21.1.09

Quasar #2

“La Creación” (Parte 2 de 4)
Historia: Rodrigo Roa.

I

Era un día nublado de primavera, cuando la puerta de la vieja casa de madera sonó tres veces. Eran golpes seguros, con fuerza, como los que daban los militares amigos de Henry cada vez que lo visitaban.

Pierre Levesque, el padre de Henry se apresuró a abrir. El viento soplaba fuerte, y el día era extraño, ya que no era posible decir si hacía frío o calor, o adivinar si llovería o saldría un sol radiante.

Sólo con ver el sobre blanco en las manos del militar que estaba en su puerta, Pierre cayó de rodillas. A algunos kilómetros de allí, y frente a una imagen similar, Mia derramaba innumerables lágrimas y golpeaba la pared, como si eso fuese a traer de vuelta a su amado Henry.

Cualquier palabra de consuelo que estuviese escrita en esas cartas no era lo suficientemente significativa para opacar el mensaje que éstas traían. El sueño de Henry y su padre, la alegría de Mia, y también de su madre, habían fallecido en el espacio junto a él y su amigo Jean. Todo había sido destrozado en unos segundos, y tanto Mia como Pierre no sabían cómo podrían sobreponerse a tan duro golpe. ¿Cómo era posible que en el mismo momento en que un sueño se cumplía, éste muriese?

Un día más tarde, ambos se encontraban junto a la tumba de Suzanne. Junto a su lápida se erigía otra, reciente, donde se leía el nombre de Henry Levesque. Mia dejó una flor junto a ella, y luego cerró sus ojos. El viento movía su pelo y le daba un toque aún más triste a ese día. Mia se levantó y abrazó a Pierre. El hombre no tenía palabras para ella, y sólo atinó a recibirla en sus brazos mientras lloraba desconsoladamente.

Ambos caminaron juntos, alejándose de la tumba de Henry. El viento tomó la flor de Mia, y la elevó, alejándola y haciendo que se perdiera en el horizonte…

II

El espacio es un lugar frío y profundo, sin ruido y solitario. La nave que había rescatado a Henry luego del extraño incidente, había cumplido rápidamente con la misión de rescatar lo que pudiesen, y el cuerpo de Levesque estuvo dentro de lo que encontraron. El resto, era sólo basura especial.

Alrededor de la Estación Espacial Internacional, los trozos del “Sky Cruiser I” giraban en silencio, y lo que alguna vez fueron “refacciones de carácter secreto”, o simplemente “armas”, ahora eran sólo chatarra.

Pero el lugar no estaba vacío. En la Estación se encontraba un grupo de astronautas, que la nave de rescate había traído, y que se encontraba tratando de ordenar los datos obtenidos, y de limpiar el desorden que había quedado en el lugar, tras el incidente.

- Sólo veo chatarra allá afuera. Dudo que haya algo de utilidad – dijo uno de ellos mientras miraba por una de las ventanas.

- Debemos tomar muestras de radiación, y examinar cada cosa extraña que encontremos… aunque no nos guste, es nuestra misión – replicó otro de los astronautas.

- Los datos son normales, hasta ahora – dijo otro de ellos, que miraba los monitores de los equipos que habían traído - Aunque quizás si salimos, encontremos cosas fuera de lo normal.

Ninguno de ellos estaba satisfecho con su misión. Algunos por miedo, otros por simple pereza. El astronauta que miraba por la ventana, miraba sin observar. Veía los trozos de chatarra, pero no pensaba en nada más que en terminar su estúpida misión y volver a casa pronto. Pero de pronto, vio que algo se movió de una forma poco natural. De inmediato, sus pensamientos se desordenaron, y no supo a que atribuir lo que había visto. Desconcertado, se giró y llamó a sus compañeros. Pero su mente estaba revuelta… Algo le hacía desconcentrarse… era como si allí sólo hubiera caos.

- ¿Qué sucede, John? – le preguntó el líder del grupo, pero John sólo indicó hacia afuera – … Está bien, saldré. Reportaré cualquier cosa anormal… ustedes, guíenme hacia donde nos señala John.

Al salir, el astronauta encendió los equipos. Pero apenas hubo dado un paso fuera de la Estación, los marcadores de radiación se volvieron locos. Un segundo después, y luego de que una extraña energía negra, con forma alargada, se manifestara frente a él, el cuerpo del hombre se trozó en varias partes, que comenzaron a flotar en el espacio junto a la chatarra.

El resto de los astronautas gritó con horror. No podían creer lo que había pasado. Pero no hubo demasiado tiempo para pensar en algo. La extraña energía cruzó la puerta, y entró hasta la sala central de la Estación. Allí, comenzó a tomar forma humana, aunque no completamente definida. La figura miró a los astronautas, y en un segundo, se volvió a alargar y se dirigió hacia ellos.

Uno por uno, los tres astronautas cayeron, y la sangre comenzó a correr en el piso. La figura, que se desplazaba a través de esa deformación de su forma, miró la Tierra, que brillaba abajo. En otro segundo, su forma se alargó, y su viaje hacia el planeta no duró más de cinco segundos, luego de los cuales, apareció parado en los suelos de Canadá.

John, el astronauta que lo vio primero, y sólo segundos antes de ser decapitado, entendió lo que pasaba por su mente, y sólo logró pronunciarlo en un susurro.

- Entropía…

III

Si pudiese hablar en términos humanos, Henry podría decir que le habían parecido días enteros los que habían pasado desde que había llegado a ese lugar. Tenía la noción de que en realidad sólo eran un par de horas, pero no estaba seguro, porque el tiempo y el espacio se habían trastornado y ya casi no tenían sentido para él.

Todo el tiempo que allí había estado, había observado la gran ventana que tenía enfrente, y las potentes luces que iluminaban todo el salón. La constante presencia de estas imágenes, y el hecho de no haberse movido ni siquiera un centímetro, tenían sumido a Henry en la más profunda de las frustraciones. Y si a eso le añadía las palabras del General Mathieu… no había nada que le hiciera feliz en ese momento.

Quasar”. “No eres nada más que Quasar, y no hay nada que puedas hacer al respecto”, le daban vuelta en su mente, y se repetían una y otra vez. Y cada vez se sentían como un cuchillo atravesando su piel… pero ya casi había olvidado cómo se sentía la piel. Había notado que su cuerpo tenía forma humana. Haciendo un pequeño esfuerzo, podía verse como si estuviese fuera de su cuerpo, literalmente. Pero también había notado que lo que lo formaba ya no era piel, sino que otro tipo de materia, o más bien energía, que hacía brillar su cuerpo, y que tenía una tonalidad rojiza muy fuerte. Sus ojos eran de un amarillo luminoso, y no había señas de pelo ni de su aparato reproductor, al menos de forma externa.

Henry miraba hacia abajo, constantemente. Pero de alguna forma, en su mente se formaba una imagen completa de lo que lo rodeaba, sin necesidad de mirarlo directamente. Ahora nuevas ideas, preguntas y recuerdos cruzaban su cabeza: “¿Qué me pasó? ¿Qué soy?”. También sus padres y Mia comenzaban a aparecer en sus pensamientos. “¡Oh, Mia!”, pensaba, “cómo deseo tener aquí a Mia, y abrazarla…”. Pero apenas comenzó a sentir que su cuerpo brillaba más de la cuenta, expresando su cambio de estado emocional, un impulso eléctrico golpeó su cuerpo.

Pero Quasar no gritó. No sabía si podía sentir dolor, pero sin duda, todo era distinto. Muy distinto. “Ya no soy Henry. Realmente, ahora sólo soy Quasar. Nada más que Quasar”.

IV

La tarde le había parecido muy corta. “Poco tiempo, y demasiadas cosas que hacer”, regañó el General Bernard Mathieu, segundos después de despedir al Primer Ministro. El Doctor LaPreé lo había convencido, con su explicación científica, de que Quasar sería de gran utilidad para el gobierno canadiense, y su lugar en el orden mundial.

Pero el descanso aún estaba lejos para este duro militar. Volvió a la sala de control, y observó con atención los cuidados que los científicos tenían con Quasar.

- ¿Alguna novedad, doctores? – preguntó con rudeza.

- No, señor. Todo ha estado tranquilo. Sólo se descontrola un poco cuando alguna emoción lo invade, pero es completamente normal. El resto del tiempo, está muy callado y calmado – le respondió uno de ellos.

- Este Levesque siempre fue un cobarde. Es normal que ahora se sienta derrotado. ¡Por eso dije que no servía para este trabajo! ¡Porque un militar no se rinde así, maldición!

Y mientras decía esto con pasión, uno de sus inferiores se acercó a él, agitado.

- Señor… Disculpe que lo interrumpa… Pero tiene que saber que… tenemos compañía…

- ¿Compañía? – preguntó, enojado, el General - ¿A qué se refiere, soldado?

- Será mejor que lo vea usted mismo…

El General golpeó una mesa, y salió apresurado y molesto, por no poder descansar durante ni un solo segundo. Se dirigió con un fuerte y constante paso, guiado por el soldado, hacia una sala cercana, donde las pantallas permitían supervisar todo lo que las cámaras captaban en los alrededores.

- ¿Qué sucede que pueda ser tan importante? ¡Más les vale no hacerme perder mi tiempo, porque… - el General se detuvo, y su cara de furia cambió, por una de sorpresa - ¡Santa madre de Dios!

Lo que veía en la pantalla era indescriptible.

- ¡Rápido! ¡Todos en movimiento! ¡Debemos asegurar este lugar! – ordenó - ¡Esa cosa no tocará a Quasar!

V

Minutos antes.

Un vehículo militar se dirigía hacia la base. Dos soldados conversaban alegremente de sus vidas, tratando de hacer pasar las horas más rápido. Estaban a algunos kilómetros de su base, y su misión de reconocimiento no les había dado ningún inconveniente. Por ello, viajaban relajados.

De pronto, frente a ellos, vieron salir humo, en medio del camino. Allí, había un profundo cráter. Los soldados detuvieron el vehículo, tomaron sus armas, y se dirigieron con cautela a investigar. Pero justo antes de que llegasen, una extraña energía negra alargada se movió desde el fondo del cráter, pasando en medio de ambos, hasta su vehículo, al cual dividió por la mitad. Los soldados apuntaron a esa energía, que había tomado forma humana.

- ¡Alto ahí! Seas lo que seas… - le amenazó uno de ellos.

- ¿Dónde… está… él? – dijo la cosa, con una voz pausada, pero segura.

- ¿Él? – preguntó uno de los soldados.

Pero en ese momento, la extraña energía volvió a moverse, alargando su forma, como si fuera una gran navaja negra. Con ese movimiento, el cuerpo del soldado que había hablado quedó dividido, al igual que el vehículo. Acto seguido, la cosa, otra vez con forma humana, tomó al otro soldado del pecho, y lo aplastó contra el piso, con su propio “cuerpo” sobre él.

- ¿Dónde… está… la… base… militar? – preguntó.

- Allí… allí… - repitió con miedo, el soldado, indicando la dirección que debía seguir.

La cosa se volvió a mover, pero el soldado no resistió la presión de esta extraña energía, y suspirando, dejó de existir.

VI

Ahora.

Los camiones militares volaban en pedazos, y los tanques se dividían por la mitad, mientras la extraña energía negra avanzaba por la base. Sus movimientos eran iguales a los que había usado para llegar hasta ahí, y para asesinar a seis personas. Su forma se alargaba, moviéndose hacia su nueva ubicación física, para inmediatamente tomar forma humana de nuevo, pero arrasando con todo lo que llegaba a cruzarse.

Los soldados de la base caían fácilmente, tras la destrucción que provocaba este extraño ser, y nada podía detenerlo. La escena parecía realmente una guerra, y todo el armamento de la base estaba destinado a parar a esa cosa.

El General Mathieu ordenó darle con todo el poder de fuego que tuviesen, apenas vio el desastre en que se estaba convirtiendo su base. Pero no era suficiente. La criatura ya estaba a punto de ingresar.

- ¡Aseguren el perímetro! – gritaba desesperado el General, mientras era escoltado hacia un bunker que había en el lugar, para casos extremos, como éste.

Los científicos se preocupaban de mantener estable a Quasar, mientras se cerraban todas las posibles entradas, y los soldados redoblaban la vigilancia. Pero el extraño ser no se detenía. Nada podía hacerlo, y los soldados que lo enfrentaban, enfrentaban su muerte segura.

Así, la criatura llegó hasta las afueras del salón donde se encontraba Quasar. Adentro, el hombre que alguna vez fue Henry Levesque sentía los ruidos, y los temblores provocados durante la enorme destrucción. De pronto, hubo un fuerte movimiento. Luego, otro, aún más fuerte y cercano. Con el tercero, la pared del salón se agrietó. Quasar no levantaba la vista, pero sabía que algo no estaba bien. Un cuarto temblor, y del techo cayeron algunos pequeños escombros. Pero con el quinto movimiento, la pared no resistió más, y reventó.

Adentro, el extraño ser volvió a tomar su forma humana. Una vez que lo hizo, y estuvo frente a Quasar, lo miró atentamente, y le habló.

- Quasar… así he oído que te llaman… Henry.

Henry se sorprendió al escuchar eso, pero no levantó la vista.

- ¿Por qué no me miras, Henry? ¿Es que no me reconoces? – el ser buscaba los ojos de Quasar, pero éste no levantaba la mirada - ¡Mírame, maldición!

La furia de ese grito hizo temblar todo el lugar. Pero Quasar apenas lo miró, tímidamente.

- No puedo creerlo, Henry… Nuestro sueño… Mira en lo que nos hemos convertido… ¡Y ni siquiera lo esperábamos!

En ese momento, Quasar reconoció al hombre que le hablaba, aunque ya no quedaba nada de él, aparte de su voz, aunque tampoco era normal. Quasar no dijo nada, pero en su mente apareció el nombre de su gran amigo, fuerte y claro… “¡Jean!”.

- No… no había forma de saberlo… - seguía diciendo Jean Mills, antes de hacer una pausa - ¿Te das cuenta de lo que podemos hacer? ¡Podríamos hacer todo cuanto queramos, Henry! ¡Ven, hagamos nuestro este mundo! ¡No habrá ningún sueño inalcanzable!

Pero Henry no reaccionaba. Menos ahora, que había reconocido a Jean. Este miró a Henry, y comenzó a hablar extrañado, al ver que no había reacción en su antiguo amigo.

- ¿Por qué estás aquí, Henry? ¿Por qué te rescataron a ti, y a mi no? – hizo una pausa, agitado - ¡¿Por qué no me dices nada?! – y tras decir eso, abofeteó a Quasar, lo cual hizo que su rostro se deformara por un instante, y el lugar tembló.

- ¡No lo puedo creer! ¡Tú sabías lo que pasaría! ¿Verdad? ¡Todo esto fue un plan! ¡Querías este poder! ¡Y querías deshacerte de mí! ¡¡Ahora lo entiendo todo!! – gritó Jean, enfurecido y lleno de locura.

Quasar levantó su cabeza, lo miró, pero no dijo nada. Esa cosa que estaba frente a él ya no era Jean. Estaba loco. De alguna forma, lo que había pasado le había quitado la cordura. Pero, ¿qué podía decirle, si ni siquiera entendía lo que le había pasado a él mismo? Sin embargo, Jean, lleno de ira, movió su brazo, y atravesó con él a Quasar, que esta vez sí sintió algo como el dolor, y muy intenso.

- Esta bien, Henry… Me has traicionado, lo entiendo… Pero ahora te daré una lección… ¡Aprenderás cómo se siente la Entropía!


Continúa...
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