28.1.09

Zudo #2

Secretos de las Estrellas (2 de 3)
“Al tercer día…”
Historia: Zirijo.

I

La oscuridad… ya me estoy acostumbrando a ella.

Tres días. No puedo creer que hayan pasado tres días. Para mí, ha sido una eternidad.
La luz. En otras circunstancias la luz es algo bueno, nos permite ver y nos permite estar seguros. Para mi la luz es una mala señal. Choca contra mis ojos una vez más, esta luz rancia, una luz sin esperanzas, una luz que vaticina dolor.

- ¡¿Dónde está la roca?! – su voz me parece la primera que oigo, como si nunca antes hubiera escuchado a una persona - ¡¡¿Dónde está la maldita roca?!!

- No lo sé… – respondo cansado – pero si lo supiera tampoco te lo diría.

- ¡Já-Já! Las frases cliché del siglo pasado no me impresionan chiquillo, de nada me sirven tus bromas. Quiero saber donde está el meteorito que encontró tu padre.

- El nunca encontró nada. Casi se volvió loco buscándolo, pero no lo logró. Entiende de una vez.

- Tu tenacidad es sorprendente. Nadie en estos días haría lo que tú haces por salvar a tu padre… pero, ¿qué harías por salvar a tu hermano? – dijo sonriendo el maldito.

Un impulso me mueve a tratar de soltarme de las cadenas. Odio, culpa, venganza, son los sentimientos que inundan mi ser, pero no son míos. Son el odio, la venganza y la culpa de alguien más, diría que de muchos más. Las cadenas ceden un poco.

- No te atrevas a tocar a mi hermano. Él no les ha hecho nada, ni yo tampoco. Déjame ir, no sé nada que te pueda servir – le respondo, mientras trato de calmarme.

- Muy bien, en realidad no sabes nada. La oscuridad proyectada por Shadow es tanta como lo que inunda el corazón de sus victimas, haciéndolos ver alucinaciones, y ni siquiera eso puede contigo - merodea un rato a mi alrededor - Pero estás muy equivocado si crees que puedo dejarte ir. Tú, para Eria y el mundo, estás muerto, tu casa fue incendiada y tu cadáver encontrado rostizado entre los escombros. Ahora, si me disculpas, tengo mucho que hacer.

El hombre vestido de uniforme sale de la sala y quedo a solas con Shadow. Esta mujer me mira fijamente. Ya antes había olido su miedo, pero ahora parece diferente, es como si frente a mí hubiera una planta: vive, pero no expresa ningún sentimiento. Sus ojos no dicen nada, por tanto no puedo ver cuando es que me atacó.

Quedo inundado en la oscuridad, y además recibo golpes por todo el cuerpo. Las cadenas que me atan no permiten que me defienda, así que el ataque me llega de lleno. Por un momento pierdo el conocimiento, pero en la oscuridad es casi imperceptible. De pronto, una luz, una luz muy lejana. Me apunta derecho al corazón y una voz profunda me habla.

- Zudo. Has caído preso de la maldición de todo un mundo, un mundo que no supo lo que hacía – dijo la voz.

Mi corazón latía cada vez más fuerte, y las cadenas se hacían más livianas.

- Las cadenas que te atan son tu propia culpa, es tu propio cuerpo el que no te deja ir. Perdónate, para poder seguir adelante.

Esta voz tiene razón. Me había estado culpando por la separación de mi familia, y ahora por lo que sucedía con mi padre, por dejar a mi hermano solo, y por no poder ser lo que todo el mundo quería que fuera.

- Acepta tu debilidad y potencia tus poderes, es la única forma de liberarte de las cadenas y de la oscuridad.

Comienzo a sentir que las cadenas pesan menos, que desaparecen y que puedo moverme. Un grito, que parece un aullido, es suficiente para hacer un hoyo en la oscuridad y salir de ahí. La luz ahora parecía diferente.

II

La puerta está abierta.
Miro a la mujer directo a los ojos y no veo nada. Me hubiera gustado ver sus ojos con sorpresa cuando me vio salir de la oscuridad en la que estaba sumergido, pero no hay nada en su mirada.
Quiero salir de aquí a toda costa.

Salgo corriendo en dirección a la puerta, cuando de pronto, soy golpeado por una bola de energía oscura, la cual me empuja al muro. Shadow, la mujer que acompaña al desconocido soldado, es quien lanza el ataque.

- Déjame salir – le digo, pero no obtengo respuesta - Déjame salir o si no…. - soy interrumpido por otro ataque de Shadow.

No para de asestar golpes. Es una mujer muy fuerte, se nota su arduo entrenamiento, pero no sabe lo que un Price enojado es capaz de hacer. Sin medir mucho mi fuerza, la empujo hasta la otra muralla, y queda tirada en el piso. La miro con desconfianza, pero no puedo quedarme más tiempo aquí, tengo que avisar a mi padre que lo están buscando.

Salgo a toda prisa, corro por los laberínticos pasillos de las instalaciones militares. Abro cada puerta que encuentro a mi paso, hasta que veo una con una gran cerradura. Es casi como una bóveda de banco. Tomo la cerradura y la tiro. No pasa nada. Intento de nuevo, pero con más fuerza. Nada. Sin saber por qué, huelo la cerradura, y siento el olor del soldado que me tenía encerrado en este lugar. En ese mismo momento, oigo ruido detrás de mi, giro, y alcanzo a esquivar la bola de energía que me había lanzado Shadow. Al parecer había despertado después del golpe, pero seguía en esa extraña condición. La bola de energía le dio a la cerradura destruyéndola por completo. La miro nuevamente y trato de que entre en razón.

- ¿Shadow, no es así? Trata de entender. Quiero salir, pero tú en esta situación no me dejas. Quiero saber por qué me trajeron aquí, por qué siguen persiguiendo a mi padre, y por qué tú estás trabajando para esta gente.

La mujer no me contesta. Ni una palabra, ni un gesto. Su rostro está muerto.
Después de tratar de razonar con la mujer, no queda otra que la fuerza. Corro directamente hacia Shadow, hasta que veo que mueve los brazos. Casi por instinto me muevo hacia un costado, y esquivo el ataque que me lanzó. Sigo, y la abrazo, tan fuerte que le saco el aire de los pulmones y la dejo inconciente por la falta de oxígeno.
Dejo a la mujer en el suelo y me dirijo a la puerta. Salgo y no se ve nada. Hago un esfuerzo para ajustar mi visión a la oscuridad, y lo logro fácilmente. Veo un mar de arena, rocas y montañas. Veo el desierto.

III

La noche es oscura. Las estrellas resplandecen en la lejanía del espacio, y el silencio lo consume todo. Una fría brisa pasa por mi nuca antes de poder entender que estoy perdido en la mitad de la nada.

Puedo oler que hay una persona que está en las cercanías, y también el olor a combustible recién quemado de una nave del ejército. El bastado que me tenia encerrado escapó, pero todavía puedo ir donde se encuentra esta extraña esencia. Corro en dirección de esta persona. Por los olores que despide, puedo adivinar que está frente a una fogata y que está utilizando elementos que jamás había conocido. Llego al lugar, y un hombre con una extraña vestimenta está alimentando el fuego de una fogata con polvos que saca de una bolsa atada a su cintura. Lo miro desde una distancia prudente, pero su voz me toca y entra en mi mente fácilmente.

- Zudo, te estaba esperando hace tres días. Mis visiones me decían que nos veríamos en un océano de arena a las afueras de Gomorra. Y aquí estamos muchacho, cerca de Las Vegas y en la mitad del desierto.

El hombre desaparece de donde estaba y aparece nuevamente a mi lado. Trato de alejarlo, pero mi fuerza no es nada en comparación a su magia. Su habilidad es sorprendente. Sólo alcanzo a alejarme unos metros, cuando está nuevamente a mi lado.

- ¿Qué quieres de mi? – le pregunto, enfadado.

- Calmar tu furia, y poder devolverte tu cuerpo normal. Que andes con el cuerpo mitad hombre y mitad lobo no hace que lo que tienes que hacer sea haga algo fácil.

- ¿Un hombre lobo? ¿Así me veo? – pregunto, sabiendo que mi cuerpo no es el mismo que el que tenía antes de que me encerraran.

- Si. La forma natural de las fuerzas de la ira y la soledad. En todo el universo, el lobo es conocido como un ser solitario y agresivo. Por eso es que tomaste esa forma después de absorber las falencias de toda una civilización.

- ¿De qué estás hablando? ¿Una civilización?

- El meteorito que encontró tu madre y que escondió del señor Price, es el resultado de un conjuro ancestral. Un mundo completo confió en las manos de un hechicero muy poderoso la misión de encerrar en un cristal todo aquello que no les permitiese ser un mundo perfecto y feliz, y éste llegó a la conclusión de que era el odio y la tendencia a la soledad lo que producía esto. Así es que realizó un conjuro que almacenó toda esa energía negativa en un cristal, y la envió a vagar en el universo. Eso es lo que colgaba de tu cuello, un fragmento del cristal, que al fusionarse con el resto encontró en ti el recipiente perfecto de tanto poder. Pero tu cuerpo no fue lo suficientemente fuerte para aguantar la magia y el poder del hechizo, así es que mutó a una forma similar a lo que te estaba “contaminando”, por decirlo de alguna manera.

- Entonces, ¿puedo ser de nuevo yo? – pregunto ingenuo.

- Me temo que no. Sólo vine a ayudarte a entender lo que te sucedía y darte una forma más “humana”. Lo que hagas tú con esa energía, es tu decisión.

- Pero saca el cristal de mí, haz que la energía, esa de la que hablas, se vuelva al espacio, donde pertenece – le digo, con el anhelo de una buena noticia.

- Me temo que es imposible. El cristal está roto, y el hechizo necesita de muchos materiales que ni siquiera están en este planeta. Ahora tú eres el recipiente de este hechizo.

- ¡Maldición! – grito y golpeo el suelo. La agresividad de mis acciones es cada vez más natural – Mira lo que está haciéndome esta cosa. Yo no soy así, yo… soy un tipo tranquilo, pero esto me está volviendo violento… un monstruo.

- Lo siento Zudo, pero lo único que puedo hacer por ti, es devolverte tu forma humana y hacer que la energía se canalice de otra forma en ti. Pero no puedo hacer que lo que tienes dentro, salga.

Miro fijamente el lejano fuego, y pienso en todo que he perdido por esta maldición, y en todo lo que no entiendo de esta situación. Hago un esfuerzo y me calmo. Miro nuevamente al hombre.

- Ok… Haz lo que tengas que hacer.

IV

El rito comienza. El hechicero se mueve en mi alrededor, pronunciando palabras que no puedo entender, pero que se adhieren a mi cuerpo como si se trataran de cenizas, me queman. Atado a un tronco, en la mitad de desierto y rodeado de fuego, sólo puedo pensar en lo desgraciado que es mi padre por dejar que esto nos sucediera, y en que necesito explicaciones, necesito saber la verdad. También pienso en mi hermano, y en todo lo mal que lo debe estar pasando. También tengo que verlo… esperen un momento… ¿en Las Vegas?... ¿estoy en Las Vegas?… ¿en Estados Unidos?... ¿que no todo esto era para el ejército de Eria? Más preguntas salen de mi cabeza mientras el hechicero se detiene frente de mí y dice:

- Muy bien. Prepárate, porque lo que viene ahora es agresivo, pero necesario.

Levanta las manos, y con palabras que no entiendo levanta una columna de fuego a mi alrededor. El fuego se levanta y tapa toda mi visión, pero lo que me sucede en el interior del fuego es peor. Cada parte de mi piel y mi peludo cuerpo se quema. El olor que expelo es asqueroso. Carne, pelos quemándose, y volviéndose a pegar. El fuego lo destruye todo, pero crea. Crea un nuevo cuerpo. Este tipo está moldeándome como si de masilla se tratase. Increíblemente las cuerdas con las que estoy atado no se queman, lo que impide que salga corriendo por el dolor. Grito, grito como nunca, el dolor recorre toda mi piel, me retuerzo, lloro de dolor, me quemo… ¡me quemo!... Es indescriptible el dolor que se siente tener el cien por ciento de tu cuerpo en llamas. Convulsiono de dolor, espuma sale por mi boca, pero continúo. Nada puede detener que me vuelva humano de nuevo. Nada. Se detiene. Ha terminado, la cortina de fuego que me rodeaba cae y el hechicero me baja del tronco. Alcanzo a mirar mis manos antes de desmayarme y las veo humanas. Son mis viejas manos. Están de vuelta.

Despierto y es nuevamente de noche. Mi cuerpo se ha acostumbrado a vivir de noche. Tengo ropa nueva y el cuerpo de Shadow está a mi lado. Inconsciente como la dejé antes de salir del bunker. El tipo está en frente mío, mirando el fuego como si estuviera comunicándose con alguien.

- Señor… ¿Cómo puedo llamarle? – le pregunto al fin. No sé su nombre y no puedo darle las gracias sin saber su nombre.

- Códex. Puedes llamarme Códex. – me responde el hombre, sin quitar los ojos del fuego.

- Códex, muchas gracias por devolverme mi cuerpo, pero necesito saber algunas cosas.

- Las preguntas que están en tu mente no puedo contestarlas yo. Hay personas que pueden responder eso por mí. Debes encontrarlas.

- Y, ¿qué hay de ella? Shadow, creo que se llama, ¿qué haremos con ella?

- Llévatela. También necesita respuestas, tal como tú. Estaba bajo el influjo de un dominio psíquico. Por eso no podías leerla con tus sentidos, porque ella no estaba aquí. Pude ver quien la tenía bajo su control. Por eso debo irme, la situación es peor de lo que pensé.

- OK, me la llevo, pero… estamos en Estados Unidos. Pensé que todavía estábamos en Eria. Ese tipo me dijo que era por Eria que estaba encerrado.

- No, esa pregunta la puede responder Shadow, esa no es mi misión. Mi labor terminó cuando te di tu cuerpo de vuelta.

- Muy bien Códex. Entiendo que seas tan reservado… la vida no es fácil para nadie. Esperaré a que despierte e iré a Las Vegas, para ver qué diablos está pasando con todo el mundo. Me hablaron de una guerra inminente y tengo que avisar a alguien.

- Muy bien. Ahora debes descubrir como el poder de cientos de personas se canaliza en ti, y como toda esa Energía Cor Negativa se materializa.

- Bien. A todo esto, tengo una duda. ¿Por qué es tan importante este cristal?... Aparte de este poder, claro.

- La razón es que esta raza, esta civilización, era una raza de guerreros, que pasaron milenios peleando, asesinando y cometiendo crímenes por todo su mundo y en otros mundos también. Por eso el hechizo, por eso eres tan importante. Es demasiada Energía Cor Negativa concentrada. Eres un punto de reflexión en la linealidad Cor. Tu cuerpo y tus acciones se transformaron en un purificador. Si sigues realizando acciones buenas, la Energía Cor Negativa de tu cuerpo puede irse purificando y transformarse en Energía Cor Positiva. Todo depende de ti. Y si eso pasa, serás un gran aliado para el bien… pero si no, el mal estará tras de ti toda tu vida. Depende de ti no entregarte a las fuerzas del mal. Eso está en tu mente y tu corazón. Todo depende de tu fuerza de voluntad y tu coraje. Debes tener el valor de enfrentarte al mal que reina dentro de ti.

Con esas palabras, el mago Códex se levantó del piso, me miró un segundo, me dio una palmada en la espalda y desapareció enfrente de mí, como si nunca hubiera estado conmigo. Las flamas de fuego danzaban en son del potente viento nocturno del desierto. Miro la lejanía, y unas luces ensucian el cielo y no dejan ver las estrellas. Allá, Las Vegas… el comienzo de mi viaje por respuestas.


Continúa...
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