7.11.09

Quasar #7

Éxodo (3 de 4)
“Escape”
Historia: Rodrigo Roa.

I

La caravana que llevaba a D-Tox hasta el cuartel militar era fuertemente custodiada por el Equipo de Asalto Urbano. Las medidas de seguridad eran extremas, y no había forma de que el villano escapara.

Los vehículos militares recorrían la carretera en dirección al cuartel, donde ya preparaban una celda especial para alojar al villano. Junto a estos preparativos, el General Mathieu dio órdenes precisas a los agentes de inteligencia para investigar las motivaciones que tuvo para realizar este ataque, y la información recolectada ya era bastante.

Quasar fue el primero en llegar a la base.

- Los operarios de la Planta ya están trabajando para restablecer la energía eléctrica a la ciudad – pensó en voz alta el General, orgulloso del trabajo de sus hombres - ¡Quasar, ya estás aquí! ¡Muy bien hecho!

Era extraño ver a Mathieu alegre, y mucho más, verlo felicitando a alguien. Su orgullo lo hacía estar siempre serio. Sin embargo, esta vez estaba distinto.

- Puedes retirarte, Levesque. Has hecho un buen trabajo, y mereces un descanso – le dijo.

- Pero, señor… yo no necesito descansar…

- No importa – lo interrumpió – Tu parte terminó, y ahora dejemos a los de inteligencia que hagan el resto. Ve a tu cuarto.

Quasar tomó su forma humana, y no tuvo otra opción más que obedecer. Se retiró a su cuarto, mientras el General iba raudo hasta la celda de D-Tox, acompañado de algunos de los hombres de inteligencia, y otros soldados. Los siguió con la vista, hasta que los militares entraron en la oscuridad de la celda, y cerraron la puerta tras ellos.

II

D-Tox estaba aún atontado por los calmantes que los soldados le habían inyectado para llevarlo hasta el cuartel. Con los ojos apenas abiertos, no tenía plena conciencia de lo que hacía ni decía, y se limitaba a responder con palabras específicas a las preguntas de sus interlocutores.

Sentado en una silla de metal, y rodeado de cinco soldados, además del General Bernard Mathieu, el villano era interpelado a la fuerza.

- ¿Qué le han sacado hasta ahora? – preguntó Mathieu apenas entró.

- Sabemos que fue enviado hasta acá con órdenes estrictas de llamar la atención y enfrentar a Quasar – le respondió uno de los soldados, encargado de la investigación.

- ¿Y sabemos quién lo envió? – inquirió el General.

- Si… - le respondieron, y los oficiales se miraron entre si antes de responder – Fueron los estadounidenses. Inteligencia de ese país…

El General pareció sorprendido por unos segundos, pero luego su cara se llenó de satisfacción.

- Tal como lo predijimos… - reflexionó – Es el error que necesitábamos que cometieran… Es hora de ayudarlos un poco, ¿no creen?

Los oficiales de inteligencia tragaron saliva, pero sabían que el momento que estaban viviendo llegaría en algún momento, aunque le temieran. Ahora sólo restaba seguir el protocolo, y las palabras necesarias para ello, surgieron tan solo unos segundos después, de boca del General.

- Sáquenle un poco más de información… y luego, déjenlo ir.

Los golpes y las drogas hicieron el resto. Tras sacarle algunas palabras que consideraron suficientes, lo dejaron en un cuarto oscuro durante horas, recuperándose sólo para la siguiente parte del plan de sus captores.

Un vehículo militar lo sacó del lugar en secreto, vendado, y lo dejó a la deriva, en una llanura del centro del país. Cuando reaccionó del todo, no recordaba cómo había llegado hasta ahí, pero supo que debía correr mientras pudiera.

III

- ¡Quasar! … quiero decir, ¡Levesque! – gritaba el General Mathieu, que parecía haber vuelto a su mal humor habitual - ¡Ven aquí, de inmediato! ¡Ustedes también! – siguió gritando, dirigiéndose a los soldados del Equipo de Asalto Urbano.

Los soldados corrieron hasta encontrar a su líder. Henry también llegó sin hacerse esperar.

- ¡Los necesito a todos en acción de inmediato! – dijo el General – Se me ha comunicado que el villano que capturaron, nombre clave D-Tox, ha escapado de la base. No sabemos cómo se las arregló, pero es un peligro para la nación. ¡Debe ser detenido de inmediato, con urgencia! ¡Fuerza letal autorizada! ¡Vamos, muévanse! ¡Ahora!

Nadie dudó en obedecer a Mathieu. Sólo Henry Levesque se tardó un poco en moverse, debido al gesto que el General le dirigió.

- Quasar… escúchame… Quiero que tú encuentres a ese tipo, antes que los soldados. Sabes que es peligroso, y no quisiera poner en peligro a ninguno de ellos… - dijo el militar, con una voz pausada – Sé que tú tienes el poder para enfrentarlo y salir triunfante…

- Si señor… - respondió Henry.

- … y cuando lo encuentres y lo enfrentes… Quiero que lo ejecutes, Quasar. D-Tox no debe salir vivo de ésta, es demasiado riesgoso para la seguridad nacional, ¿entiendes?

- Yo… si… - dijo el defensor, un tanto confundido, aunque sin atreverse a contradecir a su superior.

- Muy bien, eres un buen soldado. No me falles, no le falles a tu patria – dijo Mathieu, palmoteando la espalda de Levesque, y cerrando así el diálogo – Ahora, ve, no tardes.

Henry tomó la forma de Quasar, y se elevó, desapareciendo a toda velocidad, dejando sólo la estela rojiza que siempre dejaba.

Una sonrisa de maquiavélica satisfacción se formó en el rostro de Bernard Mathieu. Se daba cuenta de que en sus manos tenía la oportunidad de dar un gran salto para las aspiraciones de Canadá, y todo gracias a la más poderosa arma que controlaba: Quasar.

IV

Los esfuerzos desplegados por el ejército para encontrar al prófugo D-Tox eran enormes. El villano estadounidense había logrado burlar a sus perseguidores, y hasta entonces, no había reportes positivos de parte de los soldados.

Pero Quasar fue el primero en acercarse hasta la llanura donde el villano se trataba de ocultar, huyendo del peligro.

El defensor se quedó en silencio, poniendo atención con sus sentidos aumentados, escuchando con su piel, sintiendo con cada nanómetro de su existencia física, cada uno de los movimientos del lugar, desde la más grande ventisca, hasta los movimientos casi imperceptibles de las criaturas microscópicas.

Los ruidos llegaban suavemente, y la mente de Quasar los separaba y clasificaba a gran velocidad, permitiéndole identificar todos los cuerpos presentes en la llanura, en varios kilómetros a la redonda.

De pronto, el ruido inconfundible de los pies de un ser humano corriendo, lo llevaron a volar hasta un lugar cercano a una cueva.

Segundos después, ya divisaba a su objetivo. D-Tox no logró ocultarse, y quedó frente a frente con Quasar. Respirando agitado y con expresión de sorpresa, se detuvo, dispuesto a enfrentarlo. El héroe de Canadá sólo repitió lo que ya estaba acostumbrado a repetir, aunque lo hizo con rudeza, para dejar saber que esta vez iba en serio.

- D-Tox, detente. Vendrás conmigo.

Ambos se lanzaron al ataque, y Quasar dio el primer golpe, mientras pensaba en lo que había dicho. Sabía que había mentido, porque cuando la batalla terminara, y si él lograba vencer, D-Tox no iría consigo, porque él tenía otras órdenes: su ejecución.

Pero así como se repetía las órdenes en su cabeza, para no fallar, también le intrigaba una pregunta que no entendía del todo: ¿sería realmente capaz de hacerlo?


Continúa...
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