Historia:
Zirijo & Rodrigo Roa.
I
- De alguna forma han logrado bloquear nuestro
ataque, señor – decía el encargado de inteligencia en terreno, al comandante del
ejército de los Estados Unidos, a cargo de la invasión a Venezuela.
Así era. El ataque de los aviones a Caracas había
sido infructuoso. La primera oleada de ataque aéreo había sido bloqueada por
Venezuela, con tecnología de última generación. Era un avance inesperado para
la táctica estadounidense.
- ¡Mierda! Me encargué personalmente de
seleccionar un pelotón libre de esos fenómenos con poderes para tener una
guerra a la vieja usanza, y estos indios le compran a los rusos sus súper armas
– respondió enfurecido el comandante ante el informe – Desactivemos sus escudos
desde dentro. Preparen a las tropas, y los tanques… ¡Tendremos una verdadera
guerra! - ordenó.
En un par de horas, y en medio del día, los
pelotones de soldados avanzaban tras los tanques que se acercaban a la zona de
la frontera con Venezuela.
El primer tanque cruzó la frontera, haciendo
detonar algunas minas antipersonales instaladas por los venezolanos. Varios
tanques cruzaron de igual forma, produciéndose explosiones generalizadas, pero
que no afectaban a los tripulantes de éstos.
Cuando las detonaciones cesaron, las tropas de a
pie siguieron los caminos trazados por los tanques a su paso, ya que estos eran
seguros.
- Aquí líder de bloque uno, a torre de control,
cambio – hablaba uno de los tripulantes del tanque de avanzada – El paso es
seguro. Envíen a las tropas… - fue interrumpido.
Los controles se aplastaban dentro del tanque. La
cabina se reducía a la mitad, y el vehículo blindado dejaba de avanzar. El
conductor del tanque y su compañero no sabían que hacer, nunca habían
presenciado tal cosa, tal poder. Algo afuera estaba moviendo el tanque. Un halo
de luz entraba por frente destrozado del blindado. Se vieron unos dedos
oscuros, humanos, y los poderosos brazos de Black Force partiendo en dos el frente del tanque.
- ¡Ustedes no van a ninguna parte! – afirmó Black
Force a los soldados, que huyeron al ver la oportunidad.
Black Force y la Sociedad del Orden Sudamericano, S.O.S, habían llegado al lugar. El
helicóptero particular de Relámpago
había llevado al escuadrón completo a la frontera entre Colombia y Venezuela.
- ¿Funcionó el escudo anti radares que le pediste
al R.Squad? – preguntó Dama Sol a
Relámpago, líder del equipo.
- Si, Dama Sol, de otra forma no hubiéramos logrado llegar hasta acá
- respondió Relámpago desde el asiento del copiloto – La seguridad anti aérea
de Brasil y Venezuela están al máximo.
Caracas y las estaciones más importantes de
extracción de petróleo estaban resguardadas por un domo anti bombas, que las
protegían de los daños de un ataque aéreo furtivo.
Black Force tomó el tanque recién destruido y lo
lanzó al aire, para tratar de dar con un avión del ejército invasor, pero este
lo esquivó, cayendo el tanque sobre otro, inmovilizándolo por el impacto.
Cóndor salió volando por la puerta del
helicóptero, persiguiendo al avión que logró huir del ataque de Black Force.
- “Winca”,
esta es una guerra – dijo Weichafe a
su compañero de equipo – No es lo mismo que detener una amenaza externa, o de
las estrellas. Estos con Ches contra Ches, matándose por poder… nos verás
hacer cosas que podrían cambiar tu impresión sobre nosotros… pero ellos no se
detendrán… nosotros no podremos solo detenerlos.
Espinas supo que le hablaba a él, por ser él “el
winca”, y por ser el más joven del grupo. Weichafe saltó del helicóptero sin
dudar, y cayó sin lesiones, corriendo al combate.
- Él te estima, Espinas – dijo Guerrero Austral, tomando el hombro del
defensor chileno – Él sabe que en momentos así hay que tomar las decisiones
difíciles, y no que tú joven mente se perturbe.
- Estoy aquí porque creo que ellos no están
haciendo lo correcto. Alguien tiene que detener su locura – respondió Espinas.
- Pero ellos no nos oirán… no nos temen… pelearán
sin huir. Esta tierra quedará manchada con sangre.
- Entonces nosotros tampoco huiremos, no dejaremos
a nuestros hermanos solos.
II
Solos, como en un abandonado lugar, en algún lugar del mundo.
- Desde la fallida misión en RadioGen, The Outsider no ha dado ninguna orden – dijo Aser, un misterioso
hombre, de no más de treinta años, con un sobresaliente bigote.
- ¿Fallida? Awol y Black Cat dieron sus vidas para obtener
información valiosa, Aser. La información lo es todo. Su objetivo fue logrado –
respondió su interlocutor, un sujeto no más viejo que Aser, hábil en el manejo
de ordenadores digitales y alta tecnología. Su nombre clave: Maverick. Eran los Hijos de Perseo.
Ocultos en instalaciones desconocidas para la mayoría de las personas,
estos sujetos discutían cosas que podían cambiar el destino de la guerra. Del mundo.
- Los datos recopilados por nuestros compañeros caídos nos dan dos
pasos de ventaja sobre los norteamericanos – dijo Maverick, continuando con su
exposición – Tenemos pruebas irrefutables que nos indican que ellos iniciaron
la plaga…
- Y que ellos tiene la única cura – completó Aser.
- Pero… - se interrumpió Maverick.
- Eso no nos sirve de nada, sin que The Outsider dé la orden de qué
hacer con la información. Podríamos difundirla en los medios de comunicación –
propuso Aser.
Maverick lo pensó. Podría ser una buena opción. Pero el Outsider no se
había pronunciado. La información la habían enviado a una base de datos irrastreable,
para que el líder de los Hijos de Perseo la analizara. El mismísimo Outsider
orquestó el operativo, con los datos, los insumos y los contactos.
- No… le debemos todas nuestras operaciones a The Outsider. Él nos ha
suministrado todo para poder ser lo que somos. Él robó el fuego de la
información a los dioses, y nosotros, como sus hijos, debemos esperar según sus
órdenes… sus planes – respondió Maverick.
- Eso no es del todo cierto… – dijo Aser – En esta última misión
desobedeciste la orden de “sólo dos”.
La mirada de Maverick fue fría.
- Era imposible entrar a un recinto como RadioGen sin apoyo logístico… Desobedecí
la regla de oro de la organización… por eso mismo falló en la última etapa… por
eso no lo haré nuevamente.
Aser se sentó en la única silla desocupada de la sala. El local estaba
pobremente iluminado, ya que era una estación de emergencia. El galpón
principal había sido comprometido por una redada del FBI, no hace mucho. Dos
miembros de los Hijos de Perseo se habían infiltrado en The Wall, para robar tecnología que estaba siendo decomisada por
EEUU. Fueron seguidos y arrestados. Ninguna instalación conocida por los
detenidos fue utilizada nuevamente.
- No podemos movernos, Aser. Somos considerados terroristas, somos
perseguidos por todos los países del mundo. Incluso en Eria, con nuestro
pequeño incidente con Defensores Unidos*.
- Ni me lo digas, ese Electric Man
casi me fríe vivo – interrumpe Aser.
- Pero nosotros no queremos más que información. El saber, conocer las
cosas, nos hace libres de cualquier opresión... religiosa, política, económica…
“saber” es la clave. Jé… me he puesto melancólico con los años – dijo Maverick, cambiando de tema.
- ¿Cuántos años llevas en los Hijos de Perseo?
- No lo sé… antes fui un ingeniero informático… y de pronto un mensaje
me alertó de que huyera, que sería involucrado en un crimen cometido por mi
jefe… estafa, o algo así… Ahora soy operador de los Hijos de Perseo… y sigo
huyendo.
- Entonces esperemos… - dijo Aser, al fin del relato – No podemos hacer
nada más que esperar.
III
- ¡No podemos seguir esperando! – grita Relámpago, en medio
del campo de batalla… la frontera con Venezuela.
Los miembros de S.O.S.
tenían detenida la avanzada de las Fuerzas Militares estadounidenses. Black Force
dio alcance a todos los tanques que se adentraban en territorio venezolano,
lanzándolos contra los batallones de soldados y su base de operaciones en
terreno.
Cóndor, con su manejo del espacio aéreo, detenía a ese
flanco de la invasión, mientras que los demás, Weichafe, Guerrero Austral, Dama
Sol, Relámpago y Espinas, combatían cuerpo a cuerpo.
- ¡Recibí un mensaje de apoyo! – gritaba Espinas, cercano a
Relámpago, esquivando y desarmando soldados.
- Eso fue hace dos horas… estamos agotados – reclamó el líder
de S.O.S., el argentino Relámpago, liberando descargas eléctricas de medio y
alto voltaje, incapacitando a cualquiera que se acercase.
De pronto, un grito ensordecedor y crudo. Weichafe había
sido herido, perdiendo su mano derecha y sangrando en el campo de batalla.
Guerrero Austral, cauterizando la herida, tomó un cuchillo
olvidado en el suelo, por uno de los soldados estadounidenses, y se lo entregó
a Weichafe, como era su deseo. Este lo tomó y amarró el mango en su mano
amputada. Una esencia antigua guió sus acciones, un nuevo grito era lanzado al
aire. Un grito de guerra.
- Caeremos… debemos retroceder – divagaba en ese mismo
momento Relámpago.
- Los refuerzos vienen – decía animosamente Espinas, a su
lado.
- No puedo comprometerlos en un combate perdido… son muchos,
demasiados.
- Los refuerzos llegarán… - repetía el defensor chileno.
Las fuerzas flaqueaban, cuando de lo alto de un monte, el
sonido de un vehículo motorizado anunciaba la llegada de alguien. Una
motocicleta surcaba los cielos, distrayendo a los soldados, moviendo sus
piezas, cambiando, mejorando. Un héroe llegaba. Megabot descendía al territorio ocupado por el combate. Los
refuerzos habían llegado.
Black Force regresaba de detener la avanzada de artillería,
y se reunía con todos los demás defensores, S.O.S, más Megabot.
- He llegado de sorpresa – dijo Megabot – Los informes de
Ultra Force indicaban que en el Mar Caribe una gigantesca flota de barcos
bloqueaban el paso a Venezuela.
- Estaban bloqueando la ayuda – sentenció Relámpago.
- Ninguna ayuda viene – dijo Megabot – Todo el mundo está bajo ataque.
- ¿Cuántos otros países se han negado a sucumbir ante el
Imperio? – preguntó Dama Sol, que se integraba al grupo.
- Muchos, pero la mayoría ha caído – respondió Megabot – Por
lo que dicen los de Ultra Force, Japón
fue el último en responder con una negativa.
- ¿Qué es lo que harán ahora? – preguntó Espinas.
- No lo sé… espera… se ha cortado la comunicación… no tengo
entrada de radio… estamos a oscuras…
IV
“La última información
que me entregaron, fue que el misil fue disparado hace dos horas desde la costa
oeste de Estados Unidos… debe estar cerca”, era lo que pasaba por la mente
de Kamikaze, un desconocido héroe japonés. Era el amanecer. Todo estaba en
tinieblas.
Vestido con los colores de la bandera japonesa, blanco y
rojo, con el gran sol naciente en el pecho, Kamikaze se mantenía flotando en el
aire, gracias a una gran ráfaga de viento controlada por él mismo.
“Desde mi partida, les
he dado tiempo suficiente, para evacuar Tokio”, pensaba el defensor, ya que
no podía entablar comunicación con nadie. Una repentina estática impedía que
las ondas de radio llegaran de un lugar a otro. Vio algo en el horizonte.
“El misil”, pensó,
sin decir ninguna palabra.
Con su habilidad para manipular, y generar grandes y generosas
corrientes de aire, Kamikaze formó dos trombas de agua, desde el océano, donde
se encontraba “flotando”, con la intención
de desviar el solitario misil que amenazaba con su trayectoria a la capital nipona.
Apenas el misil estuvo a unos kilómetros de distancia,
Kamikaze lanzó las trombas de agua, para hacer caer el proyectil y hundirlo. Impactaron
con el misil, pero éste ni se inmutó con el ataque, ya que la velocidad y el
tamaño no coincidían con el armamento conocido.
El japonés vio que el supuesto misil tenía brazos y piernas,
y su propulsión no era distinguible, por lo que no era movido por combustible.
Kamikaze trató de desatar un huracán, pero la velocidad de
lo que fuese que se acercaba, impidió que realizara movimiento alguno,
impactándolo directamente. Una gran descarga de energía remató al héroe en su
caída al océano.
- Esos bastardos lo harán de nuevo… – dijo Kamikaze, lleno
de dolor, flotando boca arriba en el Pacífico oriental. Mientras, aquello que lo
derribó, continuó con su trayectoria, en los despejados cielos del país del sol
naciente.
V
- Estrella Fugaz,
necesito el computador – pidió el Amo de
los Espejos a su compañero de Ultra Force.
- Estaba mejorando mi record en “Angry Birds”, mientras estabas en el baño – respondió éste.
- No estaba en el baño, y sal de esa silla, ahora – ordenó
el calvo estratega.
- Y ahí se fue mi mayor puntuación… – dijo Estrella Fugaz,
mientras se levantaba del puesto de control – Yo no sé por qué te preocupas
tanto del computador, si las comunicaciones llevan cortadas horas.
- Por eso mismo hay que monitorearlas todo el tiempo. Hay
que estar al pendiente… – respondió el Amo de los Espejos.
- ¿Volvieron ya las comunicaciones? – preguntó Scream, entrando al salón de
informaciones.
- No, pero Richard
está habilitando los servidores de respaldo. Esta misma tarde tendremos una red
de navegación privada, para mantener las comunicaciones entre los distintos
grupos de resilientes a la invasión estadounidense – dijo el Amo de los
Espejos.
- ¿La “Ultranet”? – preguntó Estrella Fugaz.
- Pensaba en llamarla “Alternet”...
- Era para seguir el patrón… somos “Ultra Force”, tenemos a “Ultrabot”,
y por qué no una “Ultranet”… – comentó Estrella Fugaz con una sonrisa, saliendo
de la sala.
- Lo último que supimos fue que los ingleses enviaron
aviones espías de seguimiento al misil de E.E.U.U. – dijo Scream, cambiando el
tema.
- No es cualquier misil, Scream. Los estadounidenses
activaron el proyecto AHB-42… Creo
que los “gringos” están jugando con juguetes nucleares nuevamente – respondió
el líder del equipo.
- Hey… uno de los espejos de comunicación se está activando
– dijo Estrella Fugaz, de regreso a la sala del ordenador – Es Richard, creo
que ya terminó con su tarea.
- ¿Amo de los Espejos, estás ahí? – preguntó Richard Butler,
Ultrabot.
- Si. ¿Qué pasa, Richard? – respondió el aludido.
- Tengo la mitad de los servidores arriba, y tendré la otra
mitad para mañana.
- ¿No podemos apurar el proceso? – preguntó Scream.
- Imposible. Lo que podemos intentar ahora, es limpiar la
interferencia de la onda de radio, para tratar de escuchar algo.
- Bien, comienza con eso, Richard. Luego veremos qué más
podemos hacer.
- OK, cambio y fuera – dijo, despidiéndose y cortando la
escueta comunicación.
- Enciende el programa de la señal de radio, jefe – dijo
Estrella Fugaz.
El Amos de los Espejos abrió el programa, pero sólo se
escuchaba interferencia. Pasan unos minutos y nada.
- Creo que deberíamos acompañar a Héctor en su
entrenamiento… un poco de actividad hará que el tiempo pase más rápido –
propuso Scream, al no obtener señal alguna.
- Vamos, “pelado”,
necesitas relajarte un poco. Recién mañana podremos comunicarnos con el resto
del mundo – respondió Estrella Fugaz, a la idea de su compañera.
- No es algo que me agrade… pero puede que tengan razón. He
estado bajo mucho estrés – respondió luego de un par de minutos, pensando la
idea.
Cuando los héroes abandonaron la sala, la estática de la
onda de radio se vio interrumpida. Fueron 14 segundos de claridad. Funestos 14
segundos.
- “Aló ¿Alguien puede oírme? – se escuchó por la radio – Si
alguien puede oírme, por favor… envíen ayuda… Estamos en una base de refugiados,
en Japón… Tokio ha sido destruido… repito Tokio ha sido destruido. Ayu…”.
Continuará…
_
*En “Defensores Unidos” #0
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