi compañera lo movimos durante la noche, alejándonos del bullicio del lugar, lo llevamos a la playa, a una zona más silenciosa:


—¿Qué haces Paul? Creí que éramos amigos.


—Es sólo por precaución, Sabatte. No quiero que salgas corriendo invocando no-muertos para atacarnos.


—Te dije que eso es un mito —volvió su vista a Lavy y luego me observó—. ¿Esto es por coquetearle a tu novia?


—No es mi novia.


—No por falta de intentos… —respondió Lavy, y hubo un pequeño silencio incómodo mientras volteé a observarla—. ¿Qué?


—No le des cuerda —dije, y luego volví a mirar al Barón—. Bien, Sabatte, descubrí quien era el infeliz que traía a los muertos a la vida, aunque en realidad no eran muertos.


—Genial. Ahora, ¿puedes soltarme?


—Sé también lo de la chica india.


—¿Lakshmi? No debí traerla, pero me conoces, no podía dejar todo en manos de un solo individuo.


—Bien, ahora gracias a tu falta de fe corremos el riesgo que Anwar invoque a la diosa Kali.


—¿Qué? No tiene sentido.


—Últimamente pocas cosas lo tienen. Necesito que nos ayudes a evitar que suceda.


—No puedo ayudarte de forma física, pero puedo darte información.


—No de nuevo —exclamó Lavy.

—Te diré algo —me dijo, mirando a mi compañera—. Me dejas pasar una noche con esta hermosa señorita e iré contigo hasta el mismo infierno.


—¿Qué parte de "soy casada" no entiendes? —repitió Lavy con ira.


—Yo también lo soy y no es un impedimento.


—¿No sabes que un no es no?


—Tu boca dice no, pero tus ojos dicen sí.


—Sé… —el tono malicioso de Hawkeye me gritaba que me alejara de ella lo más posible—… muchas formas de provocarle dolor a un hombre.


—Perfecto —respondió Samedi, desafiante—. Para mí el dolor es placer.


Lavy tomó su navaja y enterró entre la comisura de la uña de uno de los pulgares de Samedi, mientras éste, imposibilitado de desconectarse de ese cuerpo mortal, sentía el que quizás era uno de los dolores más grandes de su existencia.


—¡Carajo mujer! —dije, al ya no soportar más la situación—. ¿Cuál es tu maldita obsesión con las uñas?


—¿Qué? —respondió en tono irónico, mientras Sabatte no paraba de gritar—. Sólo le di en el gusto.


Va te faire foutre! —le gritó.


—Ese no es lenguaje para alguien de la realeza —prosiguió Lavy.


—Ya córtale el maldito dedo —le dije.


Una vez le amputó el dedo, el dolor cesó, y Sabatte dejó de gritar:


—Diablos señorita, es usted una sádica.


—Viniendo de ti, eso debe ser un cumplido.


—Bueno Sabatte —dije, encaminando la conversación—, ya que rompimos el hielo, ¿nos ayudarás?...


Hawkeye bajó los binoculares, mientras la sombra de la hierba alta nos proporcionaba protección del sol. Sacó otro de los puros de la caja, lo llevó a su boca e intentó prenderlo sin existo varias veces. Me acerqué y le pedí que me lo entregara.


—Lo estás encendiendo mal.


—Perdón su señoría, no soy experta en puros.


—Permíteme —tomé el puro y le expliqué—. Este tipo de cigarro tiene dos partes —señalé el extremo adelgazado—, la cabeza, que es la parte por donde aspiras, y el pie —señalé el otro extremo—, que es el extremo que prendes.


—Anatomía de un cigarro, más información inútil para mi cerebro.


—Nunca debes prenderlo con un encendedor de gasolina, deja compuestos orgánicos que alteran el sabor —le señalé una pequeña marca en la cabeza del puro—. ¿Ves esa marca?


—Si.

—Debes hacer un corte, y debe ser lo suficientemente grande para aspirar el humo sin mucho esfuerzo, pero no tanto como para que el puro se desarme, para poder prender el aire debe circular —tomé mi cortaplumas y realicé un corte en la cabeza.


—Comprendo.


—Luego —dije, sosteniendo el pie del puro hacia abajo—, debes calentar el puro —dije, mientras acerba el pie a la llama del encendedor de soplete que cargaba conmigo y comencé a rotarlo lentamente—. De esta manera tostaremos la punta. Debe encenderse por el calor de la llama, no por la llama misma, o tendrá un sabor amargo.


—Bien.


—Luego debes airearlo —soplé directamente en el pie del puro, mientras las pequeñas brasas que se habían formado en este comenzaban a encandecer—. Una vez se ha formado una braza pareja, te acercas el puro a la boca e inhalas mientras tienes la llama cerca. Aspiré el puro para encenderlo, y sentí el calor del humo, la ardiente caricia del tabaco. Lo mantuve en mi boca unos segundos y lo dejé entrar a mi garganta de a poco, hasta exhalarlo—. ¿Ves?, es fácil.


Le entregué el puro, y con una mirada coqueta se acercó el puro a la boca. Aspiró con valentía e intentó mantener el humo dentro, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo, su rostro se tornó rojo y luego azul y terminó tosiéndolo todo mientras sus ojos lagrimeaban. Comencé a reír.


—Con el tiempo te acostumbras.


—¡Carajo! —dijo entre tosidos, con una notoria irritación en la garganta—. Esta mierda quema.


—Debes hacerlo más despacio, no estás acostumbrada ni al humo de un cigarrillo normal, es como pasar de cero a cien kilómetros por hora en un segundo.


—Mierda —continuó—. Creo que quiero vomitar —dijo, ocultando su cara mientras escupía—. ¡Maldita sea!, ese sabor no se va.


—Se quedará contigo unas horas.


—Maldita sea, pudiste habérmelo dicho antes de fumar esta mierda.


—Asumí que lo sabrías.


—¡Carajo! —se quedó atónita mirándome mientras sus pupilas se dilataban.


—¿Qué pasa?


—Veo una delgada capa de color a tu alrededor.


Mierda, esta cosa si funciona. La detuve antes que pudiera decirme el color de mi aura. Me tomé un puñado de analgésicos para contrarrestar el dolor de mi pierna:


—No has usado la pluma —me dijo.


—No, creo que pueden ser de mayor utilidad más adelante.


—¿Planeas pelear herido?


—Al estilo mortal.


—Al estilo mortal —sonrió, y luego volvió a mirar a la casa—. ¡Ahí está!


—¿Qué cosa?


—… —preparó su arma y dijo—. Una abertura.


Nos acercamos furtivamente, utilizando la espesa hierba. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, envié un mensaje por mi celular a Joan, para que comenzara con su jugada. Casi al instante comenzó el primer sonido de la baliza, luego la segunda y la tercera. Los guardias, algo sorprendidos, se dirigieron al frontis a ver qué ocurría, y al despejarse el camino, nos infiltramos.

Caminamos con sumo cuidado entre los pasillos de la casa. Los analgésicos ayudaban mucho, pero no pude evitar cojear. Aún así, me esfuerzo lo suficiente para seguirle el paso a Lavy, o quizás, ella avanza con lentitud para que yo pueda seguirle el paso. De cualquier manera, salvo un par de guardias drogados fáciles de evadir, la distracción entregada por la policía fue suficiente para despejar el lugar.


—¿Qué carajos es eso? —me susurró mientras apuntaba su arma al frente.


—Mishka —respondí, al ver a la civeta mágica frente a nosotros—. Esa civeta es el familiar de la chica hindú.


—Civeta… es sólo un manchón rosa.


—Comprendo —ahora entiendo: el tabaco mágico le permite distinguir auras, pero no formas, podría ver el aura de la criatura, pero no su cuerpo.


—¿Sabes? No puedo leer tus pensamientos así que es mejor que me expliques.


—Uff —dije, manteniendo la voz baja—. Ese manchón rosa es aliado, no le dispares y solo síguelo.


Seguimos a la civeta por los laberinticos pasillos de la casa, hasta que llegamos al patio principal, donde se encontraban las jaulas deplorablemente cuidadas. En su interior, mujeres jóvenes, dopadas, en condiciones similares a las encontradas en aquel motel.


—Malditos hijos de puta —susurró Lavy, con notoria frustración.


La civeta corrió con ahínco hacia una de las jaulas y comenzó a rasguñar con fuerza, mas, sus patas eran intangibles, así que solo atravesaban los barrotes metálicos. Me acerqué al animal y observé en su interior a la chica hindú, apenas reconocible. Su cuerpo se encontraba herido, sus labios secos, con un notorio estado de deshidratación.


—Era una chica atractiva —la voz de Anwar retumbó—. Pretendía dejarla para mi placer personal, pero lamentablemente no entiende ni una palabra de lo que digo.


Claro, la burundanga no sólo quiebra la voluntad, sino también adormece los sentidos. Su cerebro apenas puede articular órdenes simples, ello implica que dichas órdenes deben ser dadas en su lengua natal.

Era una emboscada, tal y como había previsto Lavy. Anwar nos estaría esperado, y en efecto, no se habían escuchado disparos. Los hombres que salieron y estaban siendo detenidos por la policía no eran más que víctimas controladas, podían portar un arma, pero no disparar. Este sujeto era más sucio de lo esperable: usaba a los hombres como peones, mientras vendía a las mujeres como esclavas sexuales. Era escoria del peor tipo.


—Pagarás por todo esto, maldito —dije, sosteniendo el muñeco de trapo en mis manos.


La noche anterior.-


—Bueno, Sabatte —dije, encaminando la conversación—, ya que rompimos el hielo, ¿Nos ayudarás? No es mucho lo que estamos pidiendo.


—Por supuesto —prosiguió Lavy—. ¿Si te liberamos puedes volver a tu forma espiritual?


—Sí. Paul, en el bolsillo superior de mi traje tengo un foco, es un fetiche, mi forma astral está ligada a él —dijo, pasándome un fetiche empalado por cinco clavos gruesos. Podía ver en el muñeco el aura de un loa. Eso explicaba por qué Sabatte era difícil de ver todo este tiempo, pues el alma estaba en el muñeco, no en su cuerpo físico—. Esos son clavos hechos de acero bendito, mantienen mi alma y mi poder dentro y me permiten actuar como un humano normal. Si sacas un clavo, liberarás mi poder por 5 minutos, si sacas los 5 son 25 minutos, pero no debes destruir el muñeco, o destruirás mi forma física.


—En el mejor de los casos, tendremos 25 minutos —señalé. 


—Cuida ese muñeco con tu vida —dijo el Loa—. No tengo la capacidad de materializarme sin mi foco.


—No sería tanta la pérdida —agregó Lavy.


—Él nos ayudará, para mí eso es suficiente —le respondí a mi compañera—. No es lo ideal, pero puede funcionar.


Ahora.-


—Pagarás por todo esto maldito —dije, sosteniendo el de trapo en mis manos y luego quitándole los cinco clavos, para realizar el conjuro que invocaría al Barón. Luego guardé el muñeco en mi bolsillo.


Éste se materializó frente a nosotros, utilizando su cetro que poseía una calavera de amatista en su punta, un sombrero de copa y una ostentosa chaqueta de seda victoriana purpura:


—Cariño… —dijo en tono burlesco, mirando a Anwar—. He llegado a casa…


Continúa…


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16.9.20

Crónicas de Paul Morgan #13



"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 7 de 10)
Historia: RH Herrera

VII: Loa.

No tenía claro cuánto tiempo había estado encerrado en aquella habitación insípida, de paredes color azul y una mesa de plástico blanco. La silla tenía sus patas empotradas en concreto, no se podía rotar ni mucho menos mover. Carajo, mi pierna duele, duele más que estas malditas esposas. No alcanzamos a reaccionar, posiblemente el primer llamado tuvo que ser mientras intentamos capturar al diablillo. Ya cuando Lavy le disparó al sujeto del motel, la policía estaba bastante cerca.
No eran muchas las justificaciones válidas para una situación así, creo que yo estando en su lugar, hubiera concluido lo mismo. Maldito café, frío e insípido, dudo mucho que personal de la ley realmente consuma esta bebida.
Tras un rato la puerta de la sala se abrió, el oficial Joan se acercó y se sentó frente mí:

Well, mister Morgan, if that's really your name, you were not only found in a suspicious attitude at the scene of a crime, but, moreover, you stated on more than one occasion being a member of the international police, do you want to add something? (Bueno, señor Morgan, si ese es realmente su nombre, usted no sólo fue encontrado en actitud sospechosa en la escena de un crimen, sino que además, afirmó en más de una ocasión ser miembro de la policía internacional, ¿quiere agregar algo?).

Yes officer. Your coffee tastes like shit (Sí, oficial. Su café sabe a mierda).

Well, it's the same answer that your partner gave (Bueno, es la misma respuesta que entregó su compañera).

What can I say? Over time idioms are acquired (¿Qué puedo decir?, con el tiempo los modismos se adquieren).

Well, I inform you that we called the Interpol offices, and they confirmed that they do not have any agent named Paul Morgan, nor another named Lavy Hawkeye. In fact, they do not have any agent operating in this country (Bueno, le informo que llamamos a las oficinas de la interpol, y ellos confirmaron que no tiene ningún agente llamado Paul Morgan, ni otra llamada Lavy Hawkeye. De hecho, no tienen a ningún agente operando en este país).

They should, there are too many irregularities (Deberían, hay demasiadas irregularidades).

The point is that ten minutes after that, my boss got a call… (El punto, es que diez minutos luego de eso, mi jefe recibió una llamada…).

Congratulate him for me (Felicítalo de mi parte).

El oficial se acercó, y me liberó de las esposas:

You are not a member of Interpol, but still someone important enough that I cannot stop you (Usted no es miembro de la Interpol, pero, de todas formas, es alguien lo suficientemente importante, para que yo no pueda detenerlo).

Well, I never thought I would ever be grateful for nepotism (Bueno, nunca pensé que llegaría a sentirme agradecido del nepotismo).

Your partner is waiting for you (Su compañera lo está esperando).

Me levanté de la silla, pero antes de salir de la habitación, volteé a ver al oficial:

Would you be interested in stopping a slave network? (¿Le interesaría detener una red de esclavismo?).

Aquella fue una interesante conversación. Resulta que, desde hace unos meses, el tráfico de personas ha aumentado de forma exponencial, y por lo visto, ha llegado un punto de corromper a importantes figuras políticas dentro del país. Yo por mi parte le expliqué al oficial Joan Fritz lo sucedido con Anwar, obviamente omitiendo los detalles paranormales. Desde su percepción, el santero no era más que un traficante de personas.
Si bien para él, en su posición de oficial de la ley, le sería imposible detener la corrupción en los círculos políticos, si podría realizar una redada, y de esta forma atacar directamente a uno de los más grandes proveedores de los últimos meses.
Las chicas encontradas en la habitación diez del motel, sumado con notificaciones de envíos de elementos sospechosos, burundanga probablemente, cuyo remitente, en una muestra completa de estupidez humana, entregaba la dirección de la casa en medio del bosque, serían pruebas más que suficientes para una orden de allanamiento. Esto aparte de darle un impulso a la carrera estancada del oficial, comprendería un golpe efectivo contra el tráfico de personas, además de ser una muestra internacional de que la ley haitiana no era un juego.
El oficial Fritz, se sintió seducido por la idea, y decidió preparar un equipo de fuerzas especiales para brindarnos apoyo a la invasión a la base de Anwar. Sin embargo, el papeleo y conseguir la solicitud de la orden le llevaría todo el día, y dada la urgencia de la operación, debía llevarse a cabo apenas la tuviera.
Yo por mi parte, acompañado por Lavy, intentaría solicitar la ayuda de los Loa. Sabía que Maman Brigitte sería imposible de ubicar, y dado el comportamiento errático de Sabatte, no podría encontrarlo hasta llegadas las horas de la tarde, así que proseguí con mi siguiente opción.

Luego de unas horas:

—¿Estás seguro de esto? —me preguntó Lavy antes de entrar en la tienda—. ¿Crees que este sujeto querrá ayudarnos?

—Nuestros objetivos son los mismos —le respondí—. Obviamente querrá ayudarnos. Sin embargo, no sé si podrá hacerlo.

Inhalé antes de entrar, y luego empujé con mis manos la cortina hecha de conchas de mariscos atadas con cuerda. El interior era tan lúgubre como recordaba, con cazadores de sueños, amuletos hechos con huesos de animales, y la neblina generada por el tabaco. No había duda, el vendedor estaba en casa.

—Legba, sal de tu escondite —dije en voz alta—. Sé que estás en casa.

—¡Ah! Patnè, sabía que la tarde te traería a mis puertas.

—¿Con quién carajos hablas? —preguntó Lavy desconcertada. Evidentemente ella no podía verlo.

—¿Sería demasiado trabajo para ti tomar una forma física en esta ocasión?

—Lo lamento, patnè —respondió, mientras se materializaba en la habitación—. No noté que traías a una amiga.

—¡Oh! —exclamó Lavy—. Al menos tuvo la decencia de presentarse a ojos de una mortal —entrelazó sus dedos y estiró sus brazos hasta que sus falanges sonaran—. ¿Y que es él? ¿Un demonio?

—Un ángel, mademoiselle —con suavidad tomó su mano izquierda y besó el dorso—. Noto que sus manos tienen un interesante aroma a pólvora y sangre.

—Vaya, aún quedan caballeros.

Luego de una pequeña reverencia, Legba retrocedió un par de pasos, me observó un par de segundos y dijo:

Patnè, veo escasas tus probabilidades con aquella herida —señaló a la herida de mi muslo.

—Es parte del trabajo —repliqué—, aunque los analgésicos ayudan.

Patnè, vienes por mi ayuda, y mi ayuda te voy a dar, aunque, quizás, no sea de la forma que esperabas.

—¡Oh mierda! —exclamó Lavy—. Aquí vamos de nuevo.

Mademoiselle, patnè… no puedo asistirlos en combate, pero sí puedo curar a sus heridas y darles insumos para la batalla.

—Ese es el problema de los ángeles —respondió Lavy—, nunca quieren mancharse las manos. Quizás por eso me caen mejor los demonios.

Legba comenzó a hurgar entre sus cosas, y de ellas sacó una caja de madera. Me la entregó, y luego tomó lo que parecía ser una caja de puros y se los entregó a Lavy.

—Es muy amable de tu parte, pero no fumo.

Mademoiselle, estos puros, son hechos con el tabaco más fino, puede darle a tu mente la capacidad de ver más allá de lo que piensas.

—¿Es algún tipo de alucinógeno?

—No, mademoiselle. Otorgan visión verdadera durante un breve periodo de tiempo. No es fácil apuntar a un enemigo a ciegas.

Yo por mi parte, abrí la caja de madera. En su interior noté tres balas calibre 44, cuyas puntas parecían ser de cristal rellenas de un polvo blanco. A su lado, un objeto místico que ya conocía, dos plumas de ángel.

—Asumo que quieres que cure mi pierna.

—Correcto patnè, y la segunda guárdala para el momento indicado.

—Sí, siempre con acertijos. Y estas balas, asumo que serán balas benditas o algo.

—Sus puntas están rellenas de huesos pulverizados, para ser más exactos, dos de las costillas de Adán.

—¿Costillas de Adán?

—No es el Adán que piensas, patnè. Ese objeto es muy valioso, no matará a un demonio, pero lo mantendrá ocupado el tiempo suficiente.

—Vale, algo más que darme un acertijo.

—Ya tienes toda la ayuda que puedo ofrecerte.

—¿Nada de relevos? —preguntó Lavy—. ¿Nada de apoyo? ¿Alguna bestia mágica o algo?

—Mademoiselle, es todo lo que puedo hacer por ustedes.

—Que decepcionante.

—Sólo les deseo lo mejor, y le doy desde aquí mi bendición. Patnè, mademoiselle, que vuestro camino sea exitoso y puro, y que Dios los acompañe.

Luego de salir de la tienda, Lavy no pudo ocultar su frustración:

—¿Qué mierda fue eso? —dijo—. Siempre es lo mismo con estos idiotas, “su misión”, “de ella depende el destino del mundo” y no son capaces de mover un dedo por ayudar.

—Siempre ha sido así, llegado el momento siempre nos corresponde a los humanos salvar la situación.

La conversación escaló a puntos filosóficos que no vale la pena detallar, pero al menos fue un respiro de la tensión latente que me agobiaba. La luz comenzó a tornarse rojiza y procedí a dirigirme al café. Invité a Lavy a una copa, con la excusa de relajarnos un poco antes de la redada. Aún no recibía noticias de Fritz, y el único lugar donde se me ocurría podría encontrar a Sabatte, sería en aquel antro.
Luego de una copa, y con el filo de luz solar ocultándose, vi el reflejo del mar en los ojos de mi compañera. Ella notó que la miraba:

—¿Quieres hablar de ello? – preguntó.

—¿A qué te refieres?

—Los otros, los que son como tú.

—Aquello no tiene importancia en estos momentos.

—¿No? Te he notado todo el día inconexo, noté que te ha afectado, quizás a un punto más allá del que estás dispuesto a reconocer.

—No —respondí, y luego contraataqué—. Estás proyectando tus propias emociones en mí.

—¿A qué te refieres?

—Eres tú la que se encuentra afectada, por lo que sucedió con esas niñas.

—¡Qué imbécil! —respondió, indignada—. ¿Quieres dejar de fingir que no sientes? No entiendo que es lo que ganas alimentando el mito de que tienes un corazón de piedra, cuando en realidad estas tan dañado como cualquiera.

—Evitar este tipo de conversaciones.

—¡Por favor Paul! Te haría bien dejar de reprimirte, dañándote solo. Anoche, por un momento, abriste una ventana a tu humanidad. ¿No crees que es necesario pedir ayuda en algunas ocasiones? ¿Qué tan orgulloso tienes que ser para no aceptar lo vulnerable que eres?

—Lavy, tienes razón —dije, al leer el letrero ubicado en la cercanía de la puerta—, necesito de tu ayuda.

—Al fin, hablar de ello es un buen comienzo para…

—Quiero que cantes.

—¿Perdón?

—Quiero que te subas al escenario y cantes en francés.

—¿Qué mierda?... Es broma, ¿no?

—No, Lavy, es noche de karaoke y necesito que subas al escenario a cantar.

—No tenemos tiempo para esas idioteces, y no tengo ganas de…

—Escúchame. El tipo que ando buscando sabe ocultarse muy bien entre la gente, utiliza el humo y las luces nocturnas para cubrir su aura, así que no puedo detectarlo con mis ojos, y siempre tiene una apariencia distinta. Pero tiene una debilidad, no puede aguantarse, se siente en extremo atraído hacia las chicas fáciles, así que necesito que te subas al escenario y llames su atención. No podrá resistirse el intentar coquetear contigo.

—¿Qué? —dijo notoriamente enojada—. ¿Así que eso soy para ti? ¿“Una chica fácil”?

—¿Qué? —mierda, mala elección de palabras—. No, Lavy, quise decir atractiva… no puede resistirse a las chicas atractivas.

—¿Sabes? —tomó su vaso y me arrojó el licor a la cara—. Nos vemos en la comisaría.

Se levantó y se retiró del local sin mirar atrás. Carajo, ahora debo encontrar a ese desgraciado solo. Debí correr tras ella, pedirle perdón o algo, pero no fui capaz. Aún no utilizaba las plumas de Legba y mi pierna dolía. Caminé como pude buscando al tipo, pero en el lugar abundaban las prostitutas y los alcohólicos, y el exceso de humo de tabaco adormecía mis sentidos, no podría fiarme de mis ojos.
Ya era muy tarde en la noche, y me había resignado a no encontrarlo. Por el escenario habían desfilado una enorme cantidad de borrachos intentando cantar en inglés. Apenas entendibles trastabillaban frases que, de no ser por el ritmo no se reconocerían. De pronto, la voz del animador destacó sobre el jolgorio.

Mesye ak Mesye, mwen gen onè pouentwoduiounanyon bote etranjki te desidebeninouakvwaliaswè a, avèkou, madan Lavy Hawkeye.

Si bien no entendía el idioma, si pude entender entre sus frases el nombre de mi compañera. Entonces las luces se apagaron y un foco la iluminó en el escenario. Luego el silencio lo rompió el suave ritmo del contrabajo, y posteriormente, el sonido de una guitarra acústica tocando al ritmo de un vals folclórico francés. Sólo esos dos instrumentos generaban una música pacífica, aunque parecía incompleta. Luego, la voz de Lavy terminó de completar la melodía:

“♪ Je me lance, danssesbras ♪” (Me arrojo, a sus brazos)
“♫ Je ne suis que, heureuse maintenant♫” (En este instante, que afortunada soy)
“♪ Hors des prisons, Oùiln'existepas ♪” (sin prisiones, donde no existe)
“♫ Le souvenir du vent♫” (Los recuerdos del viento)
“♪ Dans un nouveau jour ♪” (En un nuevo día)
“♫ Je m'envoleverstoi♫” (Vuelo hacia ti)
“♪ Pourtoucher ton coeur ♪” (Para tocar tu corazón)
“♫ Je m'envoleverstoi♫” (Vuelo hacia ti)
“♪ Pourtoucher l'amour ♪” (Para tocar el amor)
“♫ à travers les, vagues du destin♫” (a través, de las olas del destino)
“♪ Je me lance ducemant ♪” (Me arrojo dulcemente)

Observé a mi compañera mientras cantaba en el escenario, pero no podía quedarme embelesado mirándola. Era la oportunidad que necesitaba. Comencé a mirar entre la multitud de rostros hasta dar con él. Sabatte poseía un rostro nuevo, pero las mismas malas costumbres, rodeado de mujeres, alcohol y tabaco. No podría equivocarme, era él. Se paró de su mesa dejando a sus acompañantes atrás, en un ademán hizo aparecer un ramo de flores en sus manos y se acercó al escenario como un insecto a la luz.

“♫Guide par l'imagine♫” (Guíame a imaginar)
“♪ De ton visage fatigue, Maintenant ♪” (Tu rostro cansado, y En un instante)
“♫ Je vois l'amour, Dans tes bras♫” (puedo ver el amor, en tus brazos)
“♪ Si simplement, Si heureusement ♪" (Tan simplemente, tan afortunadamente)

Al terminar la canción, él se encontraba al lado del escenario, mientras Lavy se acercaba al filo de éste. Se arrodilló y le presentó el ramo de flores aún antes que ella pudiera bajar.

Mademoiselle —dijo, con un tono de voz profundo—, votre voix m'a hypnotisée, veuillez accepter ce bouquet de roses et ma compagnie le reste de la nuit (Su voz me ha hipnotizado, por favor, acepte este ramo de rosas y mi compañía el resto de la noche).

Lavy me miró, y con un gesto le confirmé que se trataba de él. Entonces ella saltó del escenario hacia él y puso su pistola dentro de su boca.

Désolé, chérie (Lo siento, cariño) —dijo mientras martillaba su arma—. Je suis marié (Soy casada).

Continúa…

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