14.3.09

Zudo #4

Cuando la Sangre Llama (1 de 3)
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Historia: Zirijo.

I

No lo volvimos a ver. Blackjack había desaparecido de la ciudad, y nosotros nos dirigíamos a Salt Lake City, en busca de un amigo de…

- ¿Cómo debo llamarte? – le pregunto a Shadow – Me agrada Elena.

- Como quieras. Shadow es mi nombre clave, y es el nombre que había utilizado durante mucho tiempo… nadie me conoce como Elena, sólo mis amigos.

- Mejor, así no tendremos problemas con la comunicación en clave – le digo optimista – En todo caso, encuentro que tener nombres claves es un poco ridículo.

- ¿Por qué? Si ocultas tu identidad, y además suenan cool – me responde.

- Es que demanda demasiada imaginación, y hay veces que no son buenos. Escuché por ahí de un tipo que se hacía llamar “Almirante Las Vegas”, cuando era pequeño.

- Jajaja… Me haces reír de una forma Zudo… Me caes bien.

Seguíamos conversando de cosas que no tenían importancia, para disminuir la presión que significaba ser fugitivos, cuando el celular que nos dieron comienza a vibrar. Era el primer mensaje del Barón de la Casa Roja.

- “Nkuntrn a Hfsto N Slt Lke CTy. L les dira q acr”.

- Hay que encontrar a un tal… ¿Hfsto?

- ¿Hefestos? ¿El herrero que fabricaba los truenos de Zeus? – pregunta Elena.

- Al parecer estos tipos tienen algo con los nombres míticos, pero en fin… si nos damos prisa llegaremos en dos días a Salt Lake City - le comento a Elena.

- Primero vamos a buscar a mi amigo. Tengo que recuperar mis cosas y recuperar mi vida – dice Elena sin mirarme, concentrada en la carretera.

- Me parece… así también podré saber de mi hermano, Simón.

- Apurémonos, entonces – dice con una sonrisa en el rostro, y apretando el acelerador a fondo.

II

El General Smash camina de un lado a otro en su oficina, en algún lugar de Estados Unidos. Se preparan para las elecciones, y él está a cargo del grupo de meta humanos que resguardarán a los candidatos. Con Zudo y Shadow sueltos, el General no puede pensar en otra cosa que en la ineptitud de sus subordinados. Entra el Sargento Blackjack, con el pecho vendado, al igual que su cabeza.

- Es una vergüenza, Blackjack. Eres uno de los más fuertes del equipo, y fuiste vencido por un mocoso que ni siquiera sabe utilizar sus poderes.

- Mis disculpas, General, pero el muchacho se puso como loco cuando tomé detenida a Shadow – contesta cabizbajo el protector de Las Vegas.

Mirando con ojos irritados, el General Smash sabe que Zudo es un enemigo de temer, si es que pudo contra el Sargento Blackjack.

- Muy bien, Sargento, puede ir a descansar. Pero esto no se volverá a repetir, me encargaré personalmente de que no ocurra de nuevo.

- Sí, señor.

Mientras Blackjack salía de la oficina del General, un hombre muy bien vestido, muy formal, hace ingreso a la oficina de éste. La forma con la que miraba a Smash era de displicencia.

- General Smash, un gusto volver a verlo – le dice el hombre de muy buen vestir.

- Señor Wörner, no me avisó que venía en camino – dice el General, sorprendido por la visita.

- No creí que fuese necesario. Además, sólo vengo a ver que tal va todo, ¿alguna novedad?

- Sí, señor Wörner, tenemos un problema… el doctor Price desapareció hace unos días de nuestras instalaciones en Eria, y una de nuestras agentes se alió con su hijo, Zudo Price.

- Pero eso no es ningún problema – dice Wörner – ¿Por qué tanto miedo a un niño, General?

- Lo que sucede es que… el hijo de Price tiene habilidades sorprendentes… tiene el poder del meteorito que buscábamos.

El silencio se apodera de la oficina. Wörner, que daba la espalda a Smash, comienza a mover la cabeza de un lado a otro. Mira el suelo, y se puede escuchar como cuenta hasta diez antes de volver a hablar con el General.

- Es un estúpido, Smash. Tenía bajo sus narices lo que estábamos buscando y no fue capaz de decírmelo, y menos de detenerlo.

- Lo descubrimos ahora, señor… Pensábamos que el chico nos podía llevar a Price, pero no nos dijo nada.

- No vuelva a pensar sin mi permiso, Smash. De ahora en adelante, todo lo que haga será directamente supervisado por mi. Ahora, quiero un informe completo, con cada detalle, cada palabra que se dijo, con cada gesto, con cada responsable, y quiero a ese niño aquí.

Con esas palabras, terminó la conversación. El General Smash no sabía donde esconderse, y parecía que Wörner fuese un tipo de armas tomar. No se dijo ninguna palabra más en esa oficina en todo ese día.

III

Paramos en un restaurante que quedaba de camino a Salt Lake City. Allí había muchos camioneros y amantes de la carretera. Todos quedaron congelados cuando vieron entrar a Elena, ninguno había visto una mujer en días.

- Dame una cerveza – pidió Elena ante mi asombro. Se comportaba como una mujer diferente.

- Pide una tú también… si no, vamos a parecer extraños en un lugar como este – me dijo en voz baja.

- Yo también quiero una – dije con voz ronca.

Elena me miró y parecía que esbozaba una sonrisa, mientras se llevaba la cerveza a la boca.

Pasaron unos minutos, y con Elena estábamos hablando “gracioso” cuando un tipo, un “macho alfa”, se nos acercó para hablarle a Elena.

- Hola preciosa, ¿no quieres estar con un hombre de verdad? – le propuso mientras la devoraba con la mirada.

- No, gracias, ya tengo al hombre que buscaba – le contestó sin mirar, volteándose, y dándole la espalda.

El tipo insistía, mientras yo miraba la escena sin pestañear. No sabía qué hacer. Ese tipo siempre había sido del tipo de persona a la que odiaba, porque quería ser como él. De gran carácter, llegada inmediata y con una facilidad envidiable para hablar con mujeres. En cambio, yo era un tipo reflexivo, más bien callado y sin mucho tema de conversación, aparte de que mi padre era un astrónomo y que tenía que cuidar de mi hermano, mientras él no estaba.

El tipo siguió insistiendo, hasta que logró sentarse al lado de Elena, creando artificialmente un ambiente de conversación. Yo no sabía qué hacer, si seguir en mi pasividad o actuar. En realidad no tenía porqué actuar, si entre Elena y yo no había nada, pero su frase para despistar al tipo, me dejó confundido. Ahí estaba yo, pensando en mil y un cosas mientras un sujeto intentaba “ligar” con Elena. Decidí ir al baño para despejar mi mente. Me mojé la cara y regresé a la barra. Pasó el tiempo suficiente para que Elena esté rodeada de sujetos del mismo estilo que el primero que se acercó, que trataban de quedársela para ellos.

Los tipos que están más alejados comenzaron a discutir sobre quien se quedaba con Elena, y luego comenzaron a pelear. Todos peleaban contra todos, mientras Elena quedaba atrapada en medio del desorden.

- ¡Zudo! – gritó ella entre la gente, y yo salí corriendo a defenderla.

No se porqué lo hacía, sé que ella podía hacer una gran bola de energía oscura y dejar a todos estos tipos inmóviles de un solo golpe, pero igual asistí al llamado de auxilio. Yo sé que ella sabe… es complejo, pero el punto es que lo hace a propósito. Eso me dio un poco de aliento y de valor para enfrentarme a estos tipos. De un momento a otro sentí como en mi brazo izquierdo se generaba un calor extraño y recordé que puedo hacer aparecer un escudo. Había olvidado por completo mis nuevos poderes. Pensé que lo que sucedió en Las Vegas era un mal sueño, pero fue real. Ahí estaba el escudo de nuevo, apareció de la nada, y comencé a golpear a tipos de chaquetilla de cuero con él. Llegué hasta donde estaba Elena y la tomé de un brazo.

- Vámonos de aquí - le dije serio – esto no ha sido una buena idea.

Salimos del local, dejando a los locos golpeándose unos contra otros. Nos subimos al auto y partimos derecho a Salt Lake City. Elena no paraba de mirarme, le devolví la mirada y sentí que buscaba algo en mis ojos. Yo volví a mirar al frente, pero ella insistía. Paramos muy avanzada la noche, en la carretera. Nos adentramos en el desierto, y dormidos en el auto. Yo en el asiento del copiloto, y ella en el asiento de atrás. Ella no paraba de contar como me había visto pegarle a medio bar por ir a rescatarla. Yo le decía que no me parecía divertido tenderme una broma así.

- Tómalo como una prueba, demostraste que tienes el carácter suficiente para enfrentarte a una situación de caos. Aparte, insisto en que fue divertido verte tan serio y decidido.

- Ahora eres la chica de las pruebas y los desafíos, muy bonito. Pero estaba muy preocupado por ti. Sabía que podías noquear a todos los tipos de ahí, pero me preocupé de verdad - mientras decía esto, me sonrojé, pero no dejé de mirarla. Sus ojos se encendieron y nos miramos toda la noche.

Al día siguiente, desperté cuando el automóvil estaba “volando” por la carretera. Elena había resultado ser una chicha un tanto atrevida y despreocupada, pero muy hábil en su trabajo. Me estaba entrenando, me estaba haciendo perder el miedo a todo. Ella me estaba transformando en un héroe.

IV

En los callejones de la ciudad de Nueva York, un grupo de personas estaba reunido en torno a un gran fuego. Eran indigentes que querían pasar la noche con fuego para calentar el cuerpo, y licor para calentar el alma. Estaba reunidos todos conversando de los dura que era la vida, y de que habían logrado juntar dinero para poder comprar una botella de coñac muy barato. En ese instante, una sombra se dejó ver entre los vagabundos y pronunció las últimas palabras que estos oirían.

- Siéntanse afortunados en ser parte del futuro, ser parte de una nueva era.

El sujeto disparó unos dispositivos que se adhirieron al pecho de los vagabundos, descargando ondas eléctricas de alto voltaje. Los vagabundos caían al suelo, mientras que los dispositivos se los comían mientras estaban en coma.

- Quién dijo que no se podía construir el nuevo mundo desde las bases, no saben nada de política.

El hombre misterioso espera a que los dispositivos terminen su trabajo y vuelven a él. Siente como la energía generada por las máquinas tras haber procesado a los vagabundos llena su cuerpo. Se hace cada vez más fuerte. Se hace cada vez más peligroso.

V

Llegamos a nuestro destino, tras dos largos días de viaje. Sigo pensando en lo que había pasado en el bar y como me había enfrentado a todos esos tipos. Ese era un mundo completamente diferente al que estaba acostumbrado. No estoy acostumbrado a pelear y ahora estaba perdiendo el temor a los tipos más peligrosos que conocía. Elena estaba haciendo un buen trabajo conmigo, vio en mi algo, algo que yo todavía no puedo descubrir.

Nos adentramos en las calles de Salt Lake City, en búsqueda del amigo de Elena, otro tipo del ejército.

- ¿Estás segura que podemos confiar en este tipo? – le pregunto, preocupado.

- Me sorprende tu desconfianza, Zudo. Me preguntaste lo mismo cuando estábamos en La Casa Roja, y resultó que el Barón fue muy amable en protegernos del sargento Blackjack.

- No puedo evitarlo, tengo la costumbre de desconfiar de todo el mundo, en especial de los tipos del ejército.

- Yo también trabajaba en el ejército, y este amigo mío es de mi entera confianza.

- Recuerda que me estabas torturando cuando nos conocimos, así es que sigo desconfiando del ejército.

- Como quieras, no quiero discutir contigo – concluye Elena.

Nos estacionamos en la calle de enfrente del apartamento del amigo de Elena. Bajamos del automóvil, y nos aseguramos de que nadie nos esté siguiendo. Subimos hasta el quinto piso del edificio, donde se encontraba el apartamento. Tocamos el timbre y golpeamos varias veces la puerta, hasta que nos recibió un sujeto en toalla, salido de la ducha. Era rubio, alto y varonil. Me sorprendo cuando Elena salta a sus brazos, y se saludan con un beso. Quedo helado enfrente de lo que estoy viendo. “Esta mujer está loca”, pensé, mientras saludaba al “amigo” de Elena.

- James, un gusto conocerte Zudo – me saluda con un fuerte apretón de mano.

-¿Cómo sabes mi nombre? – le pregunto de inmediato.

- Eres muy famoso en la agencia. Todos hablan de la paliza que le diste a Blackjack, y Smash está echando humos por las orejas con tu caso.

- Ese general Smash me las pagará.

- Ya habrá tiempo para eso – se incluye Elena en la conversación – Ahora pasemos a cambiarnos de ropa y a comer algo, porque nos hemos estado alimentando muy mal, James.

- Ok, pasen.

Mientras me duchaba, analizaba todo lo que había pasado en esta alocada semana, y también me preguntaba donde estaba mi hermano, y pensaba por sobre todo en Elena y su relación con James. No podía caerme bien James, algo tenía en su mirada, algo falso.
James era de mi misma altura, y casi de la misma talla, así es que me regaló de su ropa y nos sirvió desayuno. Le contamos lo que pasó en Las Vegas y que estamos buscando a un tal “Hefestos”. Nos prestaba increíble atención a todas nuestras palabras, y por sobremanera de lo que yo decía. Cuando nos dejó por un momento, con Elena, a solas, no pude evitar comentarle mi desconfianza en su “amigo”.

- No seas tan paranoico, es un buen amigo, nos ayudará en todo lo que necesitemos – me contaba tratando de convencerme.

- Insisto en que algo trama.

- Trata de tranquilizarte Zudo, estás actuando como un niño.

- No puedo evitarlo, luce como si nos estuviera sacando información – le contesto, alterado – Este tipo no me agrada… voy a hablar con él, ahora.

No dejo que me conteste Elena, y parto de inmediato a hablar con el tal James. Mi carácter no siempre fue así… esta cosa que tengo en la sangre, en mi cuerpo, me hace actuar más alterado y sobresaltado. Cuando voy a golpear su puerta, alcanzo a escuchar una conversación que sostenía por una radio.

- Sí, señor, están acá como usted predijo. Todo está en orden, solo falta que me cuenten más sobre esa organización llamada La Rosa de Colores, y sobre el tal Hefestos. Cuando tenga más información, daré la señal.

Salgo a toda prisa a donde está Elena, para avisarle, pero no la encuentro en el living. Me dirijo a la cocina, pero James ya va hacia allá.

- Elena, este tipo nos traicionó, te traicionó. Estaba hablando con Smash, para entregarnos en cuanto supiera más de lo que tenemos que hacer.

- ¿De qué estás hablando? – dice Elena, con una risita nerviosa – Esto ha llegado demasiado lejos, Zudo.

- Tranquilízate, Zudo – me dice James – Estás estresado, debes descansar.

- No me quedaré más en este lugar, no volveré a estar encerrado, no de nuevo.

Cuando James se acerca a mi, mi brazo comienza nuevamente a liberar calor, y se crea un escudo. Mi sangre corre más rápido, y mi respiración se agita. James da un paso hacia atrás, y de su bolsillo saca un dispositivo. Aprieta el único botón que tiene, mientras Elena reconoce el control remoto.

- Esa cosa es para llamar refuerzos – sorprendida por la traición de su amigo y amante – Cómo has podido...

- Es mi deber Elena. Iban a matarme si no cooperaba con el plan.

- Eres un cobarde… Hay que irnos de aquí, los refuerzos no tardarán en llegar – dice Elena dirigiéndose a mi, mientras corríamos al Living.

- Demasiado tarde. Están ambos bajo arresto - se escucha mientras los vidrios del living salen disparados a todas partes. Me protejo con mi escudo, y Elena alcanza a cubrirse con energía oscura.


Continúa...
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