18.7.12

Dragón Blanco/Negro #12

“Imperio” (2 de 3)
Historia: Zirijo.

I

- Ya los hemos visto moverse – dijo con decisión Liu Fung Dae, el Dragón Blanco/Negro, a sus discípulos, las Mil Cabezas del Dragón – Hemos visto hacia donde se dirigen y sabemos de lo que son capaces de hacer. Ha llegado el momento de detenerlos a todos.

Los vítores son intensos, y todos aplauden la actitud del maestro dragón. Todos son hechos callar, para que Sú Fù, la velocista más rápida de Asia, hablara.

- Son rápidos, están preparados y no dudarán en tratar de matarlos – dijo Sú Fù, tomándose el brazo, herido en su enfrentamiento con los Pershings.

Mientras Dragón Blanco/Negro daba las órdenes a las Cabezas del Dragón para enfrentarse a las máquinas vivientes, una figura invisible a los ojos del hombre se infiltraba dentro del Templo, guarida de los Guardianes de Oriente. Cauteloso, se movía con rapidez hacia el Cuarto de los Secretos, donde Liu Cho mantenía recluido todos los artefactos misteriosos que su sagrada orden de Mil Dragones, resguardaban con recelo. Allí, la misteriosa figura buscaba algo que el joven maestro había guardado recientemente, un control de activación remota. En extraños sueños, luego de la visita al Oráculo de Tiang-Po, Ojos del Destino*, el invasor sintió el sonido del acero chocando entre sí, y no-muertos enfrentándose los unos contra otros. Profundas meditaciones lo habían hecho entender lo que el destino le tenía deparado, y también como este control de activación remota era la única esperanza que tenía este país para detener el avance del invasor.

- ¿Qué haces oculto de esa forma? – preguntó el joven Tao Po Fu, al intruso - ¿Qué es lo que estás buscando, Shaman?
 
El místico gurú de India se quita su invisible cubierta al oír al joven Dragón Rojo, tomando también el aparato que tanto buscaba.

- Creo que el contacto con el Dragón Muralla te dio más habilidades de las que Liu pudo observar – dijo Shaman, observando al muchacho.

- ¿Para qué quieres esa cosa? – preguntó nuevamente el solitario Tao Po Fu, en la puerta de aquella habitación que albergó su enfrentamiento con el Emperador Meng Li -¿Por qué entras a escondidas de Liu? – agregó.

- Mis visiones sobre el futuro me dicen que debo emprender esta secreta misión para salvar China de la destrucción, joven Dragón Rojo – contestó a la pregunta Shaman – Pero creo que también está en el destino escrito que debas acompañarme para devolver esto a su dueño, y que todo esté en orden.


II

- Sabemos que se mueven hacia el oeste y al sur – decía Dragón Blanco/Negro a las más altas Cabezas de Dragón, sus orden marcial – Debemos impedir que lleguen hacia Beijing y las ciudades importantes. Sú Fù hará un reconocimiento de la zona, y sabremos cómo movernos.

- ¿No será como cuando peleamos contra los “Death Soldiers” de Meng Li? – pregunta un monje - ¿No tendrá algo que ver con ellos?

Dragón pensó por un momento. Los “Death Soldiers” del Emperador, que habían estado construyendo desde que él mismo se convirtiera en el portador de la banda del ying yang, eran distintos. Ellos no aprendían en las batallas, no tenían tácticas definidas, no pensaban por sí mismos.

- Debemos irnos, Liu – interrumpió Sú Fù - El Sol está saliendo.

- Es cierto. El viaje será largo – dijo Dragón Blanco/Negro – Deben tener cuidado. Si descubren que Meng Li está involucrado en todo esto, deben decírmelo inmediatamente. Él y sus ministros son peligrosos.

Liu lucía preocupado. Tao Po Fu y Shaman no aparecían por ninguna parte, y ni Tetsu no Samurai, ni Karate Girl, ni Koi, daban señales de estar cerca.

Las Mil Cabezas del Dragón salieron al amanecer del tercer día del asedio de los Pershings a China. Se rumoreaba que el extremo norte del país sufría una oleada de ataques a centros militares y a fábricas, provocadas por máquinas asesinas. El ejército chino había atacado, pero las tropas de asesinos de metal resistían todos los ataques. Como ya sabían, los Pershings se dirigían a Beijing, donde se encontraba una concentración importante de las fuerzas de defensa. Habían combatido toda la noche. Había otro grupo, según los informes de Sú Fù, que se dirigía a Beijing. Los Dragones se encargarían de ellos.

III

- ¿Dar los “Death Soldiers” de regreso a Meng Li? – preguntó nuevamente Tao Po Fu a Shaman, sin poder creerlo, mientras se movían en dirección desconocida.

- He tenido visiones, joven dragón – respondió Shaman – He hablado con el destino, y no hay otra salida.

- Siempre hay otra salida, Shaman. Las palabras de un Oráculo no pueden cambiar lo que está bien de lo que está mal.

- Sé que todavía sientes resentimiento contra Meng Li por la muerte de tu maestro, pero el destino así lo quiere – insistió el gurú hindú.

- Liu Cho fue más que un maestro para mi… él fue el padre que nunca tuve, y jamás perdonaré a Meng Li por hacer lo que hizo – dijo Tao Po Fu, con furia.

- Es una pena lo que dices, muchacho – dijo una voz que superaba al tiempo y los años – Tu pelea contra mi durará toda tu vida.

Ambos héroes se detuvieron y miraron en todas direcciones, sin lograr visualizar a nadie.

- Estamos rodeados – le dijo en voz baja Shaman a Tao Po Fu – No intentes na…

El joven Dragón Rojo se lanzó al ataque, sin siquiera escuchar a Shaman. Sintió como se movía el viento, y logró predecir donde se encontraba el enemigo. La reacción fue rápida, pero conocida. Movimientos flexibles detuvieron la arremetida del joven dragón, quien iba a ser  certeramente asesinado, de no ser por la intervención del más reciente miembro de La Dinastía. Inmovilizado contra un árbol cercano, Koi tenía a Tao Po Fu.

- No me mires, no digas que me conoces, o si no tendré que matarte – advirtió Koi al Dragón Rojo, amenazándolo con su  kusarigama.

- ¡Hey! ¿Qué es lo que sucede contigo? – pregunta She, Ministro de Meng Li, y quien había recibido el ataque de Tao Po Fu – Se supone que era mi presa.

- El Emperador no ha dado esa orden, señor She – contesta cordial Koi, mientras seguía amenazando al Dragón Rojo.

- Es cierto She, ellos han venido por alguna razón hasta las tierras del Emperador. Seremos corteses y los oiremos, mis ministros – dijo Meng Li, apareciendo de entre los árboles – Luego podrán jugar con ellos si es que quieren.

- Creo que no hay tiempo para juegos ahora, Meng Li – dijo Shaman – Las circunstancias nos apremian a tomar este tipo de decisiones.

- ¿Qué tipo de decisiones, Shaman? – preguntó el Emperador Meng Li al rodeado Guardián de Oriente - ¿Qué tipo de circunstancia te hace venir ante mí y pedir ayuda?

- Lo sabes, Meng Li, esos demonios de muerte que azotan China. No podemos proteger nuestra tierra de esos sirvientes de la muerte, sin tu ayuda… – dijo Shaman, cayendo sobre sus propias rodillas por lo desesperado de la situación.

- Sé a qué te refieres. Los he visto, he peleado contra ellos, y sé que podemos detenerlos – dijo Meng Li – Pero nada es gratis, Shaman… primero debes darme lo que el destino te ha mandado.

Shaman sacó de su bolso el control de activación de los “Death Soldiers”, luego de recobrarse del suelo.

- Pero tú también debes entregarme lo que ha nacido de tus sueños, Meng Li, es el trato que impuso el destino – respondió Shaman, acercándose al Emperador que ha burlado el paso del tiempo.

Meng Li sacó un cubo, y también, de entre sus mangas, una llave. Esa que había robado, esa que Shaman entregó para poder ver lo que se avecinaba.

- Ya sabes qué hacer, Shaman. El destino nos juega crueles bromas – dijo el Emperador Meng Li, luego de intercambiar los objetos con Shaman. Luego hizo una señal, y todos los ministros comenzaron una ordenada huida hacia el oeste.

IV

Los Dragones esperaban a las tropas de Pershings en lo alto de una quebrada, camino a la capital china. Esperaban a los invasores, con calma.

Las criaturas de metal se acercaban rápidamente y sin titubear. Tenían un sólo objetivo en mente: Beijing. El Dragón vigía los divisó luego de un par de horas de espera. Eran tres grupos compactos de avanzada, no se divisaba ataque de largo alcance ni material pesado. Estaba sentenciado un combate campal.

- ¡Mil Cabezas de Dragón! – exclamó Liu Fung Dae – Hoy no hay regreso a casa, hoy no hay esperanza de vivir otro día. Hoy hay que proteger a los que lo necesiten, hoy hay que atacar con todo lo que hemos aprendido durante los años de entrenamiento. Para días como hoy existe nuestra orden, y nuestro propósito en este mundo es hacer que toda la tierra bajo el sol sea segura. No permitamos que el miedo contenga nuestro movimiento, no permitan que nuestros rivales consigan su objetivo. Ellos no tiene honor, y nosotros debemos abandonarlo para derrotarlos. Hoy no hay piedad, hoy, ¡no hay nada más que la victoria!

Los monjes escucharon al Dragón Blanco/Negro, y se formaron para el ataque. El vigía notó que no tenían parecido alguno a los “Death Soldiers” a los que se habían enfrentado en una ocasión, pero eso no alejó de sus mentes que pudieran ser más peligrosos.

- ¡¡Al ataque!! – anunció Liu, saltando desde la quebrada, emboscando a las “bestias de guerra”.

Los Pershing, unidades pesadas de asalto, tuvieron en sus monitores de movimiento a las “Mil Cabezas del Dragón” muy tarde. Ya sus números estaban disminuyendo, mientras la información sobre sus oponentes estaba siendo cargada a sus procesadores. Justo cuando eso sucedió, su formación cambió y comenzó la real batalla.

Sus movimientos eran rápidos, más que los humanos, y con sus machetes atacaban sin misericordia a los monjes del Templo del Dragón. Pero los monjes habían entrenado toda su vida para la batalla. Sus movimientos superaban a los humanos de igual forma que lo hacían las máquinas contra las que se enfrentaban, haciendo el enfrentamiento desgastante y atenuante.

Sú Fù corría desde distancias donde los radares de los Pershings fueran inútiles para detectarla, y embestía a toda potencia, alcanzando gran fuerza. Corría haciendo caso a las órdenes de Dragón Blanco/Negro, abriéndose paso entre las cabezas de Dragón para desestabilizar la estrategia de los enemigos de metal.

Pasaron horas de enfrentamiento, cuando la sangre derramada empezaba a manchar los pies de los monjes que quedaban aún resistiendo. Eran muchos, demasiados, pero nadie podía detenerse a sentir pena, o miedo, ya que detener el avance de las máquinas era el objetivo primordial.

V

El sonido de la katana y el machete retumbaban hasta muy lejos de donde se encontraban Tetsu no Samurai y Karate Girl, enfrentándose a las máquinas asesinas Pershings.

- ¿Por qué no nos quedamos con Koi? – preguntaba Karate Girl, eludiendo los machetazos, y tratando de no ser dañada por los ataques de los Pershings.

- Koi tiene otra misión ahora, Sakura. Puede que La Dinastía sepa dónde se encuentra el Sensei, o puede que se enteren antes que nosotros – respondió Ando, logrando cortar una cabeza, pero al mismo tiempo, enfrentándose a otra máquina – Además, ninguno de nosotros puede infiltrarse o engañar a su rival tanto como Koi.

En un momento, los Pershings recibieron una señal a sus radares, sobre enemigos aproximándose. Comenzaron a luchar unos contra otros, y a pelear contra enemigos “imaginarios”.

- ¿Qué está pasando acá? – se preguntó Tetsu no Samurai, sin todavía guardar su katana, evitando cualquier imprevisto.

- Son parte humanos todavía – dijo Shaman, que se acercó y saludó al resto de los Guardianes de Oriente.

- Son estúpidos – remedó Dragón Rojo.

- Necesitamos de su ayuda ahora… tenemos algo que nos puede ayudar a detener a los invasores – dijo Shaman – Hay que darnos prisa.

- ¿De qué se trata, señor Shaman? – preguntó Karate Girl.
Es la Llave del Cielo y la Tierra, jovencita... Se han reunido nuevamente, y levantaremos al Dragón de Ladrillos, para defender a China.


Continuará…
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* En “Dragón Blanco/Negro” #10

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