Historia: Zirijo.
I
- Ya los hemos visto moverse – dijo con decisión Liu Fung Dae, el Dragón Blanco/Negro, a sus discípulos, las Mil Cabezas del Dragón –
Hemos visto hacia donde se dirigen y sabemos de lo que son capaces de hacer. Ha
llegado el momento de detenerlos a todos.
Los vítores son intensos, y todos aplauden la
actitud del maestro dragón. Todos son hechos callar, para que Sú Fù, la velocista más rápida de Asia,
hablara.
- Son rápidos, están preparados y no dudarán en
tratar de matarlos – dijo Sú Fù, tomándose el brazo, herido en su
enfrentamiento con los Pershings.
Mientras Dragón Blanco/Negro daba las órdenes a
las Cabezas del Dragón para enfrentarse a las máquinas vivientes, una figura
invisible a los ojos del hombre se infiltraba dentro del Templo, guarida de los
Guardianes de Oriente. Cauteloso, se
movía con rapidez hacia el Cuarto de los Secretos, donde Liu Cho mantenía
recluido todos los artefactos misteriosos que su sagrada orden de Mil Dragones,
resguardaban con recelo. Allí, la misteriosa figura buscaba algo que el joven
maestro había guardado recientemente, un control de activación remota. En
extraños sueños, luego de la visita al Oráculo de Tiang-Po, Ojos del Destino*,
el invasor sintió el sonido del acero chocando entre sí, y no-muertos
enfrentándose los unos contra otros. Profundas meditaciones lo habían hecho
entender lo que el destino le tenía deparado, y también como este control de
activación remota era la única esperanza que tenía este país para detener el
avance del invasor.
- ¿Qué haces oculto de esa forma? – preguntó el
joven Tao Po Fu, al intruso - ¿Qué es lo que estás buscando, Shaman?
El místico gurú de India se quita su invisible
cubierta al oír al joven Dragón Rojo, tomando también el aparato que tanto
buscaba.
- Creo que el contacto con el Dragón Muralla te
dio más habilidades de las que Liu pudo observar – dijo Shaman, observando al
muchacho.
- ¿Para qué quieres esa cosa? – preguntó
nuevamente el solitario Tao Po Fu, en la puerta de aquella habitación que albergó
su enfrentamiento con el Emperador Meng Li -¿Por qué entras a escondidas de
Liu? – agregó.
- Mis visiones sobre el futuro me dicen que debo emprender
esta secreta misión para salvar China de la destrucción, joven Dragón Rojo –
contestó a la pregunta Shaman – Pero creo que también está en el destino
escrito que debas acompañarme para devolver esto a su dueño, y que todo esté en
orden.
II
- Sabemos que se mueven hacia el oeste y al sur –
decía Dragón Blanco/Negro a las más altas Cabezas de Dragón, sus orden marcial
– Debemos impedir que lleguen hacia Beijing y las ciudades importantes. Sú Fù
hará un reconocimiento de la zona, y sabremos cómo movernos.
- ¿No será como cuando peleamos contra los “Death
Soldiers” de Meng Li? – pregunta un monje - ¿No tendrá algo que ver con ellos?
Dragón pensó por un momento. Los “Death Soldiers”
del Emperador, que habían estado construyendo desde que él mismo se convirtiera
en el portador de la banda del ying yang, eran distintos. Ellos no aprendían en
las batallas, no tenían tácticas definidas, no pensaban por sí mismos.
- Debemos irnos, Liu – interrumpió Sú Fù - El Sol
está saliendo.
- Es cierto. El viaje será largo – dijo Dragón
Blanco/Negro – Deben tener cuidado. Si descubren que Meng Li está involucrado
en todo esto, deben decírmelo inmediatamente. Él y sus ministros son
peligrosos.
Liu lucía preocupado. Tao Po Fu y Shaman no
aparecían por ninguna parte, y ni Tetsu no
Samurai, ni Karate Girl, ni Koi, daban señales de estar cerca.
Las Mil Cabezas del Dragón salieron al amanecer
del tercer día del asedio de los Pershings a China. Se rumoreaba que el extremo
norte del país sufría una oleada de ataques a centros militares y a fábricas,
provocadas por máquinas asesinas. El ejército chino había atacado, pero las
tropas de asesinos de metal resistían todos los ataques. Como ya sabían, los
Pershings se dirigían a Beijing, donde se encontraba una concentración
importante de las fuerzas de defensa. Habían combatido toda la noche. Había
otro grupo, según los informes de Sú Fù, que se dirigía a Beijing. Los Dragones
se encargarían de ellos.
III
- ¿Dar los “Death Soldiers” de regreso a Meng Li?
– preguntó nuevamente Tao Po Fu a Shaman, sin poder creerlo, mientras se movían
en dirección desconocida.
- He tenido visiones, joven dragón – respondió
Shaman – He hablado con el destino, y no hay otra salida.
- Siempre hay otra salida, Shaman. Las palabras de
un Oráculo no pueden cambiar lo que está bien de lo que está mal.
- Sé que todavía sientes resentimiento contra Meng
Li por la muerte de tu maestro, pero el destino así lo quiere – insistió el
gurú hindú.
- Liu Cho fue más que un maestro para mi… él fue
el padre que nunca tuve, y jamás perdonaré a Meng Li por hacer lo que hizo –
dijo Tao Po Fu, con furia.
- Es una pena lo que dices, muchacho – dijo una
voz que superaba al tiempo y los años – Tu pelea contra mi durará toda tu vida.
Ambos héroes se detuvieron y miraron en todas
direcciones, sin lograr visualizar a nadie.
- Estamos rodeados – le dijo en voz baja Shaman a
Tao Po Fu – No intentes na…
El joven Dragón Rojo se lanzó al ataque, sin
siquiera escuchar a Shaman. Sintió como se movía el viento, y logró predecir
donde se encontraba el enemigo. La reacción fue rápida, pero conocida.
Movimientos flexibles detuvieron la arremetida del joven dragón, quien iba a
ser certeramente asesinado, de no ser
por la intervención del más reciente miembro de La Dinastía. Inmovilizado contra un árbol cercano, Koi tenía a Tao Po Fu.
- No me mires, no digas que me conoces, o si no
tendré que matarte – advirtió Koi al Dragón Rojo, amenazándolo con su kusarigama.
- ¡Hey! ¿Qué es lo que sucede contigo? – pregunta
She, Ministro de Meng Li, y quien había recibido el ataque de Tao Po Fu – Se
supone que era mi presa.
- El Emperador no ha dado esa orden, señor She –
contesta cordial Koi, mientras seguía amenazando al Dragón Rojo.
- Es cierto She, ellos han venido por alguna razón
hasta las tierras del Emperador. Seremos corteses y los oiremos, mis ministros
– dijo Meng Li, apareciendo de entre los árboles – Luego podrán jugar con ellos
si es que quieren.
- Creo que no hay tiempo para juegos ahora, Meng
Li – dijo Shaman – Las circunstancias nos apremian a tomar este tipo de
decisiones.
- ¿Qué tipo de decisiones, Shaman? – preguntó el
Emperador Meng Li al rodeado Guardián de Oriente - ¿Qué tipo de circunstancia
te hace venir ante mí y pedir ayuda?
- Lo sabes, Meng Li, esos demonios de muerte que
azotan China. No podemos proteger nuestra tierra de esos sirvientes de la
muerte, sin tu ayuda… – dijo Shaman, cayendo sobre sus propias rodillas por lo
desesperado de la situación.
- Sé a qué te refieres. Los he visto, he peleado
contra ellos, y sé que podemos detenerlos – dijo Meng Li – Pero nada es gratis,
Shaman… primero debes darme lo que el destino te ha mandado.
Shaman sacó de su bolso el control de activación
de los “Death Soldiers”, luego de recobrarse del suelo.
- Pero tú también debes entregarme lo que ha
nacido de tus sueños, Meng Li, es el trato que impuso el destino – respondió
Shaman, acercándose al Emperador que ha burlado el paso del tiempo.
Meng Li sacó un cubo, y también, de entre sus
mangas, una llave. Esa que había robado, esa que Shaman entregó para poder ver
lo que se avecinaba.
- Ya sabes qué hacer, Shaman. El destino nos juega
crueles bromas – dijo el Emperador Meng Li, luego de intercambiar los objetos
con Shaman. Luego hizo una señal, y todos los ministros comenzaron una ordenada
huida hacia el oeste.
IV
Los Dragones esperaban a las tropas de Pershings
en lo alto de una quebrada, camino a la capital china. Esperaban a los
invasores, con calma.
Las criaturas de metal se acercaban rápidamente y
sin titubear. Tenían un sólo objetivo en mente: Beijing. El Dragón vigía los
divisó luego de un par de horas de espera. Eran tres grupos compactos de
avanzada, no se divisaba ataque de largo alcance ni material pesado. Estaba
sentenciado un combate campal.
- ¡Mil Cabezas de Dragón! – exclamó Liu Fung Dae –
Hoy no hay regreso a casa, hoy no hay esperanza de vivir otro día. Hoy hay que
proteger a los que lo necesiten, hoy hay que atacar con todo lo que hemos
aprendido durante los años de entrenamiento. Para días como hoy existe nuestra
orden, y nuestro propósito en este mundo es hacer que toda la tierra bajo el
sol sea segura. No permitamos que el miedo contenga nuestro movimiento, no
permitan que nuestros rivales consigan su objetivo. Ellos no tiene honor, y
nosotros debemos abandonarlo para derrotarlos. Hoy no hay piedad, hoy, ¡no hay
nada más que la victoria!
Los monjes escucharon al Dragón Blanco/Negro, y se
formaron para el ataque. El vigía notó que no tenían parecido alguno a los
“Death Soldiers” a los que se habían enfrentado en una ocasión, pero eso no
alejó de sus mentes que pudieran ser más peligrosos.
- ¡¡Al ataque!! – anunció Liu, saltando desde la
quebrada, emboscando a las “bestias de guerra”.
Los Pershing, unidades pesadas de asalto, tuvieron
en sus monitores de movimiento a las “Mil Cabezas del Dragón” muy tarde. Ya sus
números estaban disminuyendo, mientras la información sobre sus oponentes
estaba siendo cargada a sus procesadores. Justo cuando eso sucedió, su
formación cambió y comenzó la real batalla.
Sus movimientos eran rápidos, más que los humanos,
y con sus machetes atacaban sin misericordia a los monjes del Templo del
Dragón. Pero los monjes habían entrenado toda su vida para la batalla. Sus
movimientos superaban a los humanos de igual forma que lo hacían las máquinas
contra las que se enfrentaban, haciendo el enfrentamiento desgastante y
atenuante.
Sú Fù corría desde distancias donde los radares de
los Pershings fueran inútiles para detectarla, y embestía a toda potencia,
alcanzando gran fuerza. Corría haciendo caso a las órdenes de Dragón
Blanco/Negro, abriéndose paso entre las cabezas de Dragón para desestabilizar
la estrategia de los enemigos de metal.
Pasaron horas de enfrentamiento, cuando la sangre
derramada empezaba a manchar los pies de los monjes que quedaban aún resistiendo.
Eran muchos, demasiados, pero nadie podía detenerse a sentir pena, o miedo, ya
que detener el avance de las máquinas era el objetivo primordial.
V
El sonido de la katana y el machete retumbaban
hasta muy lejos de donde se encontraban Tetsu no Samurai y Karate Girl,
enfrentándose a las máquinas asesinas Pershings.
- ¿Por qué no nos quedamos con Koi? – preguntaba
Karate Girl, eludiendo los machetazos, y tratando de no ser dañada por los
ataques de los Pershings.
- Koi tiene otra misión ahora, Sakura. Puede que La
Dinastía sepa dónde se encuentra el Sensei, o puede que se enteren antes que
nosotros – respondió Ando, logrando cortar una cabeza, pero al mismo tiempo, enfrentándose
a otra máquina – Además, ninguno de nosotros puede infiltrarse o engañar a su
rival tanto como Koi.
En un momento, los Pershings recibieron una señal
a sus radares, sobre enemigos aproximándose. Comenzaron a luchar unos contra
otros, y a pelear contra enemigos “imaginarios”.
- ¿Qué está pasando acá? – se preguntó Tetsu no
Samurai, sin todavía guardar su katana, evitando cualquier imprevisto.
- Son parte humanos todavía – dijo Shaman, que se
acercó y saludó al resto de los Guardianes de Oriente.
- Son estúpidos – remedó Dragón Rojo.
- Necesitamos de su ayuda ahora… tenemos algo que
nos puede ayudar a detener a los invasores – dijo Shaman – Hay que darnos
prisa.
- ¿De qué se trata, señor Shaman? – preguntó
Karate Girl.
Es la Llave del Cielo y la Tierra, jovencita... Se
han reunido nuevamente, y levantaremos al Dragón de Ladrillos, para defender a
China.
_
* En “Dragón Blanco/Negro” #10
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