28.4.08

Mirox Zero: Capitán Cometa (Parte 2)

Historia: RXM

Parte 2: "Defensor"

V

Jack O'Neal no podía sacarse de la cabeza las palabras de Koma, así como tampoco la sensación de estar en medio de un cuerpo gigantesco que lo observaba. Pero se sentía lleno de vitalidad, como renaciendo en medio de la luz de este lugar.
Pese a que no pronunció ninguna palabra, Koma detectó la confusión en su mente, por lo que se dispuso a explicar. Con ello, súbitamente, Jack se sintió cayendo por el espacio, pero luego descubrió que era el efecto de la perspectiva: frente a sus ojos se formaban figuras y se recreaba una escena épica en medio del espacio profundo, con cientos de criaturas y vehículos voladores en medio de una cruenta batalla. En su cabeza, la voz de Koma narraba lo que veía.

—"Hace millones de años, mucho antes de la era de los humanos en la Tierra, se desató la primera de todas las guerras que el universo ha conocido. Un crimen imperdonable motivó a dos grandes fuerzas a enfrentarse, las que contaban entre sus filas con grandes guerreros e incluso, con dioses antiguos que tomaron partido para ambos bandos.
El conflicto fue largo, cruel y destructivo. Los líderes de los ejércitos no cedían ni pensaban en rendirse. Los dioses que amaban a la Tierra y al Sistema Solar la defendieron sin claudicar.
Fue durante los últimos días de ese conflicto, que un hecho lo cambiaría todo. En este mismo lugar, la guerrera más poderosa y líder de los enemigos de la Tierra, asesinó a un dios, cuyo nombre se ha perdido en el tiempo.
Pero el sacrificio de aquel dios no fue en vano: transmitió su última voluntad a todos sus aliados, y este deseo pasó a ser conocido como 'El Testamento de Oort', en honor al lugar donde cayó y su cuerpo quedó por toda la eternidad…"

—Pero… pensé que ese nombre era por su descubridor… —interrumpió Jack.

—Hay muchas cosas que ustedes dan por sentadas, con su limitado conocimiento humano.

—Espera… me estás diciendo que la nube de Oort es… ¿un cuerpo? ¿El cadáver de un dios?

—El cuerpo de los dioses está hecho de la energía fundamental del universo, la Energía Cor —continuó Koma—. Esta energía, invisible para ustedes, existe en todos los seres y en todas las cosas que existen, y puede cambiar de estado. Lo que ves aquí —hizo un gesto con sus brazos señalando la Nube de Oort en toda su magnitud—, son los restos solidificados de la Energía Cor del cuerpo de aquel dios.

Jack observó alrededor y puso atención. Las pequeñas rocas que flotaban por miles de kilómetros de extensión, y que por su trabajo alguna vez había observado desde la Tierra, tenían un ligero brillo, distinto a lo que conocía. De hecho no parecían rocas, sino más bien pequeños cristales. Una sensación de incredulidad le invadió por un instante, pero desapareció apenas sintió que una roca sólida, pequeña pero muy brillante, apareció en su mano.

—Lo que tienes ahí es la expresión definitiva de la voluntad del dios caído —dijo Koma—. Su amor por la Tierra fue tal que para garantizar su protección en tiempos de peligro, usó sus últimas energías para crear este artefacto, el Núcleo de Cometa, vinculado a toda la Energía Cor presente en Oort, a todo el poder restante de su cuerpo inerte. Y por ello, tú, Jack O'Neal, serás su portador. Llegado el momento, tu liderarás las fuerzas protectoras de tu planeta, serás el capitán de sus defensores. Te convertirás en el Capitán Cometa.

Jack sentía que un extraño poder lo invadía, proveniente desde la piedra, el Núcleo de Cometa. Sentía que esto cambiaría su vida la del la del mundo para siempre. Sin saber qué decir, con lágrimas de una extraña emoción, miró a Koma, miró al Núcleo, y sólo atinó a preguntar:

—¿Por qué a mí?

—Has sido escogido —respondió Koma—, por tu amor por el planeta y el universo. Pero no olvides que para cumplir bien tu nueva misión deberás renunciar a mucho. El compromiso y la responsabilidad lo exigen. Toma buenas decisiones y todo estará bien. Cuando me necesites, estaré.

Y dicho esto, Koma se desvaneció. El Núcleo brilló intensamente, Jack se sintió mareado, y se vio de pronto una vez más en la Tierra, aunque recostado en una camilla, en medio de salón blanco. Le pareció estar despertando de un sueño imposible. Pero volvió a mirar su mano, y el Núcleo de Cometa estaba allí.

VI

Esa noche, la ciudad de Angalil estaba en un estado de tranquilidad poco común para una urbe de ese tamaño. En parte la majestuosa aparición del cometa O’Neal-Sheer, y en parte el ritmo desenfrenado del día, eran los responsables de que la ciudad descansara a esas horas, poco después de la medianoche. La gente que estaba en las calles miraba el cielo o simplemente disfrutaba la poco frecuente calma que les regalaba esa noche de Junio.
Pero pronto los gritos de terror se apoderaron del silencio de las calles. Una extraña criatura, llamada burlescamente “el hombre castor” por sus antiguos opresores, dejaba libre su furia largamente contenida, destruyendo todo a su paso con su gran fuerza, hiriendo a quien se le cruzara.

—¡Búrlense ahora! —gritaba y gruñía, causando miedo, vengándose de todo el dolor que le causaron en sus días enjaulado, siendo considerado menos que un animal.

La situación se había salido de control. La policía no había tenido éxito en detenerlo y la criatura seguía avanzando.
En paralelo, unos brillantes ojos observaban ocultos en la oscuridad, esperando su momento.

VII

Kathreen había sido la primera en ver a Jack inconsciente, en el suelo de su lugar de observación. Jack no respondía y su preocupación aumentó, por lo que llamó a sus hijos y a James, y corrieron hacia él.

—¡Jack! ¡Jack! ¡Jack, despierta! Por favor, por lo que más quieras, despierta… —decía Kathreen, mientras tocaba su pecho con la esperanza de hacerlo reaccionar.

Los jóvenes Sean y Cat presenciaban la escena al borde de las lágrimas mientras corrían los segundos. De forma espontánea Cat puso su mano sobre el hombro de su madre, mientras Sean permanecía estático por el miedo.

—¡Debemos llevarlo al hospital! ¡Rápido! —gritó James Sheer.

De inmediato lo tomaron como pudieron entre todos, y lo subieron a su auto. Se dirigieron a la ciudad, y el mismo James conducía, mientras Kathreen y sus hijos trataban de reanimarlo.
Jack no reaccionaba, y su mano apretada contenía el gran secreto de lo que había pasado aquella noche bajo el cometa.
Al llegar, fue ingresado de urgencia al hospital, y extrañamente, más allá de un simple desmayo, no se detectó nada extraño en los primeros exámenes que le realizaron, por lo que fue dejado en observación, aún sin despertar.
Jack quedó solo por un momento. En la sala donde reposaba se pasó del silencio al alboroto, ya que por las ventanas entraban los gritos de las personas que veían como la extraña y furiosa criatura atacaba sin dudar a todo lo que le pareciera.
Ese momento, fue cuando Jack despertó. Miró a su alrededor y notó que se encontraba en una de las salas de un hospital. Miró el Núcleo de Cometa en su mano, y pocos segundos después, una gran luz surgió desde allí. Abrió bien los ojos, y comprendió lo que debía hacer. Alzando la mano con el Núcleo en ella, sus ropas se transformaron y el poder lo invadió; había nacido el Capitán Cometa.
Se paró frente a la ventana, lleno de seguridad, pese a que notó que estaba en el cuarto piso del edificio. La voz de Koma parecía estarle susurrando dentro de su cabeza, y guiándole sobre lo que debía hacer. Se paró en el borde, y sin miedo, saltó. Pero en lugar de caer, su cuerpo flotó. Observó la ciudad desde las alturas y sintió su poder y su libertad.
Sin embargo, no se distrajo demasiado, y volando, se alejó del hospital y se dirigió a donde sabía que debía ir: enfrentar a la criatura, proteger a las personas. Era su responsabilidad, era su misión.

VIII

Las personas vieron descender a un hombre con el símbolo de un cometa brillando en su pecho en pleno centro de Angalil. Era algo que nunca antes se había visto, por lo que la sorpresa era general.
Incluso la criatura se detuvo, y lo observó maravillado.

—Detén esto —exclamó apenas pisó el suelo. Pero la criatura sólo gruñó y sin hacer caso a sus palabras, lo atacó directamente.

El Capitán respondió creando un campo de fuerza y luego lanzándole un fuerte golpe que lo alejó varios metros. Así comenzó un corto combate, en la que el Capitán siempre tuvo la ventaja. La criatura nunca tuvo respuesta y cayó una y otra vez ante el poder del defensor.

—Deja de luchar y acompáñame, te ayudaré.

—Tú… ¡tú no puedes ayudarme! —respondió la furiosa criatura, y se lanzó en una rápida huida.

El Capitán Cometa lo siguió, pero la criatura trató de perderlo entrando en un oscuro callejón. Cuando lo alcanzó sólo vio la estela de una brillante luz que se desvanecía, y oyó una voz.

—Interesante… Tu también tienes poder, también brillas.

—¿Quién eres? —preguntó el Capitán.

—Tu brillo podría opacar hasta el de un diamante —respondió la voz—. Y nada es más brillante que un diamante, ¿me oyes? ¡Yo soy el Diamante!

Un fuerte rayo proveniente de aquella estela luminosa impactó al Capitán y lo lanzó hacia atrás, al momento en que la luz se desvanecía por completo. Luego, hubo silencio.
Las personas ensimismadas esperaban alguna respuesta, y no creían que esto ocurriese en la vida real. En el cielo, aún brillaba el cometa. El Capitán se levantó, quizás tan sorprendido como ellos, pero respiró profundo y les habló en voz alta.

—Tranquilos. Soy el Capitán Cometa y estoy aquí para protegerlos a ustedes y a toda la Tierra —miró al cielo y unas palabras se vinieron a su mente—. Cuando me necesiten, estaré.

Enseguida se elevó y un segundo cometa se vio en el cielo de la ciudad, mientras su nuevo defensor se alejaba. Sabía que volvería a ver a sus rivales de esta noche, y que probablemente enfrentaría otras amenazas. Koma se lo había dicho: había comenzado su misión, y la Tierra había comenzado a cambiar.

IX

En algún lugar sombrío y solitario, dos figuras muy dispares entrelazaban sus historias.

—Sé lo que has sentido, y sé que necesitas. Para mí no eres una bestia. Te daré el hogar que siempre has deseado. ¿Cómo he de llamarte?

—Yo… Antes de ser exiliado, en mi reino me llamaban Beaver —respondió la criatura—. Desde entonces, nadie me llamado por un nombre… ¡pero desde ahora nadie más se burlará de mi!

—Así es… Beaver. Y lo único que pido a cambio de tu nuevo hogar, es tu servicio.

—Hecho, señor…

Diamante. Estás al servicio del Diamante. Hoy comienza tu verdadera vida, ¡y que el mundo se prepare para tu venganza, y para nuestro poder!

El lugar se iluminó completamente, y ambas figuras se desvanecieron en el brillo fugaz. Luego, todo fue oscuridad.



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