United We Stand (Parte 2 de 3)
“El Reclutamiento”
Historia: RXM & Zirijo
I
—Damas, caballeros, creo que podemos arreglar la situación de otra manera —declaró el intruso.
Apuntando a su cabeza, estaba Megabot. Mientras Snowstorm se acercaba furtiva, y a tiempo, el Hombre de Fuego brincaba sobre la mesa, para acercarse.
—¡Alto! Yo lo invité —aclaró Blackbird, siguiendo al Hombre de Fuego y alcanzando a detenerlo, interponiéndose entre los defensores y su invitado.
—Lo primero, es calmar los ánimos —dijo el sujeto vestido de un rojo escarlata, una capa, antifaz, y una prominente flor en la solapa de su traje.
—¿Quién es él? —preguntó sobresaltado Justin, el Hombre de Fuego.
—Si mi estimado amigo Blackbird me lo permite, me gustaría presentarme yo mismo. Soy conocido como Pimpinela Escarlata, y estoy aquí para su servicio —tomó la palabra el desconocido, con ambas manos levantadas en señal de buena voluntad.
—Pimpinela Escarlata me contactó durante los primeros días del ataque de Estados Unidos, y con su ayuda se conformó la Liga Europea de Héroes —explicó Blackbird.
—Y además de contar con una amplia variedad de contactos, creo poder ayudarlos a dilucidar el misterio que tienen entre manos.
—¿Sobre la criatura? —preguntó Megabot, escéptico—. Es muy sospechoso que aparezca ante nosotros un desconocido capaz de dar respuesta a una materia que ni siquiera hemos terminado de discutir.
—Efectivamente, y mi presencia aquí no es casualidad. Fui invitado por Blackbird para hablar sobre otras materias, temas operativos sobre la reconstrucción de Londres, pero una conversación reciente me hace pensar que hay algo más detrás.
—Explícate —exigió el Hombre de Fuego, algo alterado con tanto misterio.
—Creo estar en condiciones de explicar y revelar mis fuentes sobre esta “criatura” —respondió Pimpinela Escarlata, tomando asiento, mirando a todos a los ojos—. He podido hablar con un mago, un arcanista que quizá ya conozcan, llamado Códex, y me ha contado ciertas cosas de sumo interés, entre las que se cuentan la aparición de un ser de naturaleza semi divina llamado Oblivion, leal a su viejo conocido Logos, y que concuerda con la descripción que ustedes realizan de esta criatura.
—No ellos de nuevo —se quejó Justin, dejándose caer en su asiento, siendo el único que quedaba de pie. Todos los otros habían regresado a sus sillas, mientras Pimpinela Escarlata hablaba.
—Este tal Oblivion es un “keres”, un sirviente particular para los fines de Logos, así como Void y tantos más... el equivalente a un ángel para otros dioses —reveló Pimpinela Escarlata mirando a Blackbird, que gracias a su máscara no reveló su cara de angustia al oír el nombre de su enemigo Void.
—Él ha seguido su movimiento astral, y esta criatura está un tanto confundida al entrar a nuestra realidad, por lo que ha estado en Inglaterra, Japón, y también en el sur de Eria…
—Los lugares de las detonaciones de AHB-42 —aclaró Snowstorm.
—Sí, pero lo que busca en realidad es a Raymond Curtis.
Todos en la sala arrugaron el ceño. No apreciaban al antiguo cardenal de la Iglesia de Logos. Aún así no parecían del todo convencidos con la explicación.
—Es ridículo, no entiendo la lógica de todo esto… ¿qué tiene que ver el ex presidente Wilson con Raymond Curtis o Logos? —comentó Snowstorm, confundida y un tanto indignada.
—Esperen… Raymond Curtis... —divagó Justin Smith—. Yo estaba buscando a Raymond Curtis en aquél edificio, no al ex presidente
—Sí… Curtis, yo lo vi a él cuando me enfrenté con Oblivion —agregó Nick, mirando a Justin, y a Pimpinela Escarlata al momento de nombrar a la criatura de alas y colores oscuros.
—Curtis está entrando de alguna manera a sus mentes, para que lo protejan de Oblivion. Pero no es por Curtis que hay que detenerlo —señaló Pimpinela Escarlata.
—Eso está claro, cualquier cosa relacionada con la Iglesia del Logos es peligrosa —concordó Snowstorm.
—Debemos entregarlo a la justica. Si Oblivion lo encuentra, no tendrá un juicio que haga justicia… y que lo salve de la muerte —sentenció Blackbird.
Con los brazos extendidos, y su mentón pegado al cuerpo, una mirada expectante y un tono de voz cautivador, Pimpinela Escarlata agregó:
—Me parece que es momento de que Defensores Unidos regrese.
II
—Puede pasar a verla —dijo el doctor a cargo.
En el hospital general de Angalil, la paciente Camille Sanders aún estaba en observaciones cuando Adam Johnson acudió a visitarla.
—¿Cómo has estado? —le preguntó Adam, que acudió en su identidad civil a visitar a su compañera de equipo.
—La comida es horrible —respondió ella, incorporándose en la cama.
—¿Aún son constantes las jaquecas? —pregunta él, buscando en el rostro de Camille signos de dolor.
—Sí, pero son menos duraderas —dice, tomándose la cabeza, dejando caer de entre sus dedos algunos cabellos rubios.
—Bien, porque necesitamos reunir al equipo de nuevo —dice Adam, con una mirada sólida, decidida.
—¿Para qué?
—Estamos siguiendo la pista de un sujeto peligroso.
—Necesitarás refuerzos —aclaró Camille—. Necesitarán a Quasar.
—Quasar está fuera de los radares desde la guerra, cuando entró enfurecido a New York…
—Y nos salvó a todos —interrumpe la internada—. Lo necesitamos aquí, de nuestro lado.
—¿Y dónde está?
—Quiere dejar el planeta, si es que no lo ha hecho ya. Está completamente enajenado de su parte emocional.
—¿Y eso no lo hace un problema en el equipo?
—Lo necesitamos, no sabemos qué hay allá afuera, y Quasar tiene el poder para acabar con lo que sea.
—Yo vine a buscarte a ti, Lady Star. Necesitamos tu liderazgo y experiencia.
—Yo no vuelvo al equipo sin Quasar.
Adam calló un instante. Miró con dureza a Camille, que estaba pálida y ojerosa, pero transmitía en su semblante que no daría pie atrás a su decisión.
—Bien —respondió por fin Adam—. Pero creo que necesitaré un ejemplo de “humanidad” para él, para que aprenda de nuevo… conozco a la indicada.
—Entonces me tienes de regreso —acordaron con un apretón de manos—. Sabes, nunca te había visto tan seguro sin tu máscara —dijo Camille, con una sonrisa.
III
—¿Estás seguro que es acá? —preguntó el Hombre de Fuego, abandonando su forma ígnea, muy cerca del suelo, mientras descendía junto a Megabot de un largo trayecto que los llevó hasta Luck City, en Eria.
—Sí, el sujeto que buscamos tiene un casino aquí, y es mago —respondió Megabot, también un poco incrédulo de las características de la persona que les había indicado Pimpinela Escarlata—. El mismísimo Códex lo recomendó.
“¿Y desde cuando confiamos en desconocidos?” pensó preguntar Justin, pero recordó su estadía en el Pueblo de los Escorpiones, y apretó los dientes.
Era medio día, y solo funcionaba el bar del local, por lo que no había mucha gente dentro del recinto. En el fondo había un gran escenario rodeado de mesas y sillas dispuestas para los espectadores. Grandes plantas adornaban el oscuro lugar.
—Los estaba esperando caballeros —se oyó en toda la oscura sala.
Megabot y el Hombre de Fuego, descolocados, miraban en todas direcciones buscando en la barra, en las máquinas apagadas, y en el escenario a oscuras. Allá se produjo cierto destello, de todos los colores del arcoíris, y las luces se encendieron. En medio del escenario se encontraba un sujeto vestido completamente de blanco, con una larga gabardina, con los brazos extendidos y la cabeza gacha. Su pecho destellaba múltiples colores, cuando se movía en contraste con la luz que le apuntaba.
—Gran sentido de la teatralidad —comentó Megabot al acercarse al escenario—. ¿Es usted Arnold Turner, el dueño?
—Así es, pero en nuestras circunstancias, me gustaría que me llamaran Rainbow.
—¿Qué circunstancias serían las nuestras? —preguntó Justin, un tanto desconcertado.
—Señores, soy un hechicero. Sé qué los trae por acá.
IV
Mientras el sol se posaba sobre el horizonte, agitado, Tom Miller corría por las calles de Southampton. La pequeña ciudad recibió a muchos de los damnificados de Londres, y Tom no era la excepción.
—Falta demasiado —exclamó Miller al mirar su reloj, tomar una bolsa de terciopelo que guardaba en su bolsillo, y mirar el cielo anaranjado, oscureciéndose.
—¿No crees que es un poco indecoroso esconderse de esta forma? —preguntó una misteriosa voz, venida desde el fondo del callejón que Tom escogió para detener su carrera.
—¿Quién está ahí? —reaccionó sobresaltado Tom, mirando hacia todos lados.
—Soy conocido como Pimpinela Escarlata —se presentó el extraño, mostrando su traje escarlata y la flor en su solapa.
—He oído de ti —respondió Tom, más tranquilo—. Bienvenido a mi superguarida.
—He visto mejores —respondió Pimpinela.
—Creo que no es un buen momento para bromear, estoy en una persecución —dijo Tom, mirando por el muro que lo escondía.
—¿Estás tú persiguiendo a alguien, o es a ti al que persiguen? —preguntó Pimpinela Escarlata.
—¿No es lo mismo acaso? —filosofó Tom.
—No… —balbuceó contrariado Pimpinela, mientras Tom se ponía en movimiento rápidamente.
Pimpinela intentó seguirlo, pero el lugar donde estaban explotó por el ataque de Mr. Evil.
—¿Dónde está el enano que robó mi botín? —vociferó Mr. Evil, cruzando el humo que dejó la explosión.
—Tengo que hablar contigo —le dijo Pimpinela Escarlata a Tom, mientras corría, dándole alcance.
—Creo que ya entendimos que no es un buen momento —respondió el joven.
—Fui enviado por Códex, para invitarte a ser parte de Defensores Unidos.
—¡¿Defensores Unidos?! —exclamó Tom, deteniéndose, haciendo que Pimpinela Escarlata no pudiera reaccionar al mismo tiempo y siguiera de largo.
—¿No es broma, cierto? —preguntó completamente serio Tom—. Porque si es una broma, estoy acostumbrado a ellas... ¡Dime que no es una broma! —suplicó.
—No es una broma Tom, pero sinceramente no tengo idea de por qué tu nombre jamás apreció entre mis informantes, ni en ninguna de mis investigaciones.
—Sé mantener un bajo perfil —respondió Tom, antes que otra explosión interrumpiera.
—¡Regrésame mis cosas! —ordenó Mr. Evil, al estar más cerca de ambos.
—No son tuyas, aquella joyería es la única fuente de trabajo de la señora Hoyt, esta es su mercancía —gritó el muchacho, que seguía huyendo.
—¿Quién eres tú? —preguntó Mr. Evil a Pimpinera Escarlata, que no entendía nada de lo que pasaba—. No me simpatizas.
Mr. Evil atacó a Pimpinera Escarlata, que sin dificultad esquivó el disparo. Desplegó cierta cantidad de flores escarlatas sobre el suelo, que detonaron para asustar a su atacante. Pero este no cedió.
Los disparos continuaron, hasta que era difícil ver, y las luces de los faroles se encendieron.
Cuando Pimpinela Escarlata estaba acorralado por el salvaje Mr. Evil, una luz impactó en la espalda del agresor, y este cayó inconsciente. Pimpinela levantó la vista, y vio a una figura desplazarse en el aire, apuntando con la mano extendida.
—Sigamos hablando de esa oferta —agregó el muchacho, que ahora exhibía una luna menguante en su pecho, luz en sus ojos y un inmenso poder.
—Es para las reservas del equipo —aclaró Pimpinela Escarlata.
—¿Estas bromeando? ¡Es Defensores Unidos!
V
Canadá estaba muy alborotado por esos días. El verano había llegado, dejando al descubierto los árboles y los nuevos brotes de la estación, y con ellos, nueva vida reinaba por el lugar. La masiva migración de población estadounidense luego de que O.M.E.N. tomara el control administrativo y político de Estados Unidos, había estado poniendo problemas a la policía fronteriza desde el inicio de la estación. Por lo mismo, Blackbird no tuvo problemas en cruzar volando la frontera del país del norte.
No iba solo, ya que en sus brazos transportaba a Génesis, su nueva amiga, que con su holgado traje blanco, que hacía contraste con su piel oscura, no dejaba de arrepentirse de haber llevado algo más abrigado para aquel viaje. El cambio de estación ya se hacía notar con claridad.
El joven defensor y su acompañante descendieron cerca de las ruinas cercadas de una instalación militar abandonada. La investigación había sido dejada de lado por el tema fronterizo, y ya nadie circulaba por el lugar. Varios pájaros formaban un bullicio en las cercanías, mientras Blackbird y Génesis entraban al lugar. Un letrero a medio caer anunciaba “Base Militar de Suffield”.
—Es aquí —confirmó Blackbird.
Al avanzar dentro de las ruinas, Adam y Génesis sintieron un calor inusual, que se originaba al interior de la base. Un tono rojizo guiaba su camino, ya que sabían lo que buscaban. Sentado en una larga banca, de lo que fueron camarines rodeados de lockers, se encontraba absorto Quasar, sosteniendo una fotografía.
Todo dentro de aquella habitación parecía inerte. Todo en silencio, estático, y un fulgor rojo teñía la atmósfera viciada que rodeaba al canadiense, como si el tiempo no hubiese avanzado en aquel lugar.
—Quasar… —comenzó a decir Blackbird.
—Nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de parecer —interrumpió la voz de Quasar, pero sus labios no se movieron, y la voz parecía que se emitía desde todos los rincones de aquel lugar.
—Te necesitamos Quasar —insistió Adam—. Estamos enfrentando una situación peligrosa, y tú…
—Y yo soy el arma que necesitan —agregó Quasar, nuevamente sin inmutarse—. No eres distinto a mis creadores ni a mis superiores. Has venido aquí simplemente porque me necesitas —agregó.
Blackbird miró a Génesis, pero ella estaba absorta observando la radiante figura roja que estaba en frente. Génesis avanzó un poco, pero Quasar habló nuevamente.
—Pero soy yo quien no los necesita a ustedes. Iré donde mis creadores, y les haré lo mismo que a Mathieu y sus tropas. Me libraré del yugo de mi origen, para tocar las cuerdas, y comenzar todo de nuevo. Esto es un preámbulo… lo que fue, será de nuevo.
—Por favor Quasar… ¿Cuál es tu nombre? —interrumpió Génesis, tomando la fotografía que Quasar tenía en su mano.
Por primera vez desde que estaba allí, Quasar movió su cuerpo, y la temperatura del lugar se elevó varios grados. Blackbird se sobresaltó al sentir una ráfaga emanada del cuerpo del ex soldado canadiense.
Quasar contempló los cálidos ojos de Génesis, y luego de algunos segundos se limitó a responder.
—Henry.
—Henry, no se trata de que si te necesitamos o no, ni de fuerzas capaces de acabar con el universo. Se trata de que alguna vez fuiste de carne y hueso, como Blackbird y como yo, y que tienes el derecho de poder seguir siéndolo, hasta que te plazca —dijo Génesis, mirándolo directamente a los ojos—. Si algo me han enseñado mis habilidades, es que toda herida puede sanar.
Quasar no solo vio la cándida expresión en el rostro de Génesis, ni sus ojos negros, sino que también vio la materia que la componía, la sangre que la recorría, las moléculas que compartía con todas las cosas en el universo. Y no solo vio a una mujer en frente de él, sino que vio una estrella hablándole.
—¿Cuál era su nombre? —preguntó Génesis, señalando la fotografía.
—Mia —respondió Henry.
—Debió amarte mucho, se nota —comentó la muchacha.
La temperatura de la habitación disminuyó hasta llegar a la misma que la del ambiente. La tonalidad rojiza de la habitación disminuyó hasta inundar solo el entorno cercano de Quasar. De pronto corrió una brisa que limpió el ambiente, y se logró oír el trino de las aves.
Los tres estuvieron allí hasta que se hizo de noche. Hablaron hasta que el comunicador de Blackbird recibió una llamada.
Continuará...
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario