Historia: RXM.
I
La
Asamblea extraordinaria de la ONU había reunido a varias decenas de líderes
mundiales, además de la más alta autoridad de la Iglesia de Logos, el Cardenal
Raymond Curtis acompañado de uno de los Heraldos de Logos, Destructor. Estaban
allí además, representando a los defensores de la Tierra, Lady Star, el Amo de
los Espejos y Dragón Blanco.
El
Secretario General comenzó la sesión explicando que la ONU tenía la intención
de decretar la inclusión de la Iglesia de Logos en la libertad de culto de los
países, y apoyar su designación como religión oficial en cualquier estado que
así lo determinara. Tras unas palabras de alabanza y respeto, se le cedió el
estrado al Cardenal Curtis, quien se refirió a la legitimidad de su credo, así
como a la libertad de pensamiento que las personas debían tener como derecho en
un mundo integrado.
Mientras
todo esto pasaba, Lady Star tenía todos sus sentidos abiertos, a la vez que
estaba usando todos sus poderes telepáticos para captar cualquier tipo de comunicación
que le diera una señal. Black Force había ido solo, y aún no había información
sobre los defensores desaparecidos. El Amo de los Espejos y Dragón Blanco
estaban intranquilos. Miraban constantemente a Lady Star, y luego fijaban su
vista en Destructor, que parecía observarlos también, muy serio y concentrado.
De
pronto, Lady Star captó algo. Una voz lejana le hablaba, o más bien le mostraba
dos escenas. Por un lado, Blackbird y el Hombre de Fuego, víctimas de un
ataque, y por otro, Black Force y Quick encadenados frente a un hombre
misterioso, acompañado por Shark. Lady Star notó la gravedad de lo que pasaba,
y se puso de pie intempestivamente, incluso interrumpiendo el discurso del
Cardenal. Esto provocó que todos los presentes desviaran su atención hacia
ella, y comenzaran a murmurar. Uno de los presentes se acercó a los defensores
y les habló con dura sinceridad.
—Señores,
no es conveniente para ustedes que hagan un alboroto aquí y ahora…
—Lo
siento —respondió Lady Star—. Debemos irnos —y haciendo un gesto, invitó a los
otros dos defensores a acompañarla hacia la salida.
Los
presentes los siguieron con la mirada, y algunos levantaron la voz para
condenar la actitud de los defensores, pero el Cardenal Curtis sonreía en
secreto. Se bajó del estrado y caminó hacia la salida junto a algunos otros, y
por supuesto, Destructor. Curtis miró al Heraldo y con un movimiento de cabeza
le ordenó algo. Destructor se adelantó, y avanzando con velocidad, se ubicó
frente a los tres defensores.
—Hasta
aquí —les dijo—. No se moverán ni un centímetro más —y tomó una actitud
ofensiva, desafiando a los defensores a intentar pasar.
Mientras
esto pasaba, a varios metros de allí, Void y Erdol llevaban la ventaja sobre
los jóvenes defensores, Blackbird y el Hombre de Fuego. Una descarga mágica
golpeó al Hombre de Fuego y lo derribó hacia adentro de un edificio. Void hizo
que Blackbird subiera otro edificio golpeándolo de abajo hacia arriba, lo que
lo hacía recorrer varios pisos a la vez, hasta llegar a la parte alta. A
Blackbird le costaba levantarse, así que Void estaba muy cerca de golpearlo con
sus descargas de energía negra, que desmaterializaban lo que tocaban. Una de
esas descargas le rozó el hombro al defensor, provocándole un gran dolor.
Blackbird gritó. El Hombre de Fuego, por su parte, intentó tomar alguna
ofensiva lanzando grandes llamas sobre el hechicero, quien se protegió con un
poderoso campo de fuerza. La batalla parecía estar completamente de lado de los
Heraldos de Logos…
II
La
gente corría despavorida al ver tal despliegue de poderes. Erdol poseía una
poderosa magia, y la utilizaba para detener cada ataque del Hombre de Fuego y
luego contraatacar. El Hombre de Fuego estaba tremendamente frustrado.
—Erdol,
no permitiré que se aprovechen de las creencias de la gente… No creeré en
ustedes y su Iglesia…
—Iluso
—le respondió el hechicero—. ¿No te das cuenta que es inútil todo lo que hagas?
El Señor Logos triunfará, y las personas lo elegirán a él antes que a ustedes.
—¡Es
ilógico! —respondió con cierta desesperación el Hombre de Fuego—. ¡No tiene
sentido que la gente tenga que hacer ese tipo de elección! ¡Las personas no
saben lo que realmente pasa!
—¿No
lo entiendes? —dijo Erdol—. ¡¡Lo importante es creer!! ¡¡Todos necesitan
creer!!
Y
mientras decía esto se elevó, creando una gran bola de magia sobre su cabeza.
Pero mientras se preparaba a lanzarla sobre el defensor, éste hizo crecer las
llamas de su cuerpo y se arrojó sobre el hechicero, golpeándolo con furia, y
lanzándolo varios metros hacia la calle, donde se estrelló con un auto
estacionado.
En
ese momento, desde el cielo descendió la Mujer de Fuego.
—¡Justin!
—dijo mientras llegaba—. ¡Al fin te encuentro!
El
Hombre de Fuego le señaló a Erdol en el auto, y con una señal, ambos hermanos
se coordinaron y lanzaron poderosas llamaradas sobre el vehículo y el cuerpo
del hechicero, provocando más y más calor. El fuego envolvía todo el lugar,
hasta que el tanque de gasolina del vehículo reventó, provocando una gran
explosión que atrapó a Erdol. Los Hermanos de Fuego vieron como ardía el auto,
y lo dejaron así por unos minutos. Cuando decidieron que ya era suficiente, se
elevaron y comenzaron a absorber el fuego, hasta apagar completamente el
incendio provocado. Sin embargo, no habían señas del cuerpo de Erdol.
En
lo alto de un edificio cercano, Void se preparaba para arrojar dos grandes
descargas de energía hacia Blackbird, quién se encontraba herido. El defensor
trataba de concentrarse, pero solo pensaba en el dolor que sentía, y en la desesperación
de no saber qué hacer… “dolor”, “desesperación”… Recordó todo por lo que había
pasado recientemente, y sus sentimientos crecieron, y comenzaron a manifestarse
en sus ojos, y en el aura que le rodeaba. En ese momento, Void lanzó las
poderosas descargas, fusionadas en un solo rayo de energía negra. Pero en su
interior, Blackbird sintió aún más fuerte, y su aura creció hasta ser expulsada
por sus manos, chocando con la energía de Void y bloqueándola. Ambos ataques
colisionaban y se generaba una poderosa onda de energía en todas direcciones.
La onda de energía comenzó a dañar al edificio, y a hacerse cada vez más
grande. Tanto Void como Blackbird aumentaban su poder, y la energía comenzó a
llenar todo el lugar. Poco a poco, las bases del edificio comenzaron a
desparecer y ser destruidas, hasta que toda la estructura colapsó con gran
estruendo, y ambos combatientes cayeron y fueron envueltos por las ruinas.
Los
Hermanos de Fuego se acercaron al lugar tras aparentemente derrotar a Erdol,
pero sólo vieron las ruinas y el polvo que salía del lugar del gran derrumbe.
Ninguna señal de ninguno de los combatientes. De pronto, una silueta salió
caminando. Y era Blackbird, aunque venía bastante magullado por el combate. Su
aura negra recién comenzaba a calmarse, ya que sus sentimientos recién se
estabilizaban.
—¡Estás
bien, Adam! —lo recibió afectuosamente el Hombre de Fuego—. ¡Lograste derrotar
a ese Void!
—¿Eso
significa que ganamos? —preguntó Blackbird.
Los
Hermanos de Fuego se miraron, y sus caras demostraban cierto pesar y muchas
dudas.
—No
lo sé, Blackbird… —respondió la Mujer de Fuego—. No lo sé…
III
Lady
Star supo de inmediato que no podrían seguir avanzando. Conocía de sobra el
gran poder de Destructor. Pero antes de que la heroína diera un paso, Dragón
Blanco y el Amo de los Espejos tomaron sus hombros, y se adelantaron.
—Nos
encargaremos, Lady Star —dijo el Amo de los Espejos—. Tú has lo que debes
hacer…
Los
dos defensores se pusieron en frente de Destructor. El Amo de los Espejos creó
un espejo en el suelo, entró en él y trató de sorprender por la espalda a
Destructor, pero éste giró con velocidad y lo golpeó de vuelta hacia el espejo.
Luego se movió rápidamente y lo golpeó apenas apareció del otro lado, dejándolo
incrustado en el suelo. Dragón Blanco le dio en ese momento un golpe de puño a
su rostro y luego una descarga de energía que Destructor logró contener a
medias. Dragón atacó rápido, antes que Destructor lograra recuperarse, y logró
darle varios golpes. Pero Destructor también lo golpeaba.
Mientras,
Lady Star comenzaba a contactar a varias personas a distancia, forzando su
telepatía al máximo…
Dragón
Blanco recibió un fuerte golpe de puño en el estómago, y luego una descarga de
poder lo envió derecho al centro de un edificio ubicado a un costado del salón
donde se realizaba la Asamblea. Los líderes del mundo comenzaron a huir. El
Cardenal Curtis salió de su escondite para mirar el combate más de cerca.
El
Amo de los Espejos comenzó a lanzar rayos-reflejo a través de sus espejos, pero
sólo unos pocos dieron en Destructor, el cual comenzó a lanzar rayos de energía
en todas direcciones, hasta que uno de ellos alcanzó de lleno al defensor.
Entonces, Destructor subió volando hasta el piso donde se encontraba Dragón Blanco.
Este
último, por su parte, había caído destruyendo todo el piso. Muchos cables de
electricidad estaban rotos a su alrededor, y apenas estaba consciente. De
pronto, y antes que llegara Destructor, alrededor de él comenzaron a formarse
figuras con las chispas de electricidad que saltaban de los cables. Una voz
comenzó a susurrar a Dragón Blanco.
—“Llévalo
hasta la ionosfera, yo me encargo del resto”.
El
defensor se levantó, y cuando vio a Destructor acercándose, usó sus últimas
energías para lanzar un fuerte ataque. Se elevó, y la energía que descargó
comenzó a elevar a Destructor hacia lo más alto del cielo, tomando la forma de
un enorme dragón que subía.
El
dragón de energía golpeaba a Destructor, sin dejarlo responder. Dragón Blanco
parecía decidido a continuar incluso más allá de sus fuerzas, y siguieron
subiendo hasta que estuvo seguro de que habían alcanzado la ionosfera. Una vez
allí, escuchó una vez más esa voz, pero esta vez la identificó. Soltó a
Destructor, y dejó caer su propio cuerpo. Destructor no alcanzó a reaccionar.
—¡Ahora,
Electric Man! —gritó Dragón Blanco.
En
ese momento, toda lo que rodeaba a Destructor se cargó de electricidad. La
ionosfera entera parecía estar atacando al Heraldo de Logos. Una descarga
eléctrica como nunca antes se había visto golpeó a Destructor. Luego todo se
desvaneció, y ni Electric Man ni Destructor volvieron a ser vistos.
Dragón
Blanco siguió cayendo. Estaba débil, y apenas consciente, ya que había usado
todo el poder que le quedaba para elevar a Destructor. Pero poco antes de
llegar al suelo, Lady Star usó su telepatía y detuvo la caída, ayudándolo a
posarse suavemente en el suelo, y sosteniéndolo antes de que se desmayase.
Apenas
unos minutos más tarde, al mismo lugar llegó Códex. Se dirigió hacia donde
estaban los tres defensores. Miró el cielo, y vio que Destructor y Electric Man
habían desaparecido. Luego, miró a Lady Star.
—Muy
bien, Lady Star —dijo con calma pero con seguridad—. Hagámoslo. Es lo único que
nos queda.
IV
Códex
se concentró profundamente. Lady Star le había explicado telepáticamente su
idea. Si Logos era realmente un dios que quería ser aceptado como tal en el
mundo, querría que sus representantes entre los hombres se apegaran a sus
designios, y no que manipularan los hechos para sus intereses personales. “Así funciona Logos”, había reflexionado
Lady Star: “control por sobre todo... y
castigo como alternativa”.
El
plan comenzaba convocando a Logos, para luego demostrarle los mezquinos planes
que tenían hombres como el Cardenal Curtis y Predicador, y que notara cuánto daño
podría hacer esto a su culto si la gente se enteraba. La necesidad de Logos de
validarse como divinidad, sus ansias por ser adorado, le harían exigir una
mejor administración de su Iglesia, sin errores humanos que la pusieran en
peligro.
Códex
comenzó el ritual. Pronunciando palabras y oraciones clave, accedió al plano de
“lo sagrado”, aquel del que los defensores habían visto solo una parte hace un
día.
—¡Logos!
—exclamó el hechicero—. Sabemos que puedes escucharnos. Solicitamos tu divina
presencia, humildemente, en pos de la paz entre tu Iglesia y los defensores.
En
seguida, una poderosa energía emanó de Códex, y rodeó todo el lugar,
trascendiendo hasta el plano que había abierto. Pocos segundos después, una luz
brilló en el lugar, y la silueta de Logos fue formándose poco a poco, llena de
energía que lo envolvía y le daba una majestuosa apariencia. De inmediato
habló, y su voz sonó como un trueno.
—Al
fin lo han aceptado, defensores de la Tierra. Al fin me han aceptado como el
dios que realmente soy. ¡Merezco su respeto, y la adoración de los hombres!
—Muy
bien, Logos —le respondió Códex—. Sabemos que eso es exactamente lo que buscas.
Por ello es que te hemos convocado. Aceptamos que hemos sido soberbios
al no creer en tu divinidad. Pero si quieres el respeto y la adoración de las personas, ¡no puedes permitir
que tu Iglesia cometa errores como los que ha cometido! Han manipulado los
hechos por sus planes egoístas y sólo les importa su propio beneficio… ¡Ellos
no lo hacen por ti o por su fe!
Logos
quedó en silencio por un instante. Sus ojos brillaban mientras escudriñaba los
hechos. Con un pequeño esfuerzo, su condición divina le permitía acceder a
momentos y probabilidades, e incluso a las conciencias de sus seguidores. Allí
vio las estrategias que Raymond Curtis y Predicador habían diseñado para
desacreditar a los héroes usando la religión y manipulando la opinión de las
personas, y como otros como Destructor habían usado a la Iglesia par su
revancha personal frente a los defensores. Un instante más tarde, y con el sonido
de un trueno, su visión cesó y se volvió a dirigir a ellos.
—Soy
un dios, y no pueden ni podrán negarlo, la gente creerá aunque ustedes se
resistan. Pero he visto más allá del aquí y el ahora… —dijo el dios, para luego
hacer una pausa—. He visto los hechos, y he visto que mi Iglesia no ha sido
bien conducida. Ha sido guiada por el egoísmo y no por su fe en mi. ¡Merezco
más!
Los
defensores respiraron aliviados. No se habían equivocado al pensar que Logos no
estaría conforme con lo que había pasado. Luego, Logos miró al Cardenal Curtis,
que observaba de cerca, sorprendido por la derrota de Destructor, y más aún por
la aparición de su dios.
—¡Raymond
Curtis! —le dijo con voz potente—. No has seguido fielmente mi camino. Tu
propio egocentrismo te ha puesto a ti por sobre mí en tu corazón. ¡Yo debo
estar por sobre todas las cosas!
—Pero,
Señor… —dijo dubitativamente Curtis—. La gente ha creído en ti y yo les he
mostrado tu grandeza…
—¡Silencio!
—lo interrumpió con furia—. Te has asociado con las personas equivocadas. Han
usado la fe en mi para tus propios objetivos e intereses mundanos. Me has
fallado… ¡Has perdido mi confianza! Por eso, ahora te expulso de mi Iglesia, y
te quito los poderes que te otorgué —y diciendo eso, una energía envolvió a
Curtis, cambiando sus ropas y devolviéndolo a su antiguo estado.
—¡NOOOO!
—exclamó desesperadamente Curtis—. ¡Señor Logos, tenga piedad! ¡Usted sabe que
yo lo daría todo por usted! ¡La Iglesia me necesi… —y antes que terminase de
decirlo, Logos lo hizo desaparecer del lugar.
Los
defensores observaban, serios, pero tranquilos porque su idea estaba dando
resultado. El dios se dirigió a ellos.
—El
resto de los que merezcan ser castigados, lo serán, de acuerdo a mi divina
voluntad… Entiéndalo bien, defensores. Esto no significa que ustedes ganasen.
El mundo me adorará más y más, tal como es mi derecho. Curtis me falló, pero
habrá otros que no lo harán. Si siguen oponiéndose a mí, no habrá tregua. ¡Seré
el dios del mundo, y nadie me detendrá! —y de inmediato desapareció, con un
gran destello y otro sonido como el de un trueno.
Un
gran alivio recorrió a los héroes. Raymond Curtis era historia, y habían
conseguido que el mismo Logos detuviese los planes de su Iglesia. Pero aún
faltaba algo que los intranquilizaba.
—Debemos
ir por Black Force y Quick —dijo Lady Star—. ¡Nos necesitan!
De
inmediato se pusieron en movimiento. Aún quedaba algo por solucionar.
V
En
lo alto del Templo de Logos en Angalil, Predicador había encadenado a Black
Force y Quick, que apenas sabían dónde estaban. Junto a Predicador se
encontraba Shark.
—Ahora
es cuando los defensores cometerán el último de sus errores —les dijo
Predicador a los defensores encadenados—. Y si tienen suerte, ustedes vivirán
para verlo.
A
los pies del templo llegaban Blackbird y los Hermanos de Fuego.
—¡Debemos
hacer algo! —exclamó el Hombre de Fuego.
—Tranquilo,
Justin —le dijo su hermana—. No podemos equivocarnos esta vez.
—¡Miren!
—les señaló Blackbird—. ¡Lady Star y los demás!
Lady
Star, el Amo de los Espejos, Dragón Blanco y Códex también se hacían presentes.
Pero ninguno sabía con exactitud que debían hacer.
—¿Por
qué Logos no castigó también a Predicador? —preguntó el Amo de los Espejos.
—
No lo sé —respondió Códex—. Pero debemos ser muy cuidadosos en lo que hagamos.
En
ese momento, Predicador le dio su vara a Shark que estaba detrás de él y sacó
una gran navaja desde sus ropas. Se acercó a Black Force y Quick, y les habló
casi susurrando.
—Esto
es mi sueño hecho realidad. Verlos morir, y ver morir la imagen de los
defensores en los corazones de la gente… Aquí comienza la nueva era, la era de
Logos… ¡mi era!
Miró
hacia abajo, divisó a los defensores, y les gritó, desafiante.
—Vamos,
defensores. ¡Vengan por sus amigos! —esperó unos segundos, y al no tener
respuesta, prosiguió—. ¿No lo harán? Pues bien, ¡que se haga la voluntad de
Logos!
Predicador
acercó la navaja al cuerpo de Black Force, e hizo el ademán de enterrarla en su
pecho. Pero en ese momento, Black Force abrió sus ojos, y sonriendo, le habló a
Predicador.
—Saluda
a tu dios, cuando llegues a tu cielo —y desvió la mirada hacia atrás del
villano.
Predicador
se dio vuelta, y no alcanzó a reaccionar cuando Shark le dio un tremendo golpe
con su propia vara. El villano perdió el equilibrio, y sin lograr sujetarse de
algo, cayó desde lo más alto del Templo. Lejos del alcance de los defensores, nada
detuvo su caída, y gritando, fue a dar directamente al suelo.
Los
defensores, asombrados, se quedaron en silencio. Sólo Códex habló, pero fue
casi un pensamiento en voz alta.
—¿Acaso
esta ha sido la voluntad de Logos?
Epílogo.
Shark
liberó a Black Force y Quick. El plan había funcionado, y Shark al fin
pudo respirar tranquilo. Mientras, los defensores fueron por el cuerpo de
Predicador.
Sin
embargo, éste ya no estaba cuando llegaron al lugar de la caída.
Días
más tarde, reunidos en la sede de Defensores Unidos, Lady Star fue la única que
habló, llamando a la reflexión, y a estar preparados para el futuro.
—Es
cierto que una nueva era comienza. Pero lucharemos con todas nuestras fuerzas
para que sea una era de verdad y justicia, una era de paz para hombres y
mujeres. No dejaremos que sea una era oscura, porque mientras podamos llevar
luz a cada rincón, lo haremos. Den lo mejor de ustedes para hacer las cosas
mejores cada día. Sólo mientras cada ser humano haga esto, el corazón de las
personas encontrará el verdadero camino.
Todos
volvieron a sus hogares, preparados para enfrentar lo que viniese. Fuese Logos
y su Iglesia o una amenaza más directa, los defensores, tanto antiguos como
nuevos, estarían allí para hacer lo que mejor hacen.
Mientras,
en un salón del Templo de Logos, el Reverendo Edward Wright apaga las últimas
velas antes de retirarse a reflexionar. Pero en el silencio de la noche, una
voz potente le habla, y él escucha.
—Edward
Wright. Te he escogido para que guíes mi Iglesia...
Fin.
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