12.2.09

Dragón Blanco/Negro #3

El Hombre-Dios (3 de 4)
“El cuarto de los secretos”
Historia: Zirijo.

I

Frente a mi está uno de los mejores soldados del emperador Meng Li. Chi Ku, uno de su séquito personal de aprendices. Uno de sus Ministros. Un miembro de La Dinastía. El campo de batalla está lleno de cadáveres de soldados, mitad hombre y mitad máquina, y de monjes del dragón de mil cabezas. Estaba en un viaje para poder encontrar las respuestas sobre mi poder y mi destino. Ahora debo pelear contra este tipo para poder defender la aldea de Tianen, donde se encuentra el templo de los Dragones de Liu Cho.

Ninguno de los dos hace un solo movimiento. Esperamos la reacción del otro para leer su próximo movimiento. La situación es tensa. El ruido desaparece de mi mente, me concentro en el objetivo. Chi Ku no puede sorprenderme. Una explosión es lo que me saca de mi concentración, y me obliga a atacar al Ministro de Meng Li. Corro a toda velocidad hacia mi objetivo, pero este se mueve también muy rápido. Detiene mis puños, uno tras otro. Las patadas, las neutraliza. Está aguantando. Espera que gaste mis energías. Me separo de él.

- Veo que ya sabes lo que estoy haciendo Dragón Negro. Estás muy bien entrenado, tienes mucha experiencia. Eso te hace un enemigo de temer – me dice Chi Ku, mientras está tratando de leer mi próximo movimiento.

- Lo que sucede es que tú eres el que no sabe como derrotarme. Intenta atacarme ahora, verás como se siente la derrota – la arrogancia viene incluida con el color del traje. Es necesario, si quiero ganar una batalla sin pelear.

- Ya veremos, después de esto.

Chi Ku, se saca su manta y el sombrero. Está vestido con una traje azul largo, de grandes mangas, como si fueran alas. Su rostro muestra un bigote poco usual. Su pelo es largo y está amarrado. Un guerrero completo. Toma la postura de la grulla.

- La grulla ¿Vas a hacer pelear a un ave en contra de un dragón? – le pregunto burlón.

- Con la grulla puedo derrotar a cualquiera. Es sólo cuestión de equilibrio.

Me lanzo sin previo aviso, quiero sorprenderlo. Lanzo una lluvia furiosa de puños para que se desconcentre y caiga, pero es muy bueno.

II

Al otro lado de las montañas, donde se encontraba observando el Señor Chang, se tensa el aire con el regreso del Emperador Meng Li. Viene acompañado.

- Señor Chang, dígales a las tropas que retrocedan. Ya sabemos de los que son capaces, y además ya tenemos lo que veníamos a buscar – le ordena el Emperador al Señor Chang, que estaba entusiasmadísimo con la idea de devastar la pequeña aldea.

- Pero, señor…

- Ningún “pero”, Señor Chang. De usted esperaba obediencia completa, pero me está decepcionando poco a poco. Una orden es una orden – responde Meng Li al ex general de los dragones negros, una secreta fuerza de golpe del gobierno chino.

Expertos en todo tipo de arte marcial asesina, estas fuerzas de elite mezclan las habilidades militares de occidente, con la tradición guerrera de oriente. Eran máquinas de destrucción. Eran, ya que fueron disueltas por el gobierno de Beijing, por encontrarlas poco útiles. El Señor Chang había quedado sin una razón para vivir. Hasta que una noche apareció un extraño sujeto en su casa. Era una especie de Kami, un demonio… era un ser dorado entero. Se identificó como Goldhem y dijo que venía de parte del Emperador Meng Li. Decía que lo necesitaba para su nueva era, que sirviera a La Dinastía, que apoyara su regreso al trono, y que él era el único capaz de dirigir sus fuerzas militares. El Emperador, a través de Goldhem, le había invitado a dirigir sus fuerzas, ser su mano derecha… le había dado una razón para vivir.

- Disculpe, Emperador… sólo pensaba que podríamos terminar de destruir este sitio, y luego irnos – contestó cabizbajo, el Señor Chang.

- Pensó mal, Chang. Cuando yo hablo, usted obedece. Así son las cosas.

- Sí, señor.

- Ahora, quiero que traiga a dos de sus Soldados de la Muerte, y que le hagan vigilancia a este mocoso.

- Hai.

Se dirige a uno de los soldados que trabajaban con el Señor Chang, y le manda que envíe la orden de retirada, inmediatamente.

- “Retirada” – decían todos los Soldados de la Muerte, mientras se retiraban a toda velocidad – “Retirada”.

III

En un momento de la batalla, Chi Ku se detiene. Parece meditar algo. Luego, deja su pose de batalla.

- Tendremos que dejar este enfrentamiento para otra oportunidad. Si no fuera porque debo retirarme, no dudes en que este sería un enfrentamiento interesante. Ahora me retiro. Tenemos un duelo pendiente.

- Te estaré esperando. Pero para que vuelva a aceptar una batalla honorable, debes prometerme que no matarás a nadie hasta que nos volvamos a enfrentar… Si no, no habrá victoria en el siguiente encuentro, solo un asesinato más.

Chi Ku me mira, y veo en su rostro una sonrisa.

- Como quieras. Tienes mi palabra de guerrero. Eso es lo único que me interesa. Nos veremos.

Chi Ku se retira, y es como si desapareciese entre el humo. Se escucha a los invasores gritar “retirada”, y salir corriendo por donde venían.

- No los sigan, no volverán – grita Liu Cho – Tenemos que dedicarnos a reguardar a los sobrevivientes.

- Nada podía detener una batalla así… nadie, a excepción de una orden del Emperador Meng Li. La desobediencia era una muerte segura, en una batalla había siempre posibilidades de no salir muerto – me explica Liu Cho – El Emperador Meng Li es un sujeto de temer… Ahora hay que ayudar a las personas de aquí. Pronto volveremos al templo, y habrá tiempo también, de que me hables de tu viaje.

Volvíamos al templo, cuando Liu Cho paró repentinamente.

- No siento la energía de Tao Po Fú, hay que darnos prisa – dijo, al tiempo que subía corriendo por las escaleras del tiempo.

Al entrar, no escuchamos nada, la soledad reinaba en el templo. Liu Cho no dudó un segundo en dirigirse al ala oeste del templo. Lo seguimos, hasta que se detuvo frente a un gigantesco candado.

- ¿Qué es este lugar? Nunca había estado en esta sala.

- Es la puerta de los secretos – decía Liu Cho, mientras atravesábamos dicha puerta.

Este no había sido abierto desde generaciones atrás. Aunque había sido violado el candado horas antes, el olor a encierro no desaparecía del lugar, y tampoco lo imponente de los objetos que había dentro. Pinturas, jarrones, estantes llenos de pergaminos, todo tipo de artefactos antiguos, y un cofre abierto. Liu Cho miró el cofre, y su cara palideció. Tomé el cofre y lo inspeccioné. Liu Cho me lo quitó de las manos.

- Este cofre encierra lo único que puede traer el poder suficiente a Meng Li para poder tomar nuevamente este país en sus manos.

- ¿Tomar nuevamente el poder?

- Sí. Meng Li, una vez fue un poderoso hombre en el trono.

- Pero para hacer eso debe vivir siglos, es imposible.

- En China, en especial en el mundo antiguo, casi nada era imposible. Menos si bebes del elixir de la inmortalidad – contestó Liu Cho.

Se dirigió a uno de los pergaminos del estante y lo desenrolló. Comenzó traducir del Chino antiguo lo escrito en el pergamino.

- “Cuando el emperador no pudo más distinguir entre el bien y el mal, los sabios invocaron el poder de Dios para poder encontrar el equilibro necesario, y devolverle la cordura. Así nació una herramienta, capaz de dirigir el poder el bien y del mal, y era lo único que podía sacar de su error al heredero de Dios. Cuando se le enfrentaron, fue condenado a vagar por la tierra hasta que recuperara el buen juicio, y pudiera volver a gobernar con justicia.

- Meng Li era ese emperador, y la herramienta, es la cinta Yin Yang. Mi familia ha estado destinada a proteger a los portadores de tal poder, para que el emperador no vuelva a poner pie en la Ciudad Prohibida, ni que pueda acceder al templo del Dragón Dorado, donde escondimos su poder ancestral. La Orden de los Mil Dragones fue creada para resguardar la justicia que perdió el emperador, al tener tanto poder en sus manos.

- Entonces, Meng Li sólo quiere su reino de vuelta. Pero como perdió el juicio…

- Perdió el buen juicio, y los Ministros de esa época decidieron sacarlo permanentemente del poder. Pero como Meng Li era un emperador, había bebido del elixir de la inmortalidad, y sobrevivió al intento de asesinato. Sobrevivió, y ahora quiere su imperio de vuelta.

- Pero, ¿qué tiene que ver Tao Po Fú en todo esto?

- Para poder abrir la puerta del Templo del Dragón Dorado, se necesitan dos llaves, la llave del cielo y la llave de la tierra…

IV

Las tropas del Señor Chang estaban reunidas en una de las tantas bases distribuidas por toda China. Mientras volvían las tropas que habían participado en el ejercicio, el Emperador Meng Li había reunido a los miembros más importantes de La Dinastía.

Esta era una organización que se resguardada en las sombras. En antiguos tiempos, fueron quienes se mantuvieron fieles al Emperador Meng Li, pero con el pasar del tiempo, estos habían sido reemplazados por sus descendientes, y así sucesivamente, hasta llegar a nuestros días. La Dinastía estaba conformada en la actualidad, por las cabezas de la mafia China, algunos grandes empresarios y Goldhem. Para todos, Goldhem era la encarnación del Dragón Dorado, que representa el poder imperial chino, y eso daba autoridad a Meng Li. Cada uno de estos tenía su propio grupo de guardia espaldas, pues con el tiempo, las confianzas de antaño se habían perdido por completo entre los miembros, menos claro, hacia el Emperador.

- Señores – habló fuerte y claro el ex emperador – Estamos en frente de nuestra gran oportunidad de hacernos con este país de una vez por todas. Lograr el sueño de sus ancestros, y los míos. Esta piedra tallada es un regado de los cielos, es la llave que nos llevará a la victoria.

- Pero Emperador, la profecía dice que se necesitan dos llaves – interrumpió uno de los miembros de La Dinastía.

- Calma entusiasta Tcheng, que ahora tocaré ese tema – respondió calmadamente Meng Li - Como saben todos ahora, y gracias a la intervención de nuestro querido Tcheng, se necesitan dos llaves: la del cielo – señalando la roca en forma de cubo, que estaba sobre una gran mesa – y una llave de la tierra. Los hombres somos los hijos de la tierra, como las estrellas son las hijas del cielo. La sangre de un dragón es lo que nos permitirá entrar al Templo del Dragón Dorado, la sangre de un dragón de mil cabezas.

En ese momento, entraron dos cyber-soldados, con Tao Po Fú colgando como un estropajo. El chico tenía en su brazo derecho los ojos de un dragón tatuado, signo de haber pasado la primera fase del entrenamiento. Era la marca necesaria para que fuese un dragón de mil cabezas.

- Les presento a la única persona en toda China que es lo suficientemente valiente, y estúpida, para enfrentarse en batalla al Emperador Meng Li… es justo lo que estábamos buscando.

- Justo lo que me recomendó el doctor – dijo uno de los presentes, tratando de entrar en gracia, sólo recibiendo una mirada de desprecio por parte de Meng Li.

- Tenemos un problema, Emperador – interrumpe Mao Güi-Weng - No sabemos dónde está tal templo. Hemos recorrido cada centímetro de China, y no hay nada parecido a lo que usted describe.

- Ustedes, mortales, puede que no sepan la ubicación del templo, pues les está prohibido. Solo un dragón puede llegar al templo. Sólo una bestia tan magnífica puede llevarnos hasta aquel lugar.

V

- ¿Qué podemos hacer para detener al Emperador? – interrogo a Liu Cho.

- Hay que detenerlos, antes que lleguen al Templo del Dragón Dorado.

- ¿Y dónde está ese templo?

- No lo sé – contesta cabizbajo – Desapareció cuando llegaron los invasores de occidente.

- Pero debe haber quedado alguna pista, algo que nos pueda llevar al Templo.

- Sólo hay una persona que puede saber donde está la morada del Dragón Dorado…

- “¿Quién podrá ser?” – pienso, mientras miro fijamente a Liu Cho.

- Un ex Dragón de mil cabezas… mi maestro. El Sensei.

VI

Entre todos los turistas que caminaban diariamente por la Gran Muralla China, la más grandiosa de las obras humanas, un anciano camina sin apuro. Su mirada encierra un secreto. Él sabe, sabe que lo van a buscar, sabe que dejó las pistas necesarias. Sabe que está en el lugar indicado. Sabe que el destino de toda China, y del mundo, está en un secreto.


Continúa...
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