10.6.20

Animal #16


“La Gran Biblioteca de Rinos”
Historia: Zirijo


I

—Esta es la “Gran Biblioteca de Rinos” —nos introducía Garras I a mí y a mis elegidos para esta campaña.

No puedo dejar la ciudad, sola, pero tampoco puedo aventurarme a dejarle esta difícil tarea a alguien más. El manuscrito está escrito en largos huesos tallados, en una lengua que según los registros de la Gran Biblioteca de Rinos, es atlante.

Ahí estamos, Kongo, B’Horn, T’jon, Garras I, y yo, el rey Animal. Admirando la gran cantidad de manuscritos que pueblan la construcción. Es una cueva, empotrada en uno de los muros más amplios de la ciudad de Agartha, pero por el interior, la iluminación es perfecta, la conservación es completa, y los bibliotecarios, los mejores. Una serie de animales moviéndose de aquí a allá, cargándoles, clasificándoles, ordenándoles, y leyéndoles. Simios, aves, insectos… todos consultando por conocimiento agarthiano.

—Aquí algunos de los sirvientes de palacio han encontrado información trascendental para su búsqueda rey Animal —dice Garras I nuevamente, luego de que ninguno de nosotros pudiera decir nada sobre lo maravilloso que era ese lugar.

—¿Por qué está todo tan desordenado? —pregunta T’jon—. Recuerdo haber venido un par de veces antes, y no es común tanto movimiento.

—Sí, lo que sucede, es que Drilón y sus tropas estuvieron aquí, y dejaron el sitio completamente…irreconocible —responde Garras I, tratando de encontrar un adjetivo capaz de describir la magnitud del desorden—. Hasta el momento no hemos descubierto que falte ningún documento.

—De hecho, tendría que mandar a los escribas de palacio para que registren el golpe de Drilón, y que no quede olvidado… —comento.

—No se preocupe rey Animal, los agarthianos gozamos de buena memoria. Nos gusta nuestra historia, y la tratamos de llevar siempre fresca en nuestra mente.

—Bien, a lo que venimos Consejero real —increpa Kongo, con impaciencia.

—Nuestros bibliotecarios han encontrado una antigua descripción, de lo que sería el continente submarino de la Atlántida señor —decía Garras I desplegando un mapa antiguo del fondo de lo que los humanos llaman “Océano Atlántico”, apuntando a diversas ciudades a lo largo de todo ese vasto océano.

—Es imposible. Tardaríamos meses en llegar hasta la superficie, y luego hundirnos en el mar —les digo mirando el mapa—. ¿No hay otra manera de subir a la Atlántida?

—¿Subir? —pregunta Serani, entrando abruptamente al lugar, interrumpiendo nuestra discusión—. La Atlántida es un cuento de niños… una fantasía inventada para entretenerlos antes de dormir… es una locura.

II

—Serani, amor, ¿Qué haces aquí? —le pregunto a mi prometida, hermana de Garras I, una tigresa con mirada intensa y decidida.

—Nadie quiso decirme dónde estabas, así es que tuve que buscar a mi hermano… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tanto misterio conmigo?

—No es solo contigo… estamos preparando una excursión secreta al reino hundido de la Atlántida para poder descifrar estos pergaminos.

—Estamos organizando nuestra boda… ¿Es tan importante? —pregunta con una mirada llena de duda, sorpresa, pero por sobre todo, tristeza.

—Si… Drilón quería usar estas clavículas para algo grande… las quería usar como un arma. Si logramos traducirlas y descubrir lo que dicen, habremos derrotado completamente a Drilón —le respondo junto con caricias, que responde con tiernos movimientos de su cuello.

—¿Pero subir? ¿Llegar a la Atlántida? ¿Estás seguro de esto, Animal? —me pregunta Kongo, que sigue con sus dudas al respecto.

—Subir es tan posible como bajar hasta acá. Yo lo logré… ustedes también pueden. La Atlántida existe… tanto como ustedes y yo. He visto a sus reyes, he visto a los humanos hablar de ella, y vamos a llegar hasta ella.

—Señor Animal, hay otro mapa que tiene que ver… es el de la ciudadela y el reino —indica Garras I, luego de mis palabras. Sus rostros se ven anonadados. Es como si les hablara de fantasmas y fantasía.

Junto con unas señas, Garras I desenfundó una mapa inmenso. En él estaba representada la ciudad principal de Agartha, los pasillos y túneles, las regiones provinciales, y por supuesto, la Zona Oscura. Además, había otro plano bajo de este, adjunto, casi pegado con el tiempo.

—¿De qué es el otro mapa? —pregunto, notando que nadie más lo había visto.

Garras I lo despegó del mapa principal, y ahí estaba, un plano de pasadizos ocultos que daban con la superficie, en diferentes lugares del mundo.

—¿De dónde ha salido esto? —pregunto.

—No tengo idea señor —responde Garras I. Los demás también se ven sorprendidos, ya que se dan cuenta, que las grandes Puertas Olvidadas no son el único camino fuera de Agartha.

—Con esto podemos llegar hasta la ciudad hundida de la Atlántida.

III

Camino hacia el cubil real, Serani se acerca a mí, la escolta nos rodea. Todos los demás han regresado a sus labores, para pensar en la expedición de mañana.

—Animal, cariño ¿Estás seguro de esto? —me pregunta con preocupación.

—Si amor, no estoy loco… la Atlántida existe… y debemos descubrir los planes de Drilón.

—Si es así… entonces debes conocer lo que se habla de la Atlántida en Agartha —me dice, preparando sus ideas, para contarme un cuento de hadas—. Cuentan las historias, que en los tiempos antiguos, antes del “Alma Brillante”, un grupo de agarthianos se perdieron, y llegaron a una zona llena de agua. Estos agarthianos eran antiguos, y por eso podían vivir bajo el agua. Vivían felices, cultivando sus cosechas y viviendo al ritmo del mundo, pero llegaron de aguas remotas unos seres desconocidos. Los agarthianos los ayudaron a librar una guerra por sus ciudades, y ganaron. Estos eran los atlantes, poseedores de grande palacios submarinos y señores de grandes avances tecnológicos. Los atlantes y los agarthianos vivieron por siempre en paz y armonía, a pesar de sus diferencias… —relata Serani. Ya habíamos llegado al cubil cuando terminó su historia.

—¿Qué tiene que ver eso con mi búsqueda, Serani? —pregunto luego de pensar un poco en lo que me había dicho.

—Si tu historia de la Atlántida es cierta, entonces hay agarthianos allá afuera Animal, gente de nuestra gente viviendo en los dominios del agua. Hay agarthianos que tienen derecho de conocer a su nuevo rey.

—¿Estás segura? —le pregunto, mirándola a sus hermosos ojos.

—Si… esa historia está pensada para enseñar sobre respeto y ayuda a los otros… pero si la Atlántida existe, entonces esos agarthianos también deben existir, separados de nosotros desde tiempos fantásticos.

—Entonces los traeré de vuelta con su gente Serani… iré hasta allá para conocer a los hermanos agarthianos de las colonias del océano.

—¿Ya decidiste como llegarán hasta allá? —me pregunta luego de llegar a nuestra alcoba, y tomar un trozo de carne de las bandejas preparadas para nosotros.

—Mañana nos reuniremos con una ingeniera anfibia, que conoce Garras I. Nos ayudará a resolver algunos problemas que hemos detectando en nuestra misión —le respondo sin quitarle los ojos de encima, y ella respondiendo cómplice de mi mirada—. Ahora, ven acá y cierra esa puerta… no quiero que Cascabel nos escuche.

IV

—¿Este es el túnel? —pregunto a Kongo, sosteniendo el mapa oculto que encontramos en la Gran Biblioteca de Rinos—. Pero… ¿Qué es eso?

Kongo apunta hacia una extraña formación de agua, que se vuelve sobre sí misma. Todos la miramos sorprendidos. Estamos en un extraño lugar.

—¿Cree, señor, que deberíamos estar tan lejos de la ciudadela principal? —pregunta B’horn, un poco asustado. No había estado tan lejos de las provincias nunca antes.

—E iremos más lejos aún con este viaje —le respondo—. ¿Es ella la ingeniera que prometiste, Garras I?

—Si señor… permítame que se la presente —responde él, pero es interrumpido por la nerviosa chica.

—Soy Ra’na, vengo del “Pantano”, y estoy aquí bajo sus órdenes y para su servicio —se presenta la chica anfibia. Un pálido verde corola su piel, y viste no muy formal.

—Gracias Ra’na. Es por eso que estás acá. Hemos detectado algunos inconvenientes para el viaje… como por ejemplo, la respiración… no todos pueden respirar bajo el agua… así es que necesitamos equipamiento para eso, ya que pasaremos mucho tiempo bajo el agua —le comento, sintiendo que debe sonar disparatado para un agarthiano hablar de tanta cantidad de agua—. Y también he pensado sobre…

—Rey, no tiene nada de qué preocuparse. Mientras venía hacia acá, he preparado un dispositivo que imita a los peces y su forma de respirar —me interrumpe mostrándome un aparato que se encuentra en su mano—. Además, creo que el agua es sumamente pesada bajo el océano, así es que he diseñado dispositivos especiales, provistos de aire suficiente para recorrer las millas suficientes.

—¿Y crees que funcione? —miro a su lado y veo que viene preparada.

—Me tomé la libertad de adelantar el trabajo. La carta del señor Garras I me hizo pensar en todo lo que necesitaríamos, y en el camino vine fabricando un prototipo de las cápsulas que nos pueden llevar a través de ese remolino inverso… —responde. El aparato es inmenso. Un par de topos tuvieron que traerlo hasta acá, solo para una demostración.

—¿Remolino inverso? —pregunta Kongo, atento a la conversación, y mirando el remolino que bloquea el paso.

Jamás en la superficie había visto al agua comportarse así. Era como una cascada, pero que funcionaba de forma inversa… corría hacia el interior de la caverna, alimentándose de sí misma, como un tapón que impedía que avanzara el agua.

—Sí… es algo complicado de explicar… pero pasa cuando se funden las densidades y presiones del agua y lo que nos mantiene pegados al piso —responde casi sin mirar Ra’na, mostrando lo que parece un barril de grandes proporciones—. Está cubierto con agarthita para aguantar el peso del agua, y puede almacenar bastante aire, hasta tener que usar los “respirapeces”… como llamé a los dispositivos para respirar bajo el agua.

—No lo sé, Animal… Drilón y su gente era una cosa… pero ¿alejarnos de Agartha? —dice franco B’horn—. Esta zona es peligrosa… no me agrada estar acá.

—No hay nada que temer B’horn, crucé kilómetros de estos mismos caminos cuando bajé hasta acá… no hay nada que pueda…..

Un sonido, y una vibración me detienen de seguir hablando. Toco el muro, y tiembla. Los topos están inquietos, huelen el suelo, saborean la tierra. Los demás ya se han dado cuenta cuando trato de calmarlos.

—Bien… acérquense al muro… pasará… —alcanzo a decir, cuando el techo comienza a caerse a pedazos.

¿Un terremoto? Nunca antes había sentido algo así, a esta profundidad. Era como si justo arriba algo estuviera agregando peso al techo, algo moviera la tierra, y la hiciera más pesada, al punto de que la estructura no resista.

—No podemos irnos… esta es la única salida cercana a dónde quiere ir su majestad —dice Ra’na sosteniendo el mapa, que leía desde que hablaba con B’horn.

—Todos, ¡a la cápsula! —ordeno.

V

El techo sigue perdiendo material, y la entrada a esta parte de los túneles está colapsando. Los topos comienzan a excavar, escapando de la avalancha de rocas... excavan por  un costado, y Garras I los sigue, ya que sé es el que más lejos del dispositivo estaba… topos… eso debe estar moviendo los túneles más arriba…

B’horn, Kongo y Ra’na ya están dentro, cuando cierran la tapa y los lanzo al agua. Un charco que se forma justo en frente del remolino inverso es impactado por una roca, y lanza a la cápsula hacia él. La fuerza del agua abolla la superficie del barril cubierto con agarthita, pero lo absorbe lo suficientemente rápido como para evadir la siguiente roca que cae. Solo queda un estrecho paso entre el remolino y yo… o la salida hacia Agartha. Mis amigos y fieles seguidores… o mi reino. No tendré otra oportunidad para descifrar estas clavículas.


Epílogo

La última roca cae sobre aquél túnel de Agartha. Garras I ve como se calma el polvo en frente de él. A su lado los topos que salvaron su vida, y otros topos que abren camino desde el techo. Una manada gigantesca, capaz de desestabilizar los caminos que unen al reino de Agartha. Pero se encuentra solo. La ingeniera, los soldados, su rey, han desaparecido de su vista.


Continuará…


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