Historia: RXM
I
Primer día.
Raymond
Curtis era un humilde pastor, que vivía en una cabaña en los alrededores de Angalil.
Su única compañía era su rebaño, fuente de su sustento material, y su biblia,
fuente de su sustento espiritual. Desde el día del despertar en este nuevo
mundo, Raymond sintió algo extraño, pero decidió que lo mejor que podía hacer
era retomar su rutina, conservar el orden de su vida, ya que “la costumbre es
lo más seguro”, según creía él.
Su
trabajo comenzó de inmediato. El día brillaba cuando decidió empezar. Su
rebaño, hambriento, requería de pastos tiernos para volver a su lozanía.
Raymond decidió buscar esos nuevos pastos, y salió de su cabaña, resuelto a
caminar mucho para encontrar lo que su rebaño necesitaba. Sólo tomó un bastón y
su biblia, y comenzó su viaje.
Pero
los pastos tiernos no aparecían, y Raymond y sus ovejas caminaron varios
kilómetros, alejándose de su casa. El
día brillante ya no lo era tanto, y negras nubes llenas de agua se cerraban
sobre su cabeza. De pronto, un rayo y un trueno fueron los primeros indicios
del repentino cambio de clima que se venía. Raymond decidió volver, y guió a
sus ovejas en dirección a su hogar. Pero la distancia recorrida se le hizo
eterna. Por más que caminaba, no avanzaba, y el camino parecía no terminar. La
lluvia se desató sobre él y lo empapó todo. La oscuridad era su segundo enemigo
del momento. Poco a poco, la lluvia se hizo más fuerte, hasta nublar incluso la
vista de Raymond. Cansado, se refugió bajo un árbol. Asustado, recordó de
pronto que traía su biblia y decidió leerla para calmarse. La abrió en el libro
de Job. Pero la tormenta siguió creciendo, y ahora fuertísimos vientos azotaban
el mundo. El miedo se apoderó del pastor. Acurrucado junto a un árbol y junto a
su biblia, Raymond esperó y esperó, mientras la naturaleza desataba todo su
impresionante poder…
II
Segundo día.
Al
otro día de la tormenta, Raymond abrió sus ojos y vio que el Sol dominaba ahora
el cielo. Miró su biblia, y estaba empapada y destruida, inutilizable. Se
levantó con ella en la mano y miró a su alrededor. Lo único que vio fueron
cuerpos. Todas sus ovejas habían perecido, ninguna sobrevivió. Raymond se dio
cuenta de que lo había perdido todo. Un gran grito surgió en su pecho, pero el
pastor mantuvo el silencio. No podía comprender que no le quedara nada de lo
poco que tenía. Aún mirando la catástrofe de su rebaño, recordó algo. El libro
de Job. Ahora más que nunca, los pasajes que había leído la noche anterior,
cuando el miedo lo poseía, resonaban en su mente, y más aún en su alma. Miró
una vez más su biblia, y sintió que todo era una burla. Sintió que la ironía
del Dios que le hablaba a través de esas palabras había llegado demasiado lejos.
Lleno de ira, arrojó lo que quedaba de su biblia a varios metros, golpeándola
contra una roca. Raymond se arrodilló y exclamó las primeras palabras que su
alma le dictó.
—¡¿Por
qué, Dios?! ¡¿Por qué me arrebatas lo único que tenía?! ¡¿Es que esto es un
juego, como lo jugaste con Job?! ¡¿Por qué nos quitas la esperanza en lugar de
darla?! ¡No te entiendo! ¡¡No te entiendo!! —y al fin susurró—. Y… creo que… ya
no quiero entenderte…
Puso
su cara en el suelo, entre sus manos, y lloró amargamente. Sus lágrimas
indicaban la muerte de su fe.
—Tenía
tan poco… y Tú me lo quitas —continuó—. ¿Cuál es la idea?
Y
mientras decía eso, nuevamente unas nubes negras se cerraron sobre su cabeza.
Raymond
miró el cielo, pensando “otra vez”. Pero de pronto, y en lugar de lluvia, se
vio un luminoso rayo, y luego, junto al ruidoso trueno, se escuchó una potente
voz.
—Raymond
Curtis… ¡abraza mi luz!
III
Tercer día.
Raymond
Curtis pasó varias horas escribiendo. Nunca fue bueno para hacerlo; “no es
necesario cuando tienes una vida como la
mía”, se decía a menudo. Sin embargo, esta vez sabía que debía hacerlo. Su
mente estaba llena de saber, de conocimiento, de luz.
La
voz de la tarde anterior había sido una revelación. La fe que moría abrió
espacio para una nueva fe. Un ser de gran poder lo había rescatado del abismo,
y le había dado un propósito. Un ser que le había otorgado tal luz, tal misión,
no podía sino ser un dios.
—Raymond
Curtis… Recibe la luz, y la luz te recibirá —le había dicho—. A partir de hoy, seré
tu Señor, y tú serás mi representante ante los hombres. Serás mi voz, llevarás
mi luz y portarás mi saber. ¡Soy Logos, y he venido a iluminar al mundo!
Esas
palabras estaban grabadas a fuego en el alma de Raymond. Así había empezado su
narración en este escrito, al que había titulado “El Libro de Logos”. Y a falta
de papel, lo había escrito sobre lo que quedó de su antigua biblia.
—Raymond
Curtis… Así como guiabas a tus ovejas, ahora tú serás el guía de mi nueva
Iglesia. Tú enseñarás de mí, y fundarás mi Iglesia. Ve, y muéstrales a su
señor: Logos. —le encargó como misión este nuevo dios. Antes de desaparecer,
preguntó— ¿Crees en mí?
—Sí,
Señor. Creo —contestó de inmediato Raymond, obnubilado por la experiencia.
Tras
largas horas de escritura, y completamente convencido de lo que hacía, creyendo
en Logos, abriéndose al saber y a esta nueva fe, Raymond Curtis emprendió
camino al llamado “centro del mundo”, Angalil, capital de Eria. Su misión le
esperaba, y era grande.
Días más tarde,
se fundaba la Iglesia de Logos. Y la gente comenzó a creer.
IV
Ahora.
Los
héroes aún no salían de su estupor. El sólo hecho de escuchar a un antiguo
enemigo llamarse a sí mismo “dios”, les provocaba rechazo. Pero el poder que
manifestaba Logos era realmente inusual.
—¿Qué
quieres, Logos? —preguntó Black Force.
—Simplemente,
que se me respete como lo que soy: un dios —respondió—. ¡Crean en mí, no sean
ilusos! Yo soy la razón por la que el mundo ha vuelto.
—¿Cómo
es eso posible? —preguntó confundido el Amo de los Espejos.
—Si
creen en mí lo entenderán —replicó Logos.
—Claro
—respondió irónico Electric Man—. Creeré y también me arrodillaré y sacrificaré
un chivo por ti. ¡Basura! Deja de lado tus ensoñaciones y no nos desafíes.
—¿Desafiarlos?
Jajá –—rió Logos—. Los que crean en mí, verán la luz. Si no, serás cegado. Esto
es sólo una señal de advertencia para ustedes. Si temen que los dejen de adorar
a ustedes, y osan interponerse en la formación de mi Iglesia, aténganse a las
consecuencias. Pero ya lo saben… —y su voz se asemejó a un trueno— ¡La luz de
Logos ha llegado, y ha salvado este mundo!
Y
dicho esto, una luz como un rayo volvió a iluminar el salón, y Logos se
desvaneció.
Los
defensores, aún sin palabras, intentaban pensar que hacer para conocer la
verdad, y si era necesario, detener a Logos. Electric Man fue el primero en
hablar.
—No
puede ser que este tipo venga acá y nos desafíe sin más. Debemos encontrar lo
que esconde y detenerlo.
Justo
en ese momento, llegaban algunos héroes a la reunión, entre ellos la Familia de
Fuego, Guardián Nocturno y Estrella Fugaz. Este último, sorprendido, habló en
seguida.
—Eh…
disculpen muchachos… pero alguien me puede decir, ¿qué pasa allá afuera? Hay
unos predicadores en las calles, hablando de un tal “nuevo dios”… Y mucha gente
los sigue… ¿De qué hablan?
Los
héroes se miraron unos a otros, y comprendieron que debían actuar rápido, o lo
que sea que fuese lo que estaba pasando, se saldría de control.
V
Días más tarde.
La
Iglesia de Logos había crecido exponencialmente. Muchas personas ya se habían
bautizado, y el credo de este nuevo dios se expandía considerablemente por todo
el mundo.
En
Angalil, el autoproclamado Cardenal Raymond Curtis había conseguido tal éxito,
que la construcción del primer Templo de Logos ya estaba bastante avanzada. La
gente acudía a él por su sabiduría, su conocimiento, y pidiendo su bendición.
—En
el nombre de Logos, recibe la iluminación —le decía a cada uno de los creyentes
que se acercaba, y los bendecía dibujando con un gesto el símbolo de Logos en
su rostro.
Esa
noche, el Cardenal se retiró a sus aposentos, ubicados en el mismo Templo, y se
preparó para dormir. Sin embargo, de pronto sintió ruido, como si hubiera
movimiento en el interior del salón principal del Templo. Fue hacia allá, y
encendió unas velas, buscando la causa de esos ruidos.
De
la nada, una voz susurró.
—Por
aquí, Cardenal.
El
Cardenal iluminó en esa dirección, y vio al responsable, quien de inmediato
dijo:
—Soy
Lance Harrington… más conocido como Destructor. Quiero que me cuente acerca de
Logos.
Ambos
sonrieron…
Continúa...
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