9.5.09

Alianzas #6

“Sociedad del Orden Sudamericano”
Historia: Rodrigo Roa.

I

Chaitén, Chile. Hace meses.

A lo lejos, la humareda del volcán adorna tétricamente el paisaje de la zona. Los animales y las plantas sufrían, ante la incertidumbre que les provocaba la furia de su madre, la naturaleza.

Dos hombres que comprendían esto, se encontraron allí, con una misión común.

- El huinca debe ser advertido. La Madre Tierra pierde la paciencia – dijo el hombre conocido como Weichafe.

- Y nosotros tenemos que advertirle, hermano. Es nuestro deber como hijos de la Tierra, y hermanos de los hombres – complementó aquel que se hacía llamar Guerrero Austral.

Juntos, emprendieron un largo viaje. Dejaban atrás sus tierras, y se internaban en el oscuro concreto de las ciudades. Su única esperanza era encontrar a otros que se les unieran y comprendieran. Pero sobre todo, rogaban porque los demás hombres les escucharan. La misma Tierra se los pedía.

II

Santiago, Chile. Ahora.

La policía tenía acordonada la zona. La reciente elección presidencial en Estados Unidos había tenido repercusiones incluso en este rincón del mundo. Por primera vez, el nuevo presidente, Nelson W. Ford, visitaba Sudamérica, y no a todos les gustaba.

Los mandatarios de los países miembros de UNASUR llegaban en grandes comitivas hasta el Palacio de La Moneda, y la policía resguardaba cada uno de sus movimientos. Las personas que se habían reunido allí, esperaban en tensa calma. Se habían anunciado movilizaciones y protestas, y todo indicaba que los grupos disconformes, cumplirían su promesa.

De pronto, a la distancia, la policía vio que un grupo de manifestantes que se dirigían hasta el lugar, entonando cantos y ondeando banderas. Algunos movimientos se realizaron, y se prepararon para recibirlos.

Pero los miembros de la policía no eran los únicos que observaban y se preparaban. A la distancia, Sergio González esperaba el momento preciso para aparecer, aunque en la identidad que se necesitaba en un caso de peligro: Relámpago. Había viajado desde Buenos Aires, y sabía que el ambiente estaría convulsionado. Por eso no quería perderse ningún segundo de la acción, y ya estaba en camino cuando los manifestantes se acercaban.

Miguel Cárdenas estaba entre los manifestantes. No le importaba encontrarse con su viejo amigo Pablo Espinoza, ahora más conocido por su identidad de Espinas. La multitud no venía calmada en lo más mínimo, y el ambiente comenzó a ponerse más y más tenso.

Apenas llegaron, los manifestantes comenzaron a empujar, y la policía, sorprendida por la decisión de la multitud, atinó a reaccionar con golpes.

En ese momento, Relámpago decidió salir de su escondite, e interponerse entre la policía y los manifestantes, para evitar que la situación pasara a mayores. El defensor argentino generó una luminosa descarga eléctrica para llamar la atención de todos los presentes. A pesar de que detuvo por un instante la batahola, los manifestantes siguieron adelante. En eso, Miguel Cárdenas tomó una piedra, y la arrojó en contra del héroe.

A pesar de que la deshizo con una descarga, Relámpago se molestó y se dirigió a detener al manifestante. Justo cuando le pondría sus manos encima, alguien lo detuvo. El argentino se giró, y vio a Espinas, sujetando su mano. Éste le habló.

- Tranquilo… Yo me encargo.

III

- ¡Deténganse! ¡Ahora! – gritó Espinas.

Esta vez, Miguel Cárdenas y algunos otros lo escucharon. Al menos conocían a este defensor.

- No hagan esto más difícil. Si quieren manifestarse, háganlo, pero sin disturbios – les explicó.

Sin embargo, a pesar de que lo escuchaban, algunos siguieron lanzando objetos, y Relámpago cuestionó los métodos del defensor chileno.

- No está funcionando… Y no creo que te escuchen, están enfervorizados. Tu estrategia apesta – le dijo, un poco alterado.

Justo cuando Espinas le iba a responder, un hombre apareció en el cielo, volando, y tomó a un par de los manifestantes, y los elevó consigo. La gente se sorprendió, y algunos comenzaron a retirarse, asustados.

- Bueno, creo que eso sí está funcionando – dijo Relámpago, tras ver lo que sucedía.

A pocos metros, el hombre volador los dejó caer, y provocó que huyeran varios más. El hombre estaba vestido con ropajes que recordaban a las grandes aves de la Cordillera de los Andes, y parecía tener mucha fuerza.

Sobrevoló por un rato a la multitud, tomando a uno y a otro, y poco a poco la dispersó. Miguel Cárdenas miró a su amigo, oculto bajo la identidad de Espinas, con ojos de reprobación, y luego, también se fue.

Relámpago y Espinas apoyaron la labor del hombre volador, y juntos lograron detener los disturbios de la violenta manifestación. Luego, se reunieron, a un costado del lugar.

- Mi nombre es Cóndor – se presentó el hombre volador – He venido desde el Ecuador, preocupado por los disturbios que se anunciaban. El orden social y político es fundamental en estos momentos de cambio…

- Veo que no soy el único que se preocupa de eso – respondió Relámpago, satisfecho.

- No, você não é o unico… - dijo una voz femenina, a espaldas de los héroes.

Girándose, los tres defensores vieron la sensual figura de una mujer alta y despampanante. No pudieron evitar poner un rostro de asombro ante su visión. Cómo no respondían, la mujer volvió a hablar.

- Soy la Dama Sol. Mucho gusto.

IV

Los cuatro defensores se alejaron, y subieron a la azotea de un edificio cercano, para hablar con más tranquilidad. Espinas, Relámpago, Cóndor y Dama Sol se reunían por primera vez.

- La elección presidencial de Estados Unidos no dejó a nadie indiferente… - comentó Relámpago.

- He oído que el Presidente ha recibido amenazas de muerte, de una misteriosa organización, que se hace llamar “Hijos de Perseo”… - contó Cóndor – Y me temo que algunos brazos de esa organización han llegado hasta estas latitudes.

- Y el ordenamiento político de la región está tomando forma – dijo Dama Sol, que había venido desde Brasil – El nuevo mundo ya se está instalando, y no a todos les gusta.

Espinas había estado más bien silencioso, un poco tímido, al ser el más novato de ellos. Pero además, había estado pensando en una idea. No alcanzó a expresarla, cuando Cóndor les hizo notar algo.

- Muchachos… no quisiera cambiar el tema, pero creo que ahí abajo hay un par de personas que necesitan nuestra atención.

Acercándose hacia el Palacio de la Moneda, Weichafe y Guerrero Austral caminaban lentamente, ante la atónita mirada de los transeúntes.

Los héroes sudamericanos bajaron, preguntándose el origen de los dos misteriosos personajes, y esperando escuchar una respuesta positiva de su parte.

V

Al ver a los defensores, Weichafe y Guerrero Austral se pusieron a la defensiva. Relámpago los calmó con un gesto que indicaba que sólo querían hablar. Espinas se adelantó.

- He oído hablar de uno de ellos… Tú debes ser Weichafe, ¿verdad? He escuchado noticias de ti, pero la mayoría piensa que eres un mito… yo mismo no pensé que fueras real…

- Los huincas no creen en mi gente, menos podrían creer en mi – respondió Weichafe.

- No sé quiénes sean ustedes, pero hemos traído un mensaje que debe ser oído por todos – dijo Guerrero Austral.

- Somos defensores, de distintas partes de América del Sur – respondió Cóndor – Y nos gustaría oír su mensaje, hermanos.

- Es sabio escuchar los mensajes de la tierra, hermano – dijo Guerrero Austral, notando que el héroe de Ecuador comprendía. Entonces, se decidió a hablar con confianza – Hemos venido desde las tierras del sur… Yo, desde la Tierra del Fuego, y Weichafe desde el sur de este país, para que los hombres que habitan las ciudades, escuchen los reclamos y los lamentos de la madre naturaleza. Una gran muestra de su furia se aproxima, si no hacemos algo para que los hombres tomen conciencia.

Los defensores se preocuparon. Confiaban en las palabras de estos hombres, que habían hecho un viaje tan largo, y que parecían ser sabios. Los escucharon, y los invitaron a acompañarlos. Una vez tranquilos, hablaron con seriedad.

- Con tantas cosas pasando en el mundo, no podemos quedarnos de brazos cruzados – reflexionó Relámpago.

- Tanto el mensaje de Weichafe y Guerrero Austral, como la situación política del mundo, merecen nuestra completa atención – dijo Dama Sol.

Por fin, Espinas se decidió a hablar. Tomando aire con un suspiro, explicó la idea que había estado analizando hace un rato.

- No quisiera sonar como un soñador… Pero creo que América necesita que unamos nuestros esfuerzos, y la protejamos en todas sus formas. Es un continente rico en historia y cultura… Necesita adquirir el lugar que le corresponde a nivel mundial.

- Espinas tiene razón – dijo Weichafe – América del Sur es un lugar que moldea con fuerza el carácter de sus gentes, y que ha sufrido el menosprecio del mundo, a través de los siglos. No más de eso. Somos hermanos, y eso es lo que todos deben descubrir, y lo que podemos mostrarles.

Todos se miraron. Ninguno estaba en desacuerdo. Sabían lo que significaba su tierra, y sabían que estaban completamente dispuestos a trabajar por su bien. Sólo faltaba hacerlo oficial.

- Muy bien – dijo Relámpago – Propongo que seamos un equipo. Por América, y por la hermandad del hombre.

Estrecharon sus manos, y se miraron a los ojos. El primer equipo de héroes de Sudamérica, se había formado.

VI

- Damas y caballeros. Los hemos convocado a esta conferencia de prensa, para dejar en claro que el continente americano nunca más estará desprotegido. Hemos de ocupar nuestro lugar en el mundo, y seremos escuchados. Invitamos a gobernantes y sociedad civil, por igual, a confiar en nosotros. Prometemos hacer el más grande de nuestros esfuerzos, y trabajar duro para que nuestra tierra sea lo que debe ser, con toda su riqueza. Hoy es el comienzo de una nueva era, y queremos que todos y cada uno de nosotros trabajemos, como hermanos, por el bien de América del Sur. Relámpago, Espinas, Cóndor, Dama Sol, Weichafe y Guerrero Austral son nuestros nombres individuales, pero seremos más que eso. Hoy nace una hermandad, en la que no importa el país del que seamos, sino que sólo el bien de todos y cada uno de los habitantes de esta región. A partir de hoy, nace la Sociedad del Orden Sudamericano. Si necesitan auxilio, llámennos. Estaremos ahí.

Relámpago, líder del equipo, terminó de hablar. Los seis defensores de la S.O.S. se levantaron, y procedieron a dejar el estrado. Pero antes de eso, los periodistas y todos los presentes, comenzaron a aplaudir, cada vez con más efusividad. Los defensores, emocionados, aprobaron con un movimiento de sus cabezas. Se miraron, y sin decir palabra, comprendieron. Estaban comprometidos, y dispuestos a comenzar con su misión. Tal como se oyó en el discurso, América nunca más estaría desprotegida, y su nueva era comenzaba.


Fin...
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