14.2.09

Quasar #3

“La Creación” (Parte 3 de 4)
Historia: Rodrigo Roa.

I

Si era dolor el que estaba recordando, ya no quería recordarlo más. La mano de Jean había atravesado su pecho, y Henry sentía como si su cuerpo se desintegrara. Quería que parara, pero no se atrevía a hacer nada, ya que su actual condición era aún incomprensible, y temía lo que pudiese pasar.

- ¡Me has traicionado! – repetía Jean Mills - ¡Me has traicionado! ¡¿Dónde quedó la promesa que hicimos, tú, yo y mi hermano?! ¡Todo por el poder!

Henry no podía creer que ese hubiese sido alguna vez su gran amigo Jean. Sus palabras sonaban como las de un desquiciado, y realmente le asustaban. No, no podía creerlo. Pero en realidad no podía creer nada de lo que le había pasado desde el momento en que se subió a ese transbordador espacial.

Jean sacó su mano del cuerpo del ahora llamado Quasar. Pero no se detuvo ahí.

- Ustedes tenían todo planeado, ¿verdad? Las armas, el incidente, y luego tu rescate, mientras yo quedaba allá afuera, vagando. ¡Pero no contaban con que yo también tendría poder! ¡Poder! ¡La capacidad de cumplir todos mis sueños, y tomar el mundo para hacer lo que se me antoje!

En ese momento, Jean alargó su figura, y atacó a Quasar. Su ataque lo hizo gritar de dolor, y provocó que la forma del cuerpo de Henry, fluctuara por un momento. Jean volvió a hacerlo, y una vez más, la figura de Quasar se descompuso. El ataque se repitió más y más veces, y al ir creciendo en velocidad, provocó que todo el lugar temblara, las luces se rompieran, y todo comenzara a destruirse. Pero, más aún, Quasar comenzó a zafarse de sus ataduras. Mientras lo atacaba, Jean no dejaba de hablar.

- Pudimos tomar el mundo, juntos, Henry. ¡Pero tu traición no tiene perdón! ¡Pagarás!

La destrucción que estaba provocando comenzó a preocupar a los científicos, que huyeron despavoridos. El Doctor LaPreé, que estaba a cargo de Quasar, se encontraba en el bunker, refugiado junto al General Bernard Mathieu y sus escoltas. Al ver el estado de las cosas, advirtió del peligro que esto podría tener.

- General, no podemos dejar que esa cosa saque de aquí a Quasar… ¡No sabemos que podría pasar con ellos dos sueltos allá afuera! … Es como si esa cosa estuviese echa de entropía…

Todos los presentes temieron por las palabras del científico. El General Mathieu ordenó a todos los que quedaban que se prepararan, porque debían evitar a toda costa el desastre.

- ¡Preparados todos! Ese “Entropy” no saldrá de esta base con Quasar… y si lo hace, ¡lo derribamos!

Justo en ese momento, “Entropy” terminó por liberar a Quasar con sus ataques. Pero Henry ni siquiera se movió, a pesar de tener la libertad de hacerlo.

- ¡¿No te defenderás, Henry?! – cuestionó con furia Jean, o Entropy - ¡No puedo creer que ni siquiera seas capaz de defenderte de tus errores!

Y atacándolo una vez más, destruyó la entrada, y sacó a Quasar de la base, arrojándolo a una gran distancia.

II

En el bunker, la confusión y el miedo dominaban los pensamientos de los sobrevivientes. La base había quedado reducida a escombros, y ellos eran los únicos que aún estaban allí. Entropy, como lo había llamado el General Mathieu, había tomado a Quasar y lo había sacado consigo a una distancia considerable de la base.

Lo único que podían hacer por ahora, era observar lo que ocurría en las afueras, a través de las pocas cámaras que aún funcionaban, y monitorear la radiación y las variaciones de energía que surgían de los ataques de este extraño ser.

- ¡No podemos perder a Quasar! – gritaba el General - ¡No podemos perder una oportunidad así!

La batalla, si es que se podía llamar así, porque sólo Entropy atacaba, se había trasladado a una llanura cercana a la base, a menos de un kilómetro de distancia. Allí, Quasar se encontraba de pie, pero inmóvil, tratando de defenderse, aunque sin hacer mucho. Entropy, por su parte, se alargaba una y otra vez, para atravesar el cuerpo de Henry, y provocar que éste se deformara, haciéndole daño.

Poco a poco, el cuerpo de Quasar comenzó a perder consistencia y a reducir su tamaño… Era como si partes de él se desprendieran y se dispersaran, haciendo desaparecer por partes a Quasar. Entropy atacaba a una velocidad increíble, pero Henry sólo resistía en silencio.

- ¡Eres un maldito cobarde, Henry! ¡Jamás debí confiar en ti! – dijo Entropy - ¡Tú y mi hermano tenían todo planeado!

Quasar notaba que a cada instante, le quedaba menos cordura a su viejo amigo Jean. Pero no había nada que él pudiese hacer. Deprimido, frustrado y confundido, Henry Levesque se dejó atacar una y otra vez, perdiendo más y más de su cuerpo, hasta que sus células se separaron definitivamente, y su cuerpo se desvaneció completamente.

III

El Doctor LaPreé miró la pantalla donde una serie de indicadores marcaba que la energía de Quasar había desaparecido, y no había rastro de la materia que componía su cuerpo.

- Señor… General Mathieu… - dijo, nervioso – No hay rastro alguno de Quasar… Es como si se hubiese disipado en el aire…

- ¡¿Qué?! ¡No puede ser posible! – respondió con furia, el General - ¡No podemos perderlo ahora! ¡¿Se dan cuenta de lo que eso significaría para el país, y para nuestra carrera?! ¡Estamos acabados! ¡Encuentre alguna solución, doctor! ¡Maldición!

- General… es extraño… jamás había visto algo como esto… Ni siquiera sabemos con exactitud cómo están constituidos los cuerpos de estos seres… No creo poder hacer algo, al menos no tan rápido, y no aquí…

- ¡Cállese! ¡No dejaremos que esto pase así nada más, aunque tengamos que buscarlo con nuestras manos y ojos!

De inmediato, el General miró a los soldados que lo acompañaban, sus escoltas. Los cuatro escoltas se miraron entre ellos, temerosos de lo que el General pudiese ordenarles.

- ¡Ustedes! – dijo Mathieu - ¡Tomen algún vehículo de allá afuera, y vayan a ver lo que sucedió exactamente! ¡Busquen a Quasar, y reporten todo lo que vean! ¡De inmediato!

- Pero, señor… Ese… Entropy… también está allá…

- ¡No me importa ese Entropy! ¡No sean cobardes! ¡Vayan de inmediato, y sirvan a su país!

Los soldados temblaban, pero el General no iba a ceder. Los cuatro escoltas salieron del bunker, y se dirigieron al hangar a buscar algún vehículo que aún pudiese ser utilizado. Tomando un todo terreno, se dirigieron a cumplir su misión, temiendo a Entropy, y sin saber con qué se encontrarían afuera.

IV

El silencio era tan profundo que Henry oía los latidos de su corazón con total nitidez. Pero éstos ocurrían a un ritmo extremadamente lento. Era como si cada latido se tomara su tiempo para comenzar, y que luego se dedicara a oír su propio eco.

Los ojos de Henry no veían nada definible. Ninguno de los sentidos era definible, porque percibían mucho más de lo normal. Pero su conciencia no estaba en ningún lugar. Era como si su “cuerpo” estuviese adherido al ambiente, y disgregado en cada partícula microscópica existente.

Henry Levesque ya no existía, y sólo su conciencia humana era parte de su nueva “forma de vida”, constituida completamente por energía.

Era tan cómodo estar así, entregado a las fuerzas naturales, sin hacer ningún esfuerzo por ser sólo una entidad individual. Era tan fácil ser varias cosas a la vez, estar en todo, a pesar de no estar en ninguna parte. Era placentero existir en un plano completamente ajeno a la realidad material, astral, casi inexistente para los sentidos humanos. Podía saberlo y sentirlo todo, sin hacer nada. Sabía que con sólo un chispazo de su conciencia era capaz de cambiar su alrededor.

Pero, ¿qué era este vacío en el que habitaba su conciencia? Los latidos de su corazón seguían sonando, pero eran lejanos. Quiso respirar profundamente, pero no había aire. Quiso abrir los ojos, pero la luz era demasiada, y los colores mezclados estaban más allá de su entendimiento… Todo ese plano estaba demasiado lejos de su humanidad. ¿Acaso debía dejar de ser humano para comprender lo que estaba viviendo?

La energía superaba a su conciencia. Era incontrolable para sus sentidos, y eso comenzaba a abrumarlo. Allí no podía caminar, no podía extender sus brazos… y él lo necesitaba.

¿Dónde estamos? ¿Cuál es ese lugar donde decimos vivir? ¿Qué es aquello a lo que nos aferramos, y llamamos realidad? Allí es tan fácil separar lo real y concreto de la ensoñación, porque podemos tocar, ver, oler y oír. Pero no es el único plano en que podemos estar vivos… Y hay cosas que no son concretas, pero a las que nos aferramos aún más que a lo que podemos tocar… Ni siquiera escuchamos el latido de nuestro corazón, pero sabemos que estamos vivos. ¡Quiero estarlo! Cuando no hay sentidos que expliquen lo que pasa, recurrimos a nuestra mente… ¡Y nuestra mente es tan pequeña! ¿Dónde me encuentro yo mismo? ¡No me basta la mente, no me bastan los sentidos! Soy mucho más que eso, pero no lo puedo controlar… Necesito que exista un lugar donde existir… Necesito crearlo… ¡Necesito salir! ¡¡Quieerooo saaaaliiiir!!”.

Los latidos comenzaron a aumentar su ritmo. Cada vez eran más seguidos en el tiempo, y también más violentos. Un gran latido. Otro, aún más violento. Un grito.

Una explosión de energía llenó las pantallas y los monitores en el búnker. Una luz infinita llenó el valle, y el silencio se rompió.

V

Unos latidos antes.

Los soldados avanzaron con precaución en el todo terreno. Aún no sabían cómo actuar si encontraban a Quasar, o en el peor de los casos, si se topaban con Entropy.

Poco a poco se acercaron al valle donde había ocurrido el combate. Había un inquietante silencio, y sólo el motor del vehículo retumbaba en sus oídos. Una vez que llegaron, se encontraron con que el viento soplaba más fuerte que antes. Pero sólo se oía su silbido y el movimiento de los pocos árboles que rodeaban el lugar. No había nada más que hiciera ruido.

Mientras exploraban, uno de los soldados advirtió la presencia de Entropy, y corrió hasta donde estaban sus compañeros para avisarles. El villano los vio, y comenzó a caminar lentamente hacia ellos. Estaba a varios metros, pero los soldados sintieron un escalofrío que recorría todo su cuerpo.

De pronto, en medio del valle, comenzó a brillar un punto de luz muy nítido, cegador, y que creció en cuestión de segundos. Repentinamente, en una gran explosión silenciosa, el lugar se llenó de luz. Pero inmediatamente, el silencio se rompió. Se oyó un grito, y luego un fuerte ruido, similar al latido de un corazón, pero amplificado miles de veces.

La explosión fue gigantesca. Envolvió todo el valle, y ninguno de los que estaba ahí logró escapar. Nada se veía. Allí, sólo había luz…


Continúa...
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1 comentario:

Ximi dijo...

Como han premiado mi blog (el de Samaritano) con ese premio tan portugués o lo que sea... Pasa a recojer por el blog de Samaritano tu galardón!!

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