Historia: RXM.
I
El
salón ubicado a un costado del Templo de Logos se encontraba repleto de
periodistas y algunos curiosos que querían escuchar lo que el Cardenal Curtis
tenía que decir sobre la situación reciente entre la Iglesia de Logos y los
defensores del planeta. El ataque de Electric Man al Templo durante una
asamblea había provocado la reacción de los miles de fieles alrededor del
mundo, y las manifestaciones contra los héroes se habían recrudecido. El
Cardenal había prometido que en esa conferencia, Logos haría una manifestación
de su poder y se pronunciaría en relación a los defensores.
—Señoras
y señores —comenzó diciendo—. Los hechos recientemente acaecidos entre los
señores defensores y nuestra Iglesia han provocado que la tensión en el mundo
crezca. Nosotros, como Iglesia, consideramos que los así llamados “héroes” han
pasado a llevar uno de los principales derechos de los seres humanos, que es la
libertad de creencia y pensamiento. Por esto, rechazamos por completo sus
recientes acciones.
En
el lugar, varios defensores que se habían hecho presentes escuchaban con
atención, y sin un argumento que los excusara. Sabían que habían cometido
algunos errores, y querían arreglar la situación.
—El
Señor Logos —continuó el Cardenal—, me ha hecho saber su enorme molestia, al
ver que sus fieles seguidores son reprimidos por una actitud fascista, basada
en sospechas infundadas que no buscan nada más que ensuciar el nombre de Logos
y su Iglesia. Es por esto que ha decidido manifestarse, aquí y ahora.
Los
presentes exclamaron con asombro, ya que todos esperaban ver esa manifestación
del llamado “nuevo dios del mundo”. Los camarógrafos y fotógrafos prepararon
sus instrumentos, y el resto preparó sus ojos para ver lo que el Cardenal les
prometía.
—Veo
a algunos defensores que se han hecho presentes —dijo el Cardenal, mirando en
dirección al grupo de héroes que se ubicaba en el fondo del salón—. Entonces,
supongo que es el momento exacto en el que el Señor Logos querrá aparecer…
Y
apenas dijo esto, un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Los ojos de todos
los presentes buscaban en todas las direcciones, tratando de ser los primeros
en ver aparecer al supuesto dios. La tensión era enorme, y ni siquiera se
escuchaba la respiración de las personas del lugar.
De
pronto, una luz comenzó a brillar en el centro del salón. La luz comenzó a
crecer, y poco a poco se convirtió en un poderoso destello que llenó el lugar,
para luego dar paso a la formación de una gran silueta luminosa, acompañada por
otros tres cuerpos de apariencia material. Logos se había manifestado, y venía
acompañado de sus tres heraldos, Destructor, Erdol y Void.
Las
muestras de asombro de los presentes no se hicieron esperar. Pronto, la voz de
Logos sonó fuerte como un trueno, y todos le escucharon.
—Defensores.
Su actitud y sus acciones insultan a quienes creen en mí. No me dejan otra
opción más que decretar a todo aquel defensor que no se convierta a mi religión
como enemigos de Logos y su Iglesia. ¡Deben ser castigados!
Acto
seguido, los tres heraldos se movieron con velocidad, y atacaron a los
sorprendidos defensores…
II
En
otro salón, mucho más oscuro, pero cercano al lugar donde una batalla comienza,
Quick se encuentra encadenado en una húmeda pared. Frente a él aparece la
figura oscura de un hombre mayor, cuyas facciones y movimientos son
perturbantes, convincentes. Es el antiguo enemigo de los héroes conocido como
Predicador.
—Tú
eres uno de los chicos nuevos —le decía al semi inconsciente defensor—. Eres
muy joven… No debieron confiar en ti, aún no sabes lo que te puedes encontrar
siendo un defensor.
Quick
apenas entendía lo que oía. Había sido interceptado por Predicador en medio del
desierto, y después de eso, sólo recordaba estar encerrado en ese frío salón.
—¿Sabes
lo que pasará ahora, Quick? —le dijo con cierta ironía Predicador—. Tus amigos
Blackbird y Hombre de Fuego tampoco lograrán llegar a la ciudad. Enviaremos a Erdol
y Void a deshacerse de ellos en cuanto terminen lo que hacen… y ustedes
fracasarán en su misión. ¡Nadie se enterará de la verdad acerca de Logos, y los
héroes seguirán cometiendo esos estúpidos errores!
La
voz de Predicador le provocó un escalofrío a Quick. No entendía por qué la
Iglesia de Logos no querría que los defensores y todo el mundo se enterarán de
la verdad, si la verdad era que… “¡Claro!
Si los héroes sabían la verdad, tendrían más cuidado, ya no actuarían como lo
hacen y se cuidarían de cometer errores… Entonces, a Logos le conviene que los
defensores sigan sospechando de él…”, pensó el joven.
—
Si —dijo sorpresivamente Predicador, como si leyera la mente de Quick—. Lo que
has deducido es correcto. Los héroes caerán, y será por su propia ignorancia…
Ya se lo dijimos al mundo… ¡el que no cree en Logos, no se salvará! Y los
defensores no creerán, mientras no sepan la verdad…Y luego, la gente dejará de
creer en ellos… Se acerca el fin para los defensores, Quick, y nosotros seremos
espectadores privilegiados.
Quick
cerró los ojos, y se dio cuenta de cuán asustado estaba. Predicador se alejó, y
sus pasos y su risa hacían eco en el salón, creando un ambiente aún más tétrico
de lo que ya era.
III
Black
Force había recibido un golpe directo en su mentón de parte de Destructor, y
había sido arrojado varios metros por él. Lady Star y Dragón Blanco resistían
los ataques mágicos de Erdol, pero su poder parecía superarlos. Megabot, Amo de
los Espejos y Protector Omega esquivaban uno tras otro los poderosos ataques de
Void. Pero los Heraldos de Logos parecían tener sus poderes aumentados por el
dios por el que luchaban. Sus ataques eran arrolladores, y por cada golpe o
descarga de energía que esquivaban, los defensores recibían otros cuantos que
sí les hacían daño.
Logos
había dejado el lugar, pero su luz y su poder aún estaban en la retina de los
que habían presenciado tal manifestación. La mayoría de las personas había huido
en distintas direcciones, pero se las ingeniaban para observar a distancia. Los
defensores ni siquiera habían tenido tiempo de ponerlos en un lugar seguro, ya
que se vieron completamente superados por el sorpresivo ataque de los Heraldos.
Destructor
arrojaba grandes rayos de energía sobre Black Force, uno tras otro, y el
defensor no siempre lograba esquivarlos. Y aunque trataba de contraatacar con
sus poderosos golpes, la batalla lo desgastaba cada vez más. La misma imagen se
repetía en los otros combates simultáneos, mientras Erdol creaba poderosos
hechizos que dañaban a Lady Star y Dragón Blanco, y Void hacía desintegrarse
las cosas con solo tocarlas, mientras sus oponentes apenas podían esquivarlo.
De
pronto, Void tuvo arrinconados a Protector Omega, Megabot y el Amo de los
Espejos, contra la pared de un edificio. Void lanzó dos poderosos golpes,
esquivados, pero al entrar en contacto con la pared de concreto, comenzó a
expandir una extraña energía negra que deshizo los soportes, y provocó un
enorme derrumbe sobre los defensores y el mismo Void. Sin embargo, el Heraldo
de Logos salió de allí haciendo desaparecer la materia con su toque, dejando
sepultados a los tres héroes, y se alejó.
Erdol
creó un campo de fuerza que impedía los ataques de sus oponentes. Lady Star
trató de entrar en su mente, pero Erdol la rechazó una y otra vez. Dragón
Blanco generó un gran rayo de energía, pero no pudo penetrar la defensa del
hechicero. Mientras, Destructor le dio un gran golpe a Black Force, y tomándolo
de un brazo lo arrojó en dirección a Erdol. En ese momento, el hechicero
deshizo su campo de fuerza con una especie de explosión, y esta lanzó a gran
distancia a Lady Star y Dragón Blanco. Entonces, Black Force fue recibido por
una potente descarga de magia de Erdol que lo incrustó en el suelo a unos
metros de distancia, donde se quedó, derrotado. Lady Star y Dragón Blanco, por
su parte, fueron recibidos por Destructor, quien los noqueó con potentes golpes
que los dejaron en el suelo. Los defensores no se volvieron a levantar.
Los
Heraldos se reunieron en el centro del campo de batalla, y miraron satisfechos
a los defensores caídos, derrotados. Fue Erdol el que habló entonces,
dirigiéndose a todos los presentes.
—Esto
que acaban de ver, es lo que pasa cuando el Señor Logos decide castigar a
alguien. ¡Crean, y serán salvados! —luego miró a los defensores, y les habló con
un tono casi paternal—. Defensores… no se resistan más a lo inevitable. Ustedes
ya no son los dioses a los que las personas adoran… ¡Entiéndanlo y cedan!
Acto
seguido, el hechicero usó su poder para crear una gran luz, después de la cual
los tres Heraldos desaparecieron. Las personas que vieron la batalla dejaron el
lugar poco a poco, impresionados por el gran poder de Logos y sus Heraldos. Los
defensores quedaron solos allí. Pero ninguno de ellos tuvo palabras, y usaron
sus pocas restantes fuerzas para levantarse del piso, tras esta dolorosa
derrota.
IV
Tras
la gran batalla con los defensores, los Heraldos de Logos aparecieron en el
segundo salón lateral del Templo de Logos, y allí se reunieron con Predicador y
el Cardenal Curtis. En un frío rincón de ese mismo salón se encontraba Quick,
encadenado.
—Lo
han hecho muy bien, Heraldos —dijo en ese momento Predicador—. Pero esto aún no
termina. Debemos sepultar definitivamente a los defensores, y para ello debemos
evitar que conozcan la verdad. Erdol, Void —dijo luego—, tienen una nueva
misión.
Erdol
y Void se miraron y sonrieron. Se acercaron a Predicador para recibir sus
instrucciones.
—Encuentren
a Blackbird y al que se hace llamar “Hombre de Fuego”… aunque sigue siendo un
niño… y mátenlos. Sin contemplaciones. ¡Ellos no deben llegar a contactar a
ningún defensor!
Ambos
Heraldos salieron raudos. Cuando ambos estuvieron fuera del salón, el Cardenal
Curtis se acercó a Predicador. Lo miró interrogativamente, y esperó que este
dijera algo.
—Raymond,
tu sabes que todo esto es por el bien de la Iglesia... Vamos, te aconsejo que
te hagas acompañar por Shark, eso sería bueno para tu imagen pública.
Y
salieron del salón. En ese mismo momento Erdol y Void comenzaban la cacería de
los dos jóvenes defensores que ya se acercaban a la ciudad, y que ignoraban la
situación de su amigo Quick, y también el gran peligro que les acechaba.
V
Los
derrotados defensores se habían levantado a duras penas del campo de batalla y
habían vuelto a la sede de los Defensores Unidos. Allí, los demás héroes que no
habían participado de la batalla, los recibieron y les asistieron en sus
heridas.
Todos
y cada uno de los defensores pensaban lo peor. Se sentían completamente derrotados
y superados por la situación. Habían perdido en el campo de batalla, pero
también habían perdido en los corazones de las personas. Habían cometido muchos
errores, a pesar de que aún no entendían del todo lo que sucedía. Pero ya
parecía demasiado tarde para reparar sus errores, y parecía que seguirían cayendo en un espiral,
sin salida posible. Blackbird, el Hombre de Fuego y Quick desaparecidos,
Electric Man herido, su imagen transformada en una imagen fascista, personas
creyendo en Logos como en un dios, una misteriosa nueva Iglesia plagada de sus
antiguos enemigos y que los superaba en poder; todo esto era parte de sus
preocupaciones, y no tenían respuesta a ninguno de sus problemas.
Nadie
decía nada en el salón, pero no era necesario, porque todos comprendían. Quizás
era el momento de hacer un completamente nuevo comienzo, pero no sabían cómo
hacerlo, si ya habían llegado a tal situación de derrota.
De
pronto, Riesgo y Adrenalina, quienes en ese momento estaban de guardia en la
sede de Defensores Unidos, llegaron corriendo hasta el salón central.
—Muchachos,
oigan todos —dijo Riesgo—. Hay alguien aquí que quiere hablar con todos… Dice
que es urgente.
No
acabó de decir esto, cuando a través del umbral del salón entró un hombre
vestido con fastuosas ropas, de apariencia serena aunque segura. Era un hombre
de unos 30 a 40 años, que parecía estar curtido por la experiencia, pero a la
vez ser lo suficientemente joven para representar cierta vitalidad. Sus ropas
le daban la apariencia de ser importante, y su semblante demostraba poseer gran
poder. Ninguno de los presentes lo había visto antes. El hombre los miró, y
luego habló con voz firme, pero con un gesto amable en su rostro.
—Mi
nombre es Códex. He venido a contarles lo que ustedes deben saber.
Lady
Star se adelantó a los demás defensores, y preguntó lo que estaba en la mente
de todos.
—¿Y
qué se supone que debemos saber?
Códex
no tardó nada en responder, y lo hizo con seguridad, mirando a los ojos de Lady
Star.
—Les
contaré la verdad acerca de Logos.
Continúa...
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