17.6.20

Animal #17


“Abran Paso a la Reina”
Historia: Zirijo

I

—Han pasado semanas desde que aquél rincón de Agartha se derrumbó —decía Garras I recordando lo que había sucedido en la entrada al océano, reteniendo vívidamente las rocas que se desplomaban sobre su rey y sus súbditos—. Animal debe de estar muerto…

—No te atrevas a repetir eso hermano… Animal vive —responde alterada Serani, prometida de Animal—. Y debemos esperar por su regreso.

—La gente está angustiada afuera —al ver por la ventana que da a la calle, Garras I se entera de una nueva manifestación de lo Agarthianos de la ciudad.

No han visto a su rey en mucho tiempo, y se angustian. Temen por su salud, pero las puertas del cubil real no son capaces de dar respuestas. Garras I le teme a las multitudes, sabe lo peligrosas que son.

—¿Estás seguro que los viste huir al agua? —pregunta Serani.

—No estoy seguro… si tan solo se hubiesen casado antes de desaparecer… nada de esto estaría pasando…

—Me preocupa más el paradero de Animal, que de tus asuntos de política —responde severa Serani.

—Pues mira por la ventana. Mis “asuntos de política” están afuera preguntando por su rey ¿Qué les vas a decir? La ley agarthiana no nos permite tomar ninguna decisión sin el rey… o reina.

—Yo hablaré con ellos —dice Serani, abriendo las ventanas del balcón que daba a la calle – los trataré de calmar.

—No, ¡espera!... —alcanzó a decir Garras I cuando ya Serani estaba afuera, pidiendo que la multitud callara.

—¡¿Dónde está nuestro rey?! ¡Queremos a nuestro rey Animal! —gritaban afuera. La multitud rugía, mugía y graznaba. Todos querían ver a su monarca.

—¡Gente de Agartha! —proclama ante la multitud Serani. Algunos ya la conocían de la revuelta contra Drilón, otros solo la consideraban la cortesana del rey—. Mi hermosa manada de fieles hermanos… nuestro rey no está… —dice Serani antes de ser interrumpida por los alaridos de la multitud.

La muchedumbre lo comentaba, pero nadie estaba seguro. Su ausencia era mal vista, sobre todo por su reciente nombramiento como rey. Todos estaban alterados.

—…Pero ese no es motivo para perder la calma —continua—. Debemos esperarlo, con paciencia, con amor. Debemos respetar la ley que él respeta, los mandatos que él ha dejado, la confianza que ha puesto sobre mí, y todos ustedes. Su ausencia es una muestra de confianza… él confía en nosotros.

II

La multitud estalla en furia. Nunca fueron consultados, nunca fueron avisados. Serani no podía decirles que Animal estaba desaparecido, era demasiado arriesgado.

—¿Estás loca? Esta gente puede causar un gran problema —le susurra Garras I desde el interior de la habitación a su hermana, que estaba tratando de darle explicaciones a una turba de agarthianos enfurecidos.

—Es lo único que podemos hacer… ser honestos con ellos —responde ella.

—¿Honesto? Tú no sabes cómo se manejan las cosas desde dentro de este cubil…. Regresa adentro antes de que te empiecen a lanzar rocas, y resultes lastimada.

—¡No tienen que temer! —sigue Serani, tratando de calmar a la multitud—. Somos gente de honor. Podemos llevar esto con calma y fieles a nuestro rey…

—¿Dónde está él? —vocifera alguien entre los presentes. Los demás también quieren saber la respuesta a esa pregunta.

Un instante de duda cruza por el pensamiento de Serani ante el silencio de la turba, pero es ese mismo silencio, el que le permite hablar.

—No lo sé… pero donde sea que esté, espera que sus vasallos nos comportemos según la ley que juró cumplir.

La respuesta es suficiente para calmar la turba, pero no las dudas de la multitud, que se desarma. La plaza nuevamente está libre para ser transitada… pero son los rumores y calumnias las que corren por ella. Todos en la ciudad principal hablan de la ausencia de Animal. La noticia viaja por los túneles junto a los comerciantes, hasta los límites, donde los soldados hablan de eso, y los prisioneros escuchan. Uno en particular toma suma atención a las conversaciones. Es Drilón, que sin el rey para decidir, es enviado a trabajar en las canteras de Agarthita. Una mueca invade su rostro, son malas noticias para Agartha.

III

—¿Cuánto tiempo lleva esta revuelta? —pregunta Serani a su hermano Garras I, que regresa de una reunión con las Familias de Agartha.

—Todo lo va que del día. Todo comenzó cuando decidiste hablar con esa gente hace dos días Serani… si no fueras tan terca…

—Llévame con ellos —le pide Serani a su hermano, que no termina de hablar.

—No puedo llevarte con las Familias, Serani, es contra la Ley de Agartha.

—Entonces romperemos la Ley… hay que evitar que Drilón tome nuevamente Agartha.

—Es imposible que lo haga… con picotas y palas —responde Garras I, paseándose por la habitación de Serani.

—Lo logrará si es que logra llevar a los guardias como rehenes hasta la zona oscura, y liberar a sus seguidores.

Garras I la mira desde abajo, intentando tomar algo para los nervios, de una de las jarras que estaban a disposición para Serani.

—Vamos —decide, emitiendo una respiración fuerte.

Una vez con las Familias, Garras I logra que los representantes de las distintas provincias que componen Agartha reciban a Serani. Esta les habla.

—Permítanme solucionar esta situación… fue mi culpa.

—Nosotros advertimos a Animal que esto de llevar tan lejos a los prisioneros se transformaría en un problema —dice Antenas IV, de la Colmena.

—Permítanme entonces enmendar el error que ha cometido Animal… Sé que puedo detenerlos, antes de que logren llegar a la Zona Oscura.

—¿Y cómo sabemos nosotros que usted señorita Serani, tiene las competencias para detenerlos?

—Porque yo lo secundo —dice Mañke, que estaba presente silencioso en la sala—. Serani estuvo con nosotros en el enfrentamiento que tuvimos con Drilón en la Zona Oscura. Ella lideró a los presos que atacaron por la retaguardia del enemigo, y permitió que mis hermanos alados y yo lográsemos llegar a tiempo.

—Gracias… susurró Serani.

—General interino Mañke, usted es quien debe guiar a nuestras fuerzas de orden.

—Lo sé, Madame Ha’wk, es la responsabilidad que el rey Animal ha puesto en mis hombros. Pero necesito a alguien de confianza que lidere desde el suelo.

Los miembros del consejo se miraron, sin tener una nueva excusa para impedir el deseo de Serani.

Ella, montada sobre un topo de montar, lidera a las tropas terrestres, mientras que Mañke extiende sus alas junto con los “Hermanos Ave” de la Jaula, avanzando hacia las remotas tierras del límite. El límite está más allá de las Puertas del Sol, muchos más lejos de lo que cualquier agarthiano haya llegado.

Junto con Serani va Garras I, que es enviado por las Familias para ser sus ojos en la situación. Montan el mismo topo ambos hermanos.

Los “Hermanos Ave” se adelantan y traen de regreso información de la situación más adelante.

—Me informan que los presos son liderados por Drilón, como sospechábamos, y cuentan con sus herramientas y las armas de los guardias que los custodiaban, para defenderse —informa Mañke a Serani, planeando muy cerca del suelo.

—Bien, entonces será un enfrentamiento frontal —concluye—. ¡No se detengan, ataquen directamente!

Los topos se lanzan en contra de las barricadas que habían preparado los presos, y comienza el contraataque. Los escudos agarthianos están compuestos por una aleación ligera de Agarthita, acero y madera, pero resisten bien la mayoría de los golpes que reciben por parte de los revoltosos.

Serani y Garras I avanzan buscando a Drilón, pero este los espera con una emboscada. Se lanza sobre Garras I y se pierden dentro de la conmoción.

El grito de impotencia de Serani resuena en el área, mientras Drilón amenaza Garras contra uno de los muros cercanos.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Garras I—. No vez que es inútil, Drilón.

—Animal no está, Garras I…. se me está acabando la paciencia… Creo que tengo algunas sugerencias para ti… —dice Drilón, con una extraña mueca en su hocico.

El alboroto de la revuelta irrumpe en la conversación que tiene ambos. Los golpes de herramientas contra escudos, y los gritos de dolor de los prisioneros al ser heridos por los soldados se interponen entre Garras I y Drilón.

—Tú… tú no eres Drilón —concluye Garras I—. ¿Quién eres tú?

—Un invitado en su cuerpo… un sobreviviente sumamente impaciente.

IV

Una lanza se clava justo a un costado de su hermano y el líder de la revuelta. Este se vuelca y ataca al topo en el que monta Serani, autora del disparo.

Esta salta del topo que agoniza, y da una pata fuertísima a Drilón por la espalda, lanzándolo a una distancia considerable.

—¿Estás bien? —le pregunta a su hermano en shock.

—Si… —responde apenas.

Drilón se incorpora, pero Serani le embiste, y desenfunda una espada, preparada a llegar hasta las últimas consecuencias de la batalla. Pero Drilón se arrodilla, y levanta los brazos. Mira como Serani se detiene y con una mueca torcida se burla de Garras I, que lo mira horrorizado.

Los prisioneros vuelven a la Zona Oscura de inmediato, encadenados. Drilón se niega a hablar, y es confinado al aislamiento.

Luego del conflicto, Serani es envestida con poderes especiales dentro de la corona, por participar y ayudar de buena fe en mantener el orden y los dictámenes del rey en su ausencia.

—¿Qué sugiere que hagamos, cónsul Serani? —pregunta el Concilio de Familias Agarthianas a la premiada prometida del rey.

—Continuar con los designios de Animal. Confío plenamente en sus planes, y si él quería que la Agarthita fuese explotada en los límites de Agartha, así será.

—Tenemos otra orden real, que muchos han pasado por alto… Animal ordenó que cada agarthiano fuese instruido en una lengua muy extraña. Él mismo ha instaurado un alfabeto, lleno de modismos y letras imposibles ¿Usted estaba enterada de eso? —es consultada Serani.

—No estaba al tanto Madame Ha’wk, pero si el rey lo designa, entonces continuaremos con sus órdenes.

—Bien. ¿Y qué haremos con la situación de desaparición del rey? —pregunta Mañke ante el consejo reunido.

—Lo buscaremos. Exploraremos cada rincón de Agartha, sus túneles, las provincias y los alrededores, más allá de los límites, hasta encontrar a Animal —determina Serani, fiera y decidida—. Vamos a encontrar al rey si o si, y lo traeremos de regreso.

V

En una oscura celda sumergida en lo profundo del Océano Atlántico, formada de rocas y corales, está un prisionero dado por desaparecido.

—Los únicos que pueden entenderte son los soldados rasos, bestia —critica un comandante de alto rango, encargado de aquella prefectura submarina—. Dile que despierte, soldado.

—Despier… —dice un soldado de bajo rango antes de ser interrumpido por el prisionero.

—Ya lo entendí… me costó semanas, pero ya puedo hablar su lengua —dice.

—JA, muy bien, entonces ya no necesitaremos a este “sangresucia” —responde el comandante—. Lárguese soldado, ya no lo necesitamos.

—Si señor —responde el soldado, algo molesto por el apodo.

—Quiero ver a mis súbditos…. Exijo verlos —ordena el malogrado y hambriento prisionero.

—Tu forma de presentarte y de llegar hasta territorios que no son tuyos, no es propio de un rey, como te haces llamar.

—Mis súbditos…

—Ellos están bien, ya hemos tenido prisioneros que respiran aire… no se preocupe por ellos, “alteza” —dice el comandante, sarcástico, mofándose de ese que estaba tras las rejas.

—Soy el rey Animal de Agartha, y exijo ver a Arcon II.

—Si su alteza, mañana verá a un verdadero rey… al rey de la Atlántida.


Continuará…


Epílogo.

Miles de kilómetros bajo tierra, se encuentra Agartha, un reino desconocido y antiguo, tan antiguo casi como el planeta mismo. En sus cercanías, vagando por túneles y galerías desiertas, el General Drilón, otrora opositor y golpista, rumia su nuevo plan, huyendo de las fuerzas del revoltoso Animal. Entonces encuentra algo. Algo que no estaba ahí antes.

Una cúpula ha aparecido, en una galería amplia y alta, ocupando los espacios como si hubiese sido pensada para ocupar ese espacio físico específico. Drilón penetra con cautela. La luz lo ciega un poco, pero lentamente vislumbra equipamiento científico de primer nivel. No lo sabe, pero ha sido trasladado mediante una bomba-agujero-de-gusano, manufacturada por los ingenieros de The Wall, siendo un único prototipo el utilizado (una jugada hecha con el corazón más que con la mente) por orden de Mark Campbell.

Al centro de todo, un hombre calvo, con el pecho ensangrentado y respirando apenas, ensucia todo el inmaculado inmueble. Este se percata de la presencia del agarthiano y le pide con señas que se acerque.

—…mátame… —le susurra cuando está a distancia suficiente.

Ni un segundo demoró en hundir sus dientes en la garganta del humano. Todos los recuerdos de Drilón se fusionaron con el extraño, Diarmuid, también llamado Mark Campbell, enterándose de sus planes y de una forma de volver a ver la luz del día, sin tener que pensar en una forma de activar la máquina de nuevo.


Reseña: “La ausencia del rey se hace sentir en Agartha. Algo está por suceder, que cambiará el rumbo de la aventura. Secretos revelados, enemigos invisibles”


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