25.3.09

Animal #5

“Uno más de la especie” (Parte 4 de 4)
Historia: Zirijo.

I

- Se ha ido. No está – repite constantemente Delta.

- Tranquila, no debe andar muy lejos. Tiene que haberse reactivado un momento después que nos fuimos.

- Eso es lo que me preocupa, ese monstruo puede explotar en cualquier momento cerca de esta comunidad, y nosotros seríamos los culpables.

- Creo que no explotará – dice el Doctor Neutrón – estos mecanismos de auto destrucción se desactivan si es que la unidad, androide o robótica, vuelve a funcionar. Es un procedimiento normal en este tipo de armamento moderno.

- ¿Cómo podemos estar seguros? – pregunta Delta.

- Según mis cálculos, ya debe haber explotado la tal bomba, y no ha pasado nada. Puede que tenga incluida una unidad de resucitación, adjunto con el contador regresivo. Sólo para aumentar la cantidad de daño al enemigo, claro.

El silencio se apodera de nosotros. Miro a la lejanía a todas direcciones, y logro ver que algo se mueve en la dirección de donde veníamos.

- Debe ser él – digo – Vamos, hay algo que va corriendo hacia allá.

Apunto y salimos corriendo. Nos acercamos un poco y lo reconocemos. Era Pershing.

II

Hace un par de años.

- Señor - interrumpió Ian McNamara en la oficina de uno de los oficiales del cuartel – Las pruebas que se programaron para esta mañana se han cancelado.

- Si, ya estaba al tanto, gracias por tomarte la molestia de avisarme – respondió el Comandante.

- No hay de que señor. Ahora, con su permiso, me retiro.

- No, espera. Tenemos algo de que hablar antes de continuar con el proyecto Pershing.

- Como quiera, señor.

- Ian, es un gran honor para nuestro país que tú estés dispuesto a trabajar con nosotros. Hay un pequeño problema con el Pershing, y es que eres el único de esta unidad que es compatible con la unidad. Pero para poder seguir ayudándonos, debes hacer un pequeño sacrificio.

- Por mi país, cualquiera. ¿De qué se trata?

- Acompáñame.

Ambos salieron en dirección a un gran galpón que estaba en medio del recinto. Sólo el personal autorizado podía entrar, y el Comandante Smith era uno de ellos. Entraron luego de digitar un código de seguridad, y se adentraron en lo profundo del galpón. En el fondo había una serie de personas trabajando en una mesa. Enfrente de ellos había una figura tapada con una gran manta. Colgaba con cadenas y se notaba que tenía forma humana, pero su porte era considerable. Ian empezó a entrar en excitación, pues sentía que le habían confiado el secreto mejor guardado de la milicia, y era parte de algo mucho mayor, algo superior. El capitán se acercó a la figura y la destapó. El muchacho vio entonces una obra maestra de la tecnología militar. Era un robot de alrededor de unos dos metros. De metal, pero no de cualquier metal. De uno de los más resistentes. Su mirada estaba vacía. Sus ojos rojos lo miraban fijamente, como si lo llamara, como si fueran uno.

- Este es el Pershing. La máquina de guerra más sofisticada, y preparada para la batalla cuerpo a cuerpo. Ningún soldado o máquina puede contra esto. Y es toda tuya, muchacho. Tú estarás a cargo de manejar esta preciosura.

- Genial… digo… Sí, señor.

- Me gusta tu espíritu, chico. Eres decidido, y tu país es lo más importante para ti.

El chico sonrió. Era como si le leyera el pensamiento.

- Acércate. Mira a la máquina de cerca, pronto será como si fueran uno solo.

El comandante esbozó una pequeña sonrisa.

III

Saltamos sobre él. Es lento, está fallando alguno de sus sistemas. Soy el primero en lanzarme. Saca su sable en cuestión de segundos, y me espera con él en las manos.

- Ayúdenme, yo no quería esto – repite el robot mientras corre y me ataca.

En eso, Delta le lanza una gran roca en el estómago, dejándolo inmóvil. Antes que pueda moverse, el Doctor Neutrón le implanta un artefacto en la pierna dañada y se libera una onda electromagnética que lo desactiva.

- De prisa, quítenle esa roca. Tengo que desarmar la bomba – nos apura el Doctor.

Saco la Roca, y el Doctor saca una infinidad de instrumentos de su cinturón. Comienza la tarea de desactivar la bomba.

IV

Nada de lo que había pasado antes podía anticipar lo que iba a pasar en la vida de Ian McNamara.

- ¿Qué debo hacer comandante? – preguntó el ingenuo candidato para el proyecto Pershing.

- Como dije antes, debes hacer un pequeño sacrificio por tu país. Debes dejar tu cuerpo y pilotear para siempre el Pershing.

- ¿De qué está hablando? – sinceramente Ian no entendía de que estaba hablando el comandante de su pelotón.

- El Pershing es lo más avanzado en lo que se refiere a tecnología, pero para eso debimos hacer unos pequeños ajustes a la máquina. Para mayor eficacia en campo de batalla, debimos reducir el volumen y llegar a la conclusión que no hay mejor forma de sincronizar al vehículo con el piloto, que sean parte del mismo cuerpo. Confeccionamos al Pershing como un sustituto mejorado del cuerpo humano. Solo necesitamos que la máquina tenga un corazón y un cerebro para comandar el vehículo, y que le dé energía de arranque a todo el cuerpo. Solo eso te pedimos que hagas por tu país.

El rostro de Ian estaba pálido. ¿Cómo era posible que le pidieran eso? Su cuerpo, lo más sagrado que existía, que lo entregara, que lo dejara para pilotear una máquina. Pero algo pasó por la cabeza de Ian. Su país. El lugar donde había nacido y crecido. Servir de algo a su patria paralizó su intento de huir, pero su rostro de horror no desaparecía.

- No – dijo al final – No puedo hacer esto. Amo a mi país, pero usted no me puede pedir esto. Yo solo quiero ayudar a tener un mundo mejor.

- Y así lo lograrás. Eres un patriota, McNamara. Esta es tu forma de ayudar al mundo a ser un mundo mejor. Bajo la tutela americana.

- Pero no así… no así – salió corriendo Ian, en dirección a la puerta del galpón.

- Es demasiado tarde, McNamara… ya estás dentro, no puedes huir a servir a tu nación.

El grito del Comandante resonó en el galpón, mientras que Ian era detenido por dos guardias que impidieron que huya. Fue llevado a una sala especial, y fue anestesiado a la fuerza. Eso era lo último que quedaba de conciencia de Ian McNamara. Después de eso, solo era uno con su vehículo, con el Pershing.

V

Pasan un par de horas desde que dejamos Arabia Saudita y llegamos al laboratorio del Doctor Neutrón, en las afueras de Berlín. Dejamos a Mindreader en su tierra natal, pues nos dijo que no podía acompañarnos, y Ubamba nos dijo que no podía ir con nosotros, pues debía volver con sus iguales, para arreglar las cosas con la fábrica de Toxik.

Somos Delta y yo los que acompañamos al Doctor a su laboratorio subterráneo. Está lleno de inventos extraños. No sabemos para que sirven muchos de ellos.

- Esto es extraño, nunca había visto tantas máquinas juntas – decía Delta desde el primer momento en que entramos en el laboratorio.

- Esto es lo que produce con las materias que nos da la madre tierra – le cuento – Espero que estas máquinas solo sirvan para hacer cosas buenas.

- Nada de esto me gusta. No encuentro la necesidad de crear estas cosas, si la tierra nos entrega lo necesario para vivir.

Estamos esperando los resultados de los análisis que Neutrón le hace a Pershing, en la sala de comunicaciones de su laboratorio.

- Esta máquina es increíble – nos llegó contando el Doctor Neutrón – Finalmente descubrí que es un cyborg. Es una máquina que posee partes humanas. Su corazón está conectado a la máquina como si un cuerpo humano fuese. Y el cerebro de una persona está sintetizando las ondas eléctricas que necesita la máquina.

- Una obra macabra – interrumpe Delta.

- Un nuevo nivel de vehículos de guerra… desastroso… pero se ha demostrado que se puede llegar a ese nivel de acoplamiento entre la máquina y el hombre.

- Pero, ¿de dónde salió? – le pregunto para romper el incómodo momento.

- A ciencia cierta, no lo sé. Pero a las manos de Toxik debe haber llegado como venta clandestina de armamento militar.

- ¿Cree que hayan más de estos? – pregunta Delta.

- Si pudieron hacer esto una vez, pueden hacerlo mil veces. Este no es un experimento fallido. Estaba todo calculado, y limpio. Si quisiéramos, podríamos hacer andar nuevamente al Pershing. Pero el corto circuito provocó que la consciencia de la persona a la cual pertenecía el cerebro desconfigurara el programa de asalto. Es sus últimas horas habían dos conciencias en el Pershing, una programada y la otra humana.

- Me sorprende que personas puedan hacer esto a otros – dijo Delta.

- Sólo es fruto de la pérdida de respeto por ellos mismos – dije – Simplemente, han perdido el respeto por la vida tal como es.


Fin...
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Epílogo.

Kenia, África.

En la superficie de un lago químico, flotan los restos de un ser humano. El silencio carcome cada centímetro del terreno. Tom Black, Toxik, ha caído en un pozo de residuos tóxicos, cuando Delta fue atacada por Pershing, en las alturas de una fábrica mecano. Un latido. Una pizca de vida se mezcla con lo que sea que esté alrededor. Pershing produjo una descarga bio-eléctrica que provocó que el cuerpo de Toxik volviera a latir. La extraña composición de los químicos que se revolvieron en tal pozo de pestilencias, fue suficiente para que la consciencia, o como algunos la llaman, el alma de Black, despertara. Los compuestos químicos comienzan a moverse por sí solos. Burbujean y se levantan. Cada vez más alto, cada vez más denso, cada vez más vivo. “Toxik”… ese nombre gira en la nueva mente de la bestia de desechos químicos. La mugre, la basura, lo que nadie quiere ver, está levantándose. Quiere su vida de vuelta, quiere ver pagar a los que le hicieron esto, quiere venganza. Unos ojos rojos se abren en medio del pestilente recién nacido engendro. Se levanta en toda su extensión.

- Toxik está de vuelta. Prepárense para ver de lo que soy capaz.


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