“Arcon II, Rey de Reyes”
Historia: Zirijo
Prólogo
En los océanos primitivos de la
tierra, la fuerte brisa marina empuja las olas.
Las grandes criaturas submarinas y
terrestres estaban muertas desde hace ya bastante, y los cielos volvían a ser
azules, luego de haber quedado cubiertos por la oscuridad, el humo, y el frío.
El oleaje era persistente, y daba
con una plataforma ubicada en medio del vasto océano. Una ciudad se alzaba en
lo que será el océano Atlántico. Una inscripción anunciaba el nombre del lugar:
“Atlantis, ciudad laboratorio”.
Un gran estruendo se escucha en la
ciudad, y el alboroto lo domina todo. De pronto un domo se despliega, y cubre a
Atlantis, mientras la ciudad se hunde, al parecer, por siempre.
I
“No puedo ver nada”, pienso al
entrar en conciencia. No sé cuánto tiempo he estado dormido, pero sigo bajo el
agua.
Tengo que volver para saber si mis
amigos están bien. Trato de moverme, pero mi brazo está lastimado. “La cúpula”…
si, ahora lo recuerdo.
Antes.
La torre ha amanecido ajetreada esta
mañana. Todas las tropas se alistan desde temprano. Soy despertado a insultos,
pero yo los estaba esperando.
—Muy bien bestia foránea, hoy
tendrás tu audición con el rey Arcon —anuncia el atlante de mayor grado dentro
de la torre de vigilancia—. Pero el rey no vendrá, los llevaremos a la capital,
al mismísimo palacio de Poseidonis.
Soy sometido con las armas
ultrasónicas que usan los atlantes, largos tridentes con un cristal en la base
de las afiladas puntas, que emiten una extraña onda que paraliza. Soy atado,
amordazado e inhabilitado para cualquier cosa. Nos cargan en una cámara
especial, tirada por peces extraños. El atlante que me ha estado hostigando
durante todo nuestro presidio nota que miro a la criatura de forma extraña,
nunca antes había visto algo así.
—¿Nunca habías visto a un dragón? —dice,
ansioso por humillarme—. Creo que te sorprenderás con la ciudad.
El dragón es de forma alargada, y
con dos pares de patas. Posee cierto parecido a los caballos de mar, pero este
posee extremidades. Es mediano, del porte de un humano, y largo como un tigre.
Por fin veo a mis compañeros de
viaje. Están en muy malas condiciones, como yo. Ellos también están maniatados,
para nuestra “audiencia” con Arcon.
El viaje fue bastante largo, a pesar
de que los dragones que tiraban de los vehículos atlantes se movían con gran
velocidad. El océano es inmensamente extenso, es un reino misterioso.
El comandante atlante ordena que me
giren, para que pueda ver la gran ciudad de Poseidonis. La ciudad es enorme.
Desde la distancia se puede ver como se mantiene alzada en la orilla de un
peñasco. Un domo con aspas y con una ondulación en la punta protege a la ciudad
de las grandes corrientes submarinas. La ciudad está hermosamente iluminada por
verdes y amarillos pálidos, y por un momento recordé como son las manadas
humanas, viviendo en sus grandes ciudades de concreto y luces.
La entrada es por la base, ya que el
domo está en constante movimiento. Pasamos una puerta que no se abre. Una
membrana impide que el agua pase, solo dejándonos ingresar a los soldados y su
carga. Los dragones usan sus palmeadas patas para sujetarse de una angosta
pasarela que se dirige a uno de los edificios interiores. Por fin respiro aire
nuevamente. Entramos y somos llevados a la cámara del rey. Ahí Arcon nos
espera, de pie, y con un gran y vistoso tridente.
—¿Tú eres el que se hace llamar
Animal, rey de Agartha? —pregunta feroz e imponente. Su voz es la de un
verdadero mandatario.
No puedo contestar. Estoy
completamente sometido.
—¿Por qué sigue mi invitado en esas
condiciones? —pregunta el rey mirando hacia todos lados—. Desátenlo, y a sus
acompañantes también —ordenó.
—Lo soy, agarthiano por adopción, y
su legítimo rey —respondo al instante en que los mandatos de Arcon se cumplen.
Arcon II nos mira. Sus historias y
sus cuentos hablan de agarthianos, como ancestros de sus actuales ciudadanos,
pero…
—Ustedes no son lo que realmente
dicen ser —proclama, levantando el tridente que sostiene—. Son condenados ante
el poder que me confiere la corona de armas. Serán fusilados mañana al aclarar —sentenció.
Mi rugido resuena en la habitación.
Los atlantes nunca han escuchado hablar al rey de todas las bestias. La
sentencia es injusta. Me arrojo de inmediato contra el rey que está en frente,
siento mis músculos cansados, he estado bajo el agua mucho tiempo. Caemos del
alto edificio, pero Arcon me apunta con su magnífico tridente durante el
descenso. Pongo el brazo, lo que desvía su ataque, pero quedo atrapado. Rompe
el domo interior con mi cuerpo, y el segundo domos el que gira, con mi brazo.
Somos expulsados de la ciudad por al gran fuerza del tridente. Alcanzo a oír
una sirena ultrasónica. “Sellen el domo, nadie se mueve”, oí mientras caíamos
por el barranco que se ubica justo debajo de la ciudad. El dolor es intenso.
Todo está negro.
II
Ahora.
Mi brazo, creo que está roto. El
cristal debe haber estado diseñado para aguantar altas presiones, las mismas
corrientes marinas, y este tipo lo rompió con mi brazo.
Trato de incorporarme en la
oscuridad. Es difícil. No puedo nadar con facilidad tampoco.
—Ese ha sido, y será el mejor ataque
que me hayan dado en mi propio palacio —dice alguien: Arcon—. Y personalmente
me aseguraré de eso.
Gruño.
—No hemos terminado aún —dice luego,
desde algún lado. Debe estar cerca, habla dentro de mi mente—. Pero en estas
condiciones no podría saber qué tan fuerte eres.
Una luz fosforescente ilumina el
lugar. Proviene desde el pecho de Arcon II, un gran medallón que nos permite
ver a esta profundidad. Él brilla, y a nuestro alrededor se descubren edificios
en mal estado. Ruinas de algo magnífico.
Arcon toma con firmeza su tridente.
Está dispuesto a matarme, lo veo en sus ojos.
—No hay un lugar más indicado para acabar
con una revuelta de este tipo —agrega, tratando de darle algo de poesía a mi
muerte—. Te enterraré en las ruinas de Atlantis, la primera ciudad atlante.
Mi mirada escapa de su persona. No
puedo evitar mirar los muros que nos rodean. Logro notar algo similar en lo que
está escrito en los muros, con algo que he visto antes. Los pergaminos.
—¿Puedes leer lo que dicen los
muros? —pregunto, olvidando que me amenaza con su tridente.
—Es una lengua muerta de Atlantis… muerta,
como tú —dice, lanzándose en ataque.
El tridente nuevamente. El impulso
que toma es mínimo, pero la fuerza con la que avanza es tremenda.
III
—Las fuerzas con las que cuenta son
tremendas —decía un visitante oculto en la prisión de la zona oscura en
Agartha, corazón de la tierra.
—No sé en qué estabas pensando… pero
sin quererlo ella ha obtenido el beneplácito de las familias. Además, después
de lo que pasó con los Sabios, ellos confían plenamente en Animal.
—De lo que les hice… —aclara el
otro, que respira rápido, y sostiene una mueca torcida, en su celda oscura. Las
sombras ocultan sus identidades.
—Si… pero… ¿No se nos escapará de
las manos? Serani ha estado más atenta de lo que imaginé durante la ausencia de
Animal. Ha ganado influencia que no pensé que lograría —continuó el que hablaba
desde fuera.
—Tu deber es controlarla… me
sobrepasé un poco, pero he entendido que todo lo que hemos hecho nos ha llevado
a este momento. Él ha reaccionado como pensábamos, no hay razones para pensar
que sospecha algo.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Es algo extraño. Tengo una nueva
perspectiva de las cosas ahora. Lo único que debemos hacer es continuar con
esta “charada”. Él me necesitará… necesitará a cada uno de nosotros. Su
encuentro con Arcon debe ser fructífero.
IV
Viene. El tridente por delante del
ataque, amenaza con clavarse en mi pecho. Él es rápido, pero yo lo soy más.
Cuando el tridente se acerca lo más
posible, Arcon II nota que tengo una pierna flectada. La apoyo en su brillante
gema, y lo empujo con toda mi fuerza hacia el lugar de donde venía con el gran
impulso.
Arcon da con un muro a medio
derrumbar, completando la tarea emprendida por el tiempo, abriendo un paso a un
salón amplio, abandonado hace siglos por los antepasados del derribado rey.
—Eres hábil bestia —me dice desde el
suelo.
Estoy completamente sobre él. Mi
mano amenaza su cuello, y mi pie impide que realice movimiento alguno. Sus ojos
dicen que esto no ha terminado. Su determinación es tremenda. Un verdadero rey.
—He venido por otra cosa hasta tus
dominios —digo. Tengo la impresión de que esta podría ser la última oportunidad
de que un atlante lea el misterioso manuscrito que arrebaté de las manos de
Drilón.
Con mi brazo roto, hago el gran
esfuerzo de sacar el pergamino de huesos de entre mis ropas.
—Lee esto —le ordeno, lanzando la
clavícula a un costado de su cara.
—No puedo desde esta posición,
bestia —me responde.
Presiono con el pie, y veo la
expresión de dolor en su rostro. No le gusta. Está en una situación de inferioridad
a mí, pero sigue peleando. Así… así es como debo actuar.
—Léelo, o será lo último que veas en
esta vida, pez —le ordeno nuevamente. Mi mirada se llena de ese orgullo que
proyecta Arcon.
El rey de Atlántida me devuelve la
mirada, y luego mira la clavícula. La tomo para que pueda leerla en su
totalidad. Intrigado, lee con atención. Ha reconocido algo.
—El estilo de letra es algo que no
había visto antes… no se parece a ningún estilo clásico atlante —responde—. Pero…
—¿Pero qué? —pregunto ansioso.
—Pero es legible. Dice: “Hijos
nacidos de la tierra, la verdad está en las estrellas, ocultas en lo profundo
del mar”.
—¿Qué es lo que significa eso? —pregunto
luego de unos segundos de silencio.
—No tengo ni la menor idea Animal,
rey de Agartha —me responde.
Luces se ven por la entrada que
abrió Arcon. Sus tropas vienen por nosotros.
—Valiente movimiento, Animal… digo
de alguien que se hace llamar rey… pero estúpido —dice Arcon cuando sus tropas
hacen ingreso y nos rodean—. Amenazar a un rey en su propio reino, es algo que
jamás se había visto.
—Es por el bien de mis hermanos agarthianos…
es por la verdad —respondo.
—La verdad tendrá que esperar.
V
Me toman prisionero, y subimos hasta
Poseidonis, la capital.
Mis compañeros han sido capturados
también. Kongo se encargó de negociar la rendición, luego de que yo me lanzara
en contra de Arcon.
—No puedo imaginar qué nos harán —me
comenta cuando nos volvemos a ver.
—Nada hay que puedan hacer, extraños
—dice el rey Arcon II, ahora que somos prisioneros nuevamente—. Son culpables
de una insurrección, incitación a la traición y ataque al rey. No puedo dejar
que ande suelto alguien que se auto proclama rey de los agarthianos… es mi
reino, ellos son mis ciudadanos.
—Son tratados como basura por tu
gente, Arcon. Ellos merecen un trato mejor —respondo, atado desde mi celda en
la ciudad.
—Desvergonzado… en las puertas de
una ejecución sigues defendiendo una mentira. Pero eso tiene arreglo. Mañana
mismo serán ejecutados en frente de todos en la ciudad. Será ejemplificador
para nuestros ciudadanos.
—No sabes lo que haces, Arcon… Si
muero, manadas de agarthianos vendrán a vengar mi muerte… no quieres esta
guerra con nosotros.
—No me importan sus amenazas vacías,
Animal —dice el soberano mientras se retira—. ¡Regístrenlos! ¡Quítenles todo!
En especial esas clavículas que porta el rey de ningún lugar… me interesa la
historia y las reliquias. La guardaré junto a mis objetos preciados, y veremos
de qué se trata todo esto.
Continuará…
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