8.8.12

IMPERIO #6

Historia: Zirijo & Rodrigo Roa.


I

- Esta es la peor y más devastadora de todas las guerras que el mundo ha tenido que ser testigo – dijo el primer ministro de Canadá – Es nuestra misión como nación libre y amiga del mundo, declarar lo siguiente: NO ACEPTAMOS LAS AMENAZAS DE LOS ESTADOUNIDENSES. NO TOLERAREMOS SU DESACIERTO AL NO OFRECER LA CURA A LA HORRIBLE PANDEMIA DEL ÉBOLA VASTITAS, A TODOS LOS PAÍSES POR IGUAL. Por eso negamos y cortamos toda relación que podamos tener con nuestros vecinos enemigos, y declaramos la guerra a los Estados Unidos de América.

Las palabras del Primer Ministro canadiense causaron un gran revuelo entre todos los presentes. Los flashes y el bullicio dieron paso a la espera de las siguientes palabras del mandatario.

- Es por eso que hemos desarrollado un equipo especial de operaciones para detener a los ya conocidos “All-Americans”, si es que ellos tratan de violar la frontera de nuestro país – continuó, mientras hacía entrada a la tarima tres sujetos: una mujer y dos hombres. Uno estaba embestido con la bandera de Canadá, y los otros eran conocidos por todos. Quasar, miembro de Defensores Unidos, y Polar*.

- Ellos son “Le Projet Acadia”: Polar, una conocida heroína que se ha ofrecido para formar parte del equipo; Quasar, uno de los más conocidos héroes de la comunidad de Defensores Unidos; y también nos apoya Monsieur Canadá, comandando el equipo, y llevando nuestra bandera como insignia de nuestros ideales en defensa de nuestros derechos nacionales – los presentó el primer ministro, mientras el equipo se ponía a su espalda, imponiendo seguridad y mucha confianza.

La mirada de Quasar era vacía, como si no estuviese ahí, mientras que Polar lucía orgullosa de poder defender a su nación.

- Ellos poseen gran experiencia en terreno, y estoy seguro que podrán ayudarnos en esta nefasta situación.

Una pregunta interrumpió la conferencia.

- ¿Este equipo está preparado para ayudar a los otras naciones que no han accedido voluntariamente a ser parte del “Imperio Norteamericano”, como los mismos estadounidenses han llamado a su maniobra invasiva?

- Por el momento este equipo, y todas las fuerzas armadas canadienses sólo están enfocadas en la protección de nuestras fronteras. Pronto veremos cómo afrontamos esa situación, a medida que vaya evolucionando la guerra.

II

Esa misma guerra que estaba desatada. La muerte estaba desatada. En todo el mundo era mínima la resistencia que oponía las demás naciones. Cientos protestaban en las calles de las principales capitales del mundo, pero otros tantos morían en manos del frío metal de los machetes utilizados por el ejército médico de Pershings en el mundo... y miles morían por culpa del virus Ébola Vastitas. Eran muy pocos los que se lograban salvar, ya que las inyecciones para calmar y expulsar el virus a través de la orina, estaban siendo administrada con cautela y muy pocas dosis, para evitar robos y saqueos por lo desesperación de los familiares de los enfermos.

Los muertos eran quemados en grandes fosas comunes, para prevenir brotes de cualquier tipo, ya que la composición y comportamiento del virus era muy violento e impredecible. Las pilas de cadáveres alcanzaban varios metros y las fogatas de cremación no se apagaban ni de día, ni de noche.

Las comunicaciones oficiales estaban apagadas. Ni un solo ruido perturbaba las ciudades bajo asedio por los norteamericanos. Azotados por la tristeza y la agresión. El miedo.

En países como Chile y Egipto, los primeros en “entregarse” al Imperio, las dosis eran entregadas por el ejército, todo muy bien resguardado, mientras que en Rusia y en India, las inyecciones sólo eran manejadas para los militares estadounidenses, y los cadáveres de las mujeres enfermas y violadas, eran esparcidos por los caminos y pueblos, como una suerte de “castigo” por la rebeldía.

Nadie escapaba a la muerte… ni al Imperio.

III

- ¿Esa es toda la luz que tiene este lugar? – Preguntó Águila a Oso, miembros del recientemente destituido R.Squad** - ¿Cuánto es lo que costaba este apartamento?

- Usaremos este apartamento mientras Raúl habla con el alcalde de la Ciudad de México – respondió Oso, bajando la multitud de cajas que cargaba.

- ¿Hablar con el alcalde? – preguntó Águila, tomando su celular - ¿Tuvimos que entregar todo el material, no tenemos comunicadores?

- No, Águila. Todo el equipo estaba sujeto al acuerdo que firmamos para proteger la ciudad de New York – respondió Oso, preocupado por The Ultimate Man, ya que se había encerrado en una habitación apenas hicieron ingreso al apartamento.

Un escándalo se escuchaba en las escaleras, cuando Dust, Jax Van Buyt, entraba a la sala sólo poblada con cajas.

- Se la llevaron… se llevaron a mi hermana – dijo sollozando.

- ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? – preguntó Oso, Boris Romanov.

- Ella… comenzó a toser… estábamos cerca de unos militares y se la llevaron a un hospital… traté de quitárselas, pero me dijeron que podía estar infectada con el Ébola Vastitas… luego corrí hasta acá… - dijo el muchacho, triste y desesperado.

- No nos dejarán entrar – dijo John Merrick, The Ultimate Man, saliendo de su prolongado encierro – La dejarán en cuarentena, es lo más obvio.

- Iré por Liebre, y entraremos... – dijo Boris.

- ¿Con la autorización de quién? ¿Crees que nos conocen? Somos tal como cualquiera, Oso... No… no creo que podamos hacer algo.

- Piensa en algo… - se interrumpió Águila – John, desarrolla una cura.

- Es fácil decirlo, pero para eso necesito un laboratorio, materiales, espacio… aquí mi única oficina es el baño – contestó desanimado John Merrick, que miró por la ventana tratando de pensar en algo.

- Vamos Jax – dijo Boris – Trataremos al menos de ubicar a Jen.

Todos salieron en dirección al Ayuntamiento civil en México DF. Sin motivo alguno, y sin tiempo para rebatir la abrupta decisión, por el estallido del conflicto internacional, el R.Squad había pedido asilo político en la embajada de ese país. Sin duda todos los miraban con extrañeza. Sus uniformes, su forma de caminar, de hablar... todo decía que no pertenecían a ese lugar… que eran exiliados de guerra.

El teléfono celular de Boris vibró. Era Raúl Marzán, A.K.A. Liebre, líder del R.Squad.

- ¿Cómo te fue, Raúl? – preguntó Boris de inmediato, al responder la llamada.

- Logré que no nos cobraran el apartamento... – respondió Raúl, con voz de derrota.

- Creo que tenemos algo más delicado en nuestras manos... – dijo Boris.

- ¿Qué sucedió?

- Es Jen. Jax dice que la han llevado al hospital para ponerla en cuarentena… ella… ella está enferma.

- ¿El virus? – pregunta sumamente preocupado Raúl.

The Ultimate Man, John Merrick, le quitó de las manos el teléfono celular a Boris y comentó a Raúl sus profundas meditaciones.

- Cuando Ian Thomas me tuvo secuestrado, además de descubrir el complot contra Luz, pude ver ciertos archivos sobre manipulación genética en insectos e investigación bacteriológica… temo lo peor.

- ¿Estás diciendo que el Proyecto R-Evolución tiene algo que ver con esto?

- Según mis deducciones, en todos los reportes iniciales del Ébola Vastitas había evidencia de mordeduras o picaduras de insectos… y entre el personal de Thomas hay una chica a la que llama “Lady Bug”.

- ¿Ella podría estar influyendo en los insectos? – interrumpió Boris.

- Temo que más que influir en ellos… podría liderarlos… guiarlos – respondió The Ultimate Man.

- Eso es… espantoso – dijo Chica Metálica, que no había hablado mucho – Esto es…

IV

- Es un Genocidio – dijo Luis Rodríguez, saliendo de una de las tantas reuniones que había estado teniendo todo el personal de The Wall.

Con el fracaso de la operación “Muralla Caída”, todas las comunicaciones nacionales seguían en silencio. Nadie podía hablar con nadie. Estaban todos mudos en los llantos y gritos de dolor

- ¿Es cierto que luego del “Muro Caído” no hay planes? – preguntó a su compañero Jason Lewis, piloto del Ala Plateada, insigne aeronave modificada por la institución.

- Dicen que hay un “Protocolo Campbell”, que desarrolló el mismísimo Mark Campbell. No lo compartió con nadie… nadie sabe cómo ejecutarlo.

- Si es que existe... – intervino Gary Anderson, operador del Hélice Roja, helicóptero de elite.

- Campbell era un tipo ambicioso – dijo Luis – Los más cercanos comentaban que cada noche se quedaba hasta altas horas de la madrugada pensando en situaciones como éstas… eventos de esta magnitud, anticipándose, planeando cómo es que el Departamento de Asuntos Extraordinarios podía manejarlos.

- ¿Sus cercanos? Ese tipo no tenía amigos… qué desperdicio – comentó Gary, regresando de la máquina expendedora de café – Haber muerto sin disfrutar la vida...

- Algunos disfrutan la vida de formas distintas a las tuyas, Gary.

Cuando Gary se disponía a responder el comentario de Luis, un sujeto que jamás habían visto, vestido de terno, muy formal, se les acercó.

- ¿Ustedes son el equipo Delta 39? – preguntó a los pilotos que estaban reunidos.

- Sí, señor, ese es el número de nuestro equipo – respondió Jason.

- Bien, sígame – ordenó escueto el sujeto, haciéndolos entrar a la sala de reuniones, ahora vacía – El señor Campbell, como ustedes sabrán, recientemente fallecido, dejó una serie de comandos y protocolos para ser llevados a cabo en el mismísimo momento de su desaparición. Entre estas órdenes póstumas, designó a la operación “Ladrillo a Ladrillo” a los mejores y más leales operarios dentro de The Wall.

- ¿Esos somos nosotros? – preguntó Gary, sin pensar mucho su pregunta.

- Así es, señor... ¿Lewis?

- Anderson.
- Anderson. Si, verán, estos nombres y sus misiones eran sólo conocidas por el señor Campbell, por lo que cada uno de estos sobres contiene protocolos secretos – continuó el sujeto – Son sólo para sus ojos, que quede completamente claro.

- ¡Si, señor! – respondieron los tres pilotos... mal que mal, todos tenían la misma instrucción militar muy arraigada.

Mientras el sujeto se retiraba, Luis no pudo evitar pedir que se identificara.

- Monroe, J. Monroe – respondió el tipo bajo, moreno y de lentes.

Las instrucciones de cada sobre variaban en un  par de palabras, pero las directrices generales eran claras e iguales. Su misión era pilotear sus respectivos vehículos modificados por The Wall para hacer ingreso en el edificio de Naciones Unidas.

V

- Es increíble cómo estos días se han vuelto tan cortos – reflexionó Blackbird, en el salón de Defensores Unidos en Eria, única nación que no había dado una respuesta clara sobre su posición en esta guerra.

Su compañero de equipo y amigo, Quick, lo observaba. Para él han pasado siglos, estando aquí, quietos, vigilados por las fuerzas armadas del país, y solo con la posibilidad de hablar unas pocas horas con Ultra Force.

Gracias a ellos lograron enterarse de lo que sucedió hace una semana en Japón, y hace un par de días en Inglaterra***.

Argentina, Brasil, Turquía, Sudan, Ucrania y Rumania rindieron sus fronteras ante el acto devastador en Inglaterra. Los norteamericanos no tenían miedo de matar a miles, millones, para ganar esta guerra. Sólo quedaban pocas naciones, casi ninguna, que pudiera hacerle frente al gigante, que ponía sus ojos en sus vecinos.

- ¿Conseguiste la reunión con todos? – preguntó Quick, bastante apesadumbrado.

- Dijeron que podían estar tarde en el salón… Están todos asustados, Quick… me gustaría que pudieran ver las cosas como yo las veo…

- Si Shark estuviera aquí, te hubiera apoyado – dijo Quick, sentado con su cabeza entre sus rodillas, mirando el inmóvil suelo. Como si no quisiera moverse, como si sus pies pesaran toneladas de concreto.

- Lo sé, Quick… pero él está muerto… - decía Adam, arrastrando las palabras, triste.

- Sí-yo-lo-encontré... - dijo Quick muy rápido, casi sin que se le pudiera entender.

De poco, mientras avanzaba el día, iban llegando los héroes convocados. Todos estaban nerviosos, eran tiempos difíciles, no podían darse el lujo de desaparecer de sus lugares habituales de vigilancia, pero ahí estaban, haciendo eco del llamado que se hizo desde la señal de Defensores Unidos. Si los héroes más grandes de todo el mundo los llamaban, era por algo…

Allí estaban los mismos de la primera reunión, la que siguió del funeral de Shark. Ellos esperaban ver a Lady Star, al seguro Megabot, al poderoso y recién llegado Electric Man, al misterioso Amo de los Espejos. Pero ahí estaban dos muchachos, Blackbird y Quick. Muchos no sabían siquiera que eran parte de la alineación oficial del equipo.

Algunos iban a regresar a sus ciudades, sus pueblos, pero la llegada de Ultra Force en pleno los tranquilizó. De hecho, fue sólo la llegada y el saludo del Amo de los Espejos lo que permitió que todos pusieran atención a lo que Blackbird quería decir:

- Héroes del último país libre, los he llamado para poder decirles esto mirándolos a los ojos. Más que nunca el mundo nos necesita. Necesita de nuestra decisión, de nuestra fuerza y unidad, de que les demos algo de esperanza, algo de lo que puedan hablar, aparte de toda esa ola de enfermos y soldados mecánicos, que arrasan con los países. Amigos, los necesito… tenemos un plan, podemos hacerles daño, podemos hacerlos retroceder…

- ¿Con qué? – preguntó una voz desde fuera del salón. Dos sujetos eran lanzados en medio de la sala, armadura completa, equipados hasta los dientes. Agentes de los Hijos de Perseo. Electric Man los había atrapado y traído a la reunión - ¿Con un niño deprimido y un par de fuegos artificiales? – preguntó nuevamente Electric Man, más cerca ahora.

- Es por eso que pido su ayuda…

- No lo lograrás niño... ¿Sabes acaso quién es el enemigo al cual te vas a enfrentar?... ¡RESPONDE! – exigió el héroe, engrifado, con chispas y estática en todo el cuerpo.

- Yo le daré la información que necesita – interrumpió el Amo de los Espejos, casi salvando al joven héroe de Angalileo de una golpiza.

- No es necesario – estos tipos ya me dijeron todo lo que hay que saber… ¿Recuerdan a Black Force?... ¿a la Bestia Negativa? – preguntó Electric Man a los presentes – La cosa con la que cuentan los norteamericanos golpea tan fuerte como ellos... ¿alguno de ustedes ha recibido un golpe de Destructor?

- Los enfrentaremos – dijo Blackbird – Iremos allá y los enfrentaremos, con la promesa de que si fallamos, ellos sabrán que más héroes se levantarán hasta vencerlos…

- Bájate de esa nube, niño… los demás héroes estarán muertos cuando Eria diga que no, y nos envíen esa cosa nuclear…

- AHB-42 – corrigió Richard Butler, Ultrabot.

- Nadie irá contigo, y no es porque no quieran… es porque saben que no pueden hacer nada contra ese tal American Dream.

Todos los presentes estaban helados. Electric Man hablaba de ellos, como si ellos no estuviesen ahí. Pero él tenía razón en algo: ninguno de los otros héroes podía hacer alguna diferencia contra el equipo The All-Americans.

- ¿Alguno quiere unirse a Quick y a mí en esta campaña? – preguntó Blackbird.

Nadie dijo nada. ¡Esos tres tipos doblegaron al mundo entero, por el amor de Dios! Sólo los más agudos de sentidos pudieron oír el crepitar de las flamas...

Algunos miraron al cielo, y los demás los siguieron. Una gran bola de fuego se acercaba rapidísimo.

- ¡Yo iré contigo! – dijo quien se encontraba envuelto en llamas.

- ¿George? – preguntó Electric Man, escuchando un gran parecido con la voz del antiguo héroe caído en batalla.

- ¡No… es Justin! – exclamó Quick, sorprendido, y feliz por unos instantes.

- Blackbird, cuenta conmigo – dijo luego, haciendo que sus flamas desaparecieran, mostrando su amable rostro, pero con una mirada diferente.

- ¿Qué te pasó? ¿Por qué te fuiste? – preguntó Adam, al abrazar a su amigo.

- Luego hablamos de eso… ¿Alguien más acepta el llamado de Blackbird? – preguntó Justin Smith, el Hombre de Fuego.

A pesar de las intenciones de Justin, nadie más alzó la voz.

- Entonces seremos nosotros tres – dijo Blackbird.

- Suerte chicos – dijo el Amo de los Espejos – La van a necesitar...


Continuará…
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Ver“IMPERIO”#2.
** Ver “R.Squad” #1 al #3.
*** En los dos últimos números de “IMPERIO”.


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