9.9.08

Los Inmortales: Brand New Start

“Eternidad adelante”, Primera Parte.
Historia: Diego Arévalo.

I

            Duncan abrió los ojos viéndose rodeado por la oscuridad. Apenas reconoció el cuarto en el que se había escondido un rato atrás. Había una capa de polvo sobre el suelo que seguramente cayó poco después de quedarse dormido y por cierto no recordaba haber querido dormir. Se levantó, y se sacudió la gruesa capa de tierra que lo cubría, así como el piso. Miró el techo agrietado, tratando de recordar esos surcos en la pintura. Los muebles parecían desordenados y varias de las cosas sobre éstos estaban rotas o habían caído.

            Todo lo demás estaba en perfecta calma. Pero era extraño que en Unife no hubiera ruido alguno. Salió a la calle aún limpiándose y lo que vio le sorprendió aún más que las extrañas condiciones de su despertar; la ciudad estaba en ruinas, la gente caminaba de un lado a otro, apresurados, tratando de organizarse y ver la manera de reconstruir lo que quedaba de su ciudad.

            Duncan hizo memoria tratando de evocar lo último que había visto antes de esconderse por orden de Kao. “¡Mi papá!” se dijo asustado y preocupado; y salió corriendo hacia las afueras de Unife donde lo había visto pelear con esos seres por última vez. Allí ya no había nada, sólo las marcas y cráteres que los combatientes dejaron en el suelo. Entonces corrió al parque, hacia la cueva que su padre solía frecuentar cuando necesitaba consejo. Aquella cueva que le reveló tantas cosas a él mismo. Pero no estaba. Cabizbajo se encaminó hacia el vertedero de chatarra; ojalá su mamá estuviera ahí todavía.

II

            Mientras, en Angalil, Kao se escondía del resto de los héroes en la antigua sede de los Defensores Unidos. Escuchó a ese “falso dios” llamado Logos, a quien ya había visto en el pasado. Su mente no estaba muy clara, mundos enteros se le cruzaban en sus recuerdos confundiéndolo. Pareciera que los golpes recibidos en la batalla contra el infierno aún escocieran en su cuerpo, pero a la vez sentía como si muchas cosas hubieran tenido lugar entre ese momento y un rato atrás cuando abrió sus ojos en la isla, al otro lado de la pared de agua.

            Cuando Logos se desvaneció de la sala, Kao esperó a que Black Force se apartara un poco, se le acercó, invisible como estaba, y lo llamó al tejado.

            —¿Qué pasó aquí? —preguntó Kao una vez que su amigo hubo llegado.

            —No lo tengo claro aún —respondió Black Force—. Recuerdo estar peleando contra esos demonios junto con ese fuego y toda la parafernalia, pero más allá no sabría decirte… Para serte sincero no entiendo que pasa, todos estamos igual de confundidos y al parecer el único que tiene las ideas claras es Logos…

            —Ya veo —asintió Dave—. Es lamentable el que no pueda recordar mucho, creo que ya he tenido esta sensación.

            —Es cierto, pero definitivamente no es ese nuestro principal problema.

            —Tienes mucha razón —coincidió Kao, al tiempo que posaba su mirada sobre la ciudad semidestruida—. Queda mucho por hacer.

            —¿Entonces?

            —No lo sé. Quiero encontrar a mi hijo antes de decidir cualquier cosa. Y también quiero saber de “ella”.

            Black Force posó su enorme mano sobre el hombro de Kao haciéndole entender que lo entendía, y al mismo tiempo lo comprendía por esconderse del resto de los defensores. Kao lo miró y le tendió la mano. “Dale mis saludos a Damon”, dijo, y se fue volando. Black Force bajó al salón, donde aún quedaban algunos de sus compañeros, con la leve idea de que no podría contar con Dave ni los otros en esta ocasión.

III

            Ya estaba oscuro cuando Kao llegó al skate park de Unife, y tal como lo supuso, su hijo estaba ahí, sentado sobre su tabla. Duncan se puso de pie y corrió a los brazos de su padre.

            —¿Qué pasó, papá? —preguntó Duncan.

            —Ojalá supiera hijo, de verdad —respondió Kao, y luego se transportaron a la Mansión Órbita, su hogar, que giraba en torno a la Tierra.

            Al llegar notaron algo extraño. La plataforma plateada y brillante parecía más luminosa, como si estuviera viva; la gárgola sobre la puerta estaba ligeramente más afuera y su expresión era más real; las paredes parecían resplandecer, pero al mirar con más detalle, seguía todo decepcionantemente igual. Entraron.

            Una vez dentro, escucharon una voz que venía desde todos los rincones de la casa. Además, esa voz era inquietantemente conocida: era el Agonizante quien los llamaba.

            —¡Mis queridos huéspedes!, tanto tiempo sin verlos por aquí. ¿Que había sido de ustedes?

            —Tu voz no ha perdido su sarcasmo, Agonizante. ¡Muéstrate! —exigió Kao.

             —Me halagas hijo. Sin embargo, creo que no es posible acceder a tu petición ya que no sé por qué motivo no puedo adquirir una forma física visible. Bueno, sabrás que han ocurrido muchas cosas este último tiempo de las cuales no recuerdo mucho. Es más, creo no recordar mucho más que tu. Lo que sí sé es que en algún momento, durante o después de todos estos cambios, esta Mansión se vio amenazada con desaparecer, de modo que para salvar mi creación, y por sobre todo los libros, puse todo mi poder en un hechizo que la mantuviera en este mundo. Y como verás, quedé atrapado en ella.

            —¡Já! —interrumpió Duncan—. Definitivamente es algo así como un digno castigo, aunque tengamos que escuchar tus sarcasmos y tu irritante tono todavía.

            —¡Kao, por favor! Dile algo a tu hijo, al menos me debe el respeto por la edad.

            —No tengo por qué hacerlo, es cosa de él, y hasta donde presiento, no puedes hacer mucho, de otro modo ya lo hubieras amenazado con algo —dijo Kao.

            —En fin —respondió el Agonizante—. Creo que me lo merezco después de todo. Pero aún tengo una pregunta para ustedes.

            —Dila —respondió cortante Kao.

            —¿Sabes qué fue lo que realmente pasó?

            —No, pero supongo que nos lo vas a decir… ¿o me equivoco?

            —Te equivocas. Estoy tan, como decirlo... desconcertado, como ustedes. Soy, por si no lo recuerdan, un mero espíritu; y estoy tan pegado a las reglas como lo están ustedes que tienen poderes. Así que bueno, no hay más que hacer.

            Se hizo un silencio incómodo que Dave y Duncan aprovecharon para retirarse a sus habitaciones. Para alegría de ellos, el Agonizante no los molestaba ahí. Y así pasó esa noche, con todos ignorantes y llenos de dudas.

IV

            Al día siguiente, Kao despertó con una duda, una inseguridad. Quería saber qué era de Jennifer, pero a la vez sentía temor de que fuera como ese borroso recuerdo que mantenía: que no lo recordara, ni a él, ni a su hijo, ni, por fortuna, a Dark.

            Mientras desayunaba, Duncan se levantó y le preguntó exactamente lo que él temía: si sabía algo de su madre.

            —Hijo, la verdad es que no sé nada. Y por otro lado… —Kao titubeó al decirlo—, no estoy seguro de querer saberlo.

            —Papá, está bien que no quieras arriesgarte, pero no puedes esconder tus sentimientos. Por otro lado, si no te has puesto a pensar en eso, te recuerdo que tienes toda una eternidad por delante para vivir.

            —Lo sé hijo; o peleo por ella, o me busco otra, de todos modos hay mucho tiempo… ya me lo habías dicho.

            —¿Entonces?, ¿por qué no dejas el rencor a un lado y la vas a buscar?

            —¿Y qué tal si hago un poco la evasiva y voy a la cueva?

            Duncan no lo aprobó del todo, pero al final prefirió que su padre empezara por algo ya que él solo no podría averiguar nada. Así que asintió de mala gana y esperó.

            Aún no había desaparecido Kao cuando la voz del Agonizante se escuchó.

            —¿Un poco cobarde, no crees?

            —Tu bien sabes que no es así —respondió Duncan airado—. Mi papá ha tenido muchas responsabilidades, es justo que no lo presionen.

            —¡Bah! Ahora resulta que con todo el poder que tiene y con todo el tiempo existente jugando a su favor, ¿y me resulta que Dave se estresa? No me lo creo —se burló el Agonizante, haciendo notar que se retiraba por cómo se desvanecía su voz.

            Una vez en el parque, Kao empezó a vacilar con respecto a entrar en la cueva o ir directamente a ver a Jennifer. Se paseó largo rato frente a la entrada de la cueva, hasta que decidió entrar. Sin embargo, al dar el primer paso para entrar, notó una presencia conocida y una voz muy familiar también.

            —Disculpe… ¿lo conozco de algún lado?


            Kao se dio la vuelta, y para su sorpresa, descubrió que esa voz tan familiar era, nada menos que de Rose, a quien según sus vagos recuerdos, solía llamar Y…


Continuará…
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1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bueno!! Cuando continua?? Voy a tener que esperar para saber si encuentra a Jennifer!
Saludos!!