30.9.09

Star Crusade #7

“Reescribir”
Historia: Rodrigo Roa.

I

En una de las naves del Consejo InterPlanetario, el hombre conocido como N’Arek, originario del planeta Dardac, y que alguna vez habitó en la Tierra con el nombre de Joseph Armstrong, comenzaba un viaje que no esperaba hacer.

Cuando terminó de cambiar sus nuevas ropas, el cambio estuvo completo: era el regreso de Hyperman. Era el momento de reescribir su carrera heroica.

Su misión estaba clara. El Consejo InterPlanetario confiaba en él para cumplirla. Debía encontrar a Talascia, la última ciudad de Umnis, que había escapado a la destrucción de su planeta, y viajaba libre por el universo. Una vez que lo hiciera, debía investigar lo suficiente para establecer la relación entre esta ciudad y los recientes hechos.

No tenía idea alguna de donde iría a parar en su viaje, pero las coordenadas ya estaban cargadas en la nave del Consejo. Aún así, como sus recuerdos de los umnitas no eran buenos, debía prepararse para lo que venía. Quería evitar enfrentamientos, considerando sobre todo, que se trataba de una misión más bien diplomática.

Pero no podía dejar de pensar que esa raza siempre había significado problemas, y estaban llenos de secretos, trampas y conspiraciones. ¿Se equivocaría al pensar así?

La nave se alejó con gran velocidad de su planeta. Con una extraña incertidumbre como único sentimiento, comenzó la cruzada de Hyperman, en busca de los últimos umnitas.

II

Var-Sokk y Nishke viajaron sin detenerse ante nada, desde el planeta donde la patrulla policial había sufrido el ataque del ser llamado Nurlabe, hasta el Cuartel General de la Policía InterPlanetaria, con el objetivo de dar un reporte acabado de lo que había ocurrido.

Las heridas de Nishke fueron cuidadas por el defensor de Surn, hasta que pudieron llegar a su destino. Allí, los médicos se encargaron, mientras Var-Sokk se reunía con Overtaker.

- ¿Qué sucedió en ese planeta? – fue lo primero que salió de la boca del Comandante de la Policía.

- Nishke y la patrulla fueron sorprendidos y atacados, por un ser que se identificó como Nurlabe – respondió Var-Sokk – No les dio tiempo de reaccionar… destruyó todas las naves, y asesinó a todos, menos Nishke…

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Overtaker. La narración de Var-Sokk demostraba el gran poder que debía tener ese tal Nurlabe.

- Esto se está complicando… - reflexionó el Comandante – Me temo que los hechos no son aislados… Hay algo más en todo esto, y si este Nurlabe es una muestra del poder que está detrás…

En ese momento, el transmisor en el brazo de Overtaker emitió un sonido que señalaba que entraba una comunicación urgente.

- ¡Atención! ¡Comandante…! Una de nuestras patrullas, en el Sistema Solar… ha sido atacada… Una nave, a gran velocidad ha entrado en el sistema… ¡Tenemos heridos! ¡Las naves están dañadas! ¡Solicitamos auxilio inmediato!

Reaccionando con velocidad, Overtaker y Var-Sokk se dirigieron al cuarto de control. Debían ponerse de inmediato en movimiento, para detener una catástrofe.

- Según los informes que nos llegan, el patrón del ataque corresponde al de Nurlabe… No debemos dejarlo acercarse a la Tierra – dijo Overtaker, con decisión – Nishke será interrogado para mayor información, y tú vendrás conmigo, Var-Sokk. Iremos al Sistema Solar. ¡Rápido, todos!

Los Policías se movilizaron siguiendo las órdenes de su Comandante, y apenas unos momentos más tarde, una gran delegación, compuesta de cientos de agentes, y varias naves, partía a toda velocidad, en dirección al Sistema Solar, a cazar al peligroso Nurlabe.

III

Todo lo que veía Hyperman eran las estrellas y el oscuro vacío del espacio. Ningún planeta o asteroide estaba cerca, y eso que su viaje recién comenzaba.

Atrás quedaba su pacífica vida en Dardac, y sus amigos, G’Iyb y C’Esut, de quienes se había despedido en secreto, para no llamar mayormente la atención de sus coplanetarios.

Los extrañaba, pero sabía que debía enfocarse en lo que venía. Hyperman siempre se había caracterizado por concentrarse en las tareas que llevaría a cabo, así que a pesar de la distancia que aún lo separaba de su objetivo, ya estaba pensando en los pasos que seguiría.

¿Cómo lo recibirían los umnitas? ¿Lo recordarían como uno de los defensores que les hizo frente en la Tierra, a sus antiguos líderes? Pero no quería prejuzgarlos. Pensó que quizás eran solo umnitas comunes y corrientes, que querrían paz, y que no necesariamente habrían estado de acuerdo con los ataques a la Tierra… Después de todo, los ataques fueron planeados por Tak y sus secuaces, y no contaban con la aprobación de todo el planeta. Quizás era mejor comenzar de cero, en sus pensamientos al respecto.

Recordó las palabras de X’Olahm, el representante de Dardac ante el Consejo InterPlanetario, que le había explicado que la razón por la que lo eligieron, era su conocimiento tanto de la raza umnita, como de la raza humana, además de ser un hombre de gran reputación a través de las estrellas. Los Consejeros creían que Hyperman tenía la experiencia necesaria para hacer este viaje sin mayores dificultades.

Esto tranquilizó al defensor de Dardac. Podía sentirse seguro, porque era verdad que al menos tenía los antecedentes de tratar con esta raza, y la experiencia de sus años como héroe. Se sentó en la nave, relajándose, concentrándose, volviendo a sentir lo que sentía cada vez que usaba su antiguo traje.

Pero sintió una sensación extraña. A pesar de que sabía que allí no había nadie, en varios años luz a la redonda, sentía que alguien lo observaba. Era como si dos grandes ojos lo miraran fijamente, y escudriñaran sus gestos y sus pensamientos.

No puede ser”, se dijo a sí mismo, pero de inmediato recordó que los umnitas eran telépatas. Decidió no pensar más en eso, y respiró profundo. Perturbado, prosiguió su viaje, tratando de concentrarse en lo que encontraría en Talascia.

IV

En la Prisión InterPlanetaria, el silencio sólo era interrumpido por las quejas de algunos de los presidiarios, pero en general, no había más ruido. Las medidas extremas de seguridad impedían cualquier tipo de desorden o complicación.

En el pasillo de alta seguridad, donde se encontraban las celdas de algunos de los criminales más peligrosos de la galaxia, sólo se escuchaba la respiración agitada, como la de un animal, de Seed Breem, “el caníbal de Krits”, como era conocido. Tras su último enfrentamiento con los defensores del universo, no había vuelto a ver la luz, y su estadía en la Prisión ya se le hacía insoportable.

En otra de las celdas cercanas, en silencio absoluto, inmóvil, y con su mente en blanco, reposaba Tak, el antiguo y poderoso líder umnita, responsable de atacar la Tierra, provocar la Guerra Universal, y destruir su propio planeta.

De pronto, los sentidos agudos de Seed Breem lo hicieron notar algo que parecía no estar físicamente allí. Algo le decían que las cosas cambiarían… y su reacción no se hizo esperar. Comenzó a correr en cuatro patas por toda la celda, golpeándose contra las paredes, y emitiendo fuertes aullidos y rugidos, dejando salir su lado salvaje, ese que lo hacía tan peligroso, y que lo tenía más cerca de ser un animal que un ser civilizado.

Tak miraba fijamente la puerta de su celda, aunque su mente no procesaba nada. Pero había unos grandes ojos que lo miraban fijamente de vuelta…

De pronto, la mente en blanco del peligroso umnita, comenzó a ser escrita. No eran sus propios pensamientos, sino la voz de alguien más, que dibujaba allí lo que quería que Tak procesara. Una sola frase se oyó en la frágil mente del villano.

- Tak… ¡levántate!


Continúa...
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