9.9.20

Crónicas de Paul Morgan #12



"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 6 de 10)
Historia: RH Herrera

VI: Imp.

—¿Es un espectro? —preguntó Lavy, mientras tomaba una de sus pistolas.

—No, es un Imp. Maldita sea, es un jodido Imp.

Dentro de la jerarquía demoniaca existen distintas clases de demonios. La mayoría de ellos no son capaces de interferir en el mundo físico a menos que sea a través de una posesión, sólo los demonios de más alto rango pueden materializarse a voluntad, pero la mayoría requiere de un ritual para encarnarse. Los Imp o "diablillos", son el equivalente a los familiares: son invocados por brujos como asistentes y amplificadores de sus poderes mágicos. Sin embargo, mientras los familiares son incapaces de alterar el mundo material, los diablillos pueden actuar sobre él, mas, consumen en demasía la energía vital de su invocador, además que fácilmente pueden salirse de su control. Esto exige mucha concentración por parte del mago, además que no puede perder de vista a la criatura.
Cualquier brujo o mago con un mínimo de conocimiento sabe que es una pésima idea invocar a estas sabandijas. Ello implica que nos enfrentamos a un aprendiz.
Intenté golpear a la criatura varias veces con la lámpara, pero es complicado como atrapar a un gato salvaje. Lavy, a pesar de su excelsa puntería, no pudo dispararle a algo que no veía. Comprendiendo esto, arrojó su pistola hacia mí, la cual atrapé, para intentar dispararle a la criatura.

—¿Dónde mierda está? —preguntó.

—Corriendo en círculos por toda la habitación.

Los pocos muebles y objetos al interior de la pieza comenzaron a moverse y romperse mientras la criatura corría sobre ellos rasgando el mugroso papel tapiz. Tomó un macetero metálico y votó el gomero junto con la tierra que estaba en su interior. Tras varios intentos, logré atrapar al diablillo al interior del balde, y me arrojé sobre él con todo mi peso, intentando que no pueda moverlo. Aún así, tenía la fuerza suficiente para sacudirme violentamente contra el piso de hormigón. Concentrándome, utilicé un conjuro de anclaje para mantener el balde pegado al suelo, pero lamentablemente, dicho conjuro sólo tiene efecto mientras esté tocando el balde.

—Su invocador no debe estar muy lejos —le digo—. Necesita mantenerlo dentro de su campo visual.

—No hay nadie salvo nosotros en esta habitación —tras decir eso, suspiró con indignación—. Mierda, hay una cámara acá.

Mientras yo intentaba mantener la concentración para evitar que el diablillo escapara, Hawkeye buscaba incesantemente en cada rincón de la habitación la ubicación de la cámara. Tras varios minutos de búsqueda, tuvo la idea de quitar la lámpara del techo. Fue entonces que se percató de que uno de los tornillos no correspondía, y al tomarlo y tirarlo se dio cuenta que era una cámara endoscópica. La tiró con fuerza hasta romper el cable de fibra óptica.

—La tengo —dijo.

—¡Ahora ve por ese infeliz! —grité.

—¿Cómo mierda quieres que sepa dónde está?

—¿Qué no es obvio?

—La recepción —dijo, mientras golpeaba la puerta y salía al exterior.

Las sacudidas del diablillo se hacían cada vez más y más violentas, esto implicaba que el brujo estaba perdiendo su concentración, y con ello el control de la criatura.
Aproveché el instante para comenzar un ritual de exorcismo, y mientras sostenía el balde, murmuré las palabras que Códex me había indicado en una época pasada.
Fue difícil, mi pierna dolía, pero logré concentrarme hasta conseguir expulsar al demonio.
Hawkeye llegó la habitación con el recepcionista encañonado:

—¿Acabaste con él? —preguntó, algo insegura.

—Ya está expulsado —respondí. El sujeto intentó hablar en inglés, pero Lavy apretó el cañón contra su sien.

—Calladito —le susurró, y luego volteó a verme—. Encontré a este sujeto sosteniendo sobre la mesa varios huesos de animales y símbolos raros hechos con sangre.

—Un aprendiz —observé al sujeto. Claro, debí sospechar de él al primer momento que lo vi—. ¿Estás con Anwar?

Algo raro tenía, no parecía ser alguien que practica la magia. No percibía en él los colores propios de alguien que ha controlado la Energía Cor. Aún así, estaba completamente seguro de que este sujeto era el responsable de la invocación del diablillo. Lograba ver que su energía interna estaba vinculada a la criatura que nos había atacado.
Amarramos al sujeto en una de las sillas que se encontraban en el interior de la habitación. Comenzó a hablar en un idioma incomprensible para mí, mas, Lavy parecía entenderlo.
Luego de observarlo varios minutos, mientras Lavy lo interrogaba sin éxito, comprendí:

—Hawkeye, abre su camiseta.

Lavy me miró sin comprender el motivo de mis palabras. Nuevamente le indiqué que lo hiciera. Tras romper su camiseta observamos tatuada en su piel oscura varios símbolos de conjuración.

—Este tipo no es un brujo, es un foco —le dije a Lavy.

—¿Quieres decir que esté sujeto es inocente?

—Para nada, no puedes convertirte en un foco en contra de tu voluntad. Este tipo debió haber llegado a un acuerdo con el santero.

—¿Entonces qué pretendes que haga?

—Traduce.

Coloqué una silla frente a la que él se encontraban amarrado, saqué un pequeño libro y comencé hablar:

—¿Cómo te llamas? —comencé. Lavy me miró extrañada, pero luego lo volvió la vista hacia él y tradujo mis palabras.

Kijanourele? (¿Cómo te llamas?).

Mwenpakonnenpoukisaou gen m’isit la, mweninosan, tousaoublamem’pou (No sé por qué me tienen acá, soy inocente, de lo que sea que ustedes me estén culpando).

—Dice que lo soltemos.

—¿Acaso tu amo te dijo que esa criatura que invocaste está absorbiendo tu tiempo de vida?

Movelespri a oureleaptouyeou (El demonio que invocaste te está matando).

Mwenpa te releokenndemon (Yo no he invocado ningún demonio).

—Carajo Paul, ya me cansé de esto —dijo Lavy, mientras acercaba al sujeto. Con una navaja en la mano, tomó su dedo meñique—. Byen, sa a se kontra a si ou di m 'kirelasyonou se akpouvwakoupe Anwar (Bien, este es el trato, si me dices cuál es tu relación con Anwar, cortaré tu dedo).

Mwenpakonprann (No comprendo) —dijo el sujeto, confundido—. Poukisamwentavleoukoupeyondwèt? (¿Por qué querría que me cortaras un dedo?).

Pou sa (Por esto).

De forma sorpresiva, Lavy comenzó a introducir la punta de su navaja en el espacio entre la uña y la carne del dedo meñique de la mano derecha del sujeto. Con su mano izquierda tapaba la boca del tipo, mientras seguía empujando el cuchillo hasta llegar a la tercera falange, dejando expuesto el hueso del dedo.

Koupeli, tanprikoupe l' (Córtalo, por favor córtalo).

Non pajiskaskeou di m 'saFuck Anwar a (No, no hasta que me digas qué carajos está haciendo Anwar).

Ansyensa a sotinan Somali, livlenetwaye Ayiti, lipral pote yonmovelesprisotinandezè a pounetwayetoutbagay… tanprikoupel (Ese anciano viene de Somalia, quiere limpiar Haití, traerá a un demonio del desierto para limpiar todo… por favor córtalo) —dijo el sujeto sollozando.

—Bien —dijo Lavy, mientras cortaba el dedo meñique. No pude evitar sentirme perturbado al ver la cara de alivio del sujeto al amputarle el dedo—. Chilló como un pajarito, ¿no?.

—¿Qué carajos, Lavy? —le reclamé—. ¿Qué fue eso?

—Un pequeño truco que aprendí en la guerra… ya tenemos información.

—Pues —dije, mientras observaba al sujeto transpirar casi al borde de la inconsciencia —, ¿puedes decirme qué mierda dijo?

—Dice que ese sujeto vino desde Somalia, y planea limpiar este país con algo así como un demonio del desierto, o algo.

—Para eso quiere la arena.

—¿Arena?

—Eso una larga historia. Al menos eso indica que no se moverá de aquel lugar.

—Bueno, olvida el factor sorpresa, a estas alturas ya debe saber que la gente que envió a matarte está muerta. Nos están esperando.

—Si, por eso necesitaremos ayuda.

—Olvídalo, Julio no enviará soldados a este país.

—No me refería él.

—Bien, vamos a buscar a quienquiera que sea tu amigo.

—Aún hay algo que me molesta. Pregúntale por qué lo está siguiendo.

Byen (Bien) —dijo Lavy, mientras levantaba su cara para mirarle directamente a los ojos—. Kisa oujwenn de sa a? (¿Qué ganas tú con esto?).

Mwenpakonnenkisa w ap pale de manke (No sé de qué está hablando, señorita) —Lavy acercó su navaja al dedo anular del individuo, y antes que pudiera perforarlo, éste respondió—. Ofrilivrezonmachandiz gratis poumwenakpoulòtpwopriyetè motèl (Me ofreció a mí y a otros dueños de moteles, entrega de mercancía gratis si ayudábamos).

—Dice que él, y básicamente los dueños de la mayoría de los moteles, le ayudaban a cambio de mercancía gratis.

—¿Mercancía? —pregunté—. ¿Qué clase de mercancías? ¿Drogas?

Ki kalitedwògou te pote yo? (¿Qué clase de drogas les traía?).

Pa gen okennvyanndwòg (No drogas, carne).

—Dice que lo hacía por carne. Qué idiota, espera que le crean que hacía todo esto por comida.

—No se refiere a comida, Lavy.

En ese momento algo en el interior de mi cabeza reaccionó. No debí haber dicho eso, debí haberla dejado en su inocente ignorancia, pero Hawkeye es una mujer inteligente, y tras mis palabras comprendió qué era. Llena de ira, clavó su cuchillo fuertemente en la mano derecha del tipo. Con el filo apuntando hacia los dedos y empujando con fuerza hacia ella, le gritó:

Kote yo? (¿Dónde están?).

Entre gritos, el tipo respondió.

Chanm dis (Habitación diez).

Lavy se levantó iracunda y salió de la habitación. Intenté detenerla, pero los gritos habían llamado la atención de la gente alrededor. Sabía que la policía venía en camino, así que quité el cuchillo de la mano del sujeto y corté sus cuerdas. Lo arrastré encañonado, intentando alcanzar a Lavy, mientras la gente alrededor nos observaba.
La vi intentando sin éxito abrir la puerta de la habitación diez, hasta que en un momento de frustración la pateó. Ni siquiera le fue necesario entrar, quedó paralizada unos segundos. Luego caminó hacia nosotros con su rostro pálido y una expresión atónita. Tomó su arma y le disparó en la cabeza al sujeto, que cayó al suelo, muerto, mientras la gente que nos observaba comenzó a gritar de pánico. Corrieron hacia la salida del motel, mientras Lavy caía de rodillas al suelo. Tras un momento, comenzó a llorar.
Me acerqué, y con cuidado la abracé, mientras seguía llorando. En ese lugar pude sentir un olor muy fuerte a putrefacción. Oí las sirenas de los policías llegando a las instalaciones. No había caso, no podríamos huir de ahí. Me acerqué a la habitación y pude ver en el interior aquello que había impactado a Lavy.
Hundidas en la oscuridad, en un mar nauseabundo, alcancé contar doce mujeres, niñas para ser más exacto, con obvias señales de desnutrición, cubiertas de sangre, vómito y su propia mierda. Obviamente estaban drogadas, y obviamente había sido con estramonio.
Volví donde mi compañera, la abracé nuevamente y entre sollozos me dijo:

—Debemos matar a ese maldito hijo de puta.

Continúa…
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