7.3.09

Dragón Blanco/Negro #4

El Hombre-Dios (4 de 4)
“La morada del Dragón”
Historia: Zirijo.

I

Templo de los Mil Dragones de Liu Cho. 12 horas atrás.

- El Sensei es el único que puede decirnos donde está el Templo del Dragón Dorado – dijo nuevamente el maestro Liu Cho – Hay que ir a su hogar. Está en la montaña de los deseos, en la cordillera de Yunnan.

- Yo iré, soy rápido como el relámpago. Estaré ahí en menos de un día.

- Yo iré contigo, no puedo dejar que vayas solo – se detuvo pensativo – Los demás dragones quedaran a cargo de la Cámara de los Secretos. Con ellos será suficiente.

- Bien. En marcha.


Montaña de los deseos. Ahora.

- ¿Aún no logras recuperarte por completo? – me pregunta el maestro, mientras nos acercamos a la casa del Sensei.

- No, pero ya casi me siento bien por completo – mentí.

Nos adentramos en la modesta casa del Sensei, maestro de mi maestro, y no encontramos a nadie. Revisamos la casa y sus alrededores, la huerta, la cascada, el lago, todo, pero no había rastro de él. Entramos nuevamente en la casa, y nos fijamos en algo que no habíamos visto antes. Sobre la mesa, un ladrillo con una inscripción que recordaba a una dragón dibujado en él.

- ¿Un dragón de ladrillo? ¿Qué significa esto, maestro? – pregunté de inmediato a Liu Cho.

- No puede ser… - se detuvo – Vamos Liu Fung Dae, tenemos poco tiempo para detener un desastre.

II

Mientras que Liu Fung Dae y Liu Cho se apresuraban a llegar donde los había guiado la pista del Sensei, el Emperador Meng Li estaba a pocos metros del extremo oriental de la Gran Muralla China, en Pyongyang, mientras la multitud de turistas lo miraba con extrañeza.

- Qué tipo tan raro – repetían en diferentes idiomas las personas que lo veían pasar, seguido por un séquito de vasallos.

- Señores, la historia de los hombres dice que la obra maestra, conocida como la Gran Muralla China, fue obra de la inteligencia militar. Pero yo les mostraré la verdad. Aquí es donde yace el último de los seres mitológicos que reinaba este mundo antes que nosotros. En un esfuerzo por mantenerlo vivo, y alejado de las manos codiciosas de los hombres, un emperador, uno de mis antepasados, mandó a encerrar a esa magnífica criatura en ensueño profundo y eterno. Escondido bajo toneladas de ladrillos, yace el puente entre este mundo y el templo del Dragón Dorado.

- Ten cuidado con lo que vas a decir Meng Li, no sabes contra lo que te vas a enfrentar si lo despiertas – interrumpió un anciano que se encontraba tras el grupo de esbirros del Emperador.

- ¿Sensei? Pensé que estabas muerto – reacciona sorprendido Meng Li – En estos últimos días muchos de mis enemigos han vuelto de entre los muertos.

-No es así Meng Li, sólo es que no haz sabido buscar. Ahora te ordeno que te detengas, y que entregues al muchacho que tienes escondido.

Efectivamente, los hombres de Meng Li estaban ocultando al joven Tao Po Fú, quien, afirmaba el Emperador, era la llave que faltaba para abrir el templo del Dragón Dorado y descubrir sus secretos.

- Tendrás que detenerme, Sensei. Tus habilidades no parecen haber menguado con tu edad, pero seguramente ya no eres tan rápido como antes. Te daré el placer de pelear por última vez, y yo seré tu rival.

Sus miradas se cruzaron, y una intensa brisa cruzó la Gran Muralla China, levantando polvo, y produciendo que un frío sudor se apoderara de las espaldas de los seguidores de Meng Li.

El anciano fue el primero en atacar, y Meng Li detuvo cada uno de sus ataques. El Emperador había aprendido magia durante todos los años que llevaba vivo, y aprendió a canalizar su energía vital fuera de su cuerpo. El poder es fruto de la energía, la energía es fruto de la experiencia, y la inmortalidad es algo que te entrega mucha experiencia.
Meng Li le lanzó una bola de energía de color amarillo intenso. El Sensei se cubre, y también expele un aura de color blanco que lo protege. Se apoya en una de las barandas de la Gran Muralla, y se lanza nuevamente al ataque. Esta vez, el Sensei se adelanta a algunos de los movimientos de Meng Li, y asesta unos cuantos golpes en el rostro y estómago del inmortal Emperador.

- La edad te ha dado trucos muy efectivos Sensei, pero no serán suficiente para detenerme.

- Veamos.

Es el Emperador quien se lanza al ataque ahora, siendo más violento y rápido que antes. Es tan rápido que sus brazos desaparecen ante los ojos de sus seguidores, y el Sensei solo podía defenderse. Mientras Meng Li aumentaba la violencia y efectividad de sus golpes, el Sensei perdía posición y equilibrio. No había nada que pudiera hacer contra el ataque del “Dragón Amarillo”, como le llamaban a Meng Li en la antigüedad.

- Deja de resistirte ante lo inevitable, viejo decrépito, tus habilidades no logran superar a las mías – dijo, golpeándolo directamente en la cara y dejándolo en el suelo.

Impotente, el Sensei responde.

- Mi destino no es acabar contigo, sólo es detenerte.

- Entonces no lo estas logrando, ni lo lograrás.

El dragón amarillo reúne energía en sus manos, y la concentra en el pecho del Sensei. Ésta explota, y el antiguo maestro de Liu Cho sale volando por la explosión, hasta donde los ojos de Meng Li no pueden verlo.

III

Liu Cho y yo corremos en dirección a la Gran Muralla China, para detener al Emperador Meng Li. La pista que había dejado el Sensei, había sido entendida con claridad por Liu Cho, quien me la explica en el camino. Ahora sé que la Gran Muralla China fue construida para esconder al último de los dragones, y que fue dormido y fue concedida la misión de resguardar la entrada al templo, transformándose este en un puente entre ambas realidades.

En eso, mientras corremos, vemos que alguien viene por lo aires a gran velocidad, y cae unos metros delante de nosotros. Llegamos, y es el Sensei, maestro de Liu Cho, quien está muy herido. Sobrevivirá, pero su orgullo de guerrero no sanará nunca. Sus ojos lo demuestran: ha sido derrotado.

- Deben apresurarse para detener a Meng Li, quiere levantar la muralla. No le importan las vidas que sacrifique para lograrlo. Vayan con rapidez, yo estaré bien, no es nada mortal.

- Nos daremos prisa.

En ese momento, el viento toma otra dirección, y somos interrumpidos.

- Me mandaron a terminar el trabajo, pero no sabía que me iba a ganar la lotería -
es Chi Ku, y venía a matar al Sensei.

- Maestro, yo me encargo de él. Tenemos cuentas pendientes. Ustedes debe enfrentar a Meng Li. Es su destino, y también tienen cuentas pendientes que saldar.

- Vaya, maestro Liu Cho… el Emperador lo estará esperando con ansias. Yo me quedo jugando con su discípulo favorito, será divertido.

Sin decir nada, el maestro me mira y desaparece; su velocidad es envidiable. “Me falta mucho para poder llegar a su altura”, pienso.

- Bien, muchachote, nos han dejado para jugar, ¿Quién empieza, tu o yo?

Sin palabras, me lanzo al ataque. No tengo tiempo de ponerme la cinta. Sería un error… en esos momentos soy blanco fácil de cualquier ataque, por lo que decido pelear como Liu Fung Dae.

- Te reconocí por tu mirada. Llena de ímpetu y energía. Es inconfundible. En el momento que me viste se llenó de una vitalidad sorprendente.

- Deja de hablar, Chi Ku, y terminemos esto luego. Debo ayudar a mi maestro a detener a Meng Li.

Golpes a toda velocidad se cruzan en este claro del bosque de bambú. Subimos a las copas de los árboles a toda velocidad, y las patadas y golpes no paran de resonar. El Sensei nos observa desde el suelo, siguiendo todos nuestros movimientos.

Siento todo el poder que me llena cuando soy Dragón Blanco o Negro, pero no materializado. Me siento desnudo luchando, pero no me siento más débil. Doy golpes a toda velocidad, y recuerdo la debilidad de “la Grulla”. Una grulla ataca desde arriba, así es que sólo debo atacar desde más alto que él. Bajo a toda velocidad hasta el suelo del bosque.

- ¡Idiota, sólo me das ventaja! – grita Chi Ku.

- Veamos que tal te va.

Desde las alturas, Chi Ku me busca, y ve una figura sombría. Sin pensarlo mucho, se lanza al ataque, dándose cuenta que no es más que un señuelo. Aprovecho el descuido para atacar, mientras desciende, y doy un golpe certero en su abdomen. Sólo es cuestión de tiempo. Me acerco, y sigo asestando golpes. No puede defenderse, se ve sorprendido y no puede moverse. Está derrotado. Me detengo de golpe, y Chi Ku cae inconciente al suelo.

Ya nos habíamos alejado demasiado del Sensei, pero acercado a la muralla. Dejo atado a Chi Ku junto a un grupo de bambúes, y me dirijo hasta donde está Liu Cho. Ahora nada puede detenerme.

IV

Liu Cho deja a Liu Fung Dae con Chi Ku, para poder detener a Meng Li, y su plan de despertar al Dragón bajo la gran Muralla. A toda prisa, éste llega hasta donde se encuentra Meng Li y sus seguidores.

- Otro tipo loco que se niega al progreso – reclama el emperador Meng Li, sin siquiera ver a Liu Cho.

- Vengo a detener una matanza. Tus ambiciosas intenciones. A detener esta locura.

Al escuchar la voz de Liu Cho, el Emperador se descontrola, y su rostro cambia de expresión. La ira lo domina.

- ¡Cuántos muertos vienen a reclamar los actos de los vivos! – dice Meng Li en voz alta, sale gritando y con los brazos levantados.

- Yo tampoco pensé que nos volveríamos a ver – se lamenta Liu Cho – Pero si quieres el poder de nuevo, y no haz aprendido nada, Meng Li, aquí estamos los Dragones de mil cabezas para detenerte. Entiende de una vez que no es capricho, la razón por la que te detenemos… la razón es que no haz aprendido nada de tu exilio.

- He aprendido lo suficiente. Aprendí que el poder sólo lo puedo obtener juntado las dos llaves, sólo así China volverá a ser mía. ¡Tráiganme al Muchacho!

Los siervos de Meng Li le llevan a Tao Po Fú y la roca cúbica. Liu Cho hace el intento de detenerlos, pero todos los seguidores del Emperador se lanzan a impedir su paso.
Comienza a temblar, cuando Meng Li pasa un cuchillo por el brazo de Tao Po Fú, y su sangre llega al cubo que sostiene en la otra mano. Los alza a los cielos y la Gran Muralla China se empieza a levantar. La cabeza de un gran Dragón rojo se levanta de las colinas que preceden a la Gran Muralla… levantando su cabeza, levantando su cuerpo, guiándolos al gran templo del Dragón Dorado.

Mientras pasa esto, los hombres de Meng Li pierden el equilibrio, y caen por la muralla hasta el suelo, muriendo algunos por la caída, mientras otros sobreviven por sus habilidades, pero ya es tarde para subir de nuevo, sólo pueden observar desde el suelo.

Liu Cho llega hasta Meng Li, y lo golpea con una patada en el cuerpo. Éste suelta al muchacho y al cubo, cayendo juntos.

- No podrás detenerme, Liu Cho, ya es tarde. El Dragón se levantará, y lograré mi objetivo… la orden de los Dragones de mil cabezas ha fallado.

- Nunca es demasiado tarde… sólo hay que decir las palabras correctas y esto irá marcha atrás. Ahora debo deshacerme de ti, no haz aprendido nada y no creo que aprendas. La única solución, es que dejes de existir.

- Soy inmortal, ¿recuerdas? No hay forma en que muera.

- Lo sé, pero nada impide que te encierre, o te lleve a algún lado.

- No, no lo lograrás. No sin que oponga resistencia.

Meng Li utiliza una técnica que le permite volar por los aires, mientras que Liu Cho lo sigue por la espalda del dragón de ladrillos. Liu Cho realiza una patada giratoria, la cual lanza una onda de energía, que intercepta a Meng Li. Éste cae en la muralla, y recibe de lleno un rodillazo de Liu Cho. El Emperador se lanza hacia atrás, y lanza también una bola de energía amarilla desde sus manos. El maestro del dragón de mil cabezas desvía la energía, y se lanza al ataque, desde las alturas. Meng Li vuelve a concentrar energía, pero ésta explota entre ambos, ya que Liu Cho se adelanta al ataque, y se lanza de lleno hacia el Emperador. Ambos salen heridos, pero se recuperan rápidamente.

- Esta pelea está ganada – dice Meng Li, mientras sus manos destellan un aura amarilla – No tienes escapatoria ante mi LONG DO.

Al decir esto, Meng Li lanza su ataque especial ante Liu Cho, que no puede hacer nada más que lanzar una cantidad de energía similar. Ambas energías se distorsionan, desgarrando nuestro plano material. Ambas energías siguen hacia su objetivo. Liu Cho se cubre, pero no logra cubrirse con la capa de aura necesaria. Mientras, Meng Li hace explotar la energía enfrente de sí mismo. Las ruinas de la muralla se seguían levantando, y el Dragón Rojo que escondía la construcción, se movía al son del viento. Miles de turistas y encargados caían de las alturas, y eran aplastados por los grandes bloques de ladrillos. En el lugar donde estaba Meng Li, sólo hay un gran agujero, y el mal herido cuerpo de Liu Cho cae en el lomo del Dragón de la muralla. En ese momento de destrucción, llega Liu Fung Dae. Corre por la muralla, y llega donde está Tao Po Fú. Se pone su cinta en el reverso blanco. Apenas se transforma, la energía que genera el cambio, despierta a Tao Po Fú, que estaba en un profundo trance. Su sangre, en contacto con el cubo misterioso, hace que los ojos del joven brillen, y éste, en un acto inconsciente, ordena al Dragón Rojo que se detenga. Al recibir las órdenes de la llave portadora de los designios del cielo, el Dragón que escondía la Gran Muralla se desploma sobre el suelo, cayendo a unos kilómetros de su ubicación original.

V

- Despierta Tao, ¿estás bien? – le pregunto a mi pequeño amigo, mientras trato que despierte del trance. Cuando la muralla cae, el brillo de los ojos de Tao Po Fú desaparece, al igual que el Dragón que escondía la muralla.

Llevo al pequeño en mi espalda, cuando diviso la figura de mi maestro, Liu Cho, quien está tirado en el piso de la muralla.

- ¡Maestro! – grito, mientras me acerco a él. Dejo a Tao Po Fú a su lado.

- Liu Fung Dae… – me reconoce con sus últimas energías – Lo lograste, detuviste el plan de Meng Li… fantástico.

- ¿Qué le pasó, maestro?

- Me enfrenté a un destino que no era el mío, y obtuve las consecuencias, nada más. Era de esperar. Meng Li se hace más fuerte mientras más vive. Debes detenerlo Liu: es tu destino detener a ese monstruo.

- No diga eso, maestro. Usted se pondrá bien, y me ayudará a detenerlo – lo consuelo.

- Ambos sabemos que no es así… es mi tiempo, por lo que debo partir. Me reuniré con mis antepasados, y haré más fuerte la constelación del dragón. Por lo menos, te daré más poder para detener a Meng Li. No dejes de entrenar, sé el más fuerte… El más completo.

Esas fueron las últimas palabras de Liu Cho. Sólo puedo llorar su muerte en lo más profundo de mi alma, y seguir con su legado. Debo cumplir con lo que me ha encomendado. Tomo a Tao Po Fú, y al cadáver de mí maestro. No tenemos nada más que hacer aquí. Sólo me queda desaparecer en el polvo de las ruinas de la Gran Muralla, para hacerme más fuerte. Para defender a China, del Hombre-Dios.


Fin...

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Epílogo.

Regreso al Templo del Dragón de Mil Cabezas. He enterrado a mi maestro como lo demanda la tradición, en el patio del Templo, para poder honrarlo y pedirle consejo.

- Tao Po Fu está mejor. No recuerda nada de lo que pasó mientras estaba con Meng Li, ni lo que pasó en la Gran Muralla – le hablo a la tumba del maestro Liu Cho - Espero que esto no traiga secuelas muy desastrosas para Tao Po Fu. Él es el heredero natural del poder del dragón de mil cabezas. Por el momento, yo tomaré tu puesto, maestro, hasta que Tao esté listo, y pueda tomar el juramento. Pero algo es diferente en él. Su mirada, su actitud. En la soledad se comporta diferente. Medita, pasa sus noches meditando y haciendo contacto con el mundo astral.

En eso, me interrumpe uno de los monjes del templo.

- Señor Liu Fung Dae, han llegado noticias desde la Gran Muralla. Uno de los aldeanos nos comentó que por la televisión han dicho que aún no han encontrado al responsable, y también, que recibieron ayuda de un meta-humano, una mujer en realidad. Ayudó con la evacuación, y a asistir a los heridos. Llegó después que la Gran Muralla cayera.

- ¿Cómo se llama esa mujer? – le pregunto.

- Sú Fú, señor… así la identificaron los medios, según el aldeano.

- Sú Fú… creo que tendremos noticias de ella pronto.

- Pero eso no es todo. En el centro, en las grandes ciudades, las bandas de ladrones y traficantes no paran de hacer destrozos, se ha armado una guerra de bandas, en la cual están involucradas bandas de todo tipo.

- Es La Dinastía. Por ahora, se han quedado sin líder, pero son un problema a solucionar.

Son las palabras de un desconocido las que interrumpen la conversación. Lo observo y veo que trae un traje de samurai, está armado con una Katana y su armadura lo hace ver imponente.

- Mi nombre es Tetsu No Samurai, y quiero hablar con el encargado.

- Soy yo – respondo, severo.

- Bueno, entonces contigo debo hablar. Creo que tenemos que solucionar este problema, porque mi maestro desapareció y me dijo que viniera aquí para saber de él. Me dejó una pista, tuve que pensar mucho para descifrarla – dice, al tiempo en que se saca la máscara que cubre su rostro, y baja la guardia.

- ¿Cómo se llamaba tu maestro? – pregunto.

- Shoichi Katzuragui, maestro de las tierras de Shirodai, en Japón – contesta - Se le conocía como Sensei.

- Tenemos que hablar, Tetsu No Samurai… Debemos hablar sobre el futuro de oriente.


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