3.1.09

Zudo #1

Secretos de las estrellas (1 de 3)
“Despertar”
Historia: Zirijo.

I

Oscuridad.

“¿Dónde estoy?”, pensé, o dije… no lo sé. Eso pasa cuando estas encerrado en la oscuridad más profunda.

Grito, o por lo menos creo que eso hago…
No escucho nada… no veo nada… encadenado de brazos y piernas en una habitación de algún lugar, sumido en la más grande de las oscuridades. Buena manera de despertar…

Trato de recordar la última cosa que estaba haciendo antes de encontrarme en esto… la oscuridad.

Estaba… buscando algo en el bosque… un lugar donde dormir. Una cueva… un resplandor… un símbolo…

II

Salgo de clases. En la universidad cada día las clases son más aburridas. Unos compañeros me invitan a tomar unas cervezas, pero les digo que no… que no tengo dinero… es mentira. Tengo que estar en mi casa, para darle almuerzo a mi hermano. Mi madre no vive con nosotros y mi padre trabaja todo el día… prácticamente no vive con nosotros.

Llego a casa, chequeando que todas las cerraduras están bien. Nadie ha salido ni entrado. Todo bien hasta el momento.

Entro y mi hermano sale de la pieza con un palo casi el doble de su tamaño, al verme suelta su arma de protección, y corre a mis brazos.

-Hola Zudo, ¿cómo te fue en la universidad? - me pregunta muy interesado.

-Bien, pero creo que ya no me gusta lo que estoy estudiando… no sirve de nada… - le cuento, mientras dejo mis bolso en un sillón y voy a la cocina – Los números no son lo mío. A todo esto, creo que cocinaré tallarines.

- ¡¿De nuevo?! – dice Simón, con rostro de disgusto.

- Si, no se me ocurre nada más… jajajaja - esa es la primera vez que río en el día.

Cocino, le sirvo almuerzo a mi hermano, lo ayudo para que se vaya a la escuela y lo embarco en la camioneta de mi tía “Pelu”, que siempre pasa a buscar a Simón para llevarlo al colegio…

- Que se porte bien tía, si no, le da un coscacho no más - le digo a mi tía Pelu, con una sonrisa.

-Simón es un buen chico… no necesita que le haga nada - me responde, tiernamente.

- Hola ‘Món’ - lo saluda mi primo Claudio. “Son muy revoltosos estos dos”, pienso.

Veo como se alejan hasta la esquina de la cuadra, miro hasta que doblan y se pierden en lo caótico del tráfico de Angalileo.

Regreso a la casa, cierro la puerta, y respiro hondo, una larga tarde queda por delante.

III

La oscuridad vuelve a aparecer en mi mente, pareciera que he abierto los ojos, pero no alcanzo a diferenciar nada. Todo es oscuridad.

Recuerdo que estaba caminando por las calles de Angalileo, pensando en tantas cosas, cosas que pasan en el mundo, cosas que pasan en mi casa, en mi barrio. Muchas cosas, y todas me molestan. No sabía como cambiar las cosas, no sabia como tratar de arreglarlas, no sabía como mejorar la vida de la gente que me rodea, la propia y la de los demás. Por un momento miré hacia el cielo, y la vi… una estela de luz que pasa por el oscuro cielo nocturno de la urbe.

Lo siguiente que recuerdo con nitidez es que mi casa estaba abierta cuando llegué.

- ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?! – grité antes de entrar.

Avancé por los pasillos de mi casa viendo la escena de un robo, pero a simple vista no faltaba nada. Era como si estuvieran buscando algo en específico. Los papeles del escritorio de mi padre estaban todos revueltos, y tirados por todos lados. Es como si se hubieran concentrado buscando cosas en esa habitación. Corrí a mi cuarto, y lo primero que revisé fue el recuerdo que me dejó madre, una cadena con una astilla azul, muy extraña, pero con un brillo misterioso. Lo colgué en mi cuello y seguí revisando. En cuanto salí de mi cuarto, fui atacado por un hombre de negro. “Un espía”, deduje en cuanto lo vi. La acción se realizó sin palabras. Por alguna extraña razón, pude “sentir” que me atacaba, y podía ver con claridad lo que iba a hacer este tipo. Me asusté, y corrí… corrí como nunca antes.

IV

Corrí. Las mismas sensaciones que tengo ahora… mareo, cansancio, escalofríos, miedo, las sentí en ese momento… corrí como condenado… corrí hasta las afueras de Angalileo, corrí hasta un bosque en las afueras de la metrópolis cosmopolita. Sudando como un animal, me detuve para recuperar el aliento, sorprendido por mis capacidades aumentadas… olí en el aire cosas que nunca había olido, oí ruidos que jamás pensé que existían, un nuevo mundo se habría frente a mi… pero la oscuridad ahora es lo que reina…

Oigo pasos a lo lejos, la oscuridad bloquea todo, pero estos pasos son nítidos. Grito, pero ni siquiera yo me oigo. Es desesperante. Trato de moverme, pero cadenas me tienen atado de brazos y piernas.

Lo que pasó en el bosque es lo último que recuerdo…

Seguí una extraña vibración en el aire, hacia una caverna. Escondida entre arbustos, misteriosos sonidos salían de la cueva. Un extraño olor me recordaba algo de este lugar, como si ya hubiera estado aquí antes, hace mucho tiempo. Entro, sin pensarlo dos veces. Mi pecho arde, pero no presto atención en ese momento. Sigo caminando hacia donde me lleva esta vibración. El pecho arde aún más fuerte. Me reviso, miro, y de mi pecho sale una brillo de color azul plateado que crea un camino que decido seguir. El camino dobla por los recovecos de la caverna. Sigo avanzando, y termino frente a una muralla y la luz apunta al suelo. Excavo con mis manos – la verdad no se porqué lo hice así - hasta llegar a una cofre. Los sonidos se distorsionan, se crea una especie de estática. Los olores se doblan y deforman… todo gira alrededor del cofre.

Lo abro, y una luz similar a la que salía del extraño recuerdo de mi madre sale del cofre.
Es una piedra. Una piedra extraña, que está muy bien cuidada para ser una piedra. Es casi redonda, pero tiene una hendidura en el centro, en el corazón de la piedra. Veo la figura de la hendidura e inconcientemente tomo mi collar. Lo miro, y veo que son del mismo porte, color y brillo místico. Algo me lleva a juntarlos. Eso es lo último que recuerdo…

V

La oscuridad comienza a moverse. Los olores comienzan a aparecer, olores de humedad… olores que me recuerdan a personas… sonidos metálicos. Puedo oír el movimiento de las cadenas, y la luz natural inunda mis sensibilizados ojos.
Miro, y un hombre acompañado de una mujer me observa detenidamente. Al abrir mi boca, mi voz suena completamente diferente a como sonaba antes…

- ¿Quiénes son ustedes? – y me sorprendo de mi propia voz, que suena más ronca, gastada y profunda. Asusta… hasta a mí me asusta.

- Señor Zudo Price, usted tiene algo que nosotros queremos – el hombre de edad avanzada me dirige la palabra, mientras que la mujer está alerta... sus signos vitales la delatan, está asustada. Ve algo en mí que la tiene alerta y muy preocupada, aunque con su postura trata de decir lo contrario. Está alerta todo el tiempo – Coopere y todo será más fácil - me vuelve a decir el hombre.

- ¿Quienes son ustedes? – vuelvo a preguntar, pero con mayor fuerza. Trato de acercarme a ellos, pero las cadenas me lo impiden. La mujer al ver que me muevo, se pone más alerta que nunca…el ritmo se de su corazón aumenta. Suena como si tuviera miedo.

- Muchacho… nosotros somos los que decidimos cuando se habla y cuando no. Ahora, ¡entréganos nuestra estrella! – se muestra alterado, no quiere dialogar.

- ¿De qué demonios hablan? Yo no tengo ninguna estrella, meteoro, o lo que sea… ¡yo no he hecho nada!

- Tu padre estuvo trabajando para nosotros, buscando información, información muy valiosa. Como ya debes saber, tu padre, el doctor Price, era un experto en astronomía, y estaba buscando un meteorito que calló en Angalileo. Somos conscientes del potencial que posee esa roca caída del espacio. Sabemos que han nacido héroes gracias a su poder... Tu padre nos debe mucho chiquillo, nos debe su fama y sus investigaciones. Queremos esa piedra que encontró, queremos que nos dé el secreto para nuestros propios héroes, ¡QUEREMOS QUE NOS DES LA MALDITA ROCA!

Entonces, mi mente se llena de recuerdos, de frases, de cosas que vi en el escritorio de papá, planos, dibujos, datos sobre avistamiento de meteoros y cometas. Todo empezó cuando tenía unos 11 años. Cuando empezó a investigar sobre los cometas, hablaba mucho de un colega, James Sheer, muy famoso por haber descubierto un cometa que pasó por la tierra hace unos 12 años. Papá hablaba de que había una relación entre las estrellas y la capacidad de obtener súper habilidades. Era su gran descubrimiento, pero personal del gobierno lo calló, y le dio empleo. Desde ese día, las cosas en la casa comenzaron a darse mal.

Uno de esos extraños días de paseo que organizaba papá, nos internamos en el bosque de Angalileo, y mi papá desapareció, hasta el final del paseo. Un día desaparecieron ambos, papá y mamá, y ella llegó con un collar y lo amarró a esa extraña astilla de color azul. Me la entregó y fue la última vez que la vi.

En ese momento miré mi pecho y no estaba la cadena, pero vi otra cosa. Mi pecho lucia diferente, con rayas, extraños tatuajes que envolvían mi pecho, y brazos. Todo tenía sentido, el meteoro que buscaban era la piedra que encontré en la caverna, dentro del cofre. Pero la pregunta que tenia que hacerme era otra… ¿dónde estaba ahora esa piedra?

- No intentes nada extraño niño, te tenemos bajo control. Esas cadenas no las puede romper nadie. Las preparamos por si teníamos este tipo de eventualidades – decía el hombre de uniforme. Se sentó en una silla cercana y prendió un cigarrillo – Lo que necesitamos es solo la información de cómo te transformaste en “eso” y de donde dejaste la piedra.

- ¿En qué? ¡¿Qué quieren hacer con el meteoro que descubrió mi padre?!

- Fácil, la humanidad necesita más que nunca un héroe que dirija al resto… esa banda de superhumanos es demasiado peligrosa suelta. Además, con lo que esta pasando en el mundo, necesitamos a alguien que mantenga las cosas como están, y a nuestro favor. Las naciones vecinas pueden comenzar una guerra al ver que Eria está desprotegida, y seria catastrófico para todos. Muchacho, entiende que lo que nos digas será de gran utilidad para tu país y el orden mundial - me dijo con seguridad. Este hombre estaba convencido de lo que me estaba diciendo.

-Yo no sé nada, la piedra, o meteoro, la perdí en el bosque de Angalileo… después de eso no recuerdo nada.

- “Já” – ríe sarcástico - Deberías. Casi perdemos a nuestros mejores hombres de asalto en encontrarte y traerte hasta aquí – me dijo, llevándose lo que le quedaba de cigarrillo a la boca. Fuma lo último que queda de ese tabaco y lo aplasta en el piso con sus zapatos. Luego dice calmado:

– Te doy tres días para que me digas… de lo contrario, le diré a Shadow que te deje en las tierras de las sombras. ¿Te agradó estar en la más grande de las oscuridades?

La mujer que estaba a su lado mueve sus brazos y manos de una forma extraña, y mi visión de apoco de nubla y se pone oscura…

¡¡¡DÉJENME SALIR!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡NO HE HECHO NADA PARA QUE ME HAGAN ESTO!!!!!!!!!!!!

Son mis últimas palabras antes de volver a la oscuridad más absoluta.


Continúa...
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