I
La
fogata era exactamente lo mejor que ellos pudieron haber pedido. No todos eran
tan afortunados, y cualquier fuente de calor era bienvenida ante el frío de las
noches de la ciudad. Un grupo de vagabundos rodeaban la fogata, y miraban hacia
el cielo, despidiendo a quienes la habían encendido.
—¡Gracias!
–exclamaban, mirando cómo dos figuras ígneas se alejaban, elevándose.
La
Familia de Fuego estuvo compuesta siempre de tres miembros, pero hoy sólo dos
de ellos existían en este mundo. La Mujer y el Joven de Fuego se elevaban tras
encender una gran fogata para que aquellos menos afortunados tuviesen donde
calentarse.
—¡Pídannos
lo que necesiten! —respondió la Mujer de Fuego, la mayor de la Familia, ahora
que George, el Hombre de Fuego, no estaba con ellos. Mientras, volaban rumbo a
su hogar en la ciudad de Northcrem, al norte de Angalil.
Justin,
el menor de los hermanos Smith, era quién más se preguntaba por George. Lo
extrañaba, necesitaba sus consejos, ya que era el más experimentado, y Justin
no podía concebir un futuro como héroe sin él a su lado. Julie, la hermana
mayor, notaba que Justin no estaba tranquilo.
—Sé
que extrañas a George, Justin, pero debemos dar vuelta la página. Debemos ser
capaces de seguir adelante y cumplir nuestras responsabilidades sin él —decía
Julie, aunque más que un consuelo, parecía una reprimenda.
—Lo
sé, hermana, pero si ni siquiera sabemos qué pasó con él… —Justin no se
consolaba al no saber si lo volvería a ver alguna vez, si estaba muerto o sólo
temporalmente ausente.
Lo
cierto es que ambos hermanos sabían que se tenían el uno para el otro, sabían
que lo que se vendría sería un completamente nuevo comienzo, y que no sería
nada fácil.
—Vamos
a casa —dijo Julie, mientras volaban—. Allá estaremos más tranquilos para
pensar.
II
La
imagen que mostraba Northcrem no difería mucho de lo que se veía en el resto
del mundo. Un mundo que tenía poco más que ruinas, intentando levantarse de
nuevo. Los hermanos de Fuego volvían a casa, pero lo que más esperaban era
volver a sus vidas como hermanos Smith.
—Al
fin en casa —dijeron ambos, casi al unísono. No podían ocultar su satisfacción
por estar ahí, a pesar de que su casa también necesitaba grandes reparaciones.
Ambos
entraron a su casa, y apenas lo hicieron, notaron que algo estaba mal allí.
Había un extraño ambiente, y se sentía. De pronto, sintieron un ruido. Ambos
miraron en rededor, y se pusieron en guardia. Poco a poco, su cuerpo fue
expulsando llamas, lo que les fue dando sus formas ígneas.
—¡¿Quién
anda ahí?! —gritó Julie.
Sorprendentemente,
la respuesta no se hizo esperar, y fue de una voz ronca, casi como el gruñido
de un animal.
—Soy
yo. Los estaba esperando.
Lo
que vieron a continuación fue probablemente lo que menos esperaban ver. Frente
a ellos se erguía una criatura alta, de unos dos metros de estatura, y con un
grueso cuerpo que denotaba una gran fuerza, además de una cola que era tan
fuerte como cualquier extremidad: se trataba de su viejo enemigo, Escorpión,
uno de los rivales más fieros que alguna vez hayan enfrentado.
—¿Qué
haces tú aquí? —preguntó Justin, con real miedo.
—Supe
que a la familia Smith le faltaba un miembro por estos días… y simplemente
quería asegurarme que los miembros que quedaban tuviesen lo suficiente —respondió
Escorpión, con una frialdad escalofriante.
—¿Lo
suficiente para qué? —preguntó Julie—. ¿Qué quieres de nosotros?
—Ustedes
saben que me gustan las buenas peleas, como las que me daba su hermano mayor.
Pero, ¿están ustedes a la altura de ser dignos rivales para mí?
El
honor de guerrero de Escorpión era lo único que tranquilizaba a los hermanos de
Fuego. Ellos sabían que su rival prefería un buen combate antes que un ataque
cobarde que los pillase desprevenidos.
Pero
ante la pregunta que éste les hizo, no tenían respuesta. ¿Estarían realmente
preparados para estar al nivel de su hermano mayor?
—Espero
que lo estén —dijo Escorpión, antes de que los hermanos alcanzasen a pronunciar
alguna palabra—, porque esta ciudad y el mundo van a necesitar que así sea.
En
ese momento, Justin tragó saliva. Si bien ya sabía que lo que vendría sería
difícil, le asustaba que alguien como Escorpión se los dijera tan directamente.
Ninguno de los hermanos se movía aún.
—Los
estaré observando para saber si son dignos. Nos veremos de nuevo… pronto —y
tras decir esto, Escorpión se dio media vuelta, y dejó la casa.
Los
hermanos, aún inmóviles, sintieron un escalofrío en su interior. Luego se
miraron, pero no supieron que palabra emitir. Sólo un abrazo pudo transmitir lo
que sentían.
III
En
un perdido callejón de Northcrem un extraño ser, cubierto de un extraño
material parecido a la espuma, trajinaba buscando algo que le pareciera de
utilidad en un montón de chatarra, con una sonrisa en su cara.
—Lo
haré, lo haré —se repetía a sí mismo—. Traeré de vuelta lo que me quitaron, ¡recuperaré
lo que es mío!
Mientras
pronunciaba estas palabras, en su retorcida mente se dibujaban varias figuras
ígneas, recuerdos de explosiones y el trazo de un oscuro plan, para el que sólo
necesitaba tiempo…
IV
Así
como la ciudad se levantaba poco a poco en el amanecer del nuevo mundo, Justin
y Julie habían comenzado a levantar de nuevo su dañada casa, esa que había
albergado a la familia Smith durante toda sus activas vidas. Por la radio,
surgían reportes de algunos incidentes entre fanáticos religiosos de distintas
creencias con personas que decían creer en un nuevo dios, y seguir una nueva
iglesia.
Pero
otra noticia llamó aún más la atención de los defensores de Northcrem. Una
noticia que hablaba de una gran reunión de héroes en el antiguo cuartel de los
Defensores Unidos, en Angalil.
—Quizás
debamos ir, hermana —dijo el joven.
—Si,
Justin —respondió Julie—. Necesitamos estar unidos en estos momentos. El mundo
nos necesita. Luego seguiremos ocupándonos en nuestras cosas.
Entonces,
ambos volaron hacia la capital de Eria, a reunirse con sus compañeros
defensores, y esperanzados en encontrar apoyo y ayudar en lo necesario.
Pero
lo que ambos realmente sentían, más allá de la esperanza, y en lo más profundo
de su ser, era miedo. Miedo de no ser suficientes, de no ser capaces de superar
la ausencia de su hermano. Miedo de no ser los verdaderos héroes que el mundo
necesitaba…
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