11.7.12

IMPERIO #5

Historia: Zirijo & Rodrigo Roa.


"Ningún resultado del progreso humano se logra con el consenso de todos".
Diego Colón, 1536.-


I

- Esto… esto es monstruoso – dijo un alto mando del Ejército de Inglaterra al observar las fotografías sobre el mesón.

Las fotografías las había tomado un avión espía no tripulado, que había salido a la caza de aquel misil lanzado por EE.UU. a Tokio.

- Es un cráter de a lo menos dos kilómetros de diámetro, en pleno centro de la ciudad – dijo un militar británico, expandiendo las imágenes en la pantalla central de aquel recinto protegido.

- Dios mío… – dijo otro militar, que adornaba su uniforme con gran cantidad de medallas – No podemos avalar esto, los Americanos ofrecieron una cura para el maldito virus, ¿pero esto? Se les está escapando de las manos.

- Sabíamos que algo así podía suceder – dijo otro, con más alto rango – La guerra pasada la ganaron así… con el terror de una guerra nuclear… pero ahora ellos acaban de comenzar una.

Las imágenes continuaban apareciendo en la pantalla. La destrucción era completa. La onda de expansión había dejado irreconocible la capital tecnológica del mundo moderno.

La mayoría de los grandes edificios estaban en el suelo, desmoronados, en llamas, y los que aún estaban en pie, estaban muy lejos del epicentro de la explosión. El humo salía del suelo, el metro, las cañerías… todo lo que pudiera arder, adía, todo lo que fue remotamente obra del ingenio humano, por el suelo.

- Esto nos puede pasar a nosotros – interrumpió el silencioso temor que se veía en los ojos de los militares que conformaban la reunión.

- Puede sonar sínico, hijo, pero una vez nos pusimos del lado de los americanos, porque era lo correcto… pero esta vez, estaremos en su contra – respondió el General – Porque sigue siendo lo correcto.

II

- ¡No podemos seguir huyendo, capitán! – exclama Zudo Price al capitán de Los Calavera, al surcar el Atlántico, bordeando la costa de Estados Unidos.

Ellos huían de la isla de Manhattan, perseguidos por un escuadrón de las fuerzas especiales del Departamento de Defensa de EE.UU. Los perseguían luego de haber desarticulado a una organización clandestina llamada “La Rosa de Colores”, sindicados como terroristas.

- Esto es pan de cada día… nada que un par de buenas maniobras de piratas no puedan manejar – respondió Arthur Schweppes, capitán y captor del secuestrado Zudo.


Aviones les daban caza en su estrépito viaje. Los barcos habían sido rediseñados para alcanzar velocidades de vuelo, utilizando las resistencias del agua, a su propio favor.

- Toma esto. Si vas a estar en la cubierta, será mejor que sirvas de algo – le dijo León Schweppes, hijo del capitán y aprendiz de abordo, a Zudo, pasándole una máquina que resultaba familiar.

- ¡El Trueno de Zeus! – exclamó Zudo, reconociendo el aparato - ¿Cómo es que ustedes tienen esta tecnología?

- La Rosa de Colores nos ha facilitado gran cantidad de suministros, a cambio de información y seguridad. Somos sus mercenarios y contrabandistas – respondió el capitán, computando órdenes en la computadora de la sala de comando – He enviado la señal, tiene sólo unos momentos para disparar… luego serán blanco de los “Sky Rangers”.

Salieron a cubierta, y Zudo con el resto de la tripulación del “Kraken” comenzaron a disparar truenos a sus perseguidores. Las máquinas portables tenían la capacidad de almacenar en el cañón la electricidad estática del ambiente, y con tal fricción del barco a toda marcha, era una tormenta en movimiento.

La costa Este se llenó de luces y estruendosas explosiones. Las descargas eléctricas volvían loca a las máquinas del ejército, que caían en el mar.

En el camino, lanchas de alta velocidad se habían incluido en la persecución, pero no eran rivales para el Kraken, y las demás embarcaciones miembros de la flota.

-  ¡Capitán, ellos vienen! – avisó el vigía desde lo alto del mástil, por comunicadores incorporados a la cabina del capitán.

- ¿Los Sky Rangers? – preguntó Zudo, al recibir la orden de cese al ataque – Pero ellos no aparen en el radar…

- Esa es la idea – respondió León, desdeñoso.

No muy lejos un escuadrón de aviones aparecía de entre las nubes. Avionetas y antiguos aviones modificados para las exigencias de vuelos de alta velocidad conformaban la flota de ataque de los Sky Rangers, que escoltaban y devolvían el fuego de los estadounidenses.

- Saludos, Capitán Schweppes; aún no hace ingreso a aguas internacionales – comunica el radio que comparten Los Calavera con los recién llegados.

- No tengo este tipo de juegos desde los tiempos del Rey Negro, ¿no lo recuerdas Daniels? – respondió el capitán del Kraken.

- Ya no estamos para este tipo de ajetreo, Arthur… - dijo Daniels, piloto del Air Tractor 301, líder del escuadrón.

- ¿Quién es ese tal Rey Negro? – pregunta Zudo, no muy al tanto de las cosas que hablaban estos camaradas de la clandestinidad.

- Es un amigo de papá, pero nadie lo conoce, solo los más viejos dentro del Kraken – responde León – Pero eso no importa ahora… ¿Padre, hacia dónde vamos? – preguntó luego.

- Llevaremos al mensajero a un lugar seguro, hijo – respondió el capitán – Los Sky Rangers nos escoltarán en este tramo del viaje… no nos pueden acompañar todo el trayecto, tienen un encargo de The Outsider.

- Entonces los Hijos de Perseo están involucrados – dijo León – Como siempre…

- ¿Quiénes son los Hijos de Perseo? – preguntó Zudo, inevitablemente.

- Tú sí que no sabes nada – reclamó León – Los Hijos de Perseo son piratas, como nosotros.

- No, León, nadie sabe realmente quienes son ellos… Sólo que son los únicos que reciben las órdenes directas del Outsider, y que son los primeros en responder al llamado de esta Guerra… Nada más se sabe de ellos… ellos no dejan que nada más se sepa.

III

New York, Estados Unidos.-

El galpón estaba callado. No hace mucho estaba siendo ocupado como base de operaciones de los Hijos de Perseo. Maverick y Aser estaban preocupados por el silencio de The Outsider. Él, hace mucho, estaba orquestando la resistencia contra el movimiento fascista que tomaba cada vez  más poder dentro del Senado, Fuerzas Armadas, y en la opinión pública de EEUU.

Dos agentes del FBI, respaldados por todo un equipo de operaciones, forzaron la puerta.

- ¡Alto ahí! ¡Agentes Federales, están bajo arresto! – gritaron, al ver a dos sujetos huir por la ventana de aquel edificio - ¡Cubran el perímetro! ¡Están escapando!

Los dos sujetos corrían con un computador en las manos, mientras chocaban con la gente que transitaba por New York.

Ambos prófugos fueron interceptados por agentes encubiertos, y tumbados al suelo…

- Agentes Federales, están bajo arresto – repitieron los agentes, llevándose una sorpresa.

- No, por favor, no nos hagan daño… a nosotros sólo nos dijeron que ahí habían cosas de valor – respondió el niño, que con su compañero, eran ladrones comunes del barrio.

- No crees que fuiste demasiado cruel con esos niños – dijo uno de los transeúntes que presenciaba el arresto.

- Me tenían molesto – respondió el otro – Estaban rondando el cuartel desde ayer. Tenía que asegurarme de dejar un buen señuelo.

- De todas formas teníamos que dejar la base.

- Como la anterior, esta fue comprometida – respondió Maverick, agregando – Sólo era cuestión de tiempo.

- ¿Y ahora? – preguntó Aser, al reservado Maverick.

- The Outsider ha estado mucho tiempo callado – respondió Maverick, luego de avanzar un par de cuadras – Demasiado para mi gusto…

-¿Y qué haremos al respecto? – preguntó Aser.

Lo rastreé, Aser… Logré hackear su sistema de comunicación… rompí la primera regla.

- “Nadie habla con The Outsider… él habla con nosotros” – respondió como de memoria Aser – Entonces… ¿somos traidores?

- No, Aser… sólo vamos a descubrir qué diablos está pasando.

IV

- ¿Crees que el mensaje llegue a la base de los rusos? – preguntó uno de los soldados iraníes, a su superior, en una de las tantas bases ubicadas en la frontera con Afganistán.

- Si no son los Rusos, nadie puede detener a esas cosas… nadie puede venir a ayudarnos – respondió el superior, terminando el mansaje y volviendo a la ventana, tratando de entender lo que estaba pasando.

Máquinas asesinas avanzaban por la base, con grandes machetes y escudos, destruyendo y matando a todo quien se interpusiese en su camino. Una muy marcada bandera estadounidense adornaba sus hombros, abriendo camino para las otras tropas.

De pronto, alguien entra en la caseta, alguien con su mismo uniforme.

- ¡Alto, identifíquese! – gritaba el soldado con más alto rango, perdido en el miedo y en la desconfianza de la batalla, apuntando con su arma a la cabeza al recién llegado.

- Señor, el cabo Siro Nourizadeh, del quinto pelotón… mis compañeros están todos muertos, señor… - respondió el muchacho, temblando.

- Creo que lo recuerdo señor, él estaba conmigo en el entrenamiento – le dice el que acompañaba al soldado sorprendido.

- Bien, bien… ¿Cómo diste con nosotros? – preguntó el oficial.

- No señor, no los estaba buscando… esas cosas… estaba huyendo de ellos… – responde el muchacho tomando asiento, aún asustado – Gracias amigo… pero no creo recordarte.

-Debe ser la situación… estamos todos cansados.

El recién llegado acompañó al oficial en la ventana. Ocultos, siguieron mirando el horrendo escenario. De pronto, vieron que alguien afuera le hacía frente a las máquinas asesinas. Un sujeto, de blanco, como nacido de las antiguas historias míticas, enfrentaba a las fuerzas norteamericanas con cimitarras y un turbante adornado con una prominente pluma roja.

- ¿De dónde salió ese tipo? – preguntó Siro, junto al oficial – ¡Les está dando pelea!

- Si él puede… ¿Por qué no nosotros? – dijo en voz alta el oficial.

- La respuesta es “No”. – dijo el Cabo que acompañaba al oficial en un principio – A diferencia del imbécil que está peleando afuera, ustedes son unos cobardes.

- ¿Qué estás diciendo, muchacho? – preguntó el oficial.

- … De hecho, eso es lo que me gusta de esto… las emociones, los rostros horrorizados por su muerte – dijo, mientras se cubría la cara con un pasa montañas – Eso es lo divertido de ser un “mercenario”, no le debo lealtad a nadie… y ustedes no escapan de eso.

El misterioso guerrero seguía combatiendo con los Pershings de avanzada, mientras dos cuerpos salían lanzados por la ventana de una oficina un tanto oculta. Luego, un sujeto con un pasamontaña salía con un arma.

- Maquinas estúpidas – dijo el encapuchado –  No saben distinguir el sabor de la batalla.

- Un guerrero de verdad ha aparecido – respondió el misterioso hombre del turbante – Mi nombre es Gushtasp, el cazador de monstruos...

- No te ofendas, pero no soy un guerrero… me importa una mierda esto… no tienen necesidad de pagarme para matarte – sentenció, con una expresión de desprecio en su rostro.

- No eres un guerrero, pero sí que eres un monstruo… - afirmó entonces Gushtasp.

Ambos iniciaron un combate, que pocos sabrían hasta donde iría a parar.

V

- ¡¿Hace cuanto que esa cosa salió de allá?! – preguntaba desesperado Pimpinela Escarlata al Doctor Neutrón.

- No te preocupes, Pimpinela. He enviado a una tropa de héroes a investigar – respondió un poco nervioso el brillante científico alemán.

Europa estaba devastada. Los norteamericanos habían blindado su paso por el Mediterráneo. Nadie se metía con ellos. Los alemanes firmaron la rendición de inmediato, no querían pasar por una tercera guerra en su territorio, y menos para su gente. Portugal, España, Italia y Grecia cayeron con un solo movimiento económico. Sus debilitadas economías pendían de un hilo. No podían financiar una guerra.

Todos los héroes de la Liga Europea contrarios al Imperio Estadounidense se refugiaron en Inglaterra, el último bastión de tierra libre en el viejo continente. Aunque en un principio habían aceptado su rendición, luego de lo que pasó en Japón no tardaron en retractarse, e impedir cualquier acercamiento de las tropas de Pershings y soldados norteamericanos.

- Les tomó tres días enviarnos la artillería – comentó Niebla, suspendida en el aire, junto con la radialterada Xzector.

- Somos la primera línea, Niebla. Tenemos que estar atentos – comentó Xzector, mientras utilizaba sus habilidades para suspender la gravedad.

- ¿Me escuchan? – preguntaba una voz por los comunicadores que les había facilitado el Doctor Neutrón - ¿Pueden escucharme?

- Si, Ultrabot – respondió Niebla, presionando el botón que sobresalía de su oreja – Estamos en la frecuencia correcta.

- Bien, la información que arroja el satélite, es que el misil viaja a toda velocidad por el Atlántico. Cruzó terreno norteamericano desde Japón, para no ser visto por las fuerzas opositoras.

- Entraron en La Habana, Ultrabot… perdimos a Cuba – dicta otra señal que interfiere en la conversación – “The All-Americans” están allá, alardeando para la televisión americana.

- ¡NONONO! - exclamó Xzector, con un poco de miedo. Sabía que son casi los últimos.

- ¡Se acerca algo! – gritó Niebla, pendiente.

- No intenten nada, están ahí solo para reconocimiento… – dictó Ultrabot por el comunicador.

- A la mierda, quiero ver esa cosa, dicen que es alguien en un traje – dijo Xzector, avanzando hacia el enemigo.

- Pimpinela, evacuen Londres, no puede ir hacia otro lugar… – oyeron Niebla y Xzector, antes de perder contacto con Ultrabot.

La radialterada se enfrentó directamente con aquello que había destruido Tokio. Lucía como un ser humano, pero con la cabeza alargada, y destellaba un verde fosforescente. Estaba cubierto de acero, como un misil, completamente aerodinámico. Una bandera estadounidense adornada sus hombros, y la inscripción en su pecho decía “AHB–42”.

- ¡¡Tú los mataste a todos!! – gritó Xzector, anulando la gravedad que afectaba a ambos. Intentaba desviarlo de su objetivo.

AHB-42 tomó a la heroína del cuello, golpeándola reiteradas veces en la cara, con una fuerza brutal, lanzándola al suelo de la costa británica. El golpe fue seco, ni siquiera la falta de gravedad impidió el impacto.

Niebla quedó como congelada y sólo atinó a pronunciar dos palabras por el comunicador: “es humano”.

- ¡Es una locura enviarlos! – exclamaba Pimpinela Escarlata por la mesa de comunicación intervenida por Ultra Force, al Doctor Neutrón.

- Debemos protegernos – se justificó, cuando desplegó una serie de dispositivos móviles para que Escudo, Arbaléte y Hood Girl, se unieran al bloqueo de AHB-42.

Escudo se lanzó sin ningún tipo de tapujo, chocando directamente en contra de AHB-42 con su campo de fuerza condensado al máximo.

Arbaléte disparó con frenesí su ballesta, al ver que el choque no había sido fructífero. Escudo caía, mientras Hood Girl trataba de darle alcance.

La mole radioactiva continuó con su avance hacia la capital de Inglaterra. Una señal inconfundible: nada ni nadie podían detener el avance del Imperio.

Londres estaba a medio evacuar, cuando AHB-42 estaba sobre ella. El rostro de la bomba atómica viva estaba cubierto por una escafandra angosta, que no permitía visualizar más que los ojos verdes radioactivos de aquella aberración tecnológica… Esos ojos que, antes de dejarse caer sobre Londres, miraron al cielo, donde notó que más allá de las nubes, estaba Destructor, observándolo todo. Inmóvil. Impertérrito.

Fue inevitable. Cada segundo en el cual AHB-42 tardaba en caer, era un segundo más cercano a un nuevo holocausto, y a un nuevo triunfo para el Imperio.

Una última respiración les tomó a los evacuados antes de morir en el intento de huir. Una explosión que resonó en el tiempo, una explosión que se llevó a Inglaterra.


Continuará…
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