6.5.09

Alianzas #5

“Guardianes de Oriente”
Historia: Zirijo.

I

     —“Los últimos reportes hablan de un total de 200 heridos y 40 muertos con la tragedia sucedida en la Gran Muralla China, la semana recién pasada. Según los testigos, la Gran Muralla comenzó a temblar y de pronto se levantó, haciendo que los miles de turistas y encargados de la mantención de la magna obra de la antigüedad, sufrieran accidentes y cayeran por los costados de ésta. Hay grabaciones de personas que sirven de evidencia para la investigación. Habitantes de las cercanías a la muralla, muestran que en su parte nororiental se levantó una gran cabeza de dragón, y que sería esta la razón del movimiento de la Muralla. Los expertos están evaluando el caso, y se barajan diferentes teorías, desde fuerzas milenarias, hasta extraterrestres que quieren infundir el miedo en la población. Lo único seguro, es que la Gran Muralla China nos sigue maravillando con sus secretos…”.*

     En ese momento, Tcheng apaga el televisor y se dirige a su oficina, en uno de los tantos edificios corporativos de la moderna Shanghái. Tcheng tiene bajo su poder una fuerte flota de barcos transportistas que cada día le dan millonarias satisfacciones. Ha invertido bien su dinero y es un hombre exitoso. Tiene una linda familia que, por cuestiones de trabajo, no puede ver muy seguido. Su mujer es bella, y su hija es una alumna destacada con el futuro asegurado. Pero en la soledad, cuando todo el personal de su piso se va, Tcheng sigue en su oficina, manteniendo un secreto, el único secreto que le mantenía a su mujer y al mundo.
     Los negocios iban bien, pero porque tenía buenos contactos. Había conseguido el mejor colegio para su hija, pero porque había tenido la ayuda necesaria. En la soledad de su oficina, encendía una pantalla y tenía largas conversaciones por teleconferencia con otras personas con actividades poco sanas. Tcheng era heredero de un puesto en una mesa que pretendía llevar los hilos de China: La Dinastía.

     —Nuevamente trataremos el tema de la desaparición del Emperador Meng Li —fueron las primeras palabras que pronunció Tcheng, cuando comenzó la teleconferencia del día de hoy.

     —Hemos tenido esta conversación mil veces, Tcheng. Sólo hay que elegir a un nuevo líder, y seguir con el plan —contestó  Mao Güi-Weng, compañero de Tcheng en La Dinastía.

     —Eres un maldito traidor, Mao. Ahora que no está el Emperador, quieres el poder para ti. Hay que seguir firme con la esperanza de que el Emperador vuelva.

     —Tcheng, date cuenta que el Emperador no era tan poderoso como pensábamos. Después de lo que pasó en la Gran Muralla China, puede que se haya ido con la cola entre las piernas, y simplemente se dejó llevar por la derrota.

     —¿Cómo puedes hablar así del Emperador? Eres una rata rastrera.

     —Y tú, un adulador de ese tipo con delirios de grandeza. Yo digo que aceleremos el plan, y que nos hagamos con China ahora. Solo es cuestión de asesinar a unos cuantos tipos, sobornar a uno que otro comandante, al general en jefe del ejército, y estamos en condiciones de realizar un golpe de estado. China será nuestra.

     —Pero el hombre indicado para eso es el Emperador. Tú no sabes dirigir un país tan grande. Además, hay que esperar la decisión que se tome en la mesa.

     —Eres un cobarde, Tcheng. Ahora me doy cuenta de la clase de persona que eres. Ya hay algunos de nosotros que vamos a realizar el plan, si o si. Si quieres participar, te sales de La Dinastía, pero no compartirás nada de nuestros beneficios.

     —Ya veremos lo que suceda, Mao Güi-Weng… ya veremos.

     Tcheng se sale de la video conferencia inmediatamente. Va a su mini bar y se prepara un trago. Está confundido y no sabe qué hacer. En eso, suena la ventana de la oficina, la cual estaba abierta. Tcheng ni se inmuta, y comienza a hablar a alguien.

     —¿Qué vamos a hacer ahora?

     —No los sé, señor Tcheng —contesta una voz ronca, la voz de un demonio.

     —Mao quiere llevar a cabo el plan, pero es demasiado apresurado. Quiere remplazar al Emperador.

     —Hay que eliminarlo.

     —Si, Goldhem. Hay que eliminarlo.

II

     En el Templo del Dragón de Mil Cabezas se encontraban reunidos Dragón Blanco/Negro, y un sujeto extraño venido de Japón: Tetsu no Samurai, que vino en búsqueda de su maestro desaparecido, Sensei.

     —Sensei desapareció después de lo que sucedió en la Gran Muralla, Tetsu no Samurai. No lo he visto desde que fue derrotado por Meng Li —le decía Liu Fang Dae a su visitante.

     —Esto no puede ser. Sensei es la persona más fuerte que conozco, no pudo ser vencido por una alimaña como Meng Li. He escuchado que es poderoso, pero esto es imposible.

     —Lo vi con mis propios ojos, Samurai. Sensei fue derrotado. Y no sé dónde pueda estar en estos momentos.

     —Lo que le pase al Sensei es de suma gravedad, pero hay otros temas que me traen ante ti, Dragón. Estaba viajando cuando supe lo que le había pasado a la Muralla China. Es muy peligroso que haya tipos capaces de hacer eso. Hay que detenerlos. Tus guerreros de la Orden del Dragón serán muy útiles para enfrentarnos a esos Onis.

     —No son demonios, Samurai, y los monjes que viven aquí no están interesados en eso. Su misión es detener a Meng Li, y sólo se moverán por eso. Tengo una mejor idea. Escuché sobre una mujer que se mueve más rápido que el relámpago, ella podría ayudarnos a detener a los secuaces de Meng Li.

     —Te refieres a La Dinastía.

     —Sí.

     —Ellos son de temer. Muchos empresarios chinos asociados con japoneses hablan sobre La Dinastía y su poder sobre el mundo. Según mis contactos, se están dividiendo. Lo último que supe fue que los Ministros de Meng Li estaban separados, y que incluso se enfrentaban entre ellos. Esto suena bien para nosotros, pero puede haber civiles involucrados. Tengo a unos amigos en Beijing, investigando. Están infiltrados en las bandas. Viajaron a China antes que yo.

     —Una pelea nunca es buena, Tetsu no Samurai. Solo hay que pelear en último caso. Salen más muertos que vivos —decía Liu Fang Dae, mientras miraba la tumba de su maestro.

     El silencio se apoderó del lugar, y sólo era interrumpido por el cantar de los pájaros. Pasó un par de minutos hasta que Liu Fang Dae volvió a pronunciar palabra.

      Consultemos al Oráculo de Tiang Po, Ojo del Destino. Podrá decirnos a quien podemos contactar para detener a La Dinastía.

III

     Las calles de Beijing ya no eran seguras. En esta última semana, salir después del crepúsculo era una locura. La policía era incapaz de detener a las bandas que recorrían las calles. Todas las noches, el sonido de las balas atormentaban a las personas cuerdas que se mantenían a salvo en sus casas. Ya los muchachos no iban a sus colegios, y eran reclutados por los líderes de las bandas barriales, los cuales eran financiados por narcotraficantes y por miembros indirectos de La Dinastía. Todas las mañanas aparecían más y más cadáveres en las calles de la gran ciudad. Se oía decir que extrañas máquinas salían a patrullar sectores determinados de la ciudad, los sectores comerciales y de oficinas, mientras que las poblaciones marginales eran vigiladas por maleantes entrenados y armados para enfrentarse a lo que fuera. Las noches de Beijing ya no eran seguras.
     Había historias sobre un vigilante, que se movía a la velocidad del relámpago, que trataba de detener a estas bandas, pero que no era suficiente. No se sabía si era hombre o mujer, sólo que había detenido varios intentos de asaltos y de asesinatos, llevando a las víctimas a centros de policía, donde encerrados estarían más seguros. Hasta ese punto habían llegado las noches de Beijing.

     —Estos tipos están locos —dijo una muchacha a su compañero, mientras hacían vigilancia en las noches de Beijing—. Tetsu no Samurai debe estar loco para querer que detengamos esto. No podemos solos.

     —Por supuesto que no, Ritsuko. Por eso estaba buscando al Sensei, su maestro, para traerlo y acabar con esta guerra de bandas. La Dinastía no puede seguir manipulando a estos muchachos.

     —Koi, no debes creer todo lo que diga Ando. Sólo porque sepa utilizar una katana como si fuera su propio brazo no significa que pueda saber lo que pasará.

     —Tú no confías en nadie… ¿entonces por qué estás aquí?

     —Bueno… porque... ¡cuidado!

     Una oscura e imponente figura atacó a Koi, mientras que su compañera de vigilancia logró detener el ataque después de realizar un movimiento de karate. Era un Death Soldier, uno de los que fabricaba el Señor Chang. Estaba en una expedición. Venía a eliminar competencia.

     —¡Es una máquina, Koi! ¡Es mitad hombre mitad máquina! —gritó consternada Ritsuko. Nunca antes había visto a una de estas máquinas del Emperador Meng Li.

     En eso, Koi sacó unas estrellas mortales de sus mangas, y las lanzó a las piernas del Death Soldier, cortando unos cables que mantenían en movimientos sus extremidades inferiores. Ritsuko, mientras, llevaba al suelo con un giro lo que quedaba del cyborg creado por el Señor Chang.

     —La situación es grave. Hay que llamar a Ando, no podemos esperar a que encuentre al Sensei —le dijo Ritsuko a Koi, quien estaba examinando al rondador que los había atacado. Éste, apresurado, tomó a Ritsuko del brazo y le dijo:

     —Tenemos que salir de aquí. Este soldado era una avanzada, escuché que venían más. Ponte tu traje de Karate Girl, y salgamos de aquí.

     Se escuchó una brisa, que los muchachos interpretaron como aquel ser misterioso que estaba vigilando las calles de Beijing. Miraron a todos lados y siguieron con su huida. Debían contactar a Tetsu no Samurai, la guerra era inminente.

IV

     Distrito comercial de Beijing. Oficina de Tcheng.

     La conversación que había sostenido Tcheng con Mao Güi-Weng había tenido consecuencias. La Dinastía estaba dividida entre los que querían esperar al Emperador Meng Li y los que no estaban dispuestos a tener retrasos en el plan de conquistar China. Del lado de Tcheng estaban los menos de los miembros de La Dinastía, algunos de los Ministros de Meng Li y Goldhem. El fracaso de la Muralla había sembrado la desconfianza entre los fieles a Meng Li, y no podían arriesgar el plan de generaciones ante un sujeto que no pudo concretar un solo plan. Mao Güi-Weng se alió con los extremos de La Dinastía, que lo único que tenían en común era que querían China para ellos. No confiaban entre ellos, ni menos se confiaban los territorios. Su alianza era débil, y a eso apelaba el plan de Tcheng.

     —¿Enviaste a los Death Soldiers a acabar con los hombres de Güi-Weng? —preguntó Tcheng a uno de sus hombres, ya a altas horas de la noche.

     —Si, señor Tcheng, pero tuvimos un problema. Al parecer han entrenado bien a sus hombres, pues encontramos un Death Soldier de avanzada, destrozado. Creemos que están usando a algunos de los Ministros para las vigilancias. Se están organizando mejor, señor.

     —No, no es así —interrumpió Goldhem—. Los Ministros no se han movido de donde los tenemos.

     —¿Encerraron a los Ministros? —alegó sorprendido el subalterno de Tcheng.

     —Si, por su propio bien.

     —¿Pero…y si se liberan?

     —¿Estás dudando de mis decisiones?

     —No, señor… perdone usted.

     El ambiente se tensó. Es acostumbrado que en medio de las conversaciones haya grandes espacios de silencio. Es por esto que cuando entró otro de los hombres que Tcheng tenía a su cargo, la sala estuviera silenciosa.

     —Señor, los soldados están listos, es cuestión que dé la orden.

     —Adelante entonces.

V

     —“Los soldados que antes habían servido a Meng Li, ahora están  a punto de provocar una matanza de proporciones, nunca antes vista en las calles donde la luz no descansa… ¿y ustedes están aquí? Deben estar donde los necesitan, no donde ustedes quieren estar…”

     Eran las severas palabras del Oráculo de Tiang Po, Ojos del Destino. Las montañas del Himalaya esconden los más grandes misterios de la humanidad. Entre estos estaban los “Ojos del Destino”, que había sobrevivido a siglos, por haber heredado el poder de ver en el mar de lo que vendrá.

     —“Pero hay alguien que está aquí porque lo necesitan. Los estaba esperando a ustedes, dragón, y gallo”.

     —¿Me llamó gallo? Porque si es así…

     —Calma, Tetsu No Samurai, creo que hemos hecho bien en venir, hay un aliado que nos puede ayudar.

     De las sombras que generaban las grandes telas que colgaban de los techos, adornando el oculto templo, apareció una figura delgada, de tez morena y con una túnica.

     —Pueden llamarme Shaman, no son necesarios los nombres mortales.

     —Shaman, ¿has venido al Templo de los Ojos del Destino a encontrarte con nosotros? —preguntó Dragón, quien viste con el manto Blanco, del control.

     —Vine porque vi la guerra en mis sueños, y mi destino es detener el mal que se avecina. Para eso entrené, para eso fui ordenado Lama, para eso soy Shaman —contestó el enviado del destino.

     —Entonces estás dentro. Debemos mantener a salvo a China, y a todo Oriente, de todo tipo de mal. Ese es nuestro destino. Ahora debemos ir donde nos necesitan, y no donde queremos estar, como dijo el Oráculo de Tiang Po.

     —“Eso será sencillo, los gritos de los inocentes se pueden oír hasta aquí. Pasen la puerta que abre todas las puertas, los llevará a donde deben ir. Hasta cuando nos necesitemos.”

     —A la próxima que me digas gallo… ya verás —le dijo Tetsu no Samurai a la voz del destino, antes de cruzar la puerta que los llevaría a donde los inocentes gritan.

     Es pues en Beijing donde sucedió lo siguiente. Las tropas de Tcheng estaban por todos lados, masacrando a los vigilantes de las otras bandas. Balas de desesperación se apoderaron de los vientos, al igual que un sonido que rompió con todo lo demás.

     —Tetsu no Samurai, encuentra a tus amigos antes de que sea tarde. Shaman y yo nos encargaremos de cubrirte, y detener esta locura.

     —En eso estaba pensando, no es necesario que me lo ordenes, lagarto de segunda —respondió el samurái, mirándolo descolocado.

     —No es momento de pelear entre nosotros, Samurai, es momento de detener a estos enviados del infierno —le dijo Shaman, tomando el hombro del samurai. Este lo quedó mirando y simplemente salió en dirección desconocida, con un fuerte grito de guerra.

     —Muéstrame lo que puedes hacer Shaman… necesitamos personas con habilidades sorprendentes, para poder sorprender a estos sujetos —le dijo Dragón Blanco.

     —Aunque la batalla cuerpo a cuerpo no es lo mío, puede que esto funcione.

     Shaman comenzó a meditar en medio de la balacera. Un aura roja lo rodeó, haciendo que levitara por los cielos. Subió unos cuantos metros, y siguió concentrado. El monje no pasó inadvertido ante los ojos de los Death Soldiers, quienes le dispararon inmediatamente al verlo. Pero en los ojos de los Death Soldiers aparecieron cientos de  Shamanes, todos dispersos, moviéndose, atacando, corriendo, bloqueando todas las balas. Shaman había visto su humanidad y se aprovechó de eso. Los confundió con ondas del pensamiento, que van más allá del entendimiento.
     Mientras, Liu Fang Dae cambió de estrategia. Cambió de lado su Banda del Yin y el Yang, al lado negro. La furia, el poder. Era necesario para detener a tantos soldados de la muerte, era necesario para defender China.
 
VI

     En el punto de reunión estaban Koi y Karate Girl, los amigos de Tetsu no Samurai. Koi era el que más confiaba en el Samurai. Habían crecido juntos, y ambos habían recibido la enseñanza del Sensei. Karate Girl, en cambio, aprendió el karate por su cuenta, siendo una jovencita talentosa. Conoció a Koi en un encuentro de artes marciales. Se hicieron amigos y por eso se había unido a la expedición que organizaban Tetsu no Samurai y Koi. Ritsuko confiaba en Koi, pero temía ser decepcionada por Ando, el Samurai, quien desde el primer momento le había despertado un extraño sentimiento. Una mezcla entre admiración y desconfianza, algo parecido a…

     —Ahí estás —dijo Koi, mientras bajaba del árbol donde estaban escondidos con Karate Girl.

     —Estaba preocupado por ustedes, cuando supe que estalló la guerra no sabía si ustedes estaban bien.

     —Por supuesto, estoy yo aquí —le dijo Koi a su hermano de entrenamiento—, y Karate Girl ha demostrado estar hecha para este trabajo.

     Ando la miró fijamente a los ojos. Ella se sonrojó y desvió la mirada.

     —Ahora viene la parte difícil. Hay que detener a estos soldados, está Dragón en medio de la batalla, junto con un nuevo aliado. Están haciendo todo lo posible para disminuir la muerte de civiles.

     —Ando, descubrimos algunas cosas que son de vital importancia —interrumpió Koi—. En el distrito comercial es donde se origina el ataque. Se trata de uno de los miembros de La Dinastía, que está eliminando a los otros miembros.

     —Entonces hay que llevar al Dragón para que se enfrente a la fuente de todo este mal.

     Cuando estuvieron de vuelta donde los había dejado Tetsu no Samurai, Dragón Negro y Shaman ya no estaban. Una estela de Death Soldiers derrotados se extendía por las calles. Siguieron la estela, y encontraron a Shaman, tirado junto con los derrotados.

     —¿Qué sucedió Shaman? ¿Quién hizo esto?

     —Dragón… se ha vuelto loco… ha perdido el control de si mismo… va hacia donde haya un oponente digno de su ira.

     —Creo que irá al distrito comercial —interrumpió Karate Girl—. ¿Hace cuánto se fue?

     —No lo sé… pero… es un demonio… sólo otro demonio puede contra él.

     —¿Y esas luces? —preguntó Koi, mirando hacia donde se perdían las huellas de destrucción que había dejado el Dragón. 

VII

     Por las ventanas del distrito comercial sólo se veía la oscuridad de la noche en Beijing, y las tropas de Death Soldiers bajo los edificios. Tcheng miraba con orgullo lo que está construyendo, un nuevo imperio en la propia capital de China. Sin embargo, desde su privilegiada posición pudo ver cómo una estela golpeaba las orillas de sus tropas. Los soldados no podían hacer nada, la velocidad de esta fuerza misteriosa era demasiada. Estaba haciendo añicos a los soldados que tanto le había constado a Tcheng poder llevar desde los laboratorios secretos del Señor Chang hasta Beijing.

     —Yo me encargo —se oyó la voz profunda de Goldhem—. Es sólo una principiante.

     —¿Una? ¿Una mujer le está haciendo esto a mis Death Soldiers? —sorprendido, Tcheng interrogó a Goldhem.

     —Si… este planeta es sorprendente, nunca pensé que pudiera haber tantos seres poderosos —y mientras decía esto, Goldhem salía por la ventana, preparado para pelear.

     —¡¡¡¡DEJA DE ENTROMETERTE DONDE NO TE INVITAN!!!! —gritó Goldhem, antes de interceptar una de las carreras de la velocista.

     —¿Cómo me atrapaste? ¡Esto es imposible! —decía la velocista cazada.

     —De donde vengo me he enfrentado a seres más veloces que tú. Ingenua humana, pensaste que podrías contra mí, ¡¡contra Goldhem!!

     Goldhem la apretó tan fuerte que le quebró un par de costillas, la arrastró por el piso y la dejó caer. Una extraña sensación corría por las venas de Goldhem, no había asesinado a nadie desde hacía mucho tiempo. Pensaba que con este clima privilegiado, sus ansias psicópatas por el asesinato desaparecerían, pero cuando se enfrentaba a seres con “dones”, sentía lo mismo que sentía cuando mataba en su planeta.
     Goldhem había llegado a la Tierra en la época de la búsqueda emprendida por los héroes más grandes del planeta hacia el universo. Era un criminal espacial, y buscaba redención, pero lo que encontró en la Tierra fue a un sujeto que lo quería para intimidar a sus enemigos. El miedo era la nueva arma de Goldhem, su semejanza casual con los dragones lo transformó en un dios en esas tierras. Ahora sus ansias por matar, esas que pensó superadas, lo consumían, lo llamaban a matar.

     —Alguien digno de ser asesinado por mi, humanos… ¡envíenme su campeón, al más salvaje y poderoso de sus guerreros! —gritaba un enloquecido Goldhem, en los cielos de Beijing.

     —¡Aquí está el campeón a quien buscas! —se escuchó unos segundos después. Una figura oscura lo había retado a una batalla, pero Goldhem no podía ver bien a quien estaba frente a él.

     —Tcheng, ¡enciende unos focos! Quiero ver a mi retador.

     Las luces que pidió Goldhem apuntaban al techo de uno de los edificios de la zona comercial de Beijing. Mostraban al oponente. Una figura orgullosa, vestida entera de negro. Su figura no intimidaba, sino que la energía que expelía lo hacía. Era similar a la que expelía Goldhem. Dos demonios enfrentados.
     El primero en atacar fue el endemoniado Dragón Negro. Con una velocidad semejante a la del relámpago, asestó directamente a Goldhem un golpe que llevaba todo el peso de la montaña. El villano tomó a su atacante, y lo lanzó directamente al piso, siguiéndolo y aumentando fuerza a la caída con un golpe. Dragón Negro dejó un cráter en el piso, pero no se detuvo. Saltó del agujero dejado por el impacto, y miró a su alrededor. “Lo profundo del lago” le permitió mirar entre las sombras, y con eso pudo ver que Goldhem estaba volando a gran altura, esperando el siguiente movimiento. Con una agilidad sorprendente, subió los edificios hasta llegar al más alto de ellos, saltando con mayor fuerza de este último, hasta donde se encontraba Goldhem.

VIII

     Ando, Ritsuko, Koi y Shaman, quien ya se había recuperado del ataque de Dragón Negro, se dirigían al edificio donde se encontraba Tcheng, cuando vieron el cuerpo malherido de una mujer. Tenía puesto un traje blanco, y mirando al cielo, vieron como se enfrentaban Dragón Negro y Goldhem. Shaman se detuvo y junto a Koi se quedaron con la mujer, que estaba al borde de la muerte. Tetsu no Samurai y Karate Girl siguieron, en dirección a la oficina de Tcheng.
     Subieron hasta el piso donde había iluminación, entrando estrepitosamente. Ando desenvainó su katana antes de entrar, y de una patada entraron a la oficina. Unos cuantos Death Soldiers trataron de detenerlos, pero la katana del Samurai y los movimientos de Karate Girl eran imparables. Se cuidaban las espaldas mutuamente, hasta llegar a la oficina de Tcheng. Este estaba en el balcón de su oficina, viendo como peleaban los demonios más grandes de las tierras de Oriente. En una de sus manos había un control remoto, y en la otra una pistola.

     —¡Detente!, ya no hay nada que hacer, estás vencido —dijo Tetsu no Samurai.

     —Mis soldados están derrotados, mis enemigos ganan fuerzas y ustedes se están encargando de derrotar a Goldhem… ya sólo queda una cosa por hacer. Este control está programado para que los Death Soldiers que quedan ocultos por toda China se activen, y comiencen una matanza descomunal. De ustedes depende, ahora… salvan a toda China o me salvan a mí.

     Se aprontaba a llevar su pistola a su cabeza, y apretar el botón del control remoto al mismo tiempo, cuando Karate Girl miró de reojo a Tetsu no Samurai. Este le hizo una señal, y ambos se abalanzaron para detener a Tcheng. Karate Girl, por instinto, se dirigió a detener que apretara el botón, llegando justo a tiempo y haciendo que lo soltara, mientras que Samurai no lo pensó dos veces, y le cortó la mano en la que tenía el arma. Tcheng se revolcó de dolor en el piso, mientras que Karate Girl no podía creer que Ando pudiera hacer algo así.

     —Hay que dejarlo inconsciente, y llevarlo al hospital, no hay que permitir que muera —dijo el samurai, antes de que se viera como caían Goldhem y Dragón Negro.

IX

     En su brazo llevaba una cantidad de energía concentrada, semejante al Long Do del Emperador, pero éste expelía un color negro, tan negro como la noche, y tan poderoso como el mismísimo fuego del infierno. El golpe impactó directamente en la cara de Goldhem, quien no pudo hacer nada contra el poderoso ataque de Dragón Negro. Sólo pudo tomarlo de la pierna mientras caía, y hacer que el cuerpo del Dragón detuviera la caída. Sorprendido por el último movimiento de su oponente, Dragón Negro no pudo hacer nada para detenerlo. Ambos impactaron el suelo estrepitosamente.
     Antes de poder moverse, Dragón Negro vio la figura de Shaman sobre si, y cómo realizaba unos movimientos que lo dejaron inconsciente. Luego hizo lo mismo con Goldhem, y esperó que bajara Tetsu no Samurai y  Karate Girl, con Tcheng sin una mano. Shaman hizo todo lo necesario para que dejara de sangrar, hasta que lo llevaron a un hospital. La chica velocista, conocida como Sú Fú, también fue llevada a un hospital para que curaran sus heridas.

     Semanas después.

     Se reunieron todos en el Templo del Dragón de Mil Cabezas, donde llevaron a Liu Fang Dae. Fueron recibidos por Tao Po Fú, quien les permitió quedarse todo lo que necesitaran. Estaban todos reunidos en el patio del Templo, donde estaba la tumba del maestro Liu Cho.

     —No pueden permitir que esto los detenga —dijo Tao Po Fú—. Dragón quería una equipo que cuidara de Oriente. Creo que él sabía que podía suceder esto, y por eso los quería cerca.

     —Pero perdió el control, no hay nada que podamos hacer contra eso —respondió Karate Girl.

     — Yo creo que está bien, esto de vigilar Oriente es algo que no podemos hacer por separado —interrumpió Sú Fú, que ya estaba recuperada de sus heridas.

     —Propongo que tomemos esta responsabilidad, hasta que Dragón Blanco/Negro recupere su conciencia y el control total de sus poderes. Yo puedo ayudar con eso —dijo Shaman, que había cuidado de Liu Fang Dae.

     —Entonces, está decidido. De hecho, yo ya lo había pensado, en el momento en que vinimos a China —dijo al fin Koi—. Seremos los Guardianes de Oriente, porque somos todos de diferentes partes del continente.

     Con una sonrisa en la cara, Ando miró a Koi  y habló.

      —Lo que diga el chico. Me gusta trabajar solo, pero se me ha pegado, y es tan molestoso como la gripe.

     —¿Ah, sí? …ahora verás lo que puede hacer la gripe…

     Extraños de diferentes lugares de Oriente se reúnen, con un fin en común: resguardar la vida, resguardar la libertad y resguardar la tradición. Guardianes de Oriente nace aquí.

Fin...
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*en "Dragón Blanco/Negro" #1 al #4

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