I
Adam Johnson parecía
estar conforme con lo que veía, aunque tampoco tenía por qué quejarse.
Realmente le parecía que la señorita Cat O’Neal estaba siendo demasiado amable
al ofrecerle un lugar para quedarse, sobre todo, considerando que Adam no tenía
mucha seguridad de cómo iba a pagarlo.
—Es muy amable,
señorita… —dijo tímidamente Adam.
—Llámame Cat –
respondió ella—. La verdad es que no tienes por qué agradecerme. Mira, esta
puede ser tu habitación.
Y mientras decía esto
le señalaba una amplia pieza, donde Adam vio que podría estar cómodamente
instalado.
—Muchas gracias… le
prometo que en cuánto pueda le pagaré…
—No te preocupes Adam,
luego solucionaremos eso —le interrumpió Cat—. Por ahora preocúpate de
instalarte aquí, y de ordenar tu vida. Te dejo, luego hablamos.
—Por supuesto. Hasta
pronto, señori… Cat.
Cat dejó la pieza con
una sonrisa, y cerró la puerta tras de ella.
Adam se dirigió a la
ventana que daba hacia la calle. Su pieza estaba en el segundo piso de la
acogedora casa de Cat O’Neal, ubicada en un tranquilo barrio de la zona norte
de Angalil. Adam abrió su ventana y observó el barrio. Se sentía extrañamente
cómodo allí.
De pronto, el joven
fijó su vista en la casa de enfrente, más precisamente en su entretecho. Allí,
una familia de aves tenía su nido, y el mayor de ellos, un gran pájaro de color
negro, protegía al resto de los suyos del ataque de otro pájaro. Entonces,
recordó a ese pájaro negro que lo había mirado fijamente. Adam miró con
atención esta escena, porque le hacía sentir algo en su interior, una extraña
sensación de que era algo importante, de que la vida le estaba señalando algún
tipo de mensaje…
II
Al día siguiente, Adam
se dirigió a la sede central de la Universidad de Angalil. Le parecía una buena
idea estudiar alguna carrera, pero no sabía si podría ingresar a esa
institución, ya que no tenía ningún papel ni recuerdo sobre sus antecedentes
académicos. Le preocupaba no conocer prácticamente nada de su pasado. ¿De dónde
venía? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Cómo es que simplemente despertó en este
mundo?
Esas preguntas daban
vueltas en su mente, pero creía que debía empezar por algo. Debía ordenar su
vida para encontrar algunos detalles que aclararan sus pensamientos. Además, no
podía esperar que la señorita O’Neal lo soportara por siempre sin hacer nada,
así que pensó que debía hacer algo por sí mismo y también para retribuirle.
En esto pensaba,
cuando llegó a la Universidad. Se notaba un lugar amplio, aunque aún en
reconstrucción, como ocurría en muchos otros casos en todo el mundo. En sus
oídos sonaba una canción que oyó al pasar y le parecía especial. Comenzó a
recorrer el campus, buscando la oficina de informaciones, donde tenía una cita que
había pedido con anticipación. Esperaba que allí pudiesen orientarlo y
autorizarlo a entrar a la U. Guiándose por los mapas que habían por todo el campus,
llegó hasta el edificio central, donde se encontraba la oficina que buscaba. Entró y se dirigió
directo hacia allá. Una vez que fue su turno, entró y fue directo al grano.
Preguntó por sus posibilidades y las exigencias que la Universidad tenía para
aceptarlo.
Luego de una corta
charla con la encargada, Adam comprendió que no sería tan fácil. Debía antes
pasar las etapas previas, y demostrar con un certificado que tenía el nivel
para postular a la Universidad. Además, debía pensar que carrera querría
seguir, por lo que sus problemas estaban recién empezando. “Antes, debo ir a
una secundaria entonces”, pensó.
Salió del edificio aún
más confundido de lo que había llegado, y comenzó a caminar sin rumbo por el
gran campus, sin rumbo fijo. Al poco rato, llegó frente a un edificio más
pequeño que otros que había visto. Vio que allí había varios grupos de personas
que conversaban amenamente, y notó que en uno de los grupos había una joven que
parecía ser quien dirigía la conversación. Ella era el centro de ese grupo,
aunque eso era solo lo que le parecía a Adam, y no tenía forma de saberlo con
certeza. Pero aún así, le pareció notable la atención con la que el resto
escuchaba a esa joven, y el rostro de seguridad que ella tenía al hablar. Adam
se quedó absorto observando esto, hasta que se escuchó un repentino ruido a lo
lejos.
Muchos corrieron, y
Adam no fue la excepción. Al mirar hacia la salida del campus, se veía la razón
del alboroto. Un hombre vestido con un traje militar de color negro y armado
hasta los dientes con extrañas y potentes armas, disparaba hacia al aire, llamando
la atención de todos en una actitud amenazante.
Adam pensó que debía
hacer algo, pero antes de que pudiese moverse, una silueta pasó corriendo por
su lado en dirección al hombre de las armas. Y era la silueta de una chica.
III
La situación en el
Campus era bastante peligrosa, y ya había varios heridos. En ese momento, el
hombre de las armas habló.
—¡Así me prestarán
atención! —dijo, disparando una metralla al aire—. ¡Soy Heavy! Y ha llegado el
momento de que me consideren como el peligro que realmente soy. ¡Y ahora sí que
no hay nadie que pueda detenerme!
La gente estaba en
pánico. Personas corrían en todas las direcciones, pero nadie hacía nada en
concreto. En ese momento, una joven se paró valientemente frente a Heavy, y le
gritó.
—¡Hey! ¡Vete de aquí!
Somos más en número y si nos organizamos podemos pararte fácilmente.
La joven esperaba que
su ejemplo motivara al resto a perder el miedo y hacer algo, en conjunto. Pero
por ahora sólo lograba las burlas de Heavy.
En ese momento, Adam,
impresionado por la valiente actitud de la chica, la misma a la que había
observado y en la que había notado una decisión y un liderazgo deslumbrantes,
decidió que no podía quedarse de brazos cruzados, y sin pensarlo más, corrió
hasta donde estaba la joven.
—Ella tiene razón —dijo
repentinamente—. Será mejor que te vayas, tipo.
Adam miró a la joven y
le habló suavemente, para que Heavy no escuchara.
—Ve a ayudar con la
evacuación. Las personas te escucharán. Yo me encargo de este tipo.
La joven lo miró. No
confiaba en que Adam pudiese hacer algo al respecto. Pero Adam insistió. Y la
joven comprendió que debía usar ese liderazgo que Adam había visto en ella para
organizar la evacuación. Asintió y se dirigió a la salida, mientras Adam se
interponía entre ella y Heavy.
—Así que esta es la
rebelión de los estudiantes —dijo burlescamente Heavy—. Pues, jódanse.
Y acto seguido, apuntó
su metralleta hacia Adam. Sorprendido, no atinó a hacer nada, y el miedo se
apoderó de él en cuestión de segundos. Heavy apretó el gatillo, y las balas
salieron en dirección al joven.
En el momento que vio
el arma apuntando hacia él, en la mente y el alma de Adam sólo había un
concepto, “miedo”. Por instinto, Adam levantó automáticamente sus brazos, pero
ocurrió algo inesperado. Súbitamente brotó una extraña energía negra de ellas.
Las balas que iban hacía él no pudieron atravesar esa capa de energía, que
sirvió de escudo. Lo que menos se esperaba Adam era algo como esto, y no podía
creer que hubiese ocurrido. Sorprendido, miró sus manos. No tenía ni un
rasguño.
Heavy, igualmente
sorprendido, titubeó unos segundos, pero luego apuntó y nuevamente apretó el
gatillo. Una vez más, el miedo dominó a Adam, pero no se movió. Y nuevamente
esa energía negra que emanaba de su cuerpo detuvo las balas.
— ¡¿Qué eres?! —preguntó
confundido Heavy.
Pero Adam no
respondió. Ahora sus sentimientos se enfocaban en la ira contra un sujeto que
ponía en peligro la vida de inocentes y sin razón alguna. Entonces, la energía
negra creció, y Adam la dirigió hacia Heavy. El villano no supo cómo
reaccionar, y se quedó inmóvil. Y la energía brotó de Adam como un aura de
poder que golpeó a Heavy y lo lastimó, lo suficiente para que soltara su arma.
El villano, sin
comprender nada, se levantó y corrió, abriéndose paso entre la multitud con
disparos, hasta perderse sin que nadie pudiese alcanzarlo.
Adam volvió a mirar
sus manos, pero no comprendía del todo lo que había pasado. Miró a su
alrededor, y vio que nadie más había notado esto, ya que todos estaban ocupados
huyendo. Entonces, Adam buscó a la joven que había conocido en esas extrañas
circunstancias, y tal como esperaba, notó que ella había dirigido el escape. Y
algo se encendió en el alma de Adam, y su mente se despejó…
IV
—Hola. Soy Adam.
—Extraña circunstancia
para conocernos —dijo ella sonriendo—. Soy Sophie.
Adam vio en Sophie
algo que no conocía, pero que lo inspiraba. Pero no pudo desarrollar mucho esta
idea, ya que ella habló de inmediato, poniéndolo en aprietos.
—¿Cómo lo hiciste para
espantarlo?
—Eh… la verdad… yo
sólo tuve suerte —dijo atropelladamente—. Tampoco entendí mucho por qué huyó.
En la mente de Adam
rondaba una idea. Recordó lo que vio en el nido de los pájaros, frente a su
ventana, temprano ese día. Recordó como ese pájaro negro defendía a quienes le
importaban, como se entregaba por completo a ello, porque tenía la capacidad de
hacerlo. Y recordó también la inspiración que Sophie le había dado para ser
valiente y usar sus capacidades sin ser egoísta, y tomando el riesgo hasta los
límites que su voluntad le impusieran, sólo para ayudar en momentos de
necesidad.
El silencio de Adam mientras
pensaba motivó a que Sophie hablara.
—Y… ¿estudias aquí?
—Eh… no, la verdad es
que sólo estaba aquí hoy, pero aún no estudio aquí… ¿tú sí?
—Sí. En esa facultad —dijo,
señalando el edificio que había visto antes Adam—. Estudio psicología.
Adam aún estaba
ensimismado, así que decidió que sería mejor volver a casa.
—Lo siento, Sophie.
Debo irme. Espero que nos veamos otro día… de verdad me agradó hablar contigo.
Se despidió, y caminó
rumbo a su casa. Sophie quedó extrañada por este misterioso chico, pero
presentía que lo volvería a ver. Pero además se alegró, porque en sus ojos
encontró cierta confianza, cierta complicidad que la tranquilizaba.
Una vez en casa, Adam
miró por su ventana. Le pareció que los pájaros negros del nido se veían
majestuosos. Recordó también la canción que había escuchado temprano y que lo
inspiraba, y decidió comenzar con algo. Tomó unos trapos y comenzó a diseñar.
No se daba cuenta de cómo estos hechos cambiarían su vida para siempre.
V
Esa noche, Adam durmió
muy poco. Se quedó hasta tarde trabajando en su loca idea. Sentía una curiosa
inspiración, después del intenso y significativo día que había vivido.
Después de varias horas, se recostó y se durmió profundamente.
Al día siguiente
despertó muy tarde, cuando notó que una de sus cortinas estaba abierta y el sol
entraba por ese espacio. Se levantó, y notó que además, su puerta estaba
levemente abierta. Miro a su alrededor, y su vista se detuvo en el traje que
había estado diseñando. No estaba seguro, pero le parecía que lo que había
hecho la noche anterior no estaba tan avanzado. Lo tomó, lo revisó y notó que
de alguna forma, su diseño y su trabajo habían sido mejorados. Abrió su puerta
y recorrió la casa, pero no había nadie.
Extrañado, decidió
retomar su trabajo. Lo que le inspiraba era una serie de extrañas sensaciones,
que no sabían si eran recuerdos, o simples emociones provocadas por lo ocurrido
desde que despertó en este mundo, o bien una mezcla de todo. Pero sentía
responsabilidad de hacer algo, porque había descubierto que tenía la capacidad
de hacerlo.
Así, inspirado por el
ejemplo de los defensores, y un poco por lo que le había transmitido esa chica,
Sophie, decidió transformarse en una figura que diera tranquilidad a las
personas, y les protegiera de amenazas impensadas. El traje, inspirado por los
pájaros negros que había visto frente a su casa, debía ocultar su verdadera
identidad, ya que no estaba seguro de poder soportar la presión de ser un
símbolo, y necesitaba cierta tranquilidad que le permitiera equilibrar sus
emociones.
“Emociones”, pensó, “mis
extraños… poderes… o lo que sean… se manifestaron en momentos de gran emoción…”.
Esa noche, Adam se
durmió tratando de entender cómo funcionaban sus habilidades, además de
intentar trazar un plan de lo que haría a continuación.
Al día, siguiente, una
vez más, su traje amaneció mejor terminado de lo que él lo había dejado. Y así
ocurrió día tras día, hasta que lo hubo terminado. Su imagen estaba lista, y
era hora de dar un nuevo paso. Adam se puso su traje, y comenzó a recorrer la
ciudad, observando, aprendiendo y ensayando. Debía prepararse para ser lo que
quería ser. No sólo debía disfrazarse, sino que debía convertirse en un
defensor, un verdadero héroe.
Adam se paró en la azotea
de uno de los edificios más altos de la ciudad. Observó y se sintió como
volando. “Seré Blackbird”, pensó, y comprendió que su momento se acercaba.
Poco después, en
cuanto vio aparecer a Blackbird en público por primera vez, Cat O’Neal sonrió,
satisfecha.
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