26.1.11

Dragón Blanco/Negro #9

Ciudad Dormida (4 de 4)
“Pacto secreto”, Segunda Parte
Historia: Zirijo

I

Nada en lo que hubiera podido pensar Tcheng, “el manco”, podría anticipar lo que realmente iba a suceder esa noche.

Mientras todos dormían, en la tercera torre de la segunda unidad de la Cárcel de Alta Seguridad de Beijing, se escucha una alarma de incendio. Las alarmas se activan, y la noche se tiñe de luces rojas. De pronto, el humo invade la unidad de celdas, donde estaban cumpliendo condena el actual cabecilla de la organización criminal más grande de Asia, La Dinastía, y el más fiel de los sirvientes del Emperador Meng Li, Tcheng “el manco”. Las celdas se abren, pero la presencia de seguridad es nula. Todos salen de sus celdas despavoridos, huyendo del fuego. Entre el caos, un sujeto se detiene fuera de la celda de Tcheng “el manco”. Su risa era conocida. Algo simiesca y pegajosa, se escucha desquiciada entre el humo y las señales de emergencia.

- ¿Hou? – pregunta Tcheng “el manco”, ante la presencia de aquel sujeto.

- Por supuesto. ¿Quién más vendría a invitarte a una fiesta a esta hora? ¡hú, hú!

- ¿Cómo saldremos de aquí Hou, si está todo en llamas? – pregunta Tcheng, que ya está listo para la huida.

- No se preocupe, señor, hemos pensado en todo. Antes de irnos, debemos completar otro encargo.

Ambos salen de la celda, y Hou corre a toda velocidad hacia el puesto de vigilancia, by pass obligado para acceder a las salidas de emergencia.

Una multitud de reos se amontonan en la salida, impidiendo que puedan seguir avanzando.

- Es imposible salir de acá, Hou. No saldremos a tiempo para salvarnos del incendio.

- ¿Qué incendio? – pregunta Hou – No te preocupes más de la cuenta, Tcheng. Sabes que los ministros nunca salen solos.

Dos rápidas ráfagas caen del techo de la unidad, mezclándose con la multitud. Se escuchan golpes secos, quijadas rotas, y gritos de dolor. La multitud va disminuyendo en número, cayendo o huyendo de lo que sea que esté golpeándolos.

Golpes certeros y rápidos, movimientos flexibles e impredecibles, son los recursos de estos dos peleadores.

- ¡She! ¡Tang Lang! – dice, sorprendido, Tcheng “el manco” – No pensé que se demoraran tanto en reunirse.

- Tuvimos unos problemas, pero ya está todo solucionado Tcheng – Hou se detiene y mira atentamente al miembro de La Dinastía – Hey… ¿Qué le pasó a tu mano?

- Larga historia Hou, tendremos tiempo para que te la cuente cuando salgamos de aquí… Si es que eso pasa.

- ¡Hu! ¡Hu! ¡Hu! – ríe Hou – Antes debemos encargarnos de algo urgente.

II

Es urgente que me suelte de este infeliz, pienso, mientras cuelgo de un pie. Un demonio del templo de Shozán nos impide el paso, mientras intentamos seguir con nuestro camino. Nos hemos enterado del paradero del Emperador Meng Li, luego del incidente en la Gran Muralla China.

- ¡Suéltalo demonio! – ordena Shaman, lanzando hechizos que ni siquiera lo lastiman.

- Soy un DIOS ahora. Intentar algo en mi contra es imposible.

Giro, tratando de conectar una patada, sólo logrando que el demonio me suelte. Caigo al suelo, y mi respiración es agitada.

- Dragón Blanco… – me dice Shaman – Este enemigo no es como los otros. Su poder viene de algún lugar lejano. Es una simple marioneta.

- JA JA JA, no me hagas reír humano. ¿Piensas que un demonio como yo dependería de alguien más para nombrarse como dios? – pregunta el demonio, dejando un aura de sarcasmo en sus palabras.

- Sé que eres una marioneta, demonio. Estos poderes no son tuyos. Ahora, devuélvelos antes de que te lastimen – indica Shaman.

- ¡Mi poder es infinito! ¡Me deben su vida, sólo porque los dejo respirar! – proclama el demonio, antes de lanzarse al ataque.

Su velocidad es impresionante, pero con Sù Fú en el equipo, los velocistas son predecibles. Sus caminos son rectos, por lo que esquivar el ataque del demonio de Shozán se hace fácil.

- ¿Te burlas de mi? – pregunta ofendido el demonio, luego de mi movimiento.

Expande sus alas de muerte sobre nosotros, tapando el sol por un momento, y mostrándonos el terror del abismo. Cae directamente sobre mí, cubriéndome por completo.

III

Un poco más calmado, Tcheng “el manco” camina junto a los tres miembros de La Dinastía que se infiltraron en la Cárcel de Alta Seguridad de Beijing.

- ¿Hacia dónde nos dirigimos? – pregunta el presidiario, preparado para fugarse.

- Antes de ir por ti Tcheng, liberamos a otro prisionero… – contesta She – El placer de la cacería es algo que pocos podemos disfrutar.

- Esta cárcel es un caos, la seguridad, ¿qué hicieron con ellos? – pregunta nuevamente “el manco”.

- Contarte lo que hicimos con ellos sería un mal chiste – contesta Hou, que por primera vez camina calmado.

- ¿Estás disfrutando de cómo sufre, no es cierto?  - pregunta Tang Lang a su compañero con conductas simiescas.

- ¡Hu! Hu! – sólo contesta Hou.

En lo profundo de la cocina de la cárcel, un sujeto se esconde consumido por el miedo. Su única arma es un cuchillo, que logró conseguirlo luego de matar a quien lo portaba, curiosamente, uno de sus guardaespaldas. El ruido había cesado hace unos minutos, y se podía escuchar cómo los Ministros de La Dinastía, se acercan, empujando y moviendo todo a su paso.

- ¿Los ha mandado el Emperador? – pregunta Kaito Tsó, cuando el ruido se detiene y rechinan las sucias bisagras del comedor.

- Así es Tsó. El Emperador ha regresado, y ya no necesitamos de tus servicios – responde She, acercándose poco a poco.

IV

El demonio me sostiene, y con dos de sus dedos, toca el centro de mi frente y el tope de mi cabeza. Son puntos energéticos, nudos de energía. Siento como los drena, como la energía del Dragón me abandona. Se alza en vuelo, y me agarra desde el cuello.

- Tu energía volverá a donde pertenece, guerrero. ¡El Tao reclama su poder! ¡Ahora yo reclamo todo bajo el cielo como mío!

Puedo sentir como Shaman presencia el momento. Una gran estela de luz me atraviesa de pies a cabeza, desde  la tierra hasta el infinito, y como yo, ve cómo el poder del Dragón se eleva hasta un plano más poderoso, sublime. Pero luego siente una presencia que interrumpe el momento. Sus expresiones son de miedo y sorpresa. Siente como una gran atmósfera se acerca.

- ¡Humano! Has llevado muy lejos tu sed de venganza – dice una voz que se posa en el escenario, testigo de mi masacre – Los poderes que te he dado, ya no sirven para lo que se me fueron pedidos.

El demonio me suelta, dejándome caer. La luz que antes me contenía, ya no está, pero una calidez diferente me conforta. La siento a mí alrededor, y en mi interior. Un aleteo mortífero se abre paso ante el plano material, dejando pasar a un demonio muy similar al cual nos enfrentamos.

Su forma humana ya no es tan definida, pero se puede ver que alguna vez, fue una persona.

- Señor de Shozán ¿qué hace aquí? – pregunta el demonio, que estaba a punto de hacerme uno con el cosmos.

- He venido a reclamar lo que es mío. Has violado el contrato que firmaste, has abusado de mi confianza.

- ¡No! ¡No te entregaré nada! – proclama el demonio – Estos poderes son míos, son lo único que me queda.

- Ya no, humano.  Has reclamado el mundo como tuyo… has atacado a estos poderosos guerreros, solo por resentimiento, te has proclamado como dios… Has pasado la raya. ¡Devuélveme lo que te he dado!

A las espaldas del gran nuevo demonio que apareció, se forman letras, y se alcanza a ver una marca. Una palma de mano que se diferencia de los garabatos que adornan el cielo.

- Es... es sangre – dice Shaman, cuando logra leer lo que forman las figuras líquidas que flotan en el cielo.

La sangre envuelve en un torbellino rojo al demonio que me atacaba, sin dejarnos ver lo que sucedía dentro. Un trueno fuertísimo golpea el capullo de sangre, y de él cae una figura humana. Por lo que entiendo, el verdadero demonio de Shozán nos deja, sin prestarnos atención, y regresa por donde había aparecido. Un cuerpo adorna el camino a Liaoning.

V

- Kaito,  has sobrepasado todo límite. El Emperador Meng Li te confió su poderosa Dinastía para que, mientras él no estuviera, mantuvieras su tradición y legado. Pero… has abusado de tu poder – reprocha Tcheng “el manco”, a Kaito Tsó, máximo líder criminal de China.

- ¡Calumnias! Yo no he hecho nada de eso… - responde Tsó, acorralado en la cocina de la Cárcel de Máxima Seguridad de Beijing – He seguido las instrucciones del Emperador al pie de la letra.

- ¿Te atreves a mentir, aún sabiendo que he escuchado tus planes? – pregunta “el manco” – Tienes el descaro de llamarme… ¡MENTIROSO!

- No... No… esperen… podemos arreglarlo… - balbucea Tsó, mientras She se acerca con pasos muy lentos.

- Nada de lo que hiciste quedará impune… el poder que te hemos dado no es cosa de juegos…. pagarás tu irresponsabilidad con tu vida.

- No… No….já…Ja ajja...ajaAJJAJAJJA – responde Tsó, entregado al delirio. Ni una gota de cordura queda ya en su cabeza.

- ¿De qué te ríes ahora, Tsó? ¿No te basta haber insultado nuestra confianza? – dice Tang Lang, que observa desde lejos.

- Ellos se encargarán de ustedes…jejjeje… Los extranjeros limpiarán este país, y lo harán a su imagen y semejanza… ¡¡los dioses del otro lado del mar vengarán mi muerte!! Ja jajajAjJAJAJAJAJ…

La risa demente de Tsó se escuchó en el recinto aún después de que su cuerpo estuviera frio, aún después de que los vigilantes se liberaran y restablecieran el orden, y aún después de que los miembros de La Dinastía ya no estuvieran ahí.


Epilogo.

- ¡Aún está vivo, Dragón! – exclama Shaman cuando ve al muchacho desangrándose de a poco.

- Debemos llevarlo a Beijing, Shaman. En ningún lugar de los alrededores podrán atenderlo mejor que allá – le digo, luego de pensar unos segundos.

- Pero, ¿y Meng Li, Liu? ¿Qué haremos con el Emperador?

- Ya habrá otra ocasión. Por hoy, Liu Cho sólo me verá salvar esta vida, tal como le hubiera gustado,  y no acabar con otra… incluso si es la de ese canalla de Meng Li.


Fin...
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