3.9.08

Fuego #0

Historia: RXM

I

            Los últimos días habían sido de locos. Además del despertar del mundo, habían visto como un nuevo culto se propagaba por todo el mundo. Justin Smith no podía creer cuán rápido Logos, el autoproclamado “nuevo dios del mundo”, había llegado a ser adorado por cientos de personas.

            —Hermana, creo que debemos ponernos en acción. Hay algo raro en todo esto.

            —Tranquilo, Justin —respondió Julie, su hermana—. Sé que todo es un poco caótico aún, pero tenemos que tomarnos las cosas con calma.

            Justin no se caracterizaba por ser paciente. Desde pequeño se mostró como el más temperamental de los hermanos Smith, a diferencia de la templanza de sus hermanos mayores. Incluso ahora, que había crecido siendo un defensor al lado de sus hermanos, y que había vivido intensas aventuras, seguía siendo un tanto “explosivo”.

            Los hechos recientes, y la desaparición de su hermano George lo tenían tenso e incrédulo. Pero tras reunirse con los demás defensores, ahora estaban de vuelta en casa, y su hermana intentó hacer que olvidara todo eso, devolviéndolo a la realidad cotidiana.

            —Justin, será mejor que vayas a normalizar tu situación en la Universidad. Recuerda que ya eres todo un universitario. Debes ir.

II

            A sus 21 años, Justin había pasado por toda su juventud combatiendo al lado de sus hermanos. Había pasado de ser un niño al que le gustaba la aventura, a ser un joven valiente. Pero ahora, sin la guía de George, había un vacío que necesitaba llenar.

            Ese día, se dirigió a la Universidad de Angalil,  en su sede de Northcrem, su ciudad de residencia. Antes de que el mundo antiguo terminase y el nuevo despertase, Justin había ingresado a estudiar Bioquímica, comenzando una nueva etapa en su vida.

            El trámite que debía hacer ese día fue corto, sólo debía reincorporarse a clases en cuanto éstas se normalizaran, dentro de unos días. Justin volvió a casa de inmediato, ya que no quería dejar de estar atento a la situación del mundo. Se escuchaban ya los primeros reportes de algunos desordenes y enfrentamientos entre miembros la Iglesia de Logos, y algunos fanáticos de otras iglesias, que los deslegitimaban.

            En su camino a casa, Justin recibió un volante en el que se anunciaba una asamblea del culto de Logos. Miro a su alrededor, y notó como muchas personas estaban recibiendo esos volantes, y demostraban interés. Entre quienes los repartían, a lo lejos, le pareció divisar una figura conocida, que no le provocó una muy buena sensación. Parecía ser un hombre de avanzada edad, que lucía fuerte y sano, y estaba cubierto por una capucha que no permitía distinguir sus rasgos con exactitud. Sospechando algo, Justin se apresuró a regresar a casa, porque sabía que debía actuar, y ahora sí que nadie lo detendría.

III

            —¡Hermana! ¡No sabes lo que ocurre! Mira —dijo Justin, agitado, extendiéndole el volante que había recibido a su hermana.

            —¿Qué es, Justin? —preguntó Julie, con curiosidad.

            —Habrá una asamblea del culto de Logos, aquí en Northcrem —tomó un respiro, y continuó—. Debemos ir. Estoy seguro que descubriremos algo.

            Julie no parecía muy convencida de la gravedad del asunto, pero le pareció adecuado asistir para observar a esta nueva iglesia.

            —Muy bien Justin, iremos. ¿Cuándo es?

            —¡Ahora, en unos momentos! —respondió el joven, alarmado.

            Ambos salieron de su casa, raudos, hacia el templo de Logos de Northcrem, que aún estaba en construcción, pero que ya permitía realizar actividades en ella.

            Afuera del templo se aglomeraba una gran cantidad de gente, esperando entrar. Algunas personas, vestidas como algo similar a acólitos ayudaban a ordenar la entrada. Justin y Julie se unieron a la aglomeración, y esperaron su lugar para entrar.

            Una vez adentro notaron que el lugar estaba realmente repleto, con cientos de personas aún afuera, esperando por entrar. Justin y Julie quedaron de pie, al final del templo, ya que todos los asientos estaban ocupados.

            Adelante, en el altar, que era coronado por el símbolo de Logos, dos personas parecían ser las que presidirían la asamblea. Justin se dirigió a un hombre que estaba a su lado.

            —¿Quién es el hombre de la ropa de sacerdote, el que presidirá la asamblea? —preguntó.

            —¿No lo conoces? Es el Reverendo Edward Wright —respondió el hombre—. Dicen que es el segundo en el mando de la Iglesia, después del Cardenal Raymond Curtis.

            Pero a los hermanos Smith les llamaba más la atención el otro sujeto en el altar. A Justin le parecía conocido, ya que era el mismo hombre que vio antes entre quienes difundían la asamblea. Esperaron y observaron, hasta que, justo antes de empezar la ceremonia, el hombre se sacó su capucha, y se pudo ver su rostro. Justin abrió grandes ojos de sorpresa, y luego dio un paso adelante, con un rostro de furia…

IV

            Julie alcanzó a sujetar el brazo de Justin antes de que este siguiera avanzando e hiciera algo sin pensarlo bien. La impresión que le había quedado a Justin al ver al hombre que estaba en el altar lo había sacado completamente de sus casillas.

            —¡Tranquilo, Justin! —dijo Julie—. A mí también me sorprende verlo aquí, pero no podemos hacer nada ahora… Sólo esperemos.

            Lo último que Justin quería hacer era esperar. Pero al ver a su hermana y la calma con la que actuaba, bajó sus revoluciones y se aguantó, aunque aún no podía creer que él estuviese adelante, en el altar del templo.

            Se trataba de Erdol, un poderoso hechicero, viejo enemigo de los héroes, especialmente de Hyperman. Era reconocido por ser impredecible y por poseer un gran poder, basado en el control de la magia en todas sus formas, lo cual lo convertía en un ser peligroso. Que estuviese relacionado con la Iglesia de Logos no hablaba bien de lo que estaba ocurriendo, y tanto Justin como Julie lo sabían.

            La asamblea comenzó minutos más tarde, y el Revendo Edward Wright era el principal orador. Explicaba que Logos era el dios al que debían adorar en este nuevo mundo, ya que gracias a él éste existe, y explicando en qué consiste el culto. Habló de la luz de Logos como iluminación a través del conocimiento, del “saber-ser” y de Logos como un señor del equilibrio, pero Justin no le creía nada. Para él, todas esas palabras que oía eran falsas, vacías e incomprensibles.

            —Hermana, debemos hacer algo —dijo una vez que ya no quiso seguir escuchando.

            —Ven, Justin —dijo Julie, luego de pensarlo por un momento—. Debemos prepararnos… para más tarde…

V

            La asamblea terminó un par de horas después. Mucha de la gente allí presente salió con una sensación de descubrimiento, sintiéndose feliz de saber que tenían un nuevo refugio en Logos, creyendo en su condición divina, y entregándose a ser parte su Iglesia.

            Los hermanos de fuego habían salido temprano y se habían instalado cerca, esperando. Un rato después sucedió lo que esperaban. El Reverendo Wright y Erdol salieron del templo, solos. Los hermanos se transformaron a sus formas ígneas y volaron hacia ellos. Los interceptaron en su camino, sorprendiéndolos. Los hermanos fueron los primeros en hablar.

            —Es hora de que nos expliquen un par de cosas —dijo Julie. Justin lo reafirmó con un movimiento de su cabeza.

            —¡Mujer de Fuego! —exclamó Erdol—. ¿Qué hicimos mal para que nos interroguen así?

            —Quizás la señorita y el joven quieren oír algo acerca de la luz de Logos —intervino el Reverendo Wright.

            —Es lo último que quisiera —le respondió un ofuscado Justin.

            —¿Por qué tan agresivos, hermanos? —inquirió Wright—. ¿No ven que nuestro mensaje es por el bien de la humanidad?

            —Si, ¡escúchenlo! —agregó Erdol—. ¿Qué acaso un hombre no puede ver la luz en su vida?

            Esta última afirmación dejó perplejo a Justin. No entendía como un hombre que había demostrado tantas veces ser tan peligroso pudiese ser tan descarado.

            —¡¿De qué quieres convencernos, Erdol?! —preguntó irritado.

            —¿Por qué tendría que convencer a alguien que tiene los ojos tan fuertemente cerrados, Niño de Fuego? – respondió.

            Ese último apelativo confundió a Justin. ¿Aún era sólo un niño? Erdol continuó.

            —He visto la luz de Logos, y ahora sé que él es el Señor. Así que ahora le sirvo a él, y no me importa lo que ustedes piensen de mí. Logos y su Iglesia crecerán y ocuparán el lugar que les corresponde —terminó, convencido.

            Julie estaba sorprendida por la seguridad con que había dicho todo esto Erdol. Se había enfrentado a él anteriormente, y definitivamente no era común que le pareciera que hablaba con sinceridad. En ese momento, el Reverendo habló.

            —Señores de fuego. Si no hay ningún problema, quisiera poder continuar mi camino. Deben entender que la Iglesia de Logos no tiene ninguna mala intención y realmente creemos que la gente debe conocer nuestro mensaje. Si tienen alguna prueba de lo contrario, háganmelo saber. Ahora, si me permiten…

            Los hermanos ya no sabían que creer. Realmente no había razón alguna para culparlos. Y eso, los frustraba aún más. Pero sin tener nada más que hacer, tuvieron que ceder.

            —Está bien, sigan adelante —dijo Julie.

            Justin los miró, con una gran frustración en su garganta. No pudo evitar decir lo que pensaba en voz alta.

            —¡Pero los estaremos vigilando! —gritó con rabia. Sólo recibió una sonrisa del Reverendo como respuesta.

            Mientras ambos se alejaban, Julie tomó el hombro de Justin y le habló, con calma.

            —Vamos. Mañana volveremos a Angalil. Creo que será necesaria toda la ayuda que podamos dar para averiguar qué es lo que realmente pasa aquí.

            Las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre el anochecer de Northcrem. Los hermanos de fuego volaban de vuelta a casa, apesadumbrados.


            Al día siguiente, ambos emprendieron viaje a Angalil, la ciudad más grande de Eria, llamada el “centro del mundo” y ubicada a pocos kilómetros hacia el sur de su ciudad. El día era gris, y los defensores de Northcrem presagiaban que así se pondría la situación. La Iglesia de Logos había llegado para quedarse. Pero, ¿qué significaría eso en la vida de los héroes? ¿Qué significaba eso para el mundo?

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