17.1.09

Dragón Blanco/Negro #2

El Hombre-Dios (2 de 4)
“Yo, Dragón”
Historia: Zirijo.

I

Todo a mí alrededor era extraño. Una extraña tierra, una extraña agua, un extraño aire, pero ahí estaba. En la mitad de un tratamiento espiritual en el templo de mi maestro, Liu Cho, y de un segundo a otro estoy en un valle desconocido, en frente a un par de dragones gemelos, uno de color blanco y uno de color negro.

- Dragón Blanco/Negro – repitieron – Estamos aquí para responder a cualquiera de tus dudas.

Con asombro los miro directamente a los ojos y siento que no es una trampa. Es algo más intenso, más real, y más puro de lo que me puedo imaginar.

- ¿Dónde estoy? – es la pregunta que me viene más rápido a la mente.

- Estás dentro de tu propia conciencia… en realidad, tu inconciente – responde el Dragón de color negro – Este inconciente se manifiesta de una forma en la que su dueño pueda entenderlo de forma casi completa. En tu caso, es un mundo completo, la propia naturaleza la que te ayuda a entender tus propios procesos internos, Liu Fung Dae.

- Entonces, ¿estoy dentro de mi mente? – pregunto para terminar de entender.

- Así es, Liu Fung Dae – contesta en esta ocasión el Dragón de color Blanco – Y nosotros también somos parte de ti. Somos un tanto emociones, y un tanto energía Cor.

- ¿Emociones y Energía Cor? – en mi rostro se logra ver la duda.

- Si, emociones y energía Cor. Somos el resultado de la exposición por tan largo tiempo a la cinta del Yin Yang. Estamos aquí porque la cinta fusiona tu propia emoción, tus características naturales, con la Energía Cor necesaria para hacerlas visibles.

- Sigo sin entender.

- El sólo contacto con la cinta del Yin Yang facilita la posibilidad de hacer salir tu propio lado bueno y malo, por llamarlo de alguna manera. La cinta es el conductor entre tu mundo interior y la energía Cor del universo… Dándote así poderes que se manifiestan aquí, en tu inconsciente.

- Estos poderes son…

- La fortaleza de la montaña, la sabiduría del cielo, la agilidad del viento, la energía del fuego, la velocidad del relámpago, la estabilidad de la tierra, lo aterrador del lago, y la flexibilidad del agua – responden al unísono - Las habilidades que puedes desarrollar como el Dragón Blanco/Negro de nuestra época.

- Ya veo. La cinta es sólo un conductor… yo soy el que posee todas estas habilidades dentro de mi. Pero, ¿cómo detengo la pelea de estas dos fuerzas?

- Si quieres que te demos un secreto… El conflicto no existe, es solo cuestión de aceptar ambas partes de ti. Ambos Dragones son constituyentes de un todo, que eres tú mismo. No reniegues de nada dentro de ti, ni de tus acciones, pues estas son manifestación de tu espíritu, que en tu caso, está dividido en dos. Deja de luchar para que estos Dragones sigan separados, y haz que trabajen en equipo, que sean parte de un todo, y así lograras el equilibrio que tanto anhelas.

II

El despliegue de fuerzas es inmenso. Los Soldados de la Muerte del Emperador Ming Li son una tormenta de destrucción. Arrasando con todo lo que se cruzan, los soldados matan, destruyen, saquean y queman todo lo que hay a su paso. Mitad hombres y mitad máquinas, los ex soldados de las fuerzas militares chinas están monitoreados por softwares computacionales, para que su cuerpo pueda moverse, recibiendo órdenes de una computadora central. Nada se puede detener su avance. Nada, hasta ahora.

- Detectando señales de vida… cargando… negativo… nada en tres metros a la redonda… - eran los protocolos de acción dentro de la cabeza de cada Soldado de la Muerte – Seguir avanzan…

- Señor, la señal de uno de los soldados desapareció – le dice el encargado de coordinación en terreno de los soldados, al señor Chang.

- Averigüe por qué, pero no se preocupe soldado, está dentro de las bajas previstas.

- Señor, perdimos a tres más… cuatro… cinco… y siguen cayendo. Al parecer algo detiene el avance de los soldados, señor.

- De eso me doy cuenta, imbécil – responde el señor Chang, de mala manera – Ordene que las fuerzas se concentren, así será más difícil, para lo que sea que está deteniendo el avance, seguir en las sombras.

El amanecer estaba cerca, y las tropas imperiales de Meng Li estaban siendo derrotadas por alguna fuerza secreta. La orden de reagrupación, en el centro de la pequeña ciudad de Tianen, no tardó en ser dada. Todos los “Samurai de la Muerte”, como también le gustaba llamarles el Emperador Meng Li, estaban reunidos cuando el sol salió. El malvado emperador observaba la escena desde las colinas, junto con el señor Chang. Los Samurai habían hecho una formación perfecta, no había forma de derrotarlos si se iba a un enfrentamiento directo.

Las primeras luces del amanecer hicieron que los protectores de Tianen se dieran a conocer. Eran los monjes del templo del otro lado de la colina, comandados por Liu Cho. Como sombras se deslizaron por la colina, y detuvieron a los soldados de avanzada, sin problemas. El factor sorpresa estaba de su lado. Ahora la luz del sol los dejaba al descubierto, pero no indefensos, pues estos monjes poseían gran habilidad.

- Son sólo monjes - se consoló el emperador, pensado en un enemigo mucho mayor.

Desde las sombras salió un misterioso personaje. Era uno de los Ministros del emperador Meng Li, Chi Ku, unos de los guerreros de su guardia personal. Este se instaló a la derecha del Emperador, desplazando al señor Chang.

- Señor Meng Li, ¿no reconoce al monje que lidera a los demás? – le preguntó el Ministro a su señor.

El Emperador Meng Li hizo un esfuerzo para verlo, pero no pudo. Pidió unos prismáticos para ver de más cerca el rostro de quien osaba detener su operación de prueba. El asombro se apoderó de Meng Li. Era Liu Cho, antiguo maestro de sus tropas. El emperador pensaba que estaba muerto. Él mismo lo había mandado a matar.

- ¿Quiere que me encargue, señor? – le pregunta Chi Ku a su señor, con un tono casi de excitación en sus palabras.

- Bien, pero que esta vez se cumplan mis órdenes – contesta el emperador, furioso.

III

Tu labor ahora es hacer que ambas partes que te constituyen como persona, trabajen juntas, y no que se odien mutuamente. Eso te hace mal, bloquea tus chacras, disminuye tu Qi, y no te permite pelear con todo tu potencial – termina de explicarme el Dragón Blanco.

- Liu Fung Dae – pregunta el Dragón Negro - ¿Alguna otra pregunta que nuble tus pensamientos?

- Si – contesto – ¿Ha habido otros Dragones Blanco/Negro?

-Si – contestan - Pero en otro tiempo y en otras circunstancias. En la Región del Himalaya, hay un templo donde se guarda la historia del guerrero Dragón Blanco/Negro.

- ¿Cómo puedo encontrar el templo? – pregunto casi inmediatamente.

- Tu corazón tiene que ser uno con tu causa, y deben poder encender la luz de la esperanza. Si no puede hacer eso, no encontrarás nunca el templo de dos torres, el templo que se esconde con el sol y flota en un mar de nubes.

- ¿Algo más que quieras preguntar? – dijeron nuevamente al mismo tiempo.

- Sólo una cosa más, ¿qué me pueden decir sobre mi destino?

- Ahora sólo te podemos decir que tu más grande mentor, y el mayor de tus enemigos, compartieron tu mismo destino hace mucho tiempo. Pero un tiempo en que los hombres normales no pueden contar, un tiempo casi divino.

Con esas palabras desaparecen en la inmensidad del cielo de mi mente. Comienzo a sentir que algo me tira… subo, me elevo como si de volar se tratara. Una fuerza enorme me empuja hacia los cielos. Subo… subo… paso las montañas, las nubes, el cielo azul y me encuentro nuevamente en el espacio sideral. Pero la fuerza no deja de tirar. Sigo elevándome, con más fuerza, hasta que las estrellas desaparecen y todo es negro, todo es negro y un tanto rojo. Abro mis ojos, y es la luz del amanecer la que me recibe de vuelta al mundo real. Lejos de mi propio mundo, veo que Tao Po Kun – está mirando por la ventana de la habitación. Me levanto y me pongo a su lado.

- ¿Qué pasa, Tao? – le pregunto.

Sorprendido, me dice lo que ha estado pasando. Tomo mi ropa, la cinta Yin Yang, y un bastón bo. Es todo lo que necesito para salvar el día.

IV

La formación era impenetrable. Los Soldados de la Muerte del ex general Chang se habían alineado de tal forma que nada podía vulnerar su defensa. Pero eso no le importó a Liu Cho. Con sólo sus manos descubiertas, se lanza al ataque. Su misión es defender la aldea, y hacer el suficiente tiempo para que llegue la caballería. Sus fieles monjes lo siguen. Es un suicidio, si es que no estás tan bien entrenado como el maestro Liu Cho y su dragón de mil cabezas. Así se le llama a la orden de discípulos de Liu Cho. En mis orígenes fui una de las cabezas del Dragón. Una de las tantas que entrenaban, y aprendían un poco más de este mundo, al lado del maestro. Ahora, su dragón de mil cabezas está atacando con todo lo que han aprendido en su vida de entrenamiento. Atacan como uno solo, el nivel de sincronía es perfecto. Son miles de dientes afilados en búsqueda de una presa. Con técnicas de engaño y agilidad, logran penetrar la fuerte defensa. Liu Cho se encarga del ataque frontal, y las mil cabezas se hacen espacio entre los surcos que dejan los soldados del exterior. Un ataque frontal, pero fulminante, es la estrategia que utiliza Liu Cho. Uno, dos, tres, cuatro, van cayendo los soldados medio humanos, medio máquinas. Pero los soldados no se quedan atrás. Con sus katanas, le hacen el peso a las mil cabezas del dragón de Liu Cho. Así como caen Soldados de la Muerte, también caen Monjes Dragón. Su muerte es honrosa, pues mueren en batalla, defendiendo todo en lo que creen, y mueren de pie, como los guerreros que son.

De un momento a otro la situación cambia. Los Soldados toman una formación diferente. Se mueven zigzagueantes, y erráticos, confundiendo a los Monjes Dragón. Justo cuando Liu Cho se encuentra rodeado por los Soldados de la Muerte, y los Monjes están con muchas bajas, es mi entrada.

- Hola, muchacho – me recibe el maestro afectuosamente – ¿Ya tienes respuestas a tus preguntas?

- Si, para algunas… pero han salido más preguntas, las cuales no creo que sea el momento de preguntar.

- Muy sabia decisión, joven Liu Fung Dae.

Tomo la cinta del Yin Yang y la coloco en mi cabeza. Es una batalla desigual, así es que necesito todo el poder que sea posible. El lado negro es el indicado.

Me coloco la cinta en la cabeza, y una luz inunda mi alrededor. Destellos luminosos cubren mi cuerpo, para dar paso a ropas de color negro, que cubren mi cuerpo y mi rostro. Comienzo a repartir golpes a todos lados, en una versión más agresiva de la técnica de Liu Cho. A pesar de esto, Liu Cho sigue mis movimientos con facilidad, pasando a ser dos bestias cazando moscas. Uno tras otro, los soldados caen en el campo de batalla, a nuestro alrededor. El último de los Soldados de la Muerte que nos rodeaba, cae.

- Liu Cho – le digo a mi maestro – Hay que seguir pateando traseros de hojalata.

Corro hacia otro grupo de soldados, cuando una sombra rapidísima me intercepta. Alcanzo a cubrirme, pero salgo disparado hacia un costado. Un gran sombrero, en forma de cono, cubre la cabeza y el rostro del nuevo atacante. Su voz es como un trueno en una noche oscura:

- Dragón Blanco/Negro, esperaba con ansias tu aparición en el campo de batalla. Sabía que no podías resistirte a una ocasión como esta.

Lo miro con seriedad, pero con mucho asombro. Si me hubiera descuidado un solo segundo, hubiera recibido todo el impacto del golpe, y hubiera quedado muy dañado.

- ¿Quién es el que quiere enfrentarse al Dragón? – pregunto con tono soberbio. Es necesario para intimidar al oponente.

- Con mucho gusto me presento. Soy Chi Ku, uno de los Ministros del Emperador Meng Li, futuro amo y señor de estas tierras, y de las personas que la habitan – me contesta, con un aire pomposo, como si estuviera hablando de alguien muy importante.

- Muy bien. Si vienes de parte del Emperador Meng Li, no puedes ser bueno. Así es que tendré que llevarle tu cuerpo sin vida a su majestad, Meng Li – lo amenazo para que dude se sus habilidades. Pero sigue con su gran sombrero, y una manta que cubre su cuerpo.

- El emperador estará complacido al saber que me acabas de ofrecer la pena de muerte… pero lo malo es que no podré aceptarla, puesto que el que va a morir en mis manos vas a ser tú.

V

Mientras que las fuerzas de los dragones de Liu Cho se enfrentan a los Soldados de la Muerte del ex general Chang, el Emperador Meng Li se desliza por las sombras de los cerros de la comunidad de Tianen, hasta llegar al templo donde vive Liu Cho, junto a sus discípulos dragón. Busca algo, algo que le dará gran poder. Se escabulle por los pasillos llenos de luz, por el amanecer, siguiendo una esencia. Una esencia de poder y destrucción. El poder de la sangre milenaria lo guía por los pasillos. Se detiene de golpe, afuera de una puerta. La puerta está cerrada con un gigantesco candado. El Emperador Meng Li trata de abrirlo, pero las dimensiones del candado son enormes, y además está protegido con un sello de magia. El maligno emperador busca la forma de romper el sello, con una serie de hechizos e invocaciones, pero nada. El candado no se abre. Sólo le queda una cosa por hacer.

- No quería hacer esto tan pronto, pero no hay otra forma.

El emperador toma la postura de batalla del dragón dorado, disciplina aprendida en la ciudad prohibida. Y así, desencadena una serie de poderes que van directamente al candado. Éste comienza a brillar, como si de un sol de se tratase. Después del destello, el candado vibra y se abre.

Entrando de forma majestuosa, el Emperador Meng Li busca con la mirada, y con el alma, el secreto para poder tener una vez más a China en sus manos. Busca con paciencia en estantes, cajones, cuadros, pero logra sentir algo dentro de un cofre, escondido tras un estante de pergaminos muy antiguos.

- Aquí está… lo que estaba buscando desde hace milenios – dice el emperador mientras abre el cofre. De allí saca un cubo negro, el cual está lleno de inscripciones y pequeños tallados - Esta es la llave que necesito para entrar a la sala del Dragón… solo me falta una cosa más.

Mientras el emperador inspeccionaba el cubo con gran dedicación, por el pasillo pasa Tao Po Fú, corriendo, pero se detiene al ver que la puerta de los secretos estaba abierta, y el candado de los mil años estaba abierto.

- Detente ahí, ladrón – le advirtió Tao Po Fú, al intruso que había violado la habitación que Liu Cho se había esmerado en mantener cerrada y oculta – Te has metido en un lugar donde no te corresponde estar – continuó.

- Pequeño insolente… ¿acaso no sabes con quien estás hablando? – respondió el Emperador Meng Li asombrado.

- No me interesa saber el nombre de un ladrón, tengo encargado el templo durante la batalla, así es que te detendré inmediatamente.

El emperador suelta una profunda y siniestra carcajada. Mira con detenimiento al pequeño monje, y se da cuenta de su calidad de dragón de mil cabezas, de las fuerzas de Liu Cho.

- Es justo lo que necesito para completar mi plan, un corazón de dragón que no conozca el miedo – dijo en voz baja el emperador, ante el inminente ataque de Tao Po Fú.

El monje se lanza al ataque, pero sus habilidades no se comparan con las del emperador. Éste lo detiene en el acto, y lo deja inconciente. Luego de eso, el templo queda desolado, con la puerta de los secretos abierta, y con la clave para que una gran poder sea liberado.


Continúa...
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