Historia: Zirijo.
I
—“Los últimos reportes hablan
de un total de 200 heridos y 40 muertos con la tragedia sucedida en la Gran Muralla
China, la semana recién pasada. Según los testigos, la Gran Muralla comenzó a
temblar y de pronto se levantó, haciendo que los miles de turistas y encargados
de la mantención de la magna obra de la antigüedad, sufrieran accidentes y cayeran
por los costados de ésta. Hay grabaciones de personas que sirven de evidencia
para la investigación. Habitantes de las cercanías a la muralla, muestran que
en su parte nororiental se levantó una gran cabeza de dragón, y que sería esta
la razón del movimiento de la Muralla. Los expertos están evaluando el caso, y
se barajan diferentes teorías, desde fuerzas milenarias, hasta extraterrestres
que quieren infundir el miedo en la población. Lo único seguro, es que la Gran
Muralla China nos sigue maravillando con sus secretos…”.*
En
ese momento, Tcheng apaga el televisor y se dirige a su oficina, en uno de los
tantos edificios corporativos de la moderna Shanghái. Tcheng tiene bajo su
poder una fuerte flota de barcos transportistas que cada día le dan millonarias
satisfacciones. Ha invertido bien su dinero y es un hombre exitoso. Tiene una
linda familia que, por cuestiones de trabajo, no puede ver muy seguido. Su
mujer es bella, y su hija es una alumna destacada con el futuro asegurado. Pero
en la soledad, cuando todo el personal de su piso se va, Tcheng sigue en su
oficina, manteniendo un secreto, el único secreto que le mantenía a su mujer y
al mundo.
Los
negocios iban bien, pero porque tenía buenos contactos. Había conseguido el
mejor colegio para su hija, pero porque había tenido la ayuda necesaria. En la
soledad de su oficina, encendía una pantalla y tenía largas conversaciones por teleconferencia
con otras personas con actividades poco sanas. Tcheng era heredero de un puesto
en una mesa que pretendía llevar los hilos de China: La Dinastía.
—Nuevamente
trataremos el tema de la desaparición del Emperador Meng Li —fueron las
primeras palabras que pronunció Tcheng, cuando comenzó la teleconferencia del
día de hoy.
—Hemos
tenido esta conversación mil veces, Tcheng. Sólo hay que elegir a un nuevo líder,
y seguir con el plan —contestó Mao Güi-Weng,
compañero de Tcheng en La Dinastía.
—Eres
un maldito traidor, Mao. Ahora que no está el Emperador, quieres el poder para
ti. Hay que seguir firme con la esperanza de que el Emperador vuelva.
—Tcheng,
date cuenta que el Emperador no era tan poderoso como pensábamos. Después de lo
que pasó en la Gran Muralla China, puede que se haya ido con la cola entre las
piernas, y simplemente se dejó llevar por la derrota.
—¿Cómo
puedes hablar así del Emperador? Eres una rata rastrera.
—Y
tú, un adulador de ese tipo con delirios de grandeza. Yo digo que aceleremos el
plan, y que nos hagamos con China ahora. Solo es cuestión de asesinar a unos
cuantos tipos, sobornar a uno que otro comandante, al general en jefe del ejército,
y estamos en condiciones de realizar un golpe de estado. China será nuestra.
—Pero
el hombre indicado para eso es el Emperador. Tú no sabes dirigir un país tan
grande. Además, hay que esperar la decisión que se tome en la mesa.
—Eres
un cobarde, Tcheng. Ahora me doy cuenta de la clase de persona que eres. Ya hay
algunos de nosotros que vamos a realizar el plan, si o si. Si quieres
participar, te sales de La Dinastía, pero no compartirás nada de nuestros
beneficios.
—Ya
veremos lo que suceda, Mao Güi-Weng… ya veremos.
Tcheng
se sale de la video conferencia inmediatamente. Va a su mini bar y se prepara
un trago. Está confundido y no sabe qué hacer. En eso, suena la ventana de la
oficina, la cual estaba abierta. Tcheng ni se inmuta, y comienza a hablar a
alguien.
—¿Qué
vamos a hacer ahora?
—No
los sé, señor Tcheng —contesta una voz ronca, la voz de un demonio.
—Mao
quiere llevar a cabo el plan, pero es demasiado apresurado. Quiere remplazar al
Emperador.
—Hay
que eliminarlo.
—Si,
Goldhem. Hay que eliminarlo.
II
En
el Templo del Dragón de Mil Cabezas se encontraban reunidos Dragón Blanco/Negro,
y un sujeto extraño venido de Japón: Tetsu no Samurai, que vino en búsqueda de
su maestro desaparecido, Sensei.
—Sensei
desapareció después de lo que sucedió en la Gran Muralla, Tetsu no Samurai. No
lo he visto desde que fue derrotado por Meng Li —le decía Liu Fang Dae a su
visitante.
—Esto
no puede ser. Sensei es la persona más fuerte que conozco, no pudo ser vencido
por una alimaña como Meng Li. He escuchado que es poderoso, pero esto es
imposible.
—Lo
vi con mis propios ojos, Samurai. Sensei fue derrotado. Y no sé dónde pueda
estar en estos momentos.
—Lo
que le pase al Sensei es de suma gravedad, pero hay otros temas que me traen ante
ti, Dragón. Estaba viajando cuando supe lo que le había pasado a la Muralla
China. Es muy peligroso que haya tipos capaces de hacer eso. Hay que
detenerlos. Tus guerreros de la Orden del Dragón serán muy útiles para
enfrentarnos a esos Onis.
—No
son demonios, Samurai, y los monjes que viven aquí no están interesados en eso.
Su misión es detener a Meng Li, y sólo se moverán por eso. Tengo una mejor
idea. Escuché sobre una mujer que se mueve más rápido que el relámpago, ella
podría ayudarnos a detener a los secuaces de Meng Li.
—Te
refieres a La Dinastía.
—Sí.
—Ellos
son de temer. Muchos empresarios chinos asociados con japoneses hablan sobre La
Dinastía y su poder sobre el mundo. Según mis contactos, se están dividiendo. Lo
último que supe fue que los Ministros de Meng Li estaban separados, y que
incluso se enfrentaban entre ellos. Esto suena bien para nosotros, pero puede
haber civiles involucrados. Tengo a unos amigos en Beijing, investigando. Están
infiltrados en las bandas. Viajaron a China antes que yo.
—Una
pelea nunca es buena, Tetsu no Samurai. Solo hay que pelear en último caso.
Salen más muertos que vivos —decía Liu Fang Dae, mientras miraba la tumba de su
maestro.
El
silencio se apoderó del lugar, y sólo era interrumpido por el cantar de los
pájaros. Pasó un par de minutos hasta que Liu Fang Dae volvió a pronunciar
palabra.
Consultemos al Oráculo de Tiang Po, Ojo del Destino.
Podrá decirnos a quien podemos contactar para detener a La Dinastía.
III
Las
calles de Beijing ya no eran seguras. En esta última semana, salir después del
crepúsculo era una locura. La policía era incapaz de detener a las bandas que
recorrían las calles. Todas las noches, el sonido de las balas atormentaban a
las personas cuerdas que se mantenían a salvo en sus casas. Ya los muchachos no
iban a sus colegios, y eran reclutados por los líderes de las bandas barriales,
los cuales eran financiados por narcotraficantes y por miembros indirectos de La
Dinastía. Todas las mañanas aparecían más y más cadáveres en las calles de la
gran ciudad. Se oía decir que extrañas máquinas salían a patrullar sectores
determinados de la ciudad, los sectores comerciales y de oficinas, mientras que
las poblaciones marginales eran vigiladas por maleantes entrenados y armados
para enfrentarse a lo que fuera. Las noches de Beijing ya no eran seguras.
Había
historias sobre un vigilante, que se movía a la velocidad del relámpago, que
trataba de detener a estas bandas, pero que no era suficiente. No se sabía si
era hombre o mujer, sólo que había detenido varios intentos de asaltos y de
asesinatos, llevando a las víctimas a centros de policía, donde encerrados
estarían más seguros. Hasta ese punto habían llegado las noches de Beijing.
—Estos
tipos están locos —dijo una muchacha a su compañero, mientras hacían vigilancia
en las noches de Beijing—. Tetsu no Samurai debe estar loco para querer que
detengamos esto. No podemos solos.
—Por
supuesto que no, Ritsuko. Por eso estaba buscando al Sensei, su maestro, para
traerlo y acabar con esta guerra de bandas. La Dinastía no puede seguir
manipulando a estos muchachos.
—Koi,
no debes creer todo lo que diga Ando. Sólo porque sepa utilizar una katana como
si fuera su propio brazo no significa que pueda saber lo que pasará.
—Tú
no confías en nadie… ¿entonces por qué estás aquí?
—Bueno…
porque... ¡cuidado!
Una
oscura e imponente figura atacó a Koi, mientras que su compañera de vigilancia
logró detener el ataque después de realizar un movimiento de karate. Era un
Death Soldier, uno de los que fabricaba el Señor Chang. Estaba en una
expedición. Venía a eliminar competencia.
—¡Es
una máquina, Koi! ¡Es mitad hombre mitad máquina! —gritó consternada Ritsuko. Nunca
antes había visto a una de estas máquinas del Emperador Meng Li.
En
eso, Koi sacó unas estrellas mortales de sus mangas, y las lanzó a las piernas
del Death Soldier, cortando unos cables que mantenían en movimientos sus
extremidades inferiores. Ritsuko, mientras, llevaba al suelo con un giro lo que
quedaba del cyborg creado por el Señor Chang.
—La
situación es grave. Hay que llamar a Ando, no podemos esperar a que encuentre
al Sensei —le dijo Ritsuko a Koi, quien estaba examinando al rondador que los
había atacado. Éste, apresurado, tomó a Ritsuko del brazo y le dijo:
—Tenemos
que salir de aquí. Este soldado era una avanzada, escuché que venían más. Ponte
tu traje de Karate Girl, y salgamos de aquí.
Se
escuchó una brisa, que los muchachos interpretaron como aquel ser misterioso
que estaba vigilando las calles de Beijing. Miraron a todos lados y siguieron
con su huida. Debían contactar a Tetsu no Samurai, la guerra era inminente.
IV
Distrito
comercial de Beijing. Oficina de Tcheng.
La
conversación que había sostenido Tcheng con Mao Güi-Weng había tenido
consecuencias. La Dinastía
estaba dividida entre los que querían esperar al Emperador Meng Li y los que no
estaban dispuestos a tener retrasos en el plan de conquistar China. Del lado de
Tcheng estaban los menos de los miembros de La Dinastía, algunos de los
Ministros de Meng Li y Goldhem. El fracaso de la Muralla había sembrado la
desconfianza entre los fieles a Meng Li, y no podían arriesgar el plan de
generaciones ante un sujeto que no pudo concretar un solo plan. Mao Güi-Weng se
alió con los extremos de La Dinastía, que lo único que tenían en común era que
querían China para ellos. No confiaban entre ellos, ni menos se confiaban los
territorios. Su alianza era débil, y a eso apelaba el plan de Tcheng.
—¿Enviaste
a los Death Soldiers a acabar con los hombres de Güi-Weng? —preguntó Tcheng a
uno de sus hombres, ya a altas horas de la noche.
—Si,
señor Tcheng, pero tuvimos un problema. Al parecer han entrenado bien a sus
hombres, pues encontramos un Death Soldier de avanzada, destrozado. Creemos que
están usando a algunos de los Ministros para las vigilancias. Se están
organizando mejor, señor.
—No,
no es así —interrumpió Goldhem—. Los Ministros no se han movido de donde los
tenemos.
—¿Encerraron
a los Ministros? —alegó sorprendido el subalterno de Tcheng.
—Si,
por su propio bien.
—¿Pero…y
si se liberan?
—¿Estás
dudando de mis decisiones?
—No,
señor… perdone usted.
El
ambiente se tensó. Es acostumbrado que en medio de las conversaciones haya
grandes espacios de silencio. Es por esto que cuando entró otro de los hombres
que Tcheng tenía a su cargo, la sala estuviera silenciosa.
—Señor,
los soldados están listos, es cuestión que dé la orden.
—Adelante
entonces.
V
—“Los soldados que antes
habían servido a Meng Li, ahora están a
punto de provocar una matanza de proporciones, nunca antes vista en las calles
donde la luz no descansa… ¿y ustedes están aquí? Deben estar donde los
necesitan, no donde ustedes quieren estar…”
Eran
las severas palabras del Oráculo de Tiang Po, Ojos del Destino. Las montañas del
Himalaya esconden los más grandes misterios de la humanidad. Entre estos
estaban los “Ojos del Destino”, que había sobrevivido a siglos, por haber
heredado el poder de ver en el mar de lo que vendrá.
—“Pero hay alguien que está
aquí porque lo necesitan. Los estaba esperando a ustedes, dragón, y gallo”.
—¿Me
llamó gallo? Porque si es así…
—Calma,
Tetsu No Samurai, creo que hemos hecho bien en venir, hay un aliado que nos
puede ayudar.
De
las sombras que generaban las grandes telas que colgaban de los techos, adornando
el oculto templo, apareció una figura delgada, de tez morena y con una túnica.
—Pueden
llamarme Shaman, no son necesarios los nombres mortales.
—Shaman,
¿has venido al Templo de los Ojos del Destino a encontrarte con nosotros?
—preguntó Dragón, quien viste con el manto Blanco, del control.
—Vine
porque vi la guerra en mis sueños, y mi destino es detener el mal que se
avecina. Para eso entrené, para eso fui ordenado Lama, para eso soy Shaman
—contestó el enviado del destino.
—Entonces
estás dentro. Debemos mantener a salvo a China, y a todo Oriente, de todo tipo
de mal. Ese es nuestro destino. Ahora debemos ir donde nos necesitan, y no
donde queremos estar, como dijo el Oráculo de Tiang Po.
—“Eso será sencillo, los
gritos de los inocentes se pueden oír hasta aquí. Pasen la puerta que abre
todas las puertas, los llevará a donde deben ir. Hasta cuando nos necesitemos.”
—A
la próxima que me digas gallo… ya verás —le dijo Tetsu no Samurai a la voz del
destino, antes de cruzar la puerta que los llevaría a donde los inocentes
gritan.
Es
pues en Beijing donde sucedió lo siguiente. Las tropas de Tcheng estaban por
todos lados, masacrando a los vigilantes de las otras bandas. Balas de
desesperación se apoderaron de los vientos, al igual que un sonido que rompió
con todo lo demás.
—Tetsu
no Samurai, encuentra a tus amigos antes de que sea tarde. Shaman y yo nos
encargaremos de cubrirte, y detener esta locura.
—En
eso estaba pensando, no es necesario que me lo ordenes, lagarto de segunda
—respondió el samurái, mirándolo descolocado.
—No
es momento de pelear entre nosotros, Samurai, es momento de detener a estos
enviados del infierno —le dijo Shaman, tomando el hombro del samurai. Este lo
quedó mirando y simplemente salió en dirección desconocida, con un fuerte grito
de guerra.
—Muéstrame
lo que puedes hacer Shaman… necesitamos personas con habilidades sorprendentes,
para poder sorprender a estos sujetos —le dijo Dragón Blanco.
—Aunque
la batalla cuerpo a cuerpo no es lo mío, puede que esto funcione.
Shaman
comenzó a meditar en medio de la balacera. Un aura roja lo rodeó, haciendo que
levitara por los cielos. Subió unos cuantos metros, y siguió concentrado. El
monje no pasó inadvertido ante los ojos de los Death Soldiers, quienes le
dispararon inmediatamente al verlo. Pero en los ojos de los Death Soldiers
aparecieron cientos de Shamanes, todos
dispersos, moviéndose, atacando, corriendo, bloqueando todas las balas. Shaman
había visto su humanidad y se aprovechó de eso. Los confundió con ondas del
pensamiento, que van más allá del entendimiento.
Mientras,
Liu Fang Dae cambió de estrategia. Cambió de lado su Banda del Yin y el Yang,
al lado negro. La furia, el poder. Era necesario para detener a tantos soldados
de la muerte, era necesario para defender China.
VI
En
el punto de reunión estaban Koi y Karate Girl, los amigos de Tetsu no Samurai.
Koi era el que más confiaba en el Samurai. Habían crecido juntos, y ambos
habían recibido la enseñanza del Sensei. Karate Girl, en cambio, aprendió el karate
por su cuenta, siendo una jovencita talentosa. Conoció a Koi en un encuentro de
artes marciales. Se hicieron amigos y por eso se había unido a la expedición
que organizaban Tetsu no Samurai y Koi. Ritsuko confiaba en Koi, pero temía ser
decepcionada por Ando, el Samurai, quien desde el primer momento le había
despertado un extraño sentimiento. Una mezcla entre admiración y desconfianza,
algo parecido a…
—Ahí
estás —dijo Koi, mientras bajaba del árbol donde
estaban escondidos con Karate Girl.
—Estaba
preocupado por ustedes, cuando supe que estalló la guerra no sabía si ustedes
estaban bien.
—Por
supuesto, estoy yo aquí —le dijo Koi a su hermano de entrenamiento—, y Karate
Girl ha demostrado estar hecha para este trabajo.
Ando
la miró fijamente a los ojos. Ella se sonrojó y desvió la mirada.
—Ahora
viene la parte difícil. Hay que detener a estos soldados, está Dragón en medio
de la batalla, junto con un nuevo aliado. Están haciendo todo lo posible para
disminuir la muerte de civiles.
—Ando,
descubrimos algunas cosas que son de vital importancia —interrumpió Koi—. En el
distrito comercial es donde se origina el ataque. Se trata de uno de los
miembros de La Dinastía, que está eliminando a los otros miembros.
—Entonces
hay que llevar al Dragón para que se enfrente a la fuente de todo este mal.
Cuando
estuvieron de vuelta donde los había dejado Tetsu no Samurai, Dragón Negro y
Shaman ya no estaban. Una estela de Death Soldiers derrotados se extendía por
las calles. Siguieron la estela, y encontraron a Shaman, tirado junto con los
derrotados.
—¿Qué
sucedió Shaman? ¿Quién hizo esto?
—Dragón…
se ha vuelto loco… ha perdido el control de si mismo… va hacia donde haya un
oponente digno de su ira.
—Creo
que irá al distrito comercial —interrumpió Karate Girl—. ¿Hace cuánto se fue?
—No
lo sé… pero… es un demonio… sólo otro demonio puede contra él.
—¿Y
esas luces? —preguntó Koi, mirando hacia donde se perdían las huellas de
destrucción que había dejado el Dragón.
VII
Por
las ventanas del distrito comercial sólo se veía la oscuridad de la noche en
Beijing, y las tropas de Death Soldiers bajo los edificios. Tcheng miraba con
orgullo lo que está construyendo, un nuevo imperio en la propia capital de
China. Sin embargo, desde su privilegiada posición pudo ver cómo una estela
golpeaba las orillas de sus tropas. Los soldados no podían hacer nada, la
velocidad de esta fuerza misteriosa era demasiada. Estaba haciendo añicos a los
soldados que tanto le había constado a Tcheng poder llevar desde los laboratorios
secretos del Señor Chang hasta Beijing.
—Yo
me encargo —se oyó la voz profunda de Goldhem—. Es sólo una principiante.
—¿Una?
¿Una mujer le está haciendo esto a mis Death Soldiers? —sorprendido, Tcheng
interrogó a Goldhem.
—Si…
este planeta es sorprendente, nunca pensé que pudiera haber tantos seres
poderosos —y mientras decía esto, Goldhem salía por la ventana, preparado para
pelear.
—¡¡¡¡DEJA
DE ENTROMETERTE DONDE NO TE INVITAN!!!! —gritó Goldhem, antes de interceptar
una de las carreras de la velocista.
—¿Cómo
me atrapaste? ¡Esto es imposible! —decía la velocista cazada.
—De
donde vengo me he enfrentado a seres más veloces que tú. Ingenua humana,
pensaste que podrías contra mí, ¡¡contra Goldhem!!
Goldhem
la apretó tan fuerte que le quebró un par de costillas, la arrastró por el piso
y la dejó caer. Una extraña sensación corría por las venas de Goldhem, no había
asesinado a nadie desde hacía mucho tiempo. Pensaba que con este clima privilegiado,
sus ansias psicópatas por el asesinato desaparecerían, pero cuando se
enfrentaba a seres con “dones”, sentía lo mismo que sentía cuando mataba en su
planeta.
Goldhem
había llegado a la Tierra en la época de la búsqueda emprendida por los héroes
más grandes del planeta hacia el universo. Era un criminal espacial, y buscaba
redención, pero lo que encontró en la Tierra fue a un sujeto que lo quería para
intimidar a sus enemigos. El miedo era la nueva arma de Goldhem, su semejanza casual
con los dragones lo transformó en un dios en esas tierras. Ahora sus ansias por
matar, esas que pensó superadas, lo consumían, lo llamaban a matar.
—Alguien
digno de ser asesinado por mi, humanos… ¡envíenme su campeón, al más salvaje y
poderoso de sus guerreros! —gritaba un enloquecido Goldhem, en los cielos de
Beijing.
—¡Aquí
está el campeón a quien buscas! —se escuchó unos segundos después. Una figura
oscura lo había retado a una batalla, pero Goldhem no podía ver bien a quien
estaba frente a él.
—Tcheng,
¡enciende unos focos! Quiero ver a mi retador.
Las
luces que pidió Goldhem apuntaban al techo de uno de los edificios de la zona
comercial de Beijing. Mostraban al oponente. Una figura orgullosa, vestida
entera de negro. Su figura no intimidaba, sino que la energía que expelía lo
hacía. Era similar a la que expelía Goldhem. Dos demonios enfrentados.
El
primero en atacar fue el endemoniado Dragón Negro. Con una velocidad semejante
a la del relámpago, asestó directamente a Goldhem un golpe que llevaba todo el
peso de la montaña. El villano tomó a su atacante, y lo lanzó directamente al
piso, siguiéndolo y aumentando fuerza a la caída con un golpe. Dragón Negro
dejó un cráter en el piso, pero no se detuvo. Saltó del agujero dejado por el
impacto, y miró a su alrededor. “Lo profundo del lago” le permitió mirar entre
las sombras, y con eso pudo ver que Goldhem estaba volando a gran altura,
esperando el siguiente movimiento. Con una agilidad sorprendente, subió los
edificios hasta llegar al más alto de ellos, saltando con mayor fuerza de este
último, hasta donde se encontraba Goldhem.
VIII
Ando,
Ritsuko, Koi y Shaman, quien ya se había recuperado del ataque de Dragón Negro,
se dirigían al edificio donde se encontraba Tcheng, cuando vieron el cuerpo malherido
de una mujer. Tenía puesto un traje blanco, y mirando al cielo, vieron como se
enfrentaban Dragón Negro y Goldhem. Shaman se detuvo y junto a Koi se quedaron
con la mujer, que estaba al borde de la muerte. Tetsu no Samurai y Karate Girl
siguieron, en dirección a la oficina de Tcheng.
Subieron
hasta el piso donde había iluminación, entrando estrepitosamente. Ando desenvainó
su katana antes de entrar, y de una patada entraron a la oficina. Unos cuantos
Death Soldiers trataron de detenerlos, pero la katana del Samurai y los
movimientos de Karate Girl eran imparables. Se cuidaban las espaldas mutuamente,
hasta llegar a la oficina de Tcheng. Este estaba en el balcón de su oficina,
viendo como peleaban los demonios más grandes de las tierras de Oriente. En una
de sus manos había un control remoto, y en la otra una pistola.
—¡Detente!,
ya no hay nada que hacer, estás vencido —dijo Tetsu no Samurai.
—Mis
soldados están derrotados, mis enemigos ganan fuerzas y ustedes se están
encargando de derrotar a Goldhem… ya sólo queda una cosa por hacer. Este
control está programado para que los Death Soldiers que quedan ocultos por toda
China se activen, y comiencen una matanza descomunal. De ustedes depende, ahora…
salvan a toda China o me salvan a mí.
Se
aprontaba a llevar su pistola a su cabeza, y apretar el botón del control
remoto al mismo tiempo, cuando Karate Girl miró de reojo a Tetsu no Samurai.
Este le hizo una señal, y ambos se abalanzaron para detener a Tcheng. Karate
Girl, por instinto, se dirigió a detener que apretara el botón, llegando justo a
tiempo y haciendo que lo soltara, mientras que Samurai no lo pensó dos veces, y
le cortó la mano en la que tenía el arma. Tcheng se revolcó de dolor en el
piso, mientras que Karate Girl no podía creer que Ando pudiera hacer algo así.
—Hay
que dejarlo inconsciente, y llevarlo al hospital, no hay que permitir que muera
—dijo el samurai, antes de que se viera como caían Goldhem y Dragón Negro.
IX
En
su brazo llevaba una cantidad de energía concentrada, semejante al Long Do del
Emperador, pero éste expelía un color negro, tan negro como la noche, y tan
poderoso como el mismísimo fuego del infierno. El golpe impactó directamente en
la cara de Goldhem, quien no pudo hacer nada contra el poderoso ataque de
Dragón Negro. Sólo pudo tomarlo de la pierna mientras caía, y hacer que el
cuerpo del Dragón detuviera la caída. Sorprendido por el último movimiento de
su oponente, Dragón Negro no pudo hacer nada para detenerlo. Ambos impactaron
el suelo estrepitosamente.
Antes
de poder moverse, Dragón Negro vio la figura de Shaman sobre si, y cómo
realizaba unos movimientos que lo dejaron inconsciente. Luego hizo lo mismo con
Goldhem, y esperó que bajara Tetsu no Samurai y
Karate Girl, con Tcheng sin una mano. Shaman hizo todo lo necesario para
que dejara de sangrar, hasta que lo llevaron a un hospital. La chica velocista,
conocida como Sú Fú, también fue llevada a un hospital para que curaran sus
heridas.
Semanas
después.
Se
reunieron todos en el Templo del Dragón de Mil Cabezas, donde llevaron a Liu
Fang Dae. Fueron recibidos por Tao Po Fú, quien les permitió quedarse todo lo
que necesitaran. Estaban todos reunidos en el patio del Templo, donde estaba la
tumba del maestro Liu Cho.
—No
pueden permitir que esto los detenga —dijo Tao Po Fú—. Dragón quería una equipo
que cuidara de Oriente. Creo que él sabía que podía suceder esto, y por eso los
quería cerca.
—Pero
perdió el control, no hay nada que podamos hacer contra eso —respondió Karate
Girl.
—
Yo creo que está bien, esto de vigilar Oriente es algo que no podemos hacer por
separado —interrumpió Sú Fú, que ya estaba recuperada de sus heridas.
—Propongo
que tomemos esta responsabilidad, hasta que Dragón Blanco/Negro recupere su
conciencia y el control total de sus poderes. Yo puedo ayudar con eso —dijo Shaman,
que había cuidado de Liu Fang Dae.
—Entonces,
está decidido. De hecho, yo ya lo había pensado, en el momento en que vinimos a
China —dijo al fin Koi—. Seremos los Guardianes
de Oriente, porque somos todos de diferentes partes del continente.
Con
una sonrisa en la cara, Ando miró a Koi
y habló.
—Lo que diga el chico. Me gusta trabajar solo,
pero se me ha pegado, y es tan molestoso como la gripe.
—¿Ah,
sí? …ahora verás lo que puede hacer la gripe…
Extraños
de diferentes lugares de Oriente se reúnen, con un fin en común: resguardar la
vida, resguardar la libertad y resguardar la tradición. Guardianes de Oriente
nace aquí.
Fin...
_*en "Dragón Blanco/Negro" #1 al #4
No hay comentarios:
Publicar un comentario