25.10.09

Star Crusade #8

“La Última Ciudad”
Historia: Rodrigo Roa.

I

El viaje del Capitán Estelar y Arubal se había tornado un tanto triste, ya que Arubal no estaba acostumbrado a estar tanto tiempo alejado de su mundo. Aún así, sentía que había hecho lo correcto.

- Debemos detenernos un momento… Aterrizaremos en ese asteroide – dijo el Capitán Estelar, señalando una gran roca que vagaba en el espacio.

- ¿Por qué, qué hay aquí? – preguntó Arubal.

- Cristales de Cor. Bastantes. Están viajando sin rumbo, y debo… absorberlos – explicó el defensor, no muy conforme aún con esa parte de su misión.

Arubal entendía los resquemores que tenía su compañero de viaje. Cuando le había contado acerca de todo el poder que absorbería, le pareció que quienes confiaron en él para tal misión debían estar muy seguros, o muy locos.

Tras aterrizar, el Capitán salió de la nave, y tras un momento de concentración, los pequeños cristales de Cor que lo rodeaban comenzaron a tomar una forma fluida, y la energía que salía de ellos entraba en el aura luminosa del defensor del planeta Eburan. El despliegue de poder y luz era impresionante, y Arubal observaba a la distancia, maravillado.

Una vez que ya no quedaron cristales alrededor, el héroe regresó a la nave. Allí, silencioso, se sentó. Sólo abrió la boca para ordenar a la nave seguir con el viaje, pero luego se dedicó a reflexionar y procesar la gran cantidad de poder que ahora fluía por su cuerpo.

Arubal respetó el silencio, porque sabía que era difícil para el defensor, y sólo un par de horas después, se atrevió a preguntar por su siguiente destino.

- Iremos a Tenrhant, en el sistema Alpha Centauri. Hay reportes de un gran número de cristales entrando en su atmósfera – respondió el Capitán Estelar.

Arubal no conocía mucho de este planeta, por la distancia que lo separaba de su mundo original. Pero de lo que sí estaba seguro, por sus estudios, era que cada vez estaban más cerca del sistema Solar. ¿Qué encontrarían en los siguientes mundos que visitaran?

II

Las heridas de Nishke ya comenzaban a cicatrizar, gracias a las cámaras curativas del cuartel de la Policía InterPlanetaria. Los médicos del lugar estaban preparados para lidiar con todo tipo de heridas y enfermedades, por lo que el defensor de Uda estaba en buenas manos.

- Nishke… este oficial necesita que lo acompañes, apenas te sientas mejor – le dijo uno de los médicos, presentándole a un agente.

- Ya puedo hacerlo… ¿De qué se trata? – preguntó Nishke.

- Soy el oficial Lurk, de la Sección de Inteligencia de la Policía InterPlanetaria. Queremos hacerte algunas preguntas acerca de los hechos ocurridos… y acerca del ser conocido como Nurlabe.

- He traído muestras de ADN, oficial… - explicó Nishke.

- Si, y nos fueron muy útiles. Tengo los resultados… no son noticias muy esclarecedoras.

- ¿Qué encontraron?

- Por eso queremos hablarlo contigo – dijo el oficial Lurk – Necesitamos que describas a Nurlabe… Porque las pruebas de ADN nos dicen que pertenece a una raza no registrada… pero que guarda gran similitud con la estructura genética de los umnitas.

- ¡Sabía que ellos están detrás de todo esto! – dijo efusivamente el defensor.

- No estamos seguros… Hay algo más. En los ataques, las habilidades demostradas han sido diversas… y ninguna se corresponde con los poderes psíquicos de esa raza… Es decir, se parecen a los umnitas, pero no son ellos.

- Entonces, ¿quiénes? – cuestionó Nishke.

- Eso es lo que nos ayudarás a descubrir.

Nishke fue con el oficial, y aceptó participar de la investigación. Intrigado por encontrar las respuestas, describió todos los hechos, y poco a poco, las cosas comenzaron a encajar. Pero aún habían cosas que los investigadores ni siquiera sospechaban…

III

A la distancia, se veía tan solo como un gran cuerpo oscuro, quizás un asteroide de grandes dimensiones. Pero al acercarse, la iluminación artificial y el campo de fuerza que la protegía, hacían de Talascia, una vista imponente.

Hyperman se alivió de llegar al fin, aunque cierto nerviosismo brotaba de su mente. La ciudad era más grande de lo que él había imaginado, y resultaba increíble pensar que un cuerpo tan grande se moviera como una nave espacial, con su propio sistema de propulsión, y viajara a través del universo.

En la ciudad destacaban las grandes edificaciones que se ubicaban en el centro de la urbe, dejando a su alrededor a los edificios menores. Toda la ciudad resplandecía en el color gris metálico que cubría casi por completo la roca en la que estaba posada. Todo parecía muy bien cuidado, y la decencia de la apariencia de la ciudad llenó de tranquilidad al viajero, ya que realmente parecía ser una tranquila población, sin ninguna relación con los terroristas que habían provocado la Guerra Universal.

Tras las comunicaciones de rigor, la nave de Hyperman recibió la autorización para ingresar a la atmósfera artificial del último trozo del planeta Umnis.

Aterrizó en la gran plataforma destinada a las naves visitantes, y de inmediato, una comitiva de bienvenida se acercó. Eran tres umnitas, vestidos con elegantes trajes, que representaban un alto status en la sociedad de ese planeta.

- “Bienvenido a Talascia, N’Arek del planeta Dardac” – le dijo una voz, que sólo estaba en su mente. Los umnitas no abrieron su boca. Hyperman comprendió que esa era también la razón por la que conocían su verdadero nombre.

- “Nuestro líder, Trom, te espera”. – “dijo” otro de ellos, telepáticamente.

- Supongo que ya saben cuál es mi misión aquí… - dijo Hyperman.

- “El señor Trom hablará al respecto contigo” – le respondió uno de los umnitas.

- “Por favor, acompáñanos”.

El defensor siguió a sus interlocutores, y mientras caminaba por los pasillos que lo llevarían hasta el líder umnita, se dedicó a admirar, a través de los ventanales, la arquitectura del lugar, que guardaba cierta similitud con las grandes obras clásicas del planeta Tierra.

Sin embargo, apreciaba las construcciones con otra motivación. Debía pensar en otra cosa, y ocultar sus verdaderos pensamientos, porque sabía que si no lo hacía, las habilidades telepáticas de los umnitas llegarían hasta el fondo de su mente.

Una vez más, cierto nerviosismo se apoderó del héroe. Se sentía disminuido, ya que estaba rodeado por seres de otra raza, que podían leer sus pensamientos, y porque, mal que mal, estaba en un lugar extraño e inquietante, al que nunca esperó conocer: la última ciudad de Umnis.

IV

La nave de Nurlabe viajaba silenciosamente, a través del Sistema Solar. Su objetivo estaba claro, y volaba directamente hacia él. Sabía que detrás de él podían perfectamente estar las naves de la Policía, pero ya estaba preparado para eso. Dejar su marca por donde pasaba era parte de la diversión.

Ya lo había hecho en el planeta deshabitado donde derrotó a Nishke, y también con las patrullas que cuidaban los límites del Sistema Solar, y estaba dispuesto a hacerlo en la Tierra: causar caos era su especialidad.

Por ello le habían encargado este itinerario. Sus superiores confiaban plenamente en él y sus capacidades.

En esto pensaba, orgulloso, cuando algo llamó su atención. Los sensores de su nave detectaron una presencia más adelante, en su camino. Pero más aún, sus habilidades para detectar Energía Cor, detectaron un gran poder en esa presencia.

Mientras se acercaba al punto donde podía sentir a ese ser vivo con tanto poder, una gran luminosidad, proveniente del mismo punto, provocó que Nurlabe tuviese que detener la nave.

Saliendo de su transporte, se acercó personalmente, y la luminosidad bajó, hasta permitirle ver al causante.

Frente a sus ojos, un hombre, un terrícola, flotaba en el espacio, impidiéndole el paso.

- ¿Quién demonios eres, y qué haces aquí? – preguntó Nurlabe, ofuscado.

- Mi nombre es… era… Will Bowman… Soy de la Tierra. ¿Y tú, quién eres, y qué haces aquí? – respondió el hombre que bloqueaba su paso.

- Un terrícola, ya veo… Debes ser uno de esos defensores, tan valientes, que los salvaron de la catástrofe durante la Guerra… - dijo Nurlabe, irónicamente – Pues, yo me dirigía precisamente, a hacer una visita de cortesía a tu planeta… Supongo que tú me darás la bienvenida.

Will dudó por un segundo. No tenía idea de las verdaderas intenciones del ser al que enfrentaba, así que no supo que responder. Nurlabe se cansó de hablar, y comenzó a retirarse hacia su nave.

- Ahora, si me permites, debo proseguir mi viaje… No tengo tiempo para juegos – dijo. – Tengo un itinerario que cumplir, y no quiero que ni tú no esos debiluchos Policías me interrumpan.

Nurlabe le dio la espalda a Will Bowman, y comenzó a alejarse rumbo a su nave. En ese momento, el terrícola recordó lo que le había dicho Overtaker, y comprendió.

Un poderoso rayo salió de sus manos, e impactó la nave de Nurlabe, destruyéndola, y partiéndola en varios trozos.

- Tú eres la razón por la que la Tierra no se debe involucrar, ¿cierto? – dijo Bowman – Eres como esos umnitas que nos atacaron hace años… Pues bien, tipo… Si quieres “visitar” mi planeta, ¡deberás pasar sobre mi cadáver!


Continúa...
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