8.11.20

Animal #20



“Tambores de Guerra”

Historia: Zirijo

 

I

 

     “La historia cuenta que Poseidón, el primer rey, iluminó nuestro camino hacia la prosperidad. Él trajo hasta nosotros a criaturas capaces de prosperar hasta en los más dificultosos terrenos bajo el mar. Nos incentivó a cruzar nuestras castas con las de ellos, para mejorar nuestra adaptación. Tuvimos que hacerlo. Poseidón los nombró “agarthianos”. Ellos nos aventajaban en siglos de adaptación, pero Poseidón quería algo más. Quería lujos, quería gloria, y para eso nos adoptó. Nos dio de su sangre para congraciarnos con él, nos dio hijos, en forma de reinas y reyes. La tradición cuenta que solo sus hijos pueden portar la corona de armas, el cetro del rey, y solo sus hijos pueden postrar a las criaturas que viven bajo su dominio. La ciudadela que lleva su nombre, es la segunda de nuestras ciudades, antes estaba Atlantis. Ahora reducida a ruinas, la primera de nuestras ciudades nos sirvió para sobrevivir.

     Poco queda de esa etapa de nuestra civilización, más que despojos y escombros. Cuando el primer rey nos dejó, sus hijos tomaron su lugar, y los agarthianos pasaron a estar bajo nuestra tutela. Sus pueblos y construcciones eran primitivos, nosotros las modernizamos. Les llevamos la civilización, la ley, el orden social. Fuimos responsables por su cuidado. Los adoptamos, les dimos las herramientas para honrarnos.

     Seguimos a las estrellas, como nuestros padres, y los padres de nuestros padres, para crecer. Construimos nuestras ciudades alineadas con la constelación de la Osa Mayor, para ser dignos del legado y el amor con el que nuestros abuelos hablaban de esas estrellas. Domamos dragones, usamos las corrientes, aprovechamos cada regalo que las profundidades nos dieron, para no tener que volver nunca más arriba. Construimos nuestro reino para sobrevivir.”

 

II

 

            —Sí, lo sé… esa es nuestra historia —respondió Arcon II, rey de la Atlántida, a un pequeño y arrugado anciano que le hablaba desde que entró a la habitación.

 

            —Sólo respondo a su pregunta. ¿Quiénes son esos agarthianos? —el anciano toma asiento. Viste como Arcon, pero sin la capa real. Es Argón, un miembro de la casa de Mizar. Sangre real.

 

            —¿Entonces por qué ese tal Animal y esas bestias que los acompañan se hacen llamar “rey de los agarthianos"? Yo soy el único rey que vive bajo el océano —se cuestiona Arcon, tratando de entender por qué sentenció a muerte a cuatro foráneos.

 

            —Señor, aquí están sus cosas —dice uno de los custodios de la ciudad, siguiendo la orden de despojar de todo lo que portaban a los prisioneros.

 

            Estaban los “respirapeces”, algunas navajas que ya se las habían quitado en la torre de vigilancia, las armaduras de Agarthita, y las clavículas.

 

            —Ni siquiera respiran agua, tío Argón —bufa Arcon ante el anciano, mostrándole los aparatos que usaban para respirar bajo el agua.

 

            —¿Qué es lo que realmente te molesta, Arcon? —pregunta sincero el anciano, que ve como su sobrino, y rey, se postra en una silla, nublado por sus pensamientos.

 

            —Hay unas clavículas ahí tío, las leí cuando me enfrentaba a Animal allá abajo, en las ruinas de Atlantis.

 

            El anciano se acerca a la mesa, y toma los huesos atados. Es una frase extraña: “Hijos nacidos de la tierra, la verdad está en las estrellas, ocultas en lo profundo del mar”.

            El anciano piensa. Mira a Arcon II, y sigue pensando.

 

            —Organizaremos una excavación entonces… saldremos de estas divagaciones indignas para un rey.

 

            —Pero tío… ¿Qué estás haciendo? —dice Arcon, desconcertado por la reacción de su tío.

 

            —Aquella vez, cuando trajiste a ese humano desde la superficie, para que ocupara tu trono mientras tú comandabas a tus tropas para evitar una catástrofe, fui el único que te apoyó. Ahora escúchame tú a mí: un rey no siempre tiene que estar en la razón, sólo tiene que saber escuchar a quien la tenga.

 

            El rostro de Arcon II cambió. Sus divagaciones ya no le preocupaban. Vería de qué se trataba todo esto, y no había otro lugar que las ruinas de Atlantis para descubrirlo.

 

III

 

            Una cuadrilla de exploradores acompañaba a Arcon II en su búsqueda de la verdad. Todos portaban una gema que iluminaba el agua oscura en donde se encontraba emplazada la ciudad en ruinas. Las pálidas luces que emitían los atlantes se movían de un lado para otro, sin saber lo que buscaban, esperando las órdenes de su rey.

 

            —Todos saben cómo leer los antiguos símbolos, deben saberlo, por lo que hay que leer cada uno de los muros de Atlantis que queden en pie —ordenó.

 

            La cuadrilla se separa para abarcar más terreno, y Arcon va directo al lugar donde se había enfrentado con Animal. Era una habitación que no había visto antes, y menos en sus días de juventud, cuando su curiosidad natural y su amor por la historia de su pueblo lo motivaron a visitar las ruinas.

            Con la joya real en su pecho ilumina la sala cuando la encuentra, y nota que ha estado aislada del resto por bastante tiempo, ya que el deterioro adentro no es tan intenso como el de las ruinas que la rodean. Arcon II la inspecciona con cuidado. Hay grabados en los muros, algunos son muy parecidos a los que conoce desde pequeño como lengua antigua, pero otros son completamente desconocidos. Deja su tridente real a un lado. Entonces con sus manos toca los muros que parecen roca, pero es metal cubierto por polvo y corales. Descubre figuras y trazos, aparatos rotos, y por último, una hendidura sumamente irregular. Siente entre sus dedos la entrada que tiene ciertas aristas más altas que otras y una forma extraña, luego aprieta muy fuertemente con la otra mano las clavículas que le arrebató a Animal, y lo entiende. No sabe cómo, pero sabe que lo que tiene en sus manos es una llave, no un mensaje, un vehículo para llegar a una verdad hundida hace cientos de años en las profundidades del océano. Un foráneo ha tenido que viajar cientos de kilómetros para aparecer con este instrumento del destino. Una llave, y en frente de él, una cerradura.             Armado con la fuerza del tiempo, Arcon II se prepara para lo que sea. Introduce la llave, hasta que esta queda hasta la mitad introducida en la muralla. La luz roja se enciende, vestigios de un procesador integrado a la sala se activa con las últimas fuerzas que un sobreviviente puede tener, y proyecta sobre Arcon una imagen en tres dimensiones. Un mensaje, en una botella del tamaño de una ciudad. Habla.

 

            “Si alguien puede oír este mensaje, es porque nuestra historia ha sido olvidada. Soy Lamdar, encargado científico de la ciudad. Atlantis ha sufrido varios daños con la revuelta de los humanos, (…)con nuestro planeta madre ha cortado toda nuestra comunicación, y estamos asustados. Hemos pensado varios detalles para nuestra sobrevivencia en este planeta hostil, pero la más razonable es la de construir un domo capaz de resistir las presiones submarinas y hundirnos. No somos soldados, no somos políticos, somos científicos y estamos preocupados por nuestras vidas. El (…) con velocidad, pero los mismos (…)han servido para revelarse en contra de nosotros. Hemos codificado este mensaje en una lengua capaz de ser entendida por toda criatura que habita en este planeta, por lo que nuestra experiencia no se perderá con los siglos planetarios.

            La misión fue clara, debíamos (…)de la Asociación Ursa Maior…(…)fue este planeta, alejado de los ojos del Concejo Interplanetario, y capaz de sustentar la vida gracias a las elevadas concentraciones de Energía Cor.

            El planeta está poblado por una masiva forma de vida. Hemos aprendido su lengua y se llaman a sí mismos agarthianos. (…) este planeta. Son criaturas sumamente adaptables, y habitan en todos los ecosistemas conocidos: bajo el agua, en las montañas, las grandes planicies, su existencia es un alivio (…) nativa.

            Pudimos hacerlo. Logramos (…)seres sumamente resilientes y capaces de adaptarse a los distintos paisajes (…)en este planeta. Pero esas mismas características (…)nos han abandonado para regresar e informar de esta situación (…) El viaje es largo de ida y regreso, por lo que debemos resguardarnos.

            Según nuestros reportes, los humanos se han encargado de acabar con los agarthianos sobrevivientes (…) llevado casi hasta la extinción. Al momento de esta grabación, la población autóctona ha perdido el dominio sobre sus propios territorios a manos de los seres humanos.

            Mis últimas palabras para nuestros compatriotas, si es que encuentran esta grabación; nuestros últimos días como habitantes de la superficie las gastamos escondiendo nuestras naves y armas en las profundas cuevas que perforan este planeta, para que a su regreso las usen y sometan a los humanos. Ellos nos han obligado a abandonar la superficie, y merecemos ser vengados”.

 

            El mensaje estaba encriptado en una cinta de voz, la cual se cortaba en algunas partes, por el paso del tiempo, y la abrupta reproducción luego de siglos, o milenios escondido. Arcon II estaba impactado, y la revelación del mensaje había atraído a la cuadrilla completa. Todos estaban impactados por toda la información que habían oído de este viajero de las estrellas.

            Cuando la luz roja del aparato que apenas podía mantenerse en funcionamiento se apaga, el rey toma la clavícula y queda en silencio. Toma nuevamente su tridente, y realiza un gesto para subir a la ciudad. Los soldados lo siguen, silenciosos también, preguntándose qué es lo que hará su rey.

            Aquella noche, la pasa en vigilia, pensando y analizando el mensaje junto a su tío Argón, y esperando el momento en que el agua aclare, y Animal y los suyos, sean ejecutados.

 

IV

 

            El agua aclara una vez más durante su estadía en la Atlántida. Animal, B’horn, Kongo, y Ra’na no habían dormido en toda la noche, esperando que llegara el momento de cumplir su sentencia.

            Son visitados por los custodios de la ciudad, con la intención de despertar a los prisioneros, pero estos los miran con ojos vacíos, aceptando el destino que Arcon II les había impuesto.

            Animal estaba cansado de luchar, y ni él ni sus compañeros opusieron resistencia al ser maniatados, para llevarlos a la plaza de ejecución.

            En el lugar estaba el verdugo, sobre una gran piscina, alimentada directamente con el agua del océano que los rodeaba.

            El agujero que el enfrentamiento entre Arcon II y Animal había causado ya estaba reparado, y la cúpula giraba con normalidad encendiendo las luces de la capital de Atlántida.

            El primero en ser ejecutado es Animal, por recibir los cargos más agravantes. Es atado a una palanca que lo cuelga sobre la piscina. En ella hace ingreso un cardumen de peces que no han sido alimentados en semanas. Comiéndose entre ellos, esperan al ejecutado para saciar su hambre y ser devorado hasta los huesos.

 

            —¿Algo que decir? —le pregunta un juez, encargado de verificar que la sentencia se cumpla.

 

            Animal no responde. Pero cuando es descendido, Arcon II detiene la ejecución, con una abrupta entrada a la plaza.

 

            —Agarthianos… respiradores de aire… Afirmas ser el rey de los agarthianos que están más allá de los dominios de la Atlántida —Arcon II se acerca al sentenciado.

 

            —Sí. Yo y mis amigos estamos acá, no para ser tratados como criminales, sino como embajadores de un reino oculto, tal como el de ustedes —responde Animal.

 

            —¿Los humanos saben de ustedes? —pregunta Arcon II.

 

            —No, ellos desconocen a mis súbditos, sólo me conocen a mí.

 

            —¿Qué piensas sobre ellos? —pregunta un rey a otro.

 

            —Son criaturas extrañas los humanos. Se esmeran por destruirse los unos a los otros. Pero ellos son los que habitan sobre la superficie.

 

            —Tuve estima por un solo humano, al que llamaban Shark, pero los demás son sanguijuelas en este planeta. A ustedes les han quitado lo que les pertenece, y a nosotros nos han relegado a las profundidades del océano. Es tiempo de paguen por sus actos.

 

            La mirada de Animal se enturbia. Arcon II está hablando de eliminar humanos. Animal recuerda a aquel lo que despertó de sus sueños de desilusión y desdicha, y antiguos resentimientos nacen en su corazón.

 

            —Libérenlo. Quiero que el rey agarthiano sea testigo de la verdad.

 

V

 

            Animal queda atónito con el descubrimiento. No encuentra palabras para darle sentido a sus pensamientos y sentires. En manos del hombre estaba la responsabilidad de que su pueblo estuviera enterrado y olvidado por milenios. Su violencia contra los antepasados de los atlantes y agarthianos lo volvía furibundo. Pero no solo eso, se sentía tremendamente decepcionado. Él había hecho un sacrificio enorme al decidir quedarse en el centro de la tierra, para que su hermano “Alma Brillante” pudiera detener a Gaia y la extinción de estas criaturas*, solo para darse cuenta de que la humanidad no valía la pena.

 

            —Animal, debemos hacer algo. Mi tridente y mis tropas estarán a tu lado si es que tu pueblo se alza para recuperar lo que es nuestro. La hermosa superficie de la Tierra. Yo la he visto, no tiene comparación.

 

            —Yo también la he visto, he recorrido cada centímetro de ese mundo que llaman superficie. Los conozco también. Ellos tienen tecnología…

 

            —Pero nosotros también —interrumpe Arcon II—. Somos capaces de torcerle la mano a estos diminutos renacuajos.

 

            —Ellos tienen héroes.

 

            —Y nosotros los mejores soldados —argumenta el rey de Atlántida.

 

            Los presentes, los tres acompañantes de Animal, más el más cercano círculo real de Arcon II estaban esperando la decisión del rey de Agartha.

 

            —Si subimos y recuperamos lo que es nuestro, entonces tu gente, agarthianos con sangre de las profundidades, podrá ser tuya nuevamente. Compartiremos un reino infinito, sin estar condicionados por las tinieblas de las cavernas, ni las dificultades de vivir bajo el océano. Seremos coronados reyes del Sol, Animal.

 

            —El Sol —repitió nostálgico Animal.

 

            Nadie dijo ni una sola palabra nuevamente. Pasaron los minutos, y Arcon estaba perdiendo la paciencia, cuando Animal habló.

 

            —Que suene los tambores de guerra. Tendremos una batalla por el Sol.

 

Epílogo

 

            Las trompetas y tambores resonaron por el regreso del rey Animal a su querida Agartha.             Luego de los periplos que tuvieron con sus más cercanos colaboradores, Animal estaba celebrando su boda. Estaban todos de fiesta. La ciudad entera recibió a agarthianos de todos los rincones de las provincias. Todos estaban contentos. Todos sabían lo de la guerra.

            En frente del altar y de la roca del Alma Brillante, Animal y Serani plasmaron la promesa de seguir juntos en el camino de la vida, y que serían el apoyo el uno del otro, en momento de debilidad y grandeza.

 

            —Serani, amor mío, te pido perdón por abandonarte sin previo aviso —se disculpa Animal ante su nueva esposa, la reina Serani.

 

            —Lo importante es que hayas regresado con bien.

 

            —Amor, ningún regalo puede ser más especial que el que está preparado para ti.

 

            —¿De qué estás hablando Animal?

 

            —Mi regalo te espera en el cielo Serani, esperando por ti luego de la larga marcha hacia la superficie. Todo tuyo será el Sol.

 

 

*En "Extinción"

 

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