1.4.09

Mirox Presenta #2

“Espinas” (Parte 2 de 2)
Historia: Rodrigo Roa.

I

La policía no había hecho nada más que seguir los conductos regulares. Por eso, la búsqueda del ladrón que había entrado a la casa de la familia Espinoza había tardado, y no tenía ningún resultado.

Pablo escuchó atentamente a su madre, y decidió actuar. Quizás Miguel tenía razón, y él no debería quedarse con los brazos cruzados. Tenía una habilidad, y no podía desperdiciarla.

Tras asegurar todas las entradas de su casa, y tomando un abrigo, Pablo salió, decidido. Se dirigió al cuartel de policía, y pidió hablar con algún oficial que supiera algo del caso. Un policía lo recibió, y le explicó lo que sabía.

- Hasta ahora, no tenemos nada. Y la verdad es que estamos llenos de trabajo, así que tendrás que esperar…

- ¿Esperar? – preguntó el joven, sorprendido – Pero mientras, el tipo huirá lejos…

- Lo siento… Es el conducto regular – respondió el policía.

Ofuscado por la respuesta, Pablo volvió a casa. No podía entender como las cosas pasaban delante de las narices de la policía, y que no hicieran nada por detenerlas. Recordó otros tiempos, cuando esos casos eran resueltos por el Vengador Justiciero, antiguo héroe de la ciudad, ahora desparecido.

Una vez en su casa, Pablo se encerró por un instante en su pieza. Necesitaba pensar. Pronto, notó que alguna de su ropa había sido destruida en el robo. Mirando esos trapos, una idea se cruzó por su mente, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

II

Miguel había participado de todas las marchas de protesta en contra del Mercosur. Pero se daba cuenta de lo poco que conseguían. Los medios de comunicación los desacreditaban, y los políticos seguían adelante con sus planes. Este joven sabía a lo que se enfrentaba.

Su activa participación lo había puesto en contacto con otros movimientos, de mayor alcance, pero por ahora, hacía lo que podía. Y sabía que necesitaban tener más peso. Por eso, saber que su mejor amigo tenía el poder para hacer cosas que él no podría, lo hacía verlo como una posibilidad de algo nuevo e importante.

Pero Pablo siempre había sido distinto a él. Habían tenido vidas distintas, y a pesar de haberlas compartido desde pequeños, no veían el mundo con los mismos ojos. La situación de Pablo no le había mostrado lo mismo que a él. Miguel ya estaba cansado de las injusticias, y no creía que la solución pasara por nada que no fuera radical. Por eso estaba involucrado en lo que él llamaba “su causa”. Había hecho buenos amigos allí, pero jamás había conseguido que su mejor amigo lo siguiera en ese camino.

Pablo le contó acerca del robo. También le mencionó la rabia que tenía por la ineficacia de la policía. Y aunque no se lo dijo, Miguel notó las ganas que tenía su amigo de hacer algo por su propia cuenta.

- Pablo… No quiero parecer insistente, ni interesado… - le dijo – Pero creo que debes pensar acerca de lo que te he dicho… Lo que estás viviendo es una muestra de aquello contra lo que lucho. ¿No lo ves? La policía no trabaja de acuerdo a tus intereses, sino que trabaja para los intereses del sistema… Por eso, es lógico que estén más interesados en los conductos regulares, en mantener el orden y en aplacar las manifestaciones, que en atrapar a un tipo que le robó a una simple persona, común y corriente…

- No sé, Miguel… Entiendo que tengan otros casos que resolver… Pero, ¿por qué entonces no resuelven ninguno? – preguntó Pablo – No puedo creer que las cosas funcionen así…

- O que no funcionen, querrás decir… Es mucho más complejo, Pablo… Al final, la idea es que las cosas sean así… Así cambiamos nuestra seguridad por nuestra libertad… - Miguel hizo una pausa, y suspiró – Escucha, amigo… Creo que deberías informarte, y pensar… Alguien como tú le haría muy bien a nuestra causa.

Pablo miró a Miguel con curiosidad. Sabía que su amigo no se aprovecharía de él. ¿Podría tener razón en sus ideas? ¿Habría estado ciego todo este tiempo?

Con mucho en qué pensar, Pablo se despidió y se fue. Miguel lo vio partir, deseando que su amigo abriera los ojos…

III

Tres semanas después.

En todo el tiempo que había pasado, no había existido ningún avance en el caso del robo de la casa de la familia Espinoza. En cambio, si había un avance en el pequeño proyecto de Pablo. Durante los días que habían pasado, el joven ya había dado forma a un traje, hecho de los trapos viejos y rotos que encontró en su propio cuarto.

Aún no estaba decidido, pero la espera y la inoperancia lo tenían cansado, y ya había comenzado a tomar en serio la posibilidad de hacer algo por su cuenta. No era un chico muy seguro, pero sentía que había cosas que superaban las inseguridades. Por eso, estaba preparándose.

Había tomado un curso de defensa personal, y entrenaba en sus ratos libres. Algunos días se iba a algún lugar apartado, en el Cerro San Cristóbal, y perfeccionaba el uso de sus “espinas”. Y las palabras de Miguel daban vueltas en su cabeza.

Día tras día, fue a hablar al cuartel de policía. Pero día tras día, obtenía la misma respuesta: “no hay nada nuevo”.

Así, poco a poco, un plan fue tomando forma en la mente de Pablo. Poco a poco, nacía un nuevo defensor para la ciudad.

IV

Pablo se había propuesto que ese día sería la última vez que iría al cuartel, a preguntar los avances de su caso. Su madre lo acompañó.

Entraron al edificio, pero Pablo no tenía ninguna esperanza. Tal como él pensaba, escucharon la misma frase de todos los días. El joven ni siquiera se despidió del oficial de policía, y tomando a su madre del brazo, salió. Su rostro demostraba una gran furia y frustración. Una vez más, pensaba en las palabras de su mejor amigo.

Esa noche, Pablo se vistió con su nuevo traje. Encima puso su ropa normal, y salió a caminar por la ciudad, después de dejar aseguradas las entradas de su casa. Había memorizado las facciones del tipo, tal como su madre se lo había descrito, y tal como la misma policía tenía en sus registros. Cuando pensó en que a pesar de conocer incluso su rostro, la policía no había hecho nada, apretó su puño.

Decidió no pensar más en eso, y siguió recorriendo las calles. Anduvo por barrios llenos de gente, y vio un sinnúmero de hechos que llamaron su atención, y le parecieron sospechosos. Sin duda, estaba aprendiendo de la calle. Pero aún no encontraba al tipo que buscaba.

De pronto, en una esquina, tras recorrer la ciudad por varias horas, vio un rostro que se le hizo conocido. Trató de recordar donde lo había visto antes. No coincidía con las facciones del ladrón al que buscaba. Era otra persona… ¿pero quién? El sujeto hizo un movimiento, y comenzó a caminar.

Cuando Pablo lo vio moverse, logró al fin reconocerlo. Era el tipo al que había detenido tiempo atrás, aquel que le había robado su cartera a una mujer. ¿Por qué estaba libre? El tipo comenzó a seguir a una chica, y su actitud demostraba sus verdaderas intenciones.

Ese hombre no debería estar aquí”, pensó Pablo. Furioso, dándose cuenta de cómo funcionaban las cosas en realidad, tomó una decisión. Se escondió en un callejón, y se puso la máscara que había diseñado. Entonces, salió, decidido, en busca del delincuente.

Se había dado cuenta de que su caso no era un caso aislado, y que las personas necesitaban ayuda y protección. No podía dejar que esto pasara una y otra vez, sin que nadie hiciera nada. No sabía si Miguel tenía razón o no, pero no le importaba. A partir de ahora, él haría algo al respecto.

En el momento en que se había puesto su máscara, había nacido Espinas. Y el nuevo defensor de Chile estaba completamente dispuesto a detener todas las injusticias.


Fin...
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