19.8.20

Crónicas de Paul Morgan #9



"El Lamento de los Desposeídos" (Parte 3 de 10)
Historia: RH Herrera

III: El Barón del Cementerio.

No existen muchas personas, o loas, en este caso particular, que se ganen mi aprecio, pero este tipo es agradable. Claro, no tenía mucha competencia si lo comparamos con Sabatte.
Me invitó a pasar, y me sirvió una taza de té de yerbas. Al principio le tomé algo de desconfianza, pero al ver que él también lo tomaba decidí arriesgarme.

—Manzanilla, tomillo, canela y rodajas de durazno, no es una mezcla muy exótica —dije—, pero admito que tiene buen sabor.

—Has dudado en dar el primer trago —dijo, sonriente—. Eso ha sido una acción inteligente, podría salvar tu vida en un futuro.

—Me han intoxicado en anteriores ocasiones, y es algo que no quiero volver a vivir.

—¿Una toxina en la bebida?

—Ácido arrojado a la cara.

—Parece ser una historia interesante.

—No lo es —dije con resignación—. Mi ex compañera y yo intentamos atrapar a un idiota, y éste pasó arrojándonos aerosol de LSD. A mí me pegó más fuerte que a ella.

—Me cuesta imaginar lo que esos ojos podrían ver bajo la influencia de un alucinógeno tan potente.

—Y que lo digas —tomé otro sorbo. Aquella historia es de una etapa de mi vida que prefiero no recordar.

—Y, patnè, que sucedió con este idiota, ¿escapó?

—Pues —reí—, lo intentó, pero mí ex compañera lo detuvo.

—Y esta chica, ¿sigue en tu vida?

—¿Esta conversación va a alguna parte?

—No lo sé, patnè, tú dilo. Has venido a mí por atención, y atención es lo que te estoy dando.

—No necesito psicólogo, necesito datos, pistas, información.

—Oh, patnè, no soy poseedor de todas las respuestas, entiendo la mente humana, el resto es solo deducción.

Aspiro nuevamente la burbujeante agua dentro de la pipa. Ese humo blanco casi hipnótico se movía en espirales al interior de ésta, subía y entraba a la boca de Legba, y tras varios segundos, una eternidad diría alguno, era expulsado por sus orificios nasales como una densa capa de niebla, que cubría la mesa.
A mitad de la conversación, se levantó y trajo consigo un vaso hecho de cuero, lleno de lo que creí en un principio eran dados. Agitaba el vaso enérgicamente, mientras estos tronaban en su interior. En un momento, exhaló una inmensa cantidad de humo en el interior del vaso, e inmediatamente lo tapó con su mano izquierda, evitando que el humo escapase.
Podía ver con claridad sus manos, con los huesos tatuados sobre ellas, falanges, tarso y metatarso. El tatuaje continuaba hasta la conexión con la muñeca, donde se veía dibujada sobre la piel con espléndido detalle el radio y el cúbito. Tinta blanca sobre piel negra, un grueso anillo de oro con una calavera como sortija en su dedo anular izquierdo. Tenía uñas postizas fabricadas en oro, las cuales tenían bordes rojizos opacados, como si se tratase de sangre seca.
Arrojó el contenido del vaso sobre la mesa, y el humo se condensó, formando la figura de un pájaro, un cuervo que voló en mi dirección. El humo se dispersó al tocar mi cara, y sentí el olor de hachís mezclado con el tabaco. Como un destello, tuve la visión de un hombre, gigante, de piel negra como el carbón, ojos bañados en sangre, tres ojos, líneas rojas atravesaban su calva cabeza y marcaban su cuerpo cual si se tratasen de cicatrices de antiguas batallas. Comprendí que se alimentaba de sangre y miseria, de la tristeza de la gente, y la desesperación no hacía más que volverlo más y más imparable.

—¿Pudiste verlo, patnè? —preguntó Legba, sacándome de mi trance.

—¿Qué mierda fue eso? —dije, atónito.

—Nuestro destino, patnè, un demonio de otra tierra devorando la vida.

—¿Es él quién está detrás de los retornados?

—No, pero es lo que sucederá si no lo detienes.

—Entonces, dime a quien debo eliminar.

—Eso, patnè, te toca averiguarlo a ti.

—Vaya mierda de ayuda.

—Conoces las reglas, patnè. No podemos interferir en asuntos humanos.

—Ya están involucrados. Desde que Sabatte me llamó, ya tiene sus narices metidas hasta el fondo.

—Samedi es un rebelde, irresponsable. Su comportamiento es más apropiado para un demonio que para un ángel.

—Una extraña forma de dirigirse a tu jefe.

—Es mi primo, no mi jefe. Estoy tan interesado como tú en evitar el desastre, pero hay ciertos límites que prefiero no cruzar.

—¿Por temor a Dios? ¿Logos? ¿A quién mierda se supone que sirven ahora?

—No somos sirvientes, patnè, e intento ayudar. Me sorprende que alguien que haya visto la monstruosidad del Leviatán se dirija al Creador con semejante insolencia.

—El creador, el destructor, el hijo de puta que ignora los gritos de ayuda de sus hijos, y que los hizo pelear con sus hermanos sólo por una diferencia opinión. Y aún así, ustedes han seguido ciegamente luchando por el favor de alguien que no está interesado en el resultado de la batalla.

—Luchamos por ustedes, patnè, por su libertad, por su vida, por su capacidad de decidir.

Indignado me levanté de su mesa, y me dirigí a la salida. Antes de cruzar el umbral volví la mirada hacia el Loa, y le dije:

—¿Sabes? Al menos Sabatte no es un hipócrita. El tipo es desagradable, alcohólico, misógino e infiel, pero comprende perfectamente que su maldita guerra no tiene sentido. Sí tu Dios estuviese realmente interesado en el bienestar humano, no permitiría nada de la miseria que cubre el mundo.

—Estás perdiendo la fe, patnè.

—La fe es una mierda, ustedes ángeles iluminados, mierda santificada, amenazadores, pero con tanto poder no son capaces más que de pelear por su propio interés de ser los favoritos, disfrazándose en intenciones altruistas que no son más que una fachada.

Salí del negocio y caminé entre la multitud sumido en mi frustración. Sin embargo, de entre la multitud, un niño me detuvo:

Mesye (señor) —dijo, con voz doliente—. Ou gen pen? (¿Tiene pan?)

No traía comida conmigo en ese momento, pero tomé de mi billetera un par de dólares y se los entregué. El niño sonriente me miró y en una de sus manos me entregó una vela.

—Hoy a la medianoche —dijo el niño, en español—. Enciéndala frente a la estatua de María en el cementerio central, ella lo verá.

Luego de eso, el niño empezó a correr, se volteó y gritó de entre la multitud:

—No pierdas la fe, patnè.

Luego se perdió entre el tumulto de gente.
Loas, malnacidos, ustedes con sus conspiraciones y encrucijadas. Aquella tarde, luego de almorzar, me dirigí a la estación de policía de Puerto Príncipe, pues, por muy oculto que fuese el camino durante la noche, es una zona transitada durante el día. Los cuerpos de aquellos individuos debieron haber sido encontrados.
Ingresé a la estación y fingiendo un papel ya conocido, hablé en inglés. Me hice pasar por un detective contratado por la embajada y convencí a un oficial de alto rango, llamado Joan Fritz, que estaba investigando una serie de desapariciones en el puerto. El tipo parecía ser un buen agente de la ley, vestido con su terno barato pero cuidado, perfectamente planchado, marcando los dobles del pantalón tal como se hacía antaño. Resulta difícil en esta época ver a alguien con similar cuidado por su uniforme de trabajo. Su cabello era oscuro y grueso, ondulado, tenía un par de canas en las patillas. A simple vista y fuera de los rasgos característicos de su etnia, podría deducir que rondaba los cincuenta años, poseía un par de cicatrices en su cara que mostraban lo aguerrido que era en el cumplimiento de su deber, y su aura era de un color azul verdoso, propia de una persona confiable y conforme con su labor.
Mentí, le hice creer que pertenecía a la interpol. Él fue algo desconfiado, así que tuve que recurrir a las credenciales falsificadas que había solicitado hace unos años, CIA, FBI, Interpol, MI5, entre otras, una para cada ocasión… no salieron para nada baratas.
No le quedó más remedio que confiar en mí, y aun así, se pegó a mí como una lamprea y me llevó a la sala de patología. Allí sobre una mesa metálica se encontraban los restos de mis atacantes:

Their bodies were destroyed by some kind of projectile, of a caliber that I have never seen (Sus cuerpos fueron destrozados por algún tipo de proyectil, de un calibre que nunca había visto) —dijo el doctor, mientras los examinaba.

I understand, it fits with the modus operandi of the organization that I am looking for, they own a new type of shotgun rifle, it shoots incandescent spheres like a spray (Entiendo, encaja con el modus operandi de la organización que estoy buscando, poseen un nuevo tipo de rifle de perdigones, dispara esferas incandescentes como un aerosol).

El patólogo, prosiguió con su explicación:

The toxicological analysis shows huge concentrations of puffer fish's and Datura stramonium's toxins (El análisis toxicológico muestra enormes concentraciones de toxinas de pez globo y de Datura stramonium).

Scopolamine (Escopolamina) —dijo el oficial Fritz a mi lado.

Maldición, no pensé lo más obvio. Estos tipos fueron drogados con burundanga, y luego se aprovecharon de la disociación de conciencia para doblegarlos a su voluntad:

There is no magic in this, only the wickedness of the human being (No hay magia en esto, sólo la perversidad del ser humano) —pensé en voz alta.

Magic? (¿Magia?) —preguntó el patólogo sorprendido.

Sorry, I was just thinking out loud. You're a man of science, I understand how stupid it must have sounded (Lo siento, sólo pensaba en voz alta. Usted es un hombre de ciencia, comprendo lo estúpido que debe haber sonado)

Yes, I'm a man of science, but I'm not stupid either, you have to respect magic, my work has shown me things that you would not believe (Sí, soy hombre de ciencia, pero tampoco soy estúpido, a la magia hay que tenerle respeto, mi trabajo me ha mostrado cosas que usted no creería)

I don't imagine (No imagino) —respondí de forma jocosa.

A pesar de la constante presencia del oficial Fritz, la visita al patólogo fue más que fructífera. Ahora comprendo que me enfrento a un lunático que droga la gente para tomar su control. ¡Hm!, es un día normal supongo. Me vale un descanso de demonios y ángeles, pero el hecho de que un humano esté detrás de todo esto complica las cosas.
Con la vela aún en mi poder me dirigí al hotel, donde me sumergí en mis pensamientos para intentar deducir algo más que utilidad que estuviera en mi mente, que no hubiera sido accesible de forma instantánea. Algunas veces, es bueno escarbar en la mente para encontrar respuestas… sólo algunas veces. El resto del tiempo sólo te encuentras con basura, una tonada pegadiza, o el maldito recuerdo del video de aquellos ratones peleando. Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro en aquel momento, era algo ridículo, innecesario, pero me recordó el tiempo que solía trabajar acompañado. Pero eso es historia antigua, no tengo tiempo para la nostalgia.
El sol se ocultó, y ya era cerca de la medianoche. Salí del hotel. Esta vez llevaba conmigo una linterna, es una pérdida de Cor usar magia para algo tan trivial como iluminar el camino. Caminé en medio de la zona urbana hasta llegar al cementerio principal, salté la reja y comencé a buscar la estatua de la virgen María.
Qué mezcla tan pintoresca de creencias, esta gente cree en el vudú y también en el catolicismo, asumo que es por la mezcla de la cultura francesa, africana y latina. Ah, Dios, es como esos animales mitológicos imposibles, una quimera de creencias, con el cuerpo de un avatar animal, la cabeza de un muñeco de trapo con el rostro de la virgen. Irónicamente, sus creencias tienen sentido, aunque posiblemente no de forma tan literal.
Logré encontrar a tiempo la estatua, no quería llegar tarde a mi cita. No sé quién sería la mujer con quien me encontraría, pero sí Legba se había tomado tantas molestias en arreglar esta reunión, debía ser importante.
Coloqué la vela a los pies de la estatua, y al momento de encenderla ésta despidió un agradable olor a miel de abeja, frambuesa y esencia de rosas. El humo despedido formó una silueta la cual, inundada por la luz de la luna llena, formó el cuerpo de una mujer cubierto en velos de novia.
Sus rasgos eran finos y delicados, su cabello crespo de tonos castaños, ojos color miel, maquillada ligeramente con labios color negro que contrastaban fuertemente con la pintura blanquecina en su rostro. Su piel era del color de la canela y su figura estilizada como un reloj de arena.

—Paul Morgan, llegas tarde.

—Elegantemente, Maman Brigitte —le respondí, mientras hacía una reverencia.

—¿Samedi te obligó a venir?

—Madame, no puedo negarlo.

—Ese maldito, de haber conocido su personalidad antes, no me hubiese casado con él

—Existe el divorcio, mi Señora.

—Quizá para ustedes los mortales. Nosotros entrelazamos almas, una vez unidos no podemos separarnos.

—Madame, no quiero sonar insolente, pero creo que estoy escaso de tiempo, y necesito respuestas.

—No es mucho lo que puedo ayudar. Sólo puedo decirte que alguien intenta traer un demonio antiguo.

—Pues —maldita sea, ángeles y su maldito lenguaje críptico—, puedes decirme algo que me sea… no lo sé… de utilidad.

—No puedo llevarte directamente con él, sólo puedo decirte que rodeando la costa encontrarás un animal rosa. Síguelo y te llevará con el causante —dijo, mientras su cuerpo comenzó a evaporarse como si se tratase del mismo humo de la vela.

—¿Un trozo de animal rosa? Mierda, podría ser cualquier cosa…

Luego de varios minutos caminando en la obscuridad, vi a lo lejos el hotel alumbrando como una antorcha, ardiendo con tal fuerza, que las cenizas cayeron en mi dirección.

—¿Qué mierda está pasando?

Continúa…

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