31.10.08

Brand New Start #10

“El Principio y el Fin”
Historia: RXM.

I

            La Asamblea extraordinaria de la ONU había reunido a varias decenas de líderes mundiales, además de la más alta autoridad de la Iglesia de Logos, el Cardenal Raymond Curtis acompañado de uno de los Heraldos de Logos, Destructor. Estaban allí además, representando a los defensores de la Tierra, Lady Star, el Amo de los Espejos y Dragón Blanco.

            El Secretario General comenzó la sesión explicando que la ONU tenía la intención de decretar la inclusión de la Iglesia de Logos en la libertad de culto de los países, y apoyar su designación como religión oficial en cualquier estado que así lo determinara. Tras unas palabras de alabanza y respeto, se le cedió el estrado al Cardenal Curtis, quien se refirió a la legitimidad de su credo, así como a la libertad de pensamiento que las personas debían tener como derecho en un mundo integrado.

            Mientras todo esto pasaba, Lady Star tenía todos sus sentidos abiertos, a la vez que estaba usando todos sus poderes telepáticos para captar cualquier tipo de comunicación que le diera una señal. Black Force había ido solo, y aún no había información sobre los defensores desaparecidos. El Amo de los Espejos y Dragón Blanco estaban intranquilos. Miraban constantemente a Lady Star, y luego fijaban su vista en Destructor, que parecía observarlos también, muy serio y concentrado.

            De pronto, Lady Star captó algo. Una voz lejana le hablaba, o más bien le mostraba dos escenas. Por un lado, Blackbird y el Hombre de Fuego, víctimas de un ataque, y por otro, Black Force y Quick encadenados frente a un hombre misterioso, acompañado por Shark. Lady Star notó la gravedad de lo que pasaba, y se puso de pie intempestivamente, incluso interrumpiendo el discurso del Cardenal. Esto provocó que todos los presentes desviaran su atención hacia ella, y comenzaran a murmurar. Uno de los presentes se acercó a los defensores y les habló con dura sinceridad.

            —Señores, no es conveniente para ustedes que hagan un alboroto aquí y ahora…

            —Lo siento —respondió Lady Star—. Debemos irnos —y haciendo un gesto, invitó a los otros dos defensores a acompañarla hacia la salida.

            Los presentes los siguieron con la mirada, y algunos levantaron la voz para condenar la actitud de los defensores, pero el Cardenal Curtis sonreía en secreto. Se bajó del estrado y caminó hacia la salida junto a algunos otros, y por supuesto, Destructor. Curtis miró al Heraldo y con un movimiento de cabeza le ordenó algo. Destructor se adelantó, y avanzando con velocidad, se ubicó frente a los tres defensores.

            —Hasta aquí —les dijo—. No se moverán ni un centímetro más —y tomó una actitud ofensiva, desafiando a los defensores a intentar pasar.

            Mientras esto pasaba, a varios metros de allí, Void y Erdol llevaban la ventaja sobre los jóvenes defensores, Blackbird y el Hombre de Fuego. Una descarga mágica golpeó al Hombre de Fuego y lo derribó hacia adentro de un edificio. Void hizo que Blackbird subiera otro edificio golpeándolo de abajo hacia arriba, lo que lo hacía recorrer varios pisos a la vez, hasta llegar a la parte alta. A Blackbird le costaba levantarse, así que Void estaba muy cerca de golpearlo con sus descargas de energía negra, que desmaterializaban lo que tocaban. Una de esas descargas le rozó el hombro al defensor, provocándole un gran dolor. Blackbird gritó. El Hombre de Fuego, por su parte, intentó tomar alguna ofensiva lanzando grandes llamas sobre el hechicero, quien se protegió con un poderoso campo de fuerza. La batalla parecía estar completamente de lado de los Heraldos de Logos…

II

            La gente corría despavorida al ver tal despliegue de poderes. Erdol poseía una poderosa magia, y la utilizaba para detener cada ataque del Hombre de Fuego y luego contraatacar. El Hombre de Fuego estaba tremendamente frustrado.

            —Erdol, no permitiré que se aprovechen de las creencias de la gente… No creeré en ustedes y su Iglesia…

            —Iluso —le respondió el hechicero—. ¿No te das cuenta que es inútil todo lo que hagas? El Señor Logos triunfará, y las personas lo elegirán a él antes que a ustedes.

            —¡Es ilógico! —respondió con cierta desesperación el Hombre de Fuego—. ¡No tiene sentido que la gente tenga que hacer ese tipo de elección! ¡Las personas no saben lo que realmente pasa!

            —¿No lo entiendes? —dijo Erdol—. ¡¡Lo importante es creer!! ¡¡Todos necesitan creer!!

            Y mientras decía esto se elevó, creando una gran bola de magia sobre su cabeza. Pero mientras se preparaba a lanzarla sobre el defensor, éste hizo crecer las llamas de su cuerpo y se arrojó sobre el hechicero, golpeándolo con furia, y lanzándolo varios metros hacia la calle, donde se estrelló con un auto estacionado.

            En ese momento, desde el cielo descendió la Mujer de Fuego.

            —¡Justin! —dijo mientras llegaba—. ¡Al fin te encuentro!

            El Hombre de Fuego le señaló a Erdol en el auto, y con una señal, ambos hermanos se coordinaron y lanzaron poderosas llamaradas sobre el vehículo y el cuerpo del hechicero, provocando más y más calor. El fuego envolvía todo el lugar, hasta que el tanque de gasolina del vehículo reventó, provocando una gran explosión que atrapó a Erdol. Los Hermanos de Fuego vieron como ardía el auto, y lo dejaron así por unos minutos. Cuando decidieron que ya era suficiente, se elevaron y comenzaron a absorber el fuego, hasta apagar completamente el incendio provocado. Sin embargo, no habían señas del cuerpo de Erdol.

            En lo alto de un edificio cercano, Void se preparaba para arrojar dos grandes descargas de energía hacia Blackbird, quién se encontraba herido. El defensor trataba de concentrarse, pero solo pensaba en el dolor que sentía, y en la desesperación de no saber qué hacer… “dolor”, “desesperación”… Recordó todo por lo que había pasado recientemente, y sus sentimientos crecieron, y comenzaron a manifestarse en sus ojos, y en el aura que le rodeaba. En ese momento, Void lanzó las poderosas descargas, fusionadas en un solo rayo de energía negra. Pero en su interior, Blackbird sintió aún más fuerte, y su aura creció hasta ser expulsada por sus manos, chocando con la energía de Void y bloqueándola. Ambos ataques colisionaban y se generaba una poderosa onda de energía en todas direcciones. La onda de energía comenzó a dañar al edificio, y a hacerse cada vez más grande. Tanto Void como Blackbird aumentaban su poder, y la energía comenzó a llenar todo el lugar. Poco a poco, las bases del edificio comenzaron a desparecer y ser destruidas, hasta que toda la estructura colapsó con gran estruendo, y ambos combatientes cayeron y fueron envueltos por las ruinas.

            Los Hermanos de Fuego se acercaron al lugar tras aparentemente derrotar a Erdol, pero sólo vieron las ruinas y el polvo que salía del lugar del gran derrumbe. Ninguna señal de ninguno de los combatientes. De pronto, una silueta salió caminando. Y era Blackbird, aunque venía bastante magullado por el combate. Su aura negra recién comenzaba a calmarse, ya que sus sentimientos recién se estabilizaban.

            —¡Estás bien, Adam! —lo recibió afectuosamente el Hombre de Fuego—. ¡Lograste derrotar a ese Void!

            —¿Eso significa que ganamos? —preguntó Blackbird.

            Los Hermanos de Fuego se miraron, y sus caras demostraban cierto pesar y muchas dudas.

            —No lo sé, Blackbird… —respondió la Mujer de Fuego—. No lo sé…

III

            Lady Star supo de inmediato que no podrían seguir avanzando. Conocía de sobra el gran poder de Destructor. Pero antes de que la heroína diera un paso, Dragón Blanco y el Amo de los Espejos tomaron sus hombros, y se adelantaron.

            —Nos encargaremos, Lady Star —dijo el Amo de los Espejos—. Tú has lo que debes hacer…

            Los dos defensores se pusieron en frente de Destructor. El Amo de los Espejos creó un espejo en el suelo, entró en él y trató de sorprender por la espalda a Destructor, pero éste giró con velocidad y lo golpeó de vuelta hacia el espejo. Luego se movió rápidamente y lo golpeó apenas apareció del otro lado, dejándolo incrustado en el suelo. Dragón Blanco le dio en ese momento un golpe de puño a su rostro y luego una descarga de energía que Destructor logró contener a medias. Dragón atacó rápido, antes que Destructor lograra recuperarse, y logró darle varios golpes. Pero Destructor también lo golpeaba.

            Mientras, Lady Star comenzaba a contactar a varias personas a distancia, forzando su telepatía al máximo…

            Dragón Blanco recibió un fuerte golpe de puño en el estómago, y luego una descarga de poder lo envió derecho al centro de un edificio ubicado a un costado del salón donde se realizaba la Asamblea. Los líderes del mundo comenzaron a huir. El Cardenal Curtis salió de su escondite para mirar el combate más de cerca.

            El Amo de los Espejos comenzó a lanzar rayos-reflejo a través de sus espejos, pero sólo unos pocos dieron en Destructor, el cual comenzó a lanzar rayos de energía en todas direcciones, hasta que uno de ellos alcanzó de lleno al defensor. Entonces, Destructor subió volando hasta el piso donde se encontraba Dragón Blanco.

            Este último, por su parte, había caído destruyendo todo el piso. Muchos cables de electricidad estaban rotos a su alrededor, y apenas estaba consciente. De pronto, y antes que llegara Destructor, alrededor de él comenzaron a formarse figuras con las chispas de electricidad que saltaban de los cables. Una voz comenzó a susurrar a Dragón Blanco.

            —“Llévalo hasta la ionosfera, yo me encargo del resto”.

            El defensor se levantó, y cuando vio a Destructor acercándose, usó sus últimas energías para lanzar un fuerte ataque. Se elevó, y la energía que descargó comenzó a elevar a Destructor hacia lo más alto del cielo, tomando la forma de un enorme dragón que subía.

            El dragón de energía golpeaba a Destructor, sin dejarlo responder. Dragón Blanco parecía decidido a continuar incluso más allá de sus fuerzas, y siguieron subiendo hasta que estuvo seguro de que habían alcanzado la ionosfera. Una vez allí, escuchó una vez más esa voz, pero esta vez la identificó. Soltó a Destructor, y dejó caer su propio cuerpo. Destructor no alcanzó a reaccionar.

            —¡Ahora, Electric Man! —gritó Dragón Blanco.

            En ese momento, toda lo que rodeaba a Destructor se cargó de electricidad. La ionosfera entera parecía estar atacando al Heraldo de Logos. Una descarga eléctrica como nunca antes se había visto golpeó a Destructor. Luego todo se desvaneció, y ni Electric Man ni Destructor volvieron a ser vistos.

            Dragón Blanco siguió cayendo. Estaba débil, y apenas consciente, ya que había usado todo el poder que le quedaba para elevar a Destructor. Pero poco antes de llegar al suelo, Lady Star usó su telepatía y detuvo la caída, ayudándolo a posarse suavemente en el suelo, y sosteniéndolo antes de que se desmayase.

            Apenas unos minutos más tarde, al mismo lugar llegó Códex. Se dirigió hacia donde estaban los tres defensores. Miró el cielo, y vio que Destructor y Electric Man habían desaparecido. Luego, miró a Lady Star.

            —Muy bien, Lady Star —dijo con calma pero con seguridad—. Hagámoslo. Es lo único que nos queda.

IV

            Códex se concentró profundamente. Lady Star le había explicado telepáticamente su idea. Si Logos era realmente un dios que quería ser aceptado como tal en el mundo, querría que sus representantes entre los hombres se apegaran a sus designios, y no que manipularan los hechos para sus intereses personales. “Así funciona Logos”, había reflexionado Lady Star: “control por sobre todo... y castigo como alternativa”.

            El plan comenzaba convocando a Logos, para luego demostrarle los mezquinos planes que tenían hombres como el Cardenal Curtis y Predicador, y que notara cuánto daño podría hacer esto a su culto si la gente se enteraba. La necesidad de Logos de validarse como divinidad, sus ansias por ser adorado, le harían exigir una mejor administración de su Iglesia, sin errores humanos que la pusieran en peligro.

            Códex comenzó el ritual. Pronunciando palabras y oraciones clave, accedió al plano de “lo sagrado”, aquel del que los defensores habían visto solo una parte hace un día.

            —¡Logos! —exclamó el hechicero—. Sabemos que puedes escucharnos. Solicitamos tu divina presencia, humildemente, en pos de la paz entre tu Iglesia y los defensores.

            En seguida, una poderosa energía emanó de Códex, y rodeó todo el lugar, trascendiendo hasta el plano que había abierto. Pocos segundos después, una luz brilló en el lugar, y la silueta de Logos fue formándose poco a poco, llena de energía que lo envolvía y le daba una majestuosa apariencia. De inmediato habló, y su voz sonó como un trueno.

            —Al fin lo han aceptado, defensores de la Tierra. Al fin me han aceptado como el dios que realmente soy. ¡Merezco su respeto, y la adoración de los hombres!

            —Muy bien, Logos —le respondió Códex—. Sabemos que eso es exactamente lo que buscas. Por ello es que te hemos convocado. Aceptamos que hemos sido soberbios al no creer en tu divinidad. Pero si quieres el respeto y la adoración de las personas, ¡no puedes permitir que tu Iglesia cometa errores como los que ha cometido! Han manipulado los hechos por sus planes egoístas y sólo les importa su propio beneficio… ¡Ellos no lo hacen por ti o por su fe!

            Logos quedó en silencio por un instante. Sus ojos brillaban mientras escudriñaba los hechos. Con un pequeño esfuerzo, su condición divina le permitía acceder a momentos y probabilidades, e incluso a las conciencias de sus seguidores. Allí vio las estrategias que Raymond Curtis y Predicador habían diseñado para desacreditar a los héroes usando la religión y manipulando la opinión de las personas, y como otros como Destructor habían usado a la Iglesia par su revancha personal frente a los defensores. Un instante más tarde, y con el sonido de un trueno, su visión cesó y se volvió a dirigir a ellos.

            —Soy un dios, y no pueden ni podrán negarlo, la gente creerá aunque ustedes se resistan. Pero he visto más allá del aquí y el ahora… —dijo el dios, para luego hacer una pausa—. He visto los hechos, y he visto que mi Iglesia no ha sido bien conducida. Ha sido guiada por el egoísmo y no por su fe en mi. ¡Merezco más!

            Los defensores respiraron aliviados. No se habían equivocado al pensar que Logos no estaría conforme con lo que había pasado. Luego, Logos miró al Cardenal Curtis, que observaba de cerca, sorprendido por la derrota de Destructor, y más aún por la aparición de su dios.

            —¡Raymond Curtis! —le dijo con voz potente—. No has seguido fielmente mi camino. Tu propio egocentrismo te ha puesto a ti por sobre mí en tu corazón. ¡Yo debo estar por sobre todas las cosas!

            —Pero, Señor… —dijo dubitativamente Curtis—. La gente ha creído en ti y yo les he mostrado tu grandeza…

            —¡Silencio! —lo interrumpió con furia—. Te has asociado con las personas equivocadas. Han usado la fe en mi para tus propios objetivos e intereses mundanos. Me has fallado… ¡Has perdido mi confianza! Por eso, ahora te expulso de mi Iglesia, y te quito los poderes que te otorgué —y diciendo eso, una energía envolvió a Curtis, cambiando sus ropas y devolviéndolo a su antiguo estado.

            —¡NOOOO! —exclamó desesperadamente Curtis—. ¡Señor Logos, tenga piedad! ¡Usted sabe que yo lo daría todo por usted! ¡La Iglesia me necesi… —y antes que terminase de decirlo, Logos lo hizo desaparecer del lugar.

            Los defensores observaban, serios, pero tranquilos porque su idea estaba dando resultado. El dios se dirigió a ellos.

            —El resto de los que merezcan ser castigados, lo serán, de acuerdo a mi divina voluntad… Entiéndalo bien, defensores. Esto no significa que ustedes ganasen. El mundo me adorará más y más, tal como es mi derecho. Curtis me falló, pero habrá otros que no lo harán. Si siguen oponiéndose a mí, no habrá tregua. ¡Seré el dios del mundo, y nadie me detendrá! —y de inmediato desapareció, con un gran destello y otro sonido como el de un trueno.

            Un gran alivio recorrió a los héroes. Raymond Curtis era historia, y habían conseguido que el mismo Logos detuviese los planes de su Iglesia. Pero aún faltaba algo que los intranquilizaba.

            —Debemos ir por Black Force y Quick —dijo Lady Star—. ¡Nos necesitan!

            De inmediato se pusieron en movimiento. Aún quedaba algo por solucionar.

V

            En lo alto del Templo de Logos en Angalil, Predicador había encadenado a Black Force y Quick, que apenas sabían dónde estaban. Junto a Predicador se encontraba Shark.

            —Ahora es cuando los defensores cometerán el último de sus errores —les dijo Predicador a los defensores encadenados—. Y si tienen suerte, ustedes vivirán para verlo.

            A los pies del templo llegaban Blackbird y los Hermanos de Fuego.

            —¡Debemos hacer algo! —exclamó el Hombre de Fuego.

            —Tranquilo, Justin —le dijo su hermana—. No podemos equivocarnos esta vez.

            —¡Miren! —les señaló Blackbird—. ¡Lady Star y los demás!

            Lady Star, el Amo de los Espejos, Dragón Blanco y Códex también se hacían presentes. Pero ninguno sabía con exactitud que debían hacer.

            —¿Por qué Logos no castigó también a Predicador? —preguntó el Amo de los Espejos.

            — No lo sé —respondió Códex—. Pero debemos ser muy cuidadosos en lo que hagamos.

            En ese momento, Predicador le dio su vara a Shark que estaba detrás de él y sacó una gran navaja desde sus ropas. Se acercó a Black Force y Quick, y les habló casi susurrando.

            —Esto es mi sueño hecho realidad. Verlos morir, y ver morir la imagen de los defensores en los corazones de la gente… Aquí comienza la nueva era, la era de Logos… ¡mi era!

            Miró hacia abajo, divisó a los defensores, y les gritó, desafiante.

            —Vamos, defensores. ¡Vengan por sus amigos! —esperó unos segundos, y al no tener respuesta, prosiguió—. ¿No lo harán? Pues bien, ¡que se haga la voluntad de Logos!

            Predicador acercó la navaja al cuerpo de Black Force, e hizo el ademán de enterrarla en su pecho. Pero en ese momento, Black Force abrió sus ojos, y sonriendo, le habló a Predicador.

            —Saluda a tu dios, cuando llegues a tu cielo —y desvió la mirada hacia atrás del villano.

            Predicador se dio vuelta, y no alcanzó a reaccionar cuando Shark le dio un tremendo golpe con su propia vara. El villano perdió el equilibrio, y sin lograr sujetarse de algo, cayó desde lo más alto del Templo. Lejos del alcance de los defensores, nada detuvo su caída, y gritando, fue a dar directamente al suelo.

            Los defensores, asombrados, se quedaron en silencio. Sólo Códex habló, pero fue casi un pensamiento en voz alta.

            —¿Acaso esta ha sido la voluntad de Logos?




Epílogo.

            Shark liberó a Black Force y Quick. El plan había funcionado, y Shark al fin pudo respirar tranquilo. Mientras, los defensores fueron por el cuerpo de Predicador.

            Sin embargo, éste ya no estaba cuando llegaron al lugar de la caída.

            Días más tarde, reunidos en la sede de Defensores Unidos, Lady Star fue la única que habló, llamando a la reflexión, y a estar preparados para el futuro.

            —Es cierto que una nueva era comienza. Pero lucharemos con todas nuestras fuerzas para que sea una era de verdad y justicia, una era de paz para hombres y mujeres. No dejaremos que sea una era oscura, porque mientras podamos llevar luz a cada rincón, lo haremos. Den lo mejor de ustedes para hacer las cosas mejores cada día. Sólo mientras cada ser humano haga esto, el corazón de las personas encontrará el verdadero camino.

            Todos volvieron a sus hogares, preparados para enfrentar lo que viniese. Fuese Logos y su Iglesia o una amenaza más directa, los defensores, tanto antiguos como nuevos, estarían allí para hacer lo que mejor hacen.

            Mientras, en un salón del Templo de Logos, el Reverendo Edward Wright apaga las últimas velas antes de retirarse a reflexionar. Pero en el silencio de la noche, una voz potente le habla, y él escucha.


            —Edward Wright. Te he escogido para que guíes mi Iglesia...


Fin.
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